Descripción
La
Biblia distingue entre su cuerpo, alma y espíritu. El apóstol Pablo
mencionó esto en 1ª
Tesalonicenses 5: 23-24,
cuando oró:
“Y
que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que vuestro
espíritu, alma y cuerpo se conserven completos, sin culpa, en la
venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual
también lo hará realidad”.
Muchos
no saben la diferencia entre su alma y su espíritu. Saben que su
cuerpo no es lo mismo que su alma, porque la diferencia es bastante
obvia. Pero la diferencia entre alma y espíritu no se enseña a
menudo.
Cuando
Jesús murió
La
Biblia nos dice que el espíritu, el alma y el cuerpo de Jesús
fueron a diferentes lugares cuando murió.
José
compró un lienzo, lo bajó (de la cruz), lo envolvió en el lienzo y
lo depositó
en una tumba
excavada en la roca; y rodó una piedra contra la entrada de la
tumba.
En
segundo lugar, el alma de Jesús fue al Hades,
a menudo traducido en español como ‘Infierno’. Aprendemos esto
del sermón pentecostal de Pedro, donde nos dice en Hechos
2: 24-27,
“Y
Dios lo levantó de nuevo, poniendo fin a la agonía de la muerte, ya
que era imposible que Él quedara bajo el dominio de ella. Porque
David dice de Él ... 'Además, hasta mi carne descansará en
esperanza, porque tú no abandonarás Mi
alma
en el Infierno
(Hades),
ni permitirás que Tu Santo vea corrupción' ".
“Porque
no abandonarás mi
alma
en el Seol;
ni permitirás que Tu Santo vea corrupción".
Pedro
dijo que David estaba profetizando sobre alguien en el futuro, es
decir, sobre Jesús, Cuyo cuerpo no se descompuso, ni su alma fue
abandonada en "Seol"
(que es el equivalente hebreo del Hades).
Ni
David ni Jesús fueron "abandonados", porque Jesús
resucitó de los muertos, y David resucitará en el futuro. No
obstante, sus dos almas pasaron tiempo en Seol
o
Hades.
Para
nuestros propósitos aquí, vemos que las almas van al Infierno
(Seol, Hades), mientras que los cadáveres van a las tumbas o
sepulcros. Las almas no van a las tumbas, ni los cuerpos van al
Infierno. Al morir, cada uno tiene su propio lugar donde ir.
Finalmente,
justo antes de que Jesús muriera en la Cruz, dijo: "Padre,
en tus manos encomiendo mi
espíritu"
(Lucas
23: 46).
De esto vemos que el espíritu no va a la tumba, ni va al Hades;
va
a Dios. Entonces leemos en Eclesiastés
12: 7,
"Entonces
el polvo volverá a la tierra como lo que era, y el
espíritu volverá a Dios
que lo dio".
Las
Escrituras nos enseñan que la muerte es un "retorno". Esto
significa que el cuerpo vuelve a ser lo que era ("polvo");
el alma vuelve al Hades ("sueño" o estado
inconsciente); y el espíritu vuelve a Dios, que es su lugar de
origen.
El
alma es mortal
Al
igual que con Adán, todos nacemos naturalmente como almas vivas.
Nuestra alma está hecha de mente, voluntad y emoción. El alma es el
asiento de la consciencia. Es la identidad
con la que
nacimos. Cuando decimos "yo", generalmente nos referimos al
"yo" que es nuestra alma.
“He
aquí, todas las almas son mías; el alma del padre y el alma del
hijo son mías. El
alma que pecare, esa morirá".
Todos
somos conscientes de que los cuerpos mueren, pero las almas también
mueren con el cuerpo. Por lo tanto, las almas son mortales.
Esto
se basa en el hecho de que Adán fue hecho un alma viviente (Génesis
2: 7;
1ª
Corintios 15: 45).
Cuando Adán pecó, la pena fue la muerte (Génesis
3: 3).
¿Pecó su cuerpo o fue su alma la que pecó? Ambos, por supuesto, y
por esta razón, tanto su cuerpo como su alma se volvieron mortales.
Cuerpo
y alma están unidos en la Ley de Dios, porque leemos en Levítico
17: 11,
"el
alma de la carne está en la sangre".
Otra forma de leer esto es: "el
alma
carnal
está en la sangre".
Esta
es también la clave para comprender la relación entre cuerpo, alma
y espíritu.
Carne,
sangre y aliento
Todos
somos conscientes de que nuestro cuerpo
está
hecho de carne. Pero como también vemos, el alma
está
en la sangre. La palabra espíritu
es
también la palabra para aliento, viento o aire en movimiento. La
respiración, aliento, da vida a la sangre, que se difunde por todo
el cuerpo.
Cuerpo | Carne | Va al sepulcro o tumba (tierra, polvo) |
Alma | Sangre | Va al Seol o Hades o Infierno (sueño del alma, inconsciencia) |
Espíritu | Aliento | Va a Dios |
Así
como la carne, la sangre y el aliento son distintos, también lo son
el cuerpo, el alma y el espíritu.
Dos
identidades conscientes
El
apóstol Pablo habla de dos identidades en el séptimo capítulo de
Romanos. Su identidad natural (alma), dada a él a través de sus
padres terrenales, era de carne o carnal (Romanos
7: 14).
Pero Pablo también tenía una identidad espiritual que residía en
su espíritu. A esto lo llamó el "nuevo hombre" o el
"nuevo yo".
Este
nuevo hombre fue engendrado por el Espíritu Santo dentro de su
espíritu humano, y Pablo dijo que ahora era ese nuevo hombre, en
lugar del "viejo hombre" con el que había nacido. Aunque
su viejo hombre seguía siendo carnal, ya no se identificaba con esa
alma gemela.
