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120 JUBILEOS PARA LA EFUSIÓN DEL ESPÍRITU SANTO (¡El maravilloso plan de Dios para la humanidad en las 3 palomas de Noé!), Dr. Stephen E. Jones


anunciar la buena nueva en los jóvenes: EL ARCA DE NOÉ


Capítulo 3 del libro: Secretos del Tiempo

Dr. Stephen Jones

120 Jubileos y el Espíritu Santo


Todos los patrones proféticos de la Biblia indican que el número 120 se refiere a la efusión del Espíritu Santo. Había 120 sacerdotes que tocaban las trompetas en la dedicación del Templo de Salomón, cuando el Espíritu de Dios llenó ese Templo. Había 120 discípulos en el Aposento Alto cuando el Espíritu vino a templos humanos. El patrón más importante de todos es visto en la historia de Noé. Pero antes de estudiar a Noé, debemos mirar a la historia de los patriarcas que le precedieron. Esto pondrá la historia de Noé en el contexto adecuado.



Los nombres proféticos de los Patriarcas

En Génesis 2: 7 leemos que Dios formó a Adán del "polvo de la tierra". La palabra "tierra" viene de la palabra hebrea adama, y a Adán se le dio nombre según la tierra de que fue tomado (Génesis 3: 19). Sus descendientes fueron llamados después basándose en las circunstancias o eventos específicos, que fueron, sin duda, importantes para ellos en su vida personal, pero que no se registran. No obstante, Dios planeó todas las cosas de modo que sus nombres profetizasen de mayores eventos en el Plan General de Dios.

Caín y Abel fueron los dos primeros hijos de Adán y Eva. Pero cuando Caín mató a Abel, Adán desheredó a Caín de llevar el Derecho de Nacimiento (Primogenitura) para gobernar la Tierra bajo mandato único. Por lo tanto, su tercer hijo, Set, se convirtió en el titular del Derecho de Nacimiento. Su nombre significa "en lugar de, reemplazar", porque él fue colocado en la posición de titular del Derecho de Nacimiento en lugar de Caín o Abel.

El hijo de Set fue llamado Enos, o Enós, que es una de las palabras bíblicas más tarde traducida como "hombre". Literalmente significa "fragilidad, carne débil". En un uso más tardío, pasó a referirse a la humanidad, con un énfasis especial en la naturaleza o debilidad humana.

Enós tuvo un hijo llamado Cainán, que no debe confundirse con el hijo de Cam llamado Canaán. Cainán (o Kenan) significa "casa, posesión fija", a diferencia de una tienda de campaña, que se puede mover.

El hijo de Cainán fue nombrado Mahalaleel, que significa "la gloria de Dios".

El hijo de Mahalaleel, Jared, significa "descenso".

El hijo de Jared, Enoc, significa "enseñanza, iniciación". Enoc fue, obviamente, un maestro muy efectivo. Esperaríamos esto, ya que Él caminó con Dios. Esto implica que él recibió mucha revelación divina que enseñó a la gente de su época.

El hijo de Enoc fue Matusalén, cuyo nombre significa "cuando él esté muerto, se enviará" (vea las notas de Bullinger en Gén. 5: 21 en la Companion Bible). En la página 16, hemos visto cómo su nombre era profético de la venida del Diluvio. El conocimiento del Diluvio, al parecer, le había sido revelado a Enoc mucho antes del nacimiento de Noé. También supo por revelación que la vida de Matusalén sería el calendario para el Diluvio. Uno sólo puede imaginar lo que podría haber ocurrido entre Dios y Enoc con respecto a esta revelación. Quizás Enoc oró para que su hijo no muriera por el juicio del Diluvio. En cualquier caso, Matusalén llegó a ser una profecía del Diluvio y estableció su calendario con su muerte a la edad de 969.

El hijo de Matusalén, Lamec, significa "poderoso, o de gran alcance". Matusalén sobrevivió a su hijo, porque Lamec murió a la edad de 777, sólo cinco años antes del Diluvio.

