Fecha de publicación: 12/03/2025
Tiempo estimado de lectura: 8 - 10 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/12/colossians-part-7-ambassadors-for-christ/
Pablo considera a la Iglesia de Colosas como una porción de las primicias de la Creación. Colosenses 1: 21, 22 dice:
21 Y aunque en otro tiempo erais extraños y enemigos en vuestra mente, ocupados en malas obras; 22 sin embargo, ahora os ha reconciliado [apokatallasso] en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de Él;
Los pecadores necesitan justificación; los enemigos necesitan reconciliación. En este caso, Pablo se centra en el hecho de que, antes de su conversión a Cristo, los creyentes colosenses le eran hostiles. En otras palabras, discrepaban de la revelación de las Escrituras y se oponían a Jesucristo. Sin embargo, cuando se arrepintieron y se convirtieron a Cristo, se reconciliaron entre sí, y entonces reinó la paz.
La palabra griega para “reconciliado” es apokatallasso. Se refiere a una reconciliación bilateral. Esto ocurre cuando ambas partes declaran paz, unidad y acuerdo. Se distingue de katallasso, en que katallaso es una paz unilateral, que ocurre cuando una de las partes en conflicto declara la paz. Un ejemplo de esto se encuentra en 2ª Corintios 5: 18, 19.
18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió [katallasso, “concilió”] consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación [katallage, “conciliación”], 19 es decir, que Dios estaba en Cristo reconciliando [katallasso, “conciliando”] consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación [katallage, “conciliación”] .
Aquí Pablo usa el término katallasso, porque se refería a lo que Cristo hizo por el mundo antes de la respuesta de éste. Al corresponder cada persona con la misma moneda, se produce la reconciliación. Sin embargo, se necesitan dos conciliaciones para lograr una reconciliación.
En Colosenses 1: 22, Pablo se dirigía a los creyentes cuyo katallasso coincidía con el katallasso de Cristo. Por lo tanto, usó el término apokatallasso, «reconciliación».
Una paz duradera
Colosenses 1: 23 luego califica esta reconciliación, diciendo:
23 si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo soy hecho ministro.
La clara implicación es que los creyentes pueden ser “apartados de la esperanza del evangelio”. En otras palabras, pueden posteriormente perder la fe y alejarse de Cristo. Si esto sucede, su reconciliación se reduce a una mera conciliación, porque la paz ya no es mutua. Sin embargo, esto no cambia el hecho de que Cristo ya ha reconciliado al mundo, “no tomándoles en cuenta sus pecados”. Una apostasía simplemente pospone la inevitable reconciliación para el individuo y, en última instancia, para la reconciliación del mundo en su conjunto.
Cuando todos los muertos sean convocados ante el gran Trono Blanco, todos conocerán la verdad. Filipenses 2: 10, 11 promete:
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese [profese] que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Es evidente que esta sumisión universal a Cristo no se producirá en la Edad actual. Dado que incluye a los que están bajo tierra (es decir, los muertos), solo será posible en la resurrección general de los muertos descrita en Apocalipsis 20: 11, 12. Ante Cristo, el Gran Juez, nadie podrá refutar la verdad ni negar su gran amor. Aprenderán de su obra en la cruz, reconciliando al mundo consigo mismo.
Por lo tanto, aunque serán juzgados por la ley de fuego, llamada el lago de fuego, comprenderán que la Ley del Jubileo limita toda deuda contraída por el pecado. Esto les dará esperanza al servir a Cristo y a los Vencedores que reinan con Él (Apocalipsis 20:6) hasta que la Creación misma sea liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los Hijos de Dios (Romanos 8: 21).
Esta es la palabra de reconciliación (2ª Corintios 5: 19) encomendada a Pablo y a todos los embajadores de Cristo (2ª Corintios 5: 20). Esta es la buena noticia del Evangelio, aunque incluye algunas malas noticias temporales sobre el juicio divino. Sin embargo, este Lago de Fuego no es un pozo de tortura, sino la administración de la Ley Divina después de que los pecadores hayan sido vendidos por su pecado a un redentor que, con su ejemplo, les enseñará la justicia (Isaías 26: 9).
Violando la santidad diplomática
En Colosenses 1: 24 Pablo dice:
24 Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y en mi carne hago mi parte por su cuerpo, que es la iglesia, completando lo que falta a las aflicciones de Cristo.
Esto se refleja también en Filipenses 1: 29,
29 Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él.
Los enemigos del evangelio son hostiles a Cristo y también a sus embajadores. Por lo tanto, podrían esperar ser maltratados o incluso perseguidos por estar de acuerdo con Cristo. Si un embajador trae un mensaje hostil, las probabilidades de que sea maltratado son altas, pero si lo es por traer buenas noticias, es una grave afrenta. En cualquier caso, es una violación de la santidad diplomática.
