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¿HA COMENZADO LA CRISIS FINANCIERA? Dr. Stephen Jones

 

La libra se hunde a su nivel más bajo desde 2020 en plena crisis política






Por: Dr. Stephen Jones          Publicado el: 29/09/2022

Estudio de EFESIOS- Parte 15 - UN DIOS (Controversias Trinitarias), Dr. Stephen Jones

 




Al observar de cerca el concepto de unidad de Pablo, parece claro que Pablo estaba afirmando que Cristo, no Moisés, era el verdadero Mediador entre Dios y el hombre. Moisés fue mediador del Antiguo Pacto (Gálatas 3: 19), mientras que Cristo es el Mediador de un Mejor Pacto (Hebreos 8: 6). Solo había un Cuerpo, no dos, porque los bautizados en el Cuerpo de Moisés deben llegar a ser parte del Cuerpo de Cristo para ser parte del un solo cuerpo.


Aunque en realidad hubo dos mediadores, uno para cada pacto, sin embargo, 1ª Timoteo 2: 5 dice:


5 Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.


Asimismo, hay “una fe”, porque la fe del Antiguo Pacto es insuficiente para la salvación. Había dos caminos, u opciones, por así decirlo, uno presentado por el judaísmo y el otro por el cristianismo. En todos los casos, Pablo pareció responder a la controversia entre judíos y cristianos sobre cuál era el verdadero camino: Moisés o Jesús.


Asimismo, esta controversia podría llevar a algunos a pensar que en realidad hay dos Dioses, un Dios severo (Yahweh) de los judíos y un Dios amoroso (Jesús) de los cristianos. De hecho, hay algunos que creen esto, cada uno con su propio punto de vista sobre las implicaciones de tal teología.



Un Dios


Pablo escribe en Efesios 4: 6,


6 un Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.


Esta declaración se ajustaba perfectamente al entendimiento judío de Deuteronomio 6: 4 KJV, que se conoce como el Gran Shema:


4 ¡Escucha, oh Israel! El Señor nuestro Dios es un solo Señor.


Jesús afirmó esto en Marcos 12: 29, llamándolo el primer y principal mandamiento. Esto, por supuesto, es la base del monoteísmo mismo. Cuando los cristianos afirmaron la idea de una Trinidad, causó gran controversia entre ellos y los judíos. El concepto trinitario fue en realidad el punto de vista minoritario en los siglos segundo y tercero, ya que la mayoría creía que Cristo estaba subordinado al Padre, como Él afirmó tan a menudo en el Evangelio de Juan.


Juan nos dijo que Jesucristo vino como “el Dios unigénito que está en el seno del Padre” (Juan 1: 18), por lo que la Iglesia Primitiva estuvo de acuerdo en la deidad de Cristo, así como en su preexistencia (Juan 8: 58). También coincidieron en que Jesús tenía la misma esencia que el Padre. Además, acordaron que la Trinidad estaba totalmente de acuerdo, porque Jesús mismo dijo en Juan 10: 30: “Yo y el Padre uno somos”, es decir, somos una sola mente y propósito.


Jesús luego explicó el significado de ser “uno” en su oración por los discípulos de Juan 17: 21,


21 para que todos sean uno; como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú me enviaste.


Ser “uno” no significa que sean el mismo individuo sino que están en unidad, teniendo una mente sin desacuerdos. Por lo tanto, el Padre y el Hijo no eran el mismo individuo sino dos en unidad.



El Hijo está Sujeto al Padre


La controversia fue principalmente acerca de una Trinidad que era co-igual en autoridad. Esto habla de la definición misma de Dios, que literalmente significa "uno que sujeta", es decir, alguien que tiene a otros sujetos a él. Este es el significado establecido en Éxodo 7: 1,


1 Entonces el Señor dijo a Moisés: "Mira, te hago como Dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta".


Una vez más, los jueces en Israel también fueron llamados "dioses" ("elohim") en Éxodo 22: 28 KJV, no porque fueran dioses literales sino porque estaban en una posición de autoridad sobre los demás.