El hijo de Lamec fue Noé. Él representa la culminación de toda esta revelación del Espíritu Santo. Noé significa "reposo", pero la Biblia tiene una explicación extraña para su nombre. Dice en Génesis 5: 29,

29 Y llamó su nombre Noé, diciendo: Este [hombre] nos aliviará [confortará, consolará] de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Yahweh maldijo.

Vemos que este versículo nos lleva de nuevo al punto de partida, a Adán y la maldición sobre la Tierra. Pero ¿por qué se utiliza la palabra "aliviará", en lugar de "reposo"?

La respuesta se encuentra en el libro de Jaser. En su relato del nacimiento de Noé, leemos en Jaser 4: 13-14,

13 Y la esposa de Lamec concibió y le dio a luz un hijo en ese momento, en el transcurso del año. 14 Y Matusalén llamó su nombre Noé, diciendo: La tierra estaba en sus días en reposo y libre de corrupción, y su padre Lamec llamó su nombre Menajem, diciendo: este será para aliviarnos en nuestras obras y miserable trabajo en la Tierra que Dios había maldecido.

En otras palabras, Noé tenía dos nombres, ambos de los cuales eran proféticos. Su abuelo Matusalén lo llamó Noé, pero su padre Lamec lo llamó Menajem. El relato bíblico simplemente combina los dos en un solo versículo, dejando de lado los detalles, pero nos dice su significado profético.

Si ponemos todos estos nombres juntos, forman una profecía que resume todo el Plan de Dios para la Tierra:

El hombre terrenal fue colocado en carne frágil como su casa, pero la alabanza de Dios (Jesús) descenderá a enseñar (o iniciar algo), cuando Él esté muerto, se enviará Uno Poderoso, el Consolador.

Se podría añadir que con la venida del Consolador, los hombres podían entrar en su Reposo. Por lo tanto, el significado de dos nombres de Noé es manifiesto. Él es un tipo del Consolador ("Menajem"), que nos lleva al Reposo de Dios ("Noé").

Y así vemos que los nombres de los patriarcas originales, desde Adán hasta Noé, revelan todo el Plan de Dios de principio a fin. Comienza con el hombre colocado en carne frágil, y termina con la redención del cuerpo por la unción y llenura del Espíritu Santo. La venida del Espíritu Santo a los hombres es, por supuesto, en dos etapas. Los discípulos, en Pentecostés, recibieron las "arras del Espíritu" (2ª Cor. 5: 5), que es las "arras de nuestra herencia" (Ef. 1: 14). Es decir, se trata de un pago inicial previo a la segunda etapa, que es la herencia completa por venir en la Fiesta de Tabernáculos dentro de algunos años.



Los dos Diluvios: de Agua y de Espíritu (Fuego)

En el contexto más amplio de los patriarcas desde Adán hasta Noé, vemos que Noé es un tipo del Espíritu Santo, el Consolador. Es sorprendente como los acontecimientos de la vida de Noé nos proporcionan información detallada acerca de la forma y el momento de la obra del Espíritu Santo. La obra del Espíritu Santo no estaría completa sin un poco de conocimiento de la vida profética de Noé. La gente de los días de Noé era mala según la norma de Dios. Y así leemos en Génesis 6: 3,

3 Y dijo el Señor: No contenderá mi Espíritu para siempre con el hombre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días de ciento veinte años.

La versión King James (Reina Valera) oculta el verdadero significado de este versículo. Así que vamos a ir a una presentación literal de Génesis 6: 3, en la Versión Concordante (CV),

3 y diciendo es Ieue Alueim [Yahweh Elohim], no acatará mi Espíritu en el hombre por el eón, en que más que él es carne. Y vendrán sus días a ser ciento veinte años.

¡No sé qué es peor, si una mala traducción o una ultra literal! Pero vamos a parafrasear la versión Concordante. En un español más llano nos dice que el Espíritu de Dios no permanecería en el hombre "por el Eón" (o la Edad). En otras palabras, Dios le estaba diciendo a Noé que pronto quitaría su Espíritu del hombre por la duración de la Edad.

