ESTUDIO VIDA DE MATEO
MENSAJE VEINTIOCHO
LA CONTINUACION DEL MINISTERIO DEL REY
(4)
Este
mensaje es una continuación del mensaje anterior sobre Mateo 9:9-17.
C. No se pone remiendo de tela nueva
en vestido viejo
En
Mateo 9:16 el Señor continúa con algo aun más fino, más dulce y más íntimo; El
dice: “Nadie pone un remiendo de paño no
abatanado en un vestido nuevo; porque lo añadido tira del vestido, y se hace
peor la rotura”. La palabra griega ágnaphos
se traduce “no abatanado”; está formada por a,
que significa no, y por gnapto,
que se refiere a cardar o peinar la lana; así que significa no cardado, no tratado al vapor
ni lavado, burdo, no abatanado, no procesado. El paño no abatanado representa
a Cristo desde Su encarnación hasta Su
crucifixión, como un remiendo de paño nuevo, no tratado ni acabado;
mientras que el vestido nuevo en Lucas 5:36 representa a Cristo como manto nuevo después de que fue “tratado” en Su
crucifixión. (La palabra griega que se traduce “nuevo” en Lucas 5:36
es kainós,
la misma palabra que aparece en la expresión “odres nuevos” en Mateo 9:17).
Cristo fue primero el paño no abatanado
que servía para hacer un vestido nuevo, y luego, por medio de Su muerte y
resurrección, fue hecho un vestido nuevo
que nos cubre como nuestra justicia delante de Dios, a fin de que seamos justificados
por Dios y aceptables a El (Lc. 15:22; Gá. 3:27; 1 Co. 1:30; Fil. 3:9). Un
remiendo de paño no abatanado, cosido en un vestido viejo, tira del vestido
debido a que se encoge, y hace peor la rotura. Coser un remiendo
así en un vestido viejo, significa imitar lo que hizo Cristo en Su vivir
humano en la tierra. Esto es lo que tratan de hacer los modernistas de hoy. Sólo imitan
las acciones humanas de Jesús para mejorar
su conducta; no creen que el Jesús crucificado sea su Redentor ni que el
Cristo resucitado sea su justicia para así ser justificados por Dios y aceptos
delante de El. Su imitación del vivir humano de Cristo “tira” del “vestido
viejo” de ellos, el cual es la conducta producida por su vieja vida natural.
Los ciudadanos del reino no hacen esto; ellos toman al Cristo crucificado y
resucitado como el vestido nuevo que los cubre como justicia delante de Dios.
El vestido
viejo en el versículo 16 representa la
buena conducta, las buenas acciones y las prácticas religiosas producidas por
la vieja vida natural del hombre. El Señor Jesús fue
muy sabio. En el versículo 16 no dijo: “Vosotros los discípulos de Juan debéis
daros cuenta de que vuestros vestidos están rotos y llenos de agujeros. Vuestro
ayuno es en realidad como cortar un pedazo de tela no abatanada y utilizarlo
para remendar los agujeros de vuestra ropa”. En vez de decirles esto
directamente, el Señor indicó a los discípulos de Juan que su vestido no era
perfecto. Les señaló que
sus vestiduras tenían agujeros y que por medio del ayuno ellos intentaban
remendar dichas roturas. Ningún hombre podría expresarse así como lo
hizo el Señor Jesús en el versículo 16. Sus palabras sabias están llenas de
significado, amonestación, revelación e instrucción. El Señor estaba diciendo a los discípulos de Juan:
“¿Por qué me preguntáis acerca del ayuno? Vuestro ayuno es una manera de
remendar vuestros vestidos rotos. Al ayunar, demostráis que estáis conscientes
de que tenéis agujeros en vuestras vestiduras, las cuales necesitan ser
remendadas. Juan,
vuestro maestro, os guió a Mí, y ahora procuráis utilizarme para remendar esos
agujeros. Esto significa que estáis cortando un trozo de Mi tela no abatanada
para remendar las roturas de vuestra ropa. Pero Mi tela está llena del poder
que encoge; por eso, no debéis zurcir ningún pedazo de ella en vuestra vieja y
rota vestidura; si lo hacéis, la rotura se hará más grande”.
