12/06/2017
Pablo
concluye sus comentarios sobre la comunión diciendo “Por
lo tanto ...”
1
Corintios 11:27
dice,
27
Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba la copa del Señor
indignamente, será culpable del cuerpo y de la sangre del Señor.
¿Cómo
se llega a ser “culpable
del cuerpo y la sangre del Señor”?
De hecho, ¿qué significa esta frase?
3
Cualquier hombre de la casa de Israel que sacrifica un buey o un
cordero o una cabra en el campamento, o que lo mata fuera del
campamento, 4 y no lo trae a la entrada de la tienda de reunión para
presentarlo como una ofrenda al Señor, delante del tabernáculo de
Yahweh, homicidio
es a tener en cuenta para ese hombre. Él ha derramado sangre y ese
hombre será cortado de entre su pueblo.
Esta
es una de las Leyes de Sacrificios, que apuntan al sacrificio de
Cristo en la Cruz y, por extensión, a la comunión, que recuerda ese
evento. Si un hombre sacrificaba un animal bajo Moisés, debía
llevar su sangre al Tabernáculo para que la sangre pudiera ser
rociada sobre el altar (Levítico
17:6).
Cualquiera
podía matar un animal para alimentación, pero uno tenía que
tratarlo como un sacrificio con el fin de hacer espiritualmente
efectiva su sangre. El altar en el Tabernáculo representaba los
corazones de todos los que ofrecían este tipo de sacrificios. Si un
hombre hacía un sacrificio, pero no podía traer su sangre al altar,
era culpable del delito de sangre y debía ser “cortado
de entre su pueblo”.
Esta
ley fue un tipo del sacrificio de Jesucristo en la Cruz. Los jefes de
los sacerdotes hacían los sacrificios, como las leyes profetizaban,
pero no trataban su muerte como un sacrificio por el pecado. No
podían aplicar su sangre a sus altares de sus corazones, y por lo
tanto, para usar la terminología de Pablo, eran “culpables
del cuerpo y de la sangre del Señor”.
Además,
como indica Pablo, otros
pueden también incurrir en culpa de la sangre al tomar la comunión
indignamente.
La comunión es una forma de ingerir la sangre de Cristo, que es la
aplicación de Su sangre al altar de nuestro corazón. Pero
si tomamos parte indignamente, no tratando Su muerte como un
sacrificio por el pecado, entonces somos tan culpables como los jefes
de los sacerdotes.
Su muerte, entonces, no es más que otra ejecución, en cuanto a
ellos concierne, como cuando un animal que se sacrifica para
alimentarse. Si
realmente habría sido sólo un criminal, como decían, entonces no
habría ninguna culpa de sangre. Pero estaban equivocados. Él fue el
sacrificio final por el pecado. Al no reconocerlo, violaron la Ley de
Sacrificios y fueron luego “cortados
de entre [su]
pueblo”.
En
otras palabras, en términos legales, fueron exiliados de la
tribu/nación de Judá, y ya no se consideraron judaítas ante Dios y
la Ley. Esta es la razón por la que Pablo niega que son judíos en
Romanos
2:28,
por que ser judío es un asunto legal, no una cuestión racial.
La Ley habla de personas que se cortan o excomulgan, o son exiliados
de su pueblo, independientemente de su raza o genealogía.
Judas
fue reemplazado
El
principal ejemplo de Pablo es Judas, que participó de la culpa de
sangre de los jefes de los sacerdotes cuando se le pagaron treinta
monedas de plata por traicionar a Jesús. Los apóstoles reconocieron
esto cuando lo reemplazaron, como leemos en Hechos
1:20,
20
Porque está escrito en el libro de los Salmos: “Que su morada sea
desolada, y no haya quien more en ella”; y “su oficio otro hombre
lo tome”.
Estas
son las citas del Salmo
69:25
y el Salmo
109:8,
originalmente ambas eran referencias a Ahitofel, quien traicionó a
David en la conspiración de Absalón para usurpar el trono. Ahitofel
después se ahorcó, como Judas, por lo que es obvio que no regresó
a su posición original como consejero de David.
Del mismo modo, Absalón murió en la segunda venida de David (2
Samuel 18:14).
Por
lo que los apóstoles echaron a suertes y reemplazaron a Judas con
Matías (Hechos
1:26),
porque su culpa de sangre era evidente. Más tarde, cuando los otros
apóstoles fueron martirizados, no fueron reemplazados, pues aunque
había otros apóstoles, ninguno de ellos fue “sustituido” como
tal. La excepción, creo, fue el propio Matías, que fue un reemplazo
temporal
para Judas. Nunca se oyó nada más acerca de él, y creo que ocupó
el cargo sólo hasta que Dios pudiera llamar a Saulo y formarle como
Pablo, para que Pablo pudiera ser la sustitución permanente
de Judas.