Así como Moisés era un dios para Faraón, también lo era Jesús, el Dios unigénito, el que es como Moisés. Sin embargo, ni Moisés ni Jesús eran el Dios Padre, y Jesús se subordinó al Padre. De hecho, al final de los tiempos, Cristo estará subordinado al Padre, como leemos en 1ª Corintios 15: 27-28,


27 Porque Él ha puesto todas las cosas bajo sus pies. Pero cuando dice: “Todas las cosas le están sujetas”, es evidente que está exceptuado al que le sujetó a Él todas las cosas. 28 Cuando todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a Él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.



Padre e Hijo son dos


Jesús mismo declaró claramente en Juan 14: 28,


28 Oísteis que os dije: Me voy, y vendré a vosotros. Si me amáis, os habríais regocijado porque voy al Padre, porque el Padre es más grande que Yo.


Por eso, Jesús nunca hizo nada por su propia iniciativa, sino que se sometió a la voluntad del Padre. Véase Juan 5: 30; 8: 28, 42; 10: 18; 12: 49; 14: 10. Está claro, entonces, que Jesús nunca afirmó ser igual en autoridad a su Padre, el Dios Altísimo. No obstante, todas las cosas excepto el Padre mismo han sido puestas en sujeción a Cristo, el Dios unigénito.


El punto de vista de Pablo sobre la relación del Padre con el Hijo se expresa más claramente en Lucas 1: 31-32, cuando el ángel le anunció a María:


31 Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. 32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo…


Como Hijo del Padre, siempre honró a su Padre, según el Quinto Mandamiento (Éxodo 20: 12). La autoridad de un padre sobre sus hijos es la base de esta verdad.


En 1ª Corintios 8: 4-6, Pablo amplía el significado de “un Señor” y “un Dios”, diciendo:


4 no hay Dios sino uno. 5 Porque aunque hay llamados dioses, ya sea en el cielo o en la tierra, como en verdad hay muchos dioses y muchos señores, 6 sin embargo, para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas, y nosotros existimos para Él; y un Señor, Jesucristo, por [dia, “a través de”] de quien son todas las cosas, y nosotros existimos por medio de Él.

Pablo creía en “un Dios, el Padre… y un Señor, Jesucristo. En Lucas 1: 31-32, el ángel le anunció a María:


31 Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. 32 El será grande y será llamado Hijo del Altísimo…


El “Altísimo” es el Padre de Jesús, el “un Dios, el Padre”. El objetivo de una relación padre-hijo es distinguir a los dos y mostrar unidad de propósito. Por lo tanto, también, un hijo de Abraham es aquel que comparte la fe de Abraham y está de acuerdo con Abraham (Gálatas 3: 7).


En Juan 5: 44, Jesús dice:


44 ¿Cómo podéis creer, si recibís la gloria unos de otros y no buscáis la gloria que es del único Dios?


Finalmente, debemos notar la declaración de Pablo en 1ª Timoteo 2: 5,


5 Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.


Un mediador media entre dos partes, siendo Dios solo una parte, porque Gálatas 3: 20 dice:


20 Ahora bien, un mediador no es para una sola parte; mientras que Dios es uno solo.


En otras palabras, Cristo es el Mediador entre Dios y los hombres. Él no es Dios el Padre.



Controversias trinitarias


La controversia trinitaria en el Concilio de Nicea en el 325 dC llegó a sus propias conclusiones en cuanto a la relación entre el Padre y el Hijo, dejando sin respuesta la cuestión del Espíritu Santo durante algunas décadas. Eventualmente, concluyeron que había una Trinidad de Dioses co-iguales, lo que escandalizó tanto a los judíos como a los arrianos (seguidores de Arrio) quienes creían que Cristo estaba subordinado al Padre.


Al hacerlo, su principal argumento se basaba en Juan 10: 30, "Yo y el Padre uno somos". Interpretaron esto afirmando la idea de tres Dioses en uno, como si de alguna manera todos fueran el mismo Dios y sin embargo estuvieran separados. Esta posición se hizo cada vez más difícil de definir a medida que pasaba el tiempo, hasta que su argumento final fue que debemos aceptarla por fe, porque nadie puede entender verdaderamente tales cosas.