La
narración de Lucas 5:36 es un poco diferente de la de Mateo 9:16. El versículo
36 dice: “Nadie corta un pedazo de un
vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo”. Debemos notar que Mateo dice “tela” y Lucas dice “vestido”.
El Señor Jesús se compara a Sí mismo con un pedazo de tela no abatanada. Esto
indica lo que El era en el lapso entre Su encarnación y Su crucifixión. Durante
este período, El era tela sin encoger, tela nueva que nunca había sido
abatanada o tratada. A través de Su muerte y resurrección esta tela nueva fue
tratada y hecha un vestido nuevo. El Señor quería darse a nosotros, no como una
pieza de tela no abatanada, sino
como un vestido terminado y completo
que podríamos ponernos como nuestra justicia para ser justificados ante Dios.
Después de Su muerte y resurrección El fue hecho el vestido terminado para que
lo usemos y así asistir a Su boda. Así que, Él no es únicamente el Novio, sino
también nuestro vestido de bodas, el
cual nos califica para asistir a Su fiesta de bodas.
¿Por qué el Señor Jesús, después de
decirnos que El es el Novio, habló de la nueva tela, del nuevo vestido?
Debemos echar una mirada más profunda para discernir lo que significa esto. El Señor nos dice que el Novio está con nosotros. Pero mírese a sí
mismo ¿merece usted Su presencia? ¿Piensa que su verdadera condición a los ojos
de Dios es merecedora de la presencia del Novio? Todos debemos contestar que no.
Todo lo que nosotros tenemos y todo lo que somos (y todo lo que hacemos) no es digno de la presencia
del Señor. Para disfrutar de Su presencia necesitamos cumplir ciertos
requisitos. Necesitamos estar en cierta situación y en cierta condición. Lo que somos por naturaleza, lo que podemos hacer y lo que tenemos,
no nos capacita para estar en la presencia del Novio. El Novio es
Cristo, y Cristo es Dios mismo. Supongamos que Dios se le aparece hoy. ¿Podría
usted quedarse indiferente? El es el Dios santo y justo, y tal persona es el
Novio. Recuerde la historia del hijo pródigo presentada en Lucas 15, quien
regresó a su casa. Sin duda alguna, el padre lo amaba profundamente; no
obstante, la condición del hijo era totalmente inadecuada ante la presencia de
su padre. Por lo tanto, el padre ordenó inmediatamente a sus siervos que
tomaran la mejor túnica y lo vistieran para que pudiera estar en su presencia.
Nuestro Novio es Dios mismo. ¿Cómo podemos nosotros, unos pobres pecadores,
disfrutar de la presencia del Rey celestial? Debemos recordar el contexto de
los versículos de Mateo 9, donde el Señor Jesús estaba comiendo con
recaudadores de impuestos y pecadores. Nosotros somos “recaudadores de impuestos” y pecadores.
No tenemos derecho alguno;
necesitamos vestirnos apropiadamente para poder sentarnos en la presencia del
Señor. Esta es la razón por la que el Señor, después de que habló de Sí mismo
como el Novio, nos dijo que necesitamos ser vestidos con una nueva vestidura.