Hay una buena ilustración de esto en 2º Samuel 10: 1-4:
1 Después de esto, el rey de los amonitas murió, y su hijo Hanún reinó en su lugar. 2 Entonces David dijo: «Le mostraré bondad a Hanún, hijo de Nahás, tal como su padre me la mostró». David envió a algunos de sus siervos para consolarlo por su padre. Pero cuando los siervos de David llegaron a la tierra de los amonitas, 3 los príncipes de los amonitas dijeron a Hanún, su señor: «¿Crees que David honra a tu padre porque te ha enviado consoladores? ¿No te ha enviado David a sus siervos para que exploren la ciudad, la espíen y la destruyan?». 4 Hanún tomó a los siervos de David, les afeitó la mitad de la barba, les cortó las vestiduras por la mitad hasta las caderas y los despidió.
No sabemos cómo Nahas trató a David con bondad, pues no hay constancia de ello. Nahas había tratado a Israel como enemigo en 1º Samuel 11, en los primeros días del rey Saúl. Es muy probable que, 25 o 30 años después, Nahas le diera asilo a David durante la persecución de Saúl. Cuando Nahas murió, los consejeros de su hijo desconfiaron de los embajadores de David, pensando que habían venido con motivos nefastos. Así que insultaron a los embajadores y, al hacerlo, insultaron a David.
Afeitarles la barba era un grave insulto en el antiguo Próximo Oriente, especialmente para los hombres israelitas. Cortar las vestiduras para exponer el cuerpo era una humillación sexual pública. Esto no fue sólo un insulto personal, sino un acto diplomático de guerra.
Así también, los embajadores de Cristo, incluyendo a los profetas del Antiguo Testamento, fueron a menudo maltratados e insultados, al igual que Cristo mismo. El mensaje de los embajadores era el evangelio, la buena nueva de la conciliación de Cristo y su oferta unilateral de paz. Algunos la aceptan y se reconcilian, mientras que otros, creyendo que los embajadores tienen una intención maligna oculta, los insultan y humillan injustamente.
Pero Pablo, quien conocía la historia de los profetas y la muerte de Cristo en la cruz, aceptó esta hostilidad con naturalidad e incluso con alegría. Ser embajador puede ser peligroso. Si bien Cristo sufrió una sola vez por el pecado del mundo, continúa sufriendo a través de su Cuerpo hasta la reconciliación de todas las cosas, en en el Cielo en la Tierra y debajo de la tierra.
El misterio del Evangelio
Pablo escribe en Colosenses 1: 25:
25 De esta iglesia fui hecho ministro, según la administración de Dios que me fue dada para bien vuestro, para que cumpliera plenamente la predicación de la palabra de Dios.
Pablo no escogió esta misión; Dios se la asignó como una responsabilidad divina, una responsabilidad delegada y un encargo administrativo sagrado. Se trataba de «llevar a cabo plenamente» el evangelio, de llevar la revelación de Dios a su pleno alcance internacional, de extender las promesas del pacto más allá de Israel, a las naciones y a la Creación misma.
Colosenses 1: 26 continúa:
26 es decir, el misterio [musterion, “secreto, escondido”] que había estado oculto desde los siglos y edades pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, 27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.
Pablo habló de este “misterio” también en Efesios 3: 4-7,
4 En lo cual, leyendo, podréis entender cuál sea mi conocimiento del misterio de Cristo, 5 misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu; 6 que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio, 7 del cual yo fui hecho ministro…
La obra de reconciliación de Cristo no se limitó a los israelitas, ni siquiera a la Iglesia, sino que abarcó a todas las naciones (“gentiles”) y a la Creación misma: todo lo que está en los cielos, en la Tierra y debajo de la tierra. Pablo había sido llamado como apóstol a las naciones, así como Pedro había sido llamado a ministrar principalmente a los judíos. Así, Gálatas 2: 7, 8 dice:
7 Antes al contrario, puesto que a mí me fue encomendado el evangelio a los incircuncisos, así como a Pedro a los de la circuncisión, 8 (pues el que actuó eficazmente con Pedro en su apostolado para los de la circuncisión, actuó también eficazmente conmigo para con los gentiles).
Pedro y Pablo no predicaron dos evangelios separados. Predicaron un solo evangelio a dos grupos diferentes de personas. El ministerio de Pedro fue más complejo, pues era difícil para un judío renunciar a su visión de la condición exclusiva de "escogido", mientras que el ministerio de Pablo parecía más generoso, al conceder la misma ciudadanía a los no judíos. Por lo tanto, el ministerio de Pablo fue controvertido entre los creyentes judíos. Sin embargo, la esencia del evangelio permaneció inalterada: mostrar cómo el Espíritu Santo engendra a "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria".
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