Jesús les dijo a sus discípulos que el Espíritu Santo vendría pronto como su “guía” (Juan 16: 13). Jesús lo llamó otro Consolador” (Juan 14: 16 KJV), lo que implica que Jesús también era un Consolador. Así como Jesús nunca habló por su propia iniciativa, sino que habló las palabras de su Padre, así también el Espíritu Santo nunca habló por su propia iniciativa (Juan 16: 14), sino que reveló la verdad de las palabras de Jesús. El Espíritu Santo debía glorificar a Cristo, así como Cristo glorificó al Padre (Juan 16: 14). Esto parece implicar que el Espíritu Santo estaba sujeto a la autoridad del Hijo.


El Nuevo Testamento distingue claramente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como individuos separados que estaban todos en unidad de mente y propósito. Sin embargo, no hay evidencia real de que fueran co-iguales en autoridad. La única evidencia que posiblemente indique esto está en Filipenses 2: 5-6,


5 Tened en vosotros esta misma actitud que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, aunque existía en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, 7 sino que se despojó a Sí mismo, tomando la forma de siervo, y hecho semejante a los hombres...


Cristo preexistió “en forma de Dios”, lo cual establece su deidad, junto con el Dios Altísimo. En cuanto a que Él “no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse”, hay dos formas principales de ver esto.


Primero, podríamos decir que Cristo no trató de reclamar la misma autoridad que el Padre. El otro punto de vista es más plausible (para mí), diciendo que Cristo no se aferró a su posición que disfrutó en el Cielo, sino que “se despojó a Sí mismo” de esa autoridad y, cuando nació en la Tierra, tomó “la forma de un siervo”. El contraste es entre “la forma de Dios” y “la forma de un siervo”. Esto no debe entenderse como que Cristo era co-igual en autoridad antes de su encarnación en la Tierra, porque eso contradiría sus numerosas declaraciones en sentido contrario.


Cualquiera que sea la forma en que veamos este pasaje, está claro que Cristo no era igual a Dios el Padre, pero sin embargo, puede llamarse correctamente un Dios subordinado. Una vez que fue engendrado por María, se convirtió en “el Dios unigénito” (Juan 1: 18). Al retener la posición de autoridad del Dios Altísimo, también mantenemos la integridad del Gran Shemá, "El Señor nuestro Dios es un Señor".


https://godskingdom.org/blog/2022/09/ephesians-part-15-one-god

APOCALIPSIS - Libro VIII - Cap. 7 - LA VIDA EN EL MILENIO (Espíritu, alma y cuerpo - Vida en la Era), Dr. Stephen Jones

 





Juan no dice nada acerca de la vida en el Milenio, excepto que los resucitados reinarán con Cristo durante ese tiempo. Pasa rápidamente sobre mil años, ansioso, al parecer, por hablar del clímax de la historia: el Gran Juicio de toda la humanidad. Yo, en cambio, no tengo tanta prisa, porque creo que es importante que entendamos algo sobre la vida en la Tierra durante este “día” (de mil años) final en la historia del hombre.


Al principio de mi vida en la iglesia, recibí una muy buena educación cristiana en una escuela misionera. Sin embargo, cuando se trataba del tema del Milenio, mis maestros parecían cortos de conocimiento y largos de confusión. A veces me decían que recibiríamos la vida eterna cuando muriésemos y fuéramos al Cielo. En otras ocasiones se me dijo que recibiríamos nuestra recompensa en la resurrección de los muertos.


Asimismo, se nos enseñó que todas las almas eran inmortales, por lo que nuestra recompensa no era realmente la inmortalidad como tal, sino la cualidad de la vida inmortal, ya sea como felicidad eterna o como tormento eterno.


Lo único que nunca nos enseñaron es la diferencia entre la vida eterna y la inmortalidad, ya que esto solo habría aclarado gran parte de nuestra confusión. Abordaremos ese tema en breve.



¿Almas mortales o inmortales?


La inmortalidad es una condición sin muerte. La mayoría de la gente cree que el cuerpo muere y que la vida tal como la conocemos es el proceso de morir. Los griegos, que eran dualistas, creían que el cuerpo muere y que el alma es inmortal. Para ellos, el alma era espiritual, por lo que usaban los términos alma y espíritu indistintamente. El punto de vista hebreo, sin embargo, dice en Ezequiel 18: 4,


4 He aquí, todas las almas [nephesh] son mías; el alma del padre así como el alma del hijo es mía. El alma que pecare, esa morirá.