La
lección general nos exhorta a no ser como Judas. No sólo rechazó
rotundamente a Jesús, al igual que la comunidad judía, sino que
también los creyentes cristianos pueden desempeñar el papel de
Judas traicionándole, participando así en violación de la Ley de
Sacrificios de los principales sacerdotes. Pablo nunca defendió el
odio o el maltrato a los judíos, porque era su “deseo de corazón”
que se salvaran (Romanos
10:1).
Sin embargo, Pablo no tenía poder para cambiar la Ley o para excusar
a los judíos por violar la Ley de Sacrificios.
Comer
y Beber a Cristo
Lo
que realmente concernía a Pablo era que los creyentes cristianos
pudieran ser culpables del cuerpo y la sangre del Señor sin darse
cuenta. Por esta razón, advirtió a la Iglesia. 1
Corintios 11:28-30
continúa,
28
pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan y beba de la
copa. 29 Porque el que come y bebe sin discernir el cuerpo, juicio
come y bebe para sí. 30 Por esta razón hay entre ustedes muchos
débiles y enfermos, y muchos duermen.
Si
nosotros “comemos” el cuerpo de Cristo y “bebemos” Su sangre,
como Él nos enseñó a hacer en Juan
6:53-56,
entonces tenemos vida en nosotros mismos. Pero si comemos y bebemos
indignamente, tomamos parte de Su juicio y muerte. Cuando Jesús
habló de esto, las personas se quejaron, sin comprender la verdad de
Sus palabras. Cuando Jesús preguntó a Sus discípulos si querían
irse también, Pedro dijo: “Señor,
¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna”
(Juan
6:68).
Pero Jesús sabía que uno de ellos no estaba de acuerdo con Pedro,
porque Juan
6:70,71
dice:
70
Jesús les respondió: “¿no elegí yo a doce, y uno de vosotros es
un diablo? 71 Ahora él se refería a Judas, hijo de Simón
Iscariote, porque éste, uno de los doce, le iba a entregar.
El
contexto muestra que Judas tenía un problema con la enseñanza de
Jesús de comer Su carne y beber Su sangre. Este es el patrón que
otros discípulos siguieron después en la cuestión de tomar la
comunión. Quizás la pieza clave para la comprensión se da en Juan
6:63,64
63
“El Espíritu es el que da vida; la
carne para nada aprovecha;
las palabras que os he hablado son espíritu y son vida. 64 Pero hay
algunos de vosotros que no creen”. Porque Jesús sabía desde el
principio quiénes eran los que no creían, y quién era el que lo
traicionaría.
La
mayoría de las personas eran de mente carnal. Por lo tanto, eran
agredidas, porque la ley prohibía beber sangre (Levítico
17:12)
y comer carne humana. Su carnalidad también hizo poner gran énfasis
en su conexión genealógica a Abraham, como si esto les hiciera
privilegiados por encima de los demás, o les hiciera inmunes al
juicio divino cuando pecaran; pero Dios juzga a todos los hombres con
imparcialidad, como manda la Ley, y daba los mismos derechos a los no
israelitas que se encontraban bajo el Pacto de Dios y se unieron a la
nación de Israel (Números
15:15,16;
Levítico
19:33,34).
Juzgarnos
a nosotros mismos
31
Pero si nos juzgáramos a nosotros mismos, no seríamos juzgados. 32
Pero cuando somos juzgados, somos castigados por el Señor, para que
no seamos condenados con el mundo.
Juzgar
es discernir el bien del mal. Debemos conocer la Ley y la mente
de Cristo, para que podamos discernir Su voluntad en todas las cosas.
Necesitamos saber qué debemos condenar y que debemos abrazar. Si
permanecemos en auto-condenación, no estamos juzgando
“rectamente”. Si nos negamos a hacer correcciones en nuestras
vidas, de nuevo, no estamos juzgando “rectamente”. Debemos
ser imparciales en nuestros juicios. Tenemos que vernos como Dios nos
ve a través de la sangre de Jesús -si, de hecho, estamos comiendo
Su carne y bebiendo Su sangre con comprensión espiritual.
33
Así que, hermanos míos, cuando se reúnan para comer, esperaos unos
a otros. 34 Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que no
os reunáis para juicio. Las
demás cosas las pondré en orden cuando vaya.
En otras
palabras, Pablo dice que traten la comunión como algo más que una
comida de hermandad normal. El factor importante de la comunión no
es si tenemos suficiente para comer o beber; se trata de tener la
oportunidad de tener comunión con Jesucristo. Porque tratarla como
otra comida normal es el equivalente de tratar un sacrificio tan sólo
como otra comida. Tales Comidas de Recuerdo se supone que sirvan para
recordar Su muerte y resurrección, no simplemente para satisfacer el
hambre.
¿Qué
“asuntos restantes” quedaban allí? Tenemos curiosidad por
saberlo, por supuesto, y deseamos que Pablo pudiera haber escrito
algo más que nos iluminara; sin embargo, en ausencia de tales
escrituras, se nos ha dado el Espíritu que nos guiará a toda la
verdad (Juan
16:13).
Etiquetas: Serie Enseñanza
Categoría: Enseñanzas
Dr. Stephen Jones