¿Qué quiere decir esto? Sabemos que este versículo se refiere a la venida del Diluvio. Tenga en cuenta la terminología bíblica en el momento del Diluvio. Génesis 6: 17 dice:

17 Y he aquí, Yo, Yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne en que haya espíritu [hebreo ruaj, "espíritu o aliento"] de vida…

En otras palabras, Dios iba a retirar su Espíritu de todas las criaturas que respiraran, sobre todo del hombre. Este juego de palabras en hebreo es significativo, porque retrata un doble nivel en el que Dios estaba tratando con la Creación. A nivel físico, Dios iba a quitar el ruaj-aliento de toda carne. En el nivel espiritual, Dios iba a quitar su ruaj-Espíritu "durante la Edad". Esto crearía la necesidad del retorno del Espíritu Santo al final de la Edad. Jesús vino al final de esa Edad, y su obra preparó el camino para la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Pero ya que Pentecostés fue sólo el pago inicial del Espíritu, todavía debería haber un mayor derramamiento al final de la presente Edad. Su calendario se profetiza así en Génesis 6: 3, "mas serán sus días ciento veinte años".

La mayoría de las personas piensan que esto significa que Dios iba a acortar la vida útil de los hombres a 120 años. Pero esta no es realmente la fuerza de la declaración. Bullinger y otros comentaristas están de acuerdo en que esto significa que el tiempo de gracia del hombre iba a ser de 120 años. En otras palabras, el Diluvio habría de venir después de 120 años de oportunidad para arrepentirse. Jaser 5: 8, 11 afirma esto,

8 Porque así ha dicho Yahweh el Señor: He aquí Yo te doy un período de ciento veinte años, si te vuelves a Mí y abandonas tus malos caminos, entonces Yo también apartaré el mal que te he dicho, y no vendrá, dice el Señor…11 Y el Señor les otorgó un plazo de ciento veinte años diciendo: Si se vuelven, entonces Dios se arrepentirá del mal, a fin de no destruir la tierra.



Este es un detalle muy importante, porque Dios no sólo estaba hablando del Diluvio de agua en los días de Noé, Él también estaba hablando de un Diluvio mucho mayor —un Diluvio del Espíritu Santo. El Diluvio de agua se produjo después de 120 años; el Diluvio mayor se conecta al Jubileo 120º (1986 dC). La primera vez que este potencial "Diluvio" podría haberse derramado, fue en los días de Israel bajo Moisés, cuando Dios les dijo que entraran en la Tierra Prometida. En esa ocasión, el pueblo no quiso, porque creyeron en el mal informe de los diez espías (Números 13-14). En ese contexto, Dios les habló algo muy significativo en Números 14: 21, que nos cuenta su finalidad: "Mas, ciertamente vivo Yo, toda la tierra será llena de la gloria del Señor".

Esta fue la declaración del propósito y plan de Dios. Las decisiones del hombre podrían retrasar su cumplimiento, pero finalmente no podrían frustrar que se cumpliera. Él continuó diciendo que esa generación no vería el cumplimiento de esta promesa y no heredaría el cuerpo glorificado, porque se habían rebelado contra Él.

En otras palabras, teóricamente, si el pueblo hubiera entrado en su herencia de la tierra en ese momento —la Fiesta de Tabernáculos en el jubileo 50º desde Adán—, habrían regresado a la herencia que habían perdido en Adán —la gloria del Señor, el cuerpo glorificado, la "herencia de tierra" del más alto orden (cuando fue creado de la tierra). Ellos lo rechazaron. Por lo tanto, todavía queda un reposo que heredar para el pueblo de Dios (Heb. 4: 9).

Esta profecía en particular se menciona cinco veces en el Antiguo Testamento: Números 14: 21, Salmo 72: 19, Isaías 6: 3, Isaías 11: 9 y Habacuc 2: 14. El profeta Habacuc conecta esta profecía directamente al Diluvio de Noé, diciendo:

14 Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Yahweh, como las aguas cubren el mar.