Dios reclama la propiedad de todas las almas por derecho de creación, porque Adán fue hecho alma viviente (Gén. 2: 7). Sin embargo, el alma también es responsable del pecado, como leemos aquí y en Núm. 15: 28. Por lo tanto, cuando Pablo dice, todos pecaron (Rom. 3: 23), quiere decir que toda alma ha pecado, no solo la gente en general, sino específicamente sus almas. Por esta razón, el juicio divino por el pecado se impone contra el alma, no solo sobre el cuerpo, y porque la paga del pecado es muerte (Rom. 6: 23), por lo tanto, es el alma la que muere debido al juicio por el pecado.


El punto de vista hebreo se desarrolla claramente en la Ley y su punto de vista sobre el uso y propósito de la sangre. El nephesh (alma) de la carne está en la sangre (Lev. 17: 11). La NASB traduce Lev. 17: 14, Porque en cuanto a la vida de toda carne, su sangre se identifica con su vida”. En ambas ocasiones la palabra se traduce como “vida”, pero literalmente significa “alma”. Los traductores se encargan de reinterpretar que nephesh signifique la vida misma, como si implicara que la inmortalidad residiera en el alma, mientras que las Escrituras enseñan que la nephesh ha sido sentenciada a muerte por el pecado de Adán.



El alma carnal y el espíritu espiritual


Los griegos unían alma y espíritu; los hebreos separaban alma y espíritu (Heb. 4: 12) y, en cambio, unieron el alma al cuerpo. Los griegos separaban claramente el cuerpo del alma, pero la Ley de Dios los unía, haciendo que tanto el cuerpo como el alma fueran mortales. La frase el alma de la carne en Lev. 17: 11 debe entenderse como “el alma de la carne” o simplemente “el alma carnal”. En otras palabras, el alma es carnal, o carnal además de mortal. El alma no es espiritual, como imaginaban los griegos.


El Apóstol Pablo consideró necesario exponer esto a la Iglesia de Corinto para cambiar su mentalidad griega. En 1ª Cor. 2: 10-16 muestra la distinción entre el alma y el espíritu, diciendo:


10 Porque Dios nos las reveló [las revelaciones de Dios] por medio del espíritu; porque el espíritu escudriña todas las cosas, aun las profundidades de Dios. 11 Porque ¿quién entre los hombres conoce los pensamientos del hombre, sino el espíritu del hombre, que está en él? Así también nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios. 12 Ahora bien, hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente.


En otras palabras, la fuente del conocimiento revelador es el Espíritu de Dios, que habla al espíritu del hombre. Pablo continúa en 1ª Cor. 2: 14, diciendo:


14 Pero el hombre natural [psykikos, “almático”] no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios; porque para él son locura, y no las puede entender, porque hay que juzgarlas espiritualmente.


La palabra griega psyche (alma) es el equivalente de la palabra hebrea nephesh en la traducción griega del Antiguo Testamento (la Septuaginta). Por lo tanto, cuando Pablo habla del “hombre natural” (NASB), se refiere más literalmente al “hombre anímico” y es el equivalente del “viejo hombre” o identidad adámica de nuestra propia alma. Ese “viejo hombre”, dice Pablo, se supone que debe ser “crucificado” con Cristo (Rom. 6: 6), o puesto a muerte. Eso no sería posible si nuestras almas fueran inmortales.


De hecho, The Emphatic Diaglott traduce psykikos como “animal”, diciendo: el hombre animal no recibe las cosas que son del Espíritu de Dios (1ª Corintios 2: 14). Esos traductores reconocen que el alma es parte de la naturaleza animal, es decir, de la carne. La naturaleza animal del alma humana es también el origen de los Sistemas de las Bestias que han surgido en el mundo y que son descritos tanto por Daniel como por Juan. Su egoísmo y su instinto de supervivencia impiden que el alma animal escuche, obedezca o comprenda las cosas espirituales.