¿Cómo
obtuvo Pablo este "hombre nuevo"? Fue engendrado por el
Espíritu Santo por la fe. La fe viene al escuchar la Palabra
(Romanos
10: 17).
La Palabra, entonces, es la "semilla" que engendra al
hombre nuevo en nuestro espíritu. Entonces 1ª Pedro 1: 23 dice:
"Porque
vosotros habéis sido engendrados por segunda vez, no de semilla que
es perecedera, sino imperecedera (semilla),
es decir, a través de la palabra viva y permanente de Dios".
Al
creer la Palabra, recibimos la simiente de Dios, nuestro Padre, que
engendra hijos de Dios. Este es el nuevo hombre, la nueva identidad,
creada en nuestro espíritu. Cuando entiende cómo funciona esto,
puede identificarse con ese nuevo hombre y saber que es
su verdadero yo.
Esta
comprensión, por supuesto, causa un conflicto con la vieja alma
gemela que una vez fue. El viejo hombre todavía exige tener dominio
sobre ti. Debido a que es mortal y corrupto, sigue la Ley del Pecado
e intenta repetidamente hacernos pecar. Incluso el mismo apóstol
Pablo tuvo ese conflicto dentro de sí mismo. Romanos
7: 18-20
dice:
“Porque
sé que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; porque el
querer está presente en mí, pero el hacer el bien no lo está.
Porque el bien que deseo, no lo hago; sino que practico el mal que no
deseo. Pero si estoy haciendo lo que no deseo, ya no soy yo el que lo
hace, sino el pecado que mora en mí.
El
lenguaje de Pablo puede ser difícil de entender, pero deja en claro
que la voluntad de la carne aún permanece en él, pero que ya no es
esa persona. Su identidad fue cambiada del viejo hombre carnal a un
nuevo hombre espiritual.
Este
nuevo hombre espiritual, dice Pablo, sirve a la Ley de Dios, mientras
que el viejo hombre carnal sirve a la Ley del Pecado (Romanos
7: 25).
Entonces, Pablo nos dice que vivamos nuestras vidas a través de la
identidad consciente del nuevo hombre, para que no cumplamos los
deseos o intereses del viejo hombre carnal.
Cómo
heredar las promesas de Dios
“Ahora
digo esto, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el
reino de Dios; ni lo perecedero hereda lo imperecedero".
La
carne y la sangre representan cuerpo y alma. Ambos son carnales, y
ninguno puede heredar el Reino. Fueron condenados a muerte cuando
Adán pecó, y esta sentencia no se puede revertir.
Entonces,
¿cómo se puede salvar a alguien? ¿Puede la carne ser perfeccionada
por autodisciplina? ¿Puede el alma (mente) volverse inmortal
mediante la educación o el entrenamiento? No, pero hay otra forma en
cambio.
El
único que puede heredar las promesas de Dios es el nuevo hombre que
ha sido engendrado por Dios. El alma no es inmortal ni es heredera
del Reino. Debe morir. Podemos reformarla y entrenarla para que deje
de pecar, pero desafortunadamente, ya ha pecado. Por lo tanto, ya ha
sido descalificada.
La
manera de ser salvo es aceptar la Palabra de Dios por fe, porque esta
es la "simiente" que engendra a los hijos de Dios que
heredan el Reino. El nuevo hombre que se crea es el heredero. Usted
es ese hombre nuevo cuando considera que lo es. Una oración modelo
simple es esta:
“Padre
celestial, creo que Jesús es el Cristo y que Su sangre ha pagado la
pena por mi pecado. Crea en mi espíritu un nuevo hombre. Ahora
declaro que ya no soy el viejo hombre que engendró mi padre
terrenal. Declaro que ahora soy el nuevo hombre que has engendrado en
mi espíritu, una nueva criatura en Cristo. Enséñame ahora cómo
vivir mi vida como la nueva criatura que soy".
¿Qué
pasa cuando muere?
A
la mayoría de las personas se les ha enseñado que cuando muere, su
cuerpo muere y su alma se va al Cielo o al Infierno. Pocas personas
saben algo sobre su espíritu. Pero como hemos visto, tanto el cuerpo
como el alma mueren.
Ningún
alma de nadie va al Cielo. Tampoco es inmortal. Va al Hades,
o "Infierno". La palabra Hades
significa literalmente “lo invisible”, un “lugar de
impercepción”. No es un lugar de tormento consciente. Eclesiastés
9: 5
dice: “los
vivos saben que morirán, pero los muertos nada saben.
La Biblia se refiere más comúnmente a este estado inconsciente como
"sueño".
Daniel
12: 2
dice:
"Y
muchos de los
que duermen en el polvo de la tierra
se despertarán, estos hasta la vida eterna …"
“He
aquí, os muestro un misterio; no todos dormiremos,
pero todos seremos transformados en un momento ... porque sonará la
trompeta y los muertos serán resucitados".
La
buena noticia es que incluso si su alma se duerme en la muerte, su
espíritu volverá a Dios. A su espíritu se le ha dado una identidad
consciente, y es su verdadero Yo. Cuando su espíritu regrese a Dios,
aún no estará completo, porque su alma y su cuerpo no pueden
acompañarle. Pero al final, Pablo oró: "y
que
todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado
irreprensible ..."
(1ª
Tesalonicenses 5: 23).
Por
eso es importante la resurrección. Aunque su espíritu pueda ser
preservado, no estará completo
hasta
que haya recibido una nueva alma y nuevo cuerpo que lo acompañen.
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