Cuando nos ponemos la nueva vestidura, somos dignos de Su presencia. Cuando el hijo pródigo fue vestido con la
mejor túnica, pudo de inmediato presentarse ante su honorable padre. El mejor
vestido le permitió disfrutar de la presencia del padre. Nosotros los pecadores
y los “recaudadores de impuestos”, necesitamos ser vestidos con una nueva
vestidura para poder ser merecedores de la presencia del Novio. (debemos recordar que el hijo pródigo fue siempre hijo y ese vestido por tanto, según nosotros lo entendemos, no es el de la salvación o nuevo nacimiento, sino el de la conversión o vuelta a casa; es decir, el de la salvación del alma, cuando sustituimos nuestra propia justicia por la de Cristo, al despojarnos del hombre viejo o viejo vestido y nos vestimos con el nuevo hombre o nuevo vestido, que es Cristo).
No
me agrada presentar sólo enseñanzas y doctrinas, prefiero la práctica y la
experiencia. Permítame comprobar con usted: ¿Puesto que Cristo
resucitó y llegó a ser el vestido nuevo, ¿cómo podemos vestirnos de El? Gálatas 3:27 dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados
en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Debemos vestirnos de Cristo, y la
manera de hacerlo es bautizarnos en El. Por lo tanto, debemos ver de qué forma
somos bautizados en Cristo. Hemos visto que después de Su resurrección
Cristo llegó a ser una nueva vestidura, pero la Biblia también nos dice que
después de resucitar, el Señor fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45).
Si Cristo no fuera el Espíritu, ¿cómo podríamos ser
bautizados en El? Al ser crucificado, sepultado y resucitado, Cristo
fue hecho un pneúma
vivificante, un aliento dador de vida, el aire viviente. Puesto que El es aliento, le es
muy fácil entrar en nosotros, y debido a que El es aire, nos es muy fácil
entrar en El. El Cristo resucitado fue hecho un Espíritu vivificante y
todo-inclusivo. En este Espíritu está todo lo que Cristo es y todo lo que El ha
realizado. Este Espíritu
todo-inclusivo es el mismo Cristo todo-inclusivo, y este Cristo como el
Espíritu es nuestra vestidura nueva; de aquí que, aun el vestido es el
Espíritu. Nosotros fuimos bautizados en Cristo, quien es el Espíritu. Es
así como nos vestimos de Cristo. El es el pneúma,
el Espíritu todo-inclusivo. Cuando somos bautizados en Él, nos vestimos de Él.
Inmediatamente Él como el Espíritu llega a ser nuestra ropa, nuestra cubierta;
de esta manera somos hechos aptos [para disfrutar de la presencia del Padre]. Por lo tanto, la nueva vestidura con que nos cubrimos
es Cristo mismo como el Espíritu
todo-inclusivo.
Este
es el significado de lo dicho por el Señor en 28:19: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos
en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. La realidad del
nombre está en el Espíritu. Bautizar a los hombres en el nombre significa
bautizarlos en el Espíritu, quien es Cristo como el pneúma todo-inclusivo. Cristo se
encarnó, vivió sobre la tierra, fue crucificado, realizó la redención y
resucitó. Después de que todo fue concluido, llegó a ser el pneúma
todo-inclusivo en resurrección. En este pneúma
están incluidas la encarnación, la crucifixión y la redención. Su resurrección,
el poder de Su resurrección y la vida de esta resurrección también están
incluidos en este pneúma.
Cuando somos bautizados en Él, somos bautizados en este pneúma,
y al ser bautizados en Él, nos vestimos de Él. Debemos tomar a Cristo como la
vestidura nueva, y esta vestidura es el Espíritu todo-inclusivo. Cristo ya no
es la tela no tratada; ahora es el vestido terminado, en el cual tenemos
redención, el poder de la resurrección y todos los demás elementos de la
Persona divina. Este nuevo vestido no es más un simple pedazo de tela, sino el pneúma divino, el
Espíritu todo-inclusivo, que incluye la encarnación de Cristo, Su crucifixión,
Su obra redentora, Su resurrección y el poder de Su resurrección. Ahora Él es
la vestidura terminada que podemos tomar como nuestro vestido. ¡Aleluya,
podemos vestirnos de este Cristo!
(Las notas incrustadas en color azul son del administrador)
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