Pablo presenta el espíritu del hombre en unidad con el Espíritu de Dios como el “nuevo hombre” o la nueva identidad en la cual se nos comunica la verdad reveladora. Nuestro espíritu es capaz de comprender las cosas espirituales, mientras que nuestra alma no. Por lo tanto, hay dos “hombres” (o seres) en nosotros: alma y espíritu. Éstos son distintos, porque el alma es carnal, mientras que el espíritu es espiritual. Entonces Pablo continúa en 1ª Cor. 2: 15-16,


15 Pero el que es espiritual [es decir, nuestro yo espiritual] juzga [evalua] todas las cosas, pero él mismo no es juzgado [evaluado] por nadie. 16 Porque ¿QUIÉN HA CONOCIDO LA MENTE DEL SEÑOR, PARA QUE LE INSTRUYA? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.


La mayoría de la gente malinterpreta la enseñanza de Pablo, porque piensan que se estaba refiriendo a los cristianos frente a los no cristianos como tales. Pero Pablo estaba personificando el alma y el espíritu, llamando a cada uno "hombre" (KJV) o "yo" (NASB). El alma, siendo carnal, o natural, es incapaz de recibir o comprender las cosas espirituales.


Por lo tanto, la fuente de revelación por la cual nos comunicamos con Dios es a través de nuestro hombre espiritual.



Preservar el espíritu, el alma y el cuerpo


Pablo dice en 1ª Tes. 5:23-24,


23 Y el mismo Dios de paz os santifique enteramente; y que vuestro espíritu, alma y cuerpo sean guardados íntegros e irreprochables para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.


Claramente, somos un ser tripartito, teniendo espíritu, alma y cuerpo. Los dualistas griegos pensaban que el hombre era un cuerpo físico que rodeaba un alma espiritual. La revelación hebrea une el cuerpo y el alma y distingue el espíritu de ellos.


Pero Pablo ora para que las tres partes de nosotros sean conservadas íntegras, es decir, protegidas, guardadas, para que no se escapen, se pierdan o se desechen. En una breve declaración, Pablo revela la recompensa final de los justos: las tres partes serán “preservadas”. Esta es la meta del Nuevo Pacto, porque se basa en Aquel que nos llama y ha prometido cumplirlo. Pablo afirma que “el cual también lo hará. En otras palabras, es su responsabilidad cumplir su Palabra (voto) como se expresa en el Nuevo Pacto.


Pablo lo llama el Dios de paz, lo que implica que el espíritu, el alma y el cuerpo deben finalmente reconciliarse para estar “íntegos” e “irreprochables”. Este es un punto de vista muy hebreo, porque restaura las tres partes del hombre que fueron dañadas por el pecado de Adán. La gran “guerra” interna (Rom. 7: 23) debe terminar en reconciliación y paz.


Mientras que los griegos no tenían esperanza para el cuerpo, buscando separar el alma espiritual del cuerpo y vivir inmortalmente en una existencia puramente espiritual (anímica), los hebreos vieron la Creación de Dios como “buena” y habían recibido la revelación de una resurrección corporal. Mientras que la forma actual del cuerpo (tal como la conocemos) pasará, nos espera un cuerpo nuevo y un alma nueva que estará en paz con el espíritu.



La muerte es un regreso


Las Escrituras nos enseñan que la muerte es un retorno a un estado original. Desglosando esto en sus partes componentes, el espíritu regresa a Dios, el cuerpo regresa al polvo y el alma regresa al "hades", un estado de inconsciencia que generalmente se conoce como "dormir".


Esto es más evidente cuando estudiamos la muerte del mismo Jesús. José de Arimatea enterró su cuerpo en su propia tumba (Mat. 27: 58-60). El alma de Jesús fue al Hades (Hechos 2: 31). Su espíritu fue a Dios (Lucas 23: 46).


Santiago 2: 26 nos dice que el cuerpo sin el espíritu está muerto. El cuerpo muere. Tampoco el alma va al Cielo, sino el espíritu. No es el alma la que es inmortal, sino el espíritu. Se dice que tanto el cuerpo como el alma mueren, pero en ninguna parte leemos que el espíritu muere. Pablo aclara que el espíritu (es decir, el “hombre espiritual”) tiene una mente consciente que es distinta de la mente consciente (carnal) del alma. Por lo tanto, la parte espiritual del hombre regresa a Dios en algún estado de consciencia, pero la mente anímica muere con el cuerpo (Ecl. 9: 5).


La separación de las tres partes del hombre en el momento de la muerte comienza a revertirse con la resurrección. La resurrección es una re-creación, una unión de nuevo del espíritu y el cuerpo, así como Dios sopló en el cuerpo de polvo de Adán para crear un alma viviente (Gén. 2: 7). Sin embargo, la calidad de vida de uno en la resurrección dependerá de la relación de uno con Dios. Como dijo Jesús en Juan 5: 29, algunos recibirán una resurrección de vida, mientras que otros una resurrección de juicio.


Dado que ambos grupos vuelven a la “vida”, es obvio que es su calidad de vida la que es diferente. Además, con dos resurrecciones, cada una con creyentes resucitados, es obvio que también hay una distinción entre creyentes y Vencedores. Hay, entonces, tres grupos principales que debemos considerar: Vencedores, creyentes e incrédulos.



La Era Venidera


La idea de una Era Mesiánica ha estado arraigada en el judaísmo durante miles de años. También se le llamó “La Era” y se identificó con el Gran Milenio Sabático, el séptimo período de mil años en la historia de la Tierra. Iba a comenzar con la Segunda Venida del Mesías, y se dijo que durante ese tiempo, la gloria de Dios llenaría la Tierra.


Apocalipsis 20 refleja esta creencia, aunque modificada por interpretaciones cristianas. Uno de los términos más malentendidos en el Nuevo Testamento es el término griego aion (“edad”) y su adjetivo, aionian (“perdurable durante la edad, perteneciente a una Edad”). Por lo general, se traduce como "eterno" o "para siempre" o "sempiterno", pero la palabra misma habla de un período de tiempo indefinido y desconocido. Se traduce mejor como "Edad". De hecho, nuestra palabra eon proviene de la palabra griega aion.



Tiempo indefinido, no infinito


El punto que quiero señalar es este: cuando lees "sempiterno" o "eterno" en la Biblia, no puedes tomar esas traducciones al pie de la letra. La palabra hebrea olam y su equivalente griego, aionian, significan correctamente “una Edad, un período de tiempo indefinido”. De hecho, al final, poco importa cómo los griegos usaron su palabra aionian, porque (en la traducción de la Septuaginta) era simplemente la palabra que los rabinos eligieron para expresar el concepto hebreo de olam. Por lo tanto, cuando leemos aionian en el Nuevo Testamento, debemos asignarle la definición de la palabra hebrea olam.


La palabra olam proviene de la palabra raíz alam, que significa “esconder, encubrir”. Cuando se aplica al tiempo, indica un período de tiempo oculto y desconocido.


En otras palabras, la duración del tiempo involucrado es indefinida, porque el tiempo puede variar según el contexto. Podría significar unos pocos días, como en Jonás 2: 6, o unos pocos siglos, como con el sacerdocio perpetuo dado a Finees en Núm. 25: 13. (La línea de Finees fue reemplazada por Sadoc durante la época de Salomón. Véase 1º Reyes 2: 27, 35).


Cuando se aplica a Dios, el texto hebreo normalmente usa la palabra ad (como en "Padre eterno" en Isaías 9: 6, KJV) o qedem ("Dios eterno", como en Deut. 33: 27). Sin embargo, ad proviene de la raíz de la palabra adah, “pasar, avanzar”. Y qedem significa "antiguo, hacia el este". Si bien estas palabras pueden implicar una cualidad eterna, este no era su significado principal. Tampoco nos importan realmente estas palabras, porque la palabra hebrea clave para estudiar es olam y su raíz alam. En todas partes de la Septuaginta, los rabinos usaron aionian como el equivalente de olam.


No es lo mismo tiempo indefinido que tiempo infinito. Insistir en que olam siempre debe referirse a tiempo infinito es limitar su significado en las Escrituras. De hecho, esta confusión ha servido para ocultar la muy importante profecía de la Era Mesiánica y la recompensa de la inmortalidad durante esa Era.


El pensamiento hebreo en los días de Jesús esperaba la venida del Mesías, en la cual Él gobernaría la Tierra con su pueblo en un Gran Sábado Milenial. Esta idea fue expresada en la frase, “La Era” y “El Reino Aionian (2ª Pedro 1: 11), es decir, la Era del Reino.



Traducciones correctas


Hay al menos cuatro traducciones modernas que traducen correctamente la palabra aionian. La Traducción Literal de Young la traduce como "durante la Edad". La Biblia enfatizada de Rotherham la traduce como "permanente". La Emphatic Diaglott de Wilson y The Concordant New Testament dejan intacta la palabra griega original: aionian.


Un buen ejemplo se encuentra en Mat. 25: 46 (KJV), que dice:


46 E irán éstos al castigo sempiterno [aionian]; mas los justos a la vida eterna [aionian].


Tanto "sempiterno" como "eterno" aquí provienen de la palabra griega aionian. El Comentario Bíblico de Cambridge, de AW Argyle, comenta sobre este versículo, diciendo:


46. castigo eterno, es decir, castigo característico del siglo venidero, sin que esto signifique que dure para siempre”.


la vida eterna, es decir, la vida que pertenece al siglo venidero, la vida plena y abundante que es la comunión con Dios”.


Muestro esto para que nadie piense que estoy sacando estas cosas de la nada. La palabra significa un período de tiempo indefinido que, como dice el Dr. Bullinger en el Apéndice 129 de The Companion Bible, puede ser limitado o extendido según lo exija el contexto de cada ocurrencia.


Para más citas de los eruditos, vea el capítulo 5 de mi libro, Los Juicios (Sentencias) de la Ley Divina.



La inmortalidad en la Era Mesiánica


Una de las víctimas más trágicas de esta mala traducción de aionian ha sido la comprensión de las Eras y específicamente de “La Era”, una referencia a la Era Mesiánica por venir. A menudo leemos sobre el siglo venidero o en los siglos venideros (Efesios 2: 7). De particular interés es Marcos 10: 30, donde Jesús dice, “y en el aion venidero, la vida aionian.


La Era Venidera es lo que llamaron la Era Mesiánica. Los que reciben vida aioniana son los resucitados en la Primera Resurrección, porque disfrutarán de la inmortalidad durante La Era. El resto de los muertos, sin embargo, no serán tan afortunados, sino que tendrán que esperar a que se complete esa Era. En otras palabras, no tendrán vida aionian (durante los mil años), sino que se les dará la inmortalidad después.


Por lo tanto, la Biblia por todas partes nos insta a alcanzar la vida en “La Era”. Desafortunadamente, esta frase generalmente se traduce mal como "vida eterna", como si dijera "inmortalidad". Por lo tanto, nos perdemos el verdadero significado de la frase. Las Escrituras nos exhortan a esforzarnos por ser encedores para que podamos recibir la inmortalidad en la Primera Resurrección. De esa manera tendremos vida inmortal durante “La Era” venidera y no tendremos que esperar mil años más antes de recibir esta recompensa.


En resumen, la vida aioniana se refiere específicamente al TIEMPO, mientras que la inmortalidad se refiere a una CUALIDAD de vida. La recompensa de la vida aionian no limita la recompensa de los Vencedores, ni concluye su estado inmortal al final de los mil años. Más bien, su recompensa llega antes que la de los demás, y luego continúa más allá de la Era del Reino.


La condición después de la Era del Reino se expresa en la frase hebrea olam va'ad, "hasta el siglo y más allá" (usada en Éxodo 15: 18; Salmo 9: 5; Salmo 10: 16; Salmo 45: 6; y Dan. 12: 3).



Condiciones en la Tierra en la Era Mesiánica

Como ya hemos mostrado, el Milenio Sabático está diseñado para darle a la Tierra un descanso de su labor—específicamente, de su esclavitud a Misterio Babilonia. Esta liberación, sin embargo, debe ser impuesta por nuestro Rey-Redentor, porque los gobernantes de Babilonia se negaron a dejarlos ir (Jeremías 50: 33-34).


La venida del legítimo Rey de la Tierra cambia el orden internacional de las cosas. Primero, Él debe asegurar un punto de apoyo en la Tierra. Al menos una nación debe declararlo a Él como su Rey para que Él pueda gobernar el territorio por medio de Sus Leyes. Él no se impondrá sobre las naciones, pero el Espíritu Santo será derramado para que naciones enteras deseen que Él sea su Rey. Sus Leyes reemplazarán entonces a las leyes de los hombres, dondequiera que haya desacuerdos y discrepancias. La verdadera justicia estará a la orden del día.


Isaías es quizás el profeta principal que reveló las condiciones en la Era Mesiánica. A medida que las tierras de cultivo se purifiquen de productos químicos creados por el hombre y que se prohíban los cultivos genéticamente modificados, se restaurará la salud en la Tierra. Con el tiempo, la tierra será restaurada a su estado prístino original y, a medida que mejore la salud, aumentará la duración de la vida. Isaías 65: 20 dice:


20 No habrá más en ella niño que muera de pocos días, ni anciano que no cumpla sus días; porque el joven morirá a la edad de cien años y el que no llegue a la edad de cien será tenido por maldito.


En otras palabras, si un hombre muere a la edad de 100 años, se dirá que murió demasiado joven, tal vez porque estaba “maldito” de alguna manera.


En lo que se refiere a las relaciones internacionales, Isaías 2: 2-3 dice:


2 Ahora bien, sucederá que en los postreros días el monte de la casa del Señor será establecido como el jefe de los montes, y será elevado por encima de los collados; y todas las naciones correrán a él. 3 Y vendrán muchos pueblos y dirán: Venid, subamos al monte de Yahweh, a la casa del Dios de Jacob; para que Él nos enseñe acerca de sus caminos, y para que andemos en sus sendas”. Porque la ley saldrá de Sión, y la palabra del Señor de Jerusalén.


Vemos de esto que las personas de otras naciones no se verán obligadas a venir y aprender. Desearán venir y aprender los caminos de Dios, tal como se revelan en sus Leyes. Esta motivación ya prevalece entre los verdaderos creyentes incluso hoy. Aquellos que no tienen el deseo de crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (2ª Pedro 3: 18) son probablemente religiosos de persuasión cristiana, pero no creyentes genuinos. El crecimiento es evidencia de vida, y si no hay crecimiento, ¿cómo puede haber vida?


Isaías 2: 4 continúa,


4 Y juzgará entre las naciones, y dictará sentencias por muchos pueblos; y convertirán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, y nunca más se adiestrarán la guerra.


Cuando las naciones se conformen a la imagen de Cristo, el Príncipe de la Paz, será una Era de paz. Cualquier disputa entre naciones será resuelta justa y pacíficamente por la sabiduría de la Ley.


Quizás lo importante de entender es que no será hasta el juicio del Gran Trono Blanco cuando todos los hombres son convocados para el juicio. Sólo entonces se concederá la jurisdicción de Cristo sobre toda la Tierra. Toda rodilla se doblará en ese momento, porque nadie tendrá otra opción más que someterse al Rey y al juicio de su Ley.


Sólo entonces los hombres desde el principio de los tiempos tendrán que rendir cuentas por los pecados que cometieron durante su tiempo de vida en la Tierra. Solo entonces los juicios (sentencias) de la Ley se cumplirán plenamente, y todos los que no aceptaron la muerte de Jesucristo como pago por sus pecados serán sentenciados a ser esclavos de los justos.


Esto inaugurará un Nuevo Orden Mundial. Toda lengua confesará lealtad a Cristo (Isaías 45: 23-24). Por lo tanto, aunque todos los que son sentenciados a la esclavitud tendrán que pagar o trabajar para saldar su deuda, no serán abusados, porque es ilegal abusar de un esclavo (Éxodo 21: 26-27). En cambio, los justos gobernarán sobre ellos como Cristo gobernaría, teniendo su carácter y amor por todos los hombres. Enseñarán a sus esclavos con palabras y con el ejemplo. Isaías 26: 8-9 dice:


8 En verdad, siguiendo el camino de tus juicios, oh Señor, te hemos esperado ansiosamente; tu nombre, incluso tu memoria, es el deseo de nuestras almas. 9 De noche mi alma te anhela; de hecho, mi espíritu dentro de mí te busca diligentemente; porque cuando la tierra experimenta tus juicios, los habitantes del mundo aprenden justicia.


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