Así que aún viene el día cuando el Espíritu de Dios se derramará sobre la Tierra de la misma manera que el agua se derramó en los días de Noé. Será la plenitud del Espíritu, de la que actualmente sólo se ha recibido un pago inicial bajo Pentecostés.

El Diluvio de Agua del tiempo de Noé creó el problema quitando el Espíritu del hombre. El Diluvio del Espíritu resolverá el problema poniendo su Espíritu de nuevo en hombre. El Diluvio de agua se produjo después de 120 años, el Diluvio del Espíritu se produce después de 120 Jubileos. Como dijimos anteriormente, el otoño de 1986 fue el Jubileo 120º. Este fue el comienzo, el punto bisagra para la efusión del Espíritu. Usted debe conocer este fundamento con el fin de poder apreciar lo que Dios ha estado haciendo desde ese año, para preparar los corazones de los Vencedores para recibir su plenitud.

Pero, por supuesto, nos estamos adelantando a nosotros mismos. No se puede comprender el significado de 1986-1996 sin una comprensión de las profecías fundacionales y los ciclos de tiempo previos a la época actual. Así que pasemos ahora a un estudio de la dedicación del Templo de Salomón.



El templo de Salomón y el número 120

La gloria de Dios descendió para ocupar el Templo de Salomón, precisamente 490 años después de que la gloria descendió sobre el monte Sinaí para llenar el arca del Pacto. Cronológicamente hablando, un período de 490 años es lo que llamamos "Tiempo Bendito". Al tratar con la gloria de Dios, nosotros siempre esperamos que se manifieste de acuerdo con el Tiempo Bendito, porque es un acontecimiento jubilar.

En el capítulo 2, vimos una prueba de que el Éxodo tuvo lugar en el año 2448 desde Adán. Unas semanas después de la Pascua de ese año, la gente vio la gloria de Dios manifestada en lo que se conoce como el día de Pentecostés (Éx. 19-20).

En 1º Reyes 6: 1, se nos dice que Salomón puso los cimientos de su templo "en el año cuatrocientos ochenta, después que los hijos de Israel salieron de la tierra de Egipto". Se nos dice que el templo mismo necesitó siete años para construirse (1º Reyes 6: 38). Así que la estructura del templo en sí se terminó 487 años después de que la gloria había reposado en el Tabernáculo de Moisés.

Se nos dice en 1º Reyes 7 que Salomón contrató a Hiram para hacer el trabajo de fundición de las columnas, el mar de fundición, y las diez fuentes de bronce. Cada uno de estos elementos fue decorado con grabados. No es difícil llegar a la conclusión de que ese trabajo duró cerca de tres años, lo que indicaría que la propia dedicación del templo tuvo lugar después de 490 años. La única diferencia es que mientras que la gloria llegó el día de Pentecostés bajo Moisés, en los días de Salomón llegó en el Octavo Día de Tabernáculos (2º Cr. 7: 9).

En la dedicación del templo, Salomón ofreció un sacrificio de 22.000 bueyes y 120.000 ovejas (2º Cr. 7: 5). Estas cifras son muy significativas. El número 22 es el número de "luz", según la numerología bíblica (el significado de los números en la Biblia). Recordemos que todos los primogénitos de Israel pertenecen a Dios, pero Él los redimió con la tribu de Leví, poniendo en Leví su nombre, para que le sirvieran. El número de los levitas que estaban disponibles para redimir al primogénito de Israel eran precisamente 22.000 (Núm. 3: 39). Así, el número 22.000 significa los Hijos Primogénitos de Dios, que están asociados con su luz, o transfiguración.

Salomón también ofreció 120.000 ovejas a Dios. El número 120 se asocia directamente con el derramamiento del Espíritu Santo, como ya hemos visto.

Cuando todos los vasos del templo se pusieron en orden y fueron limpiados correctamente, entonces trajeron el Arca del Pacto al templo y la colocaron en el Lugar Santísimo. Las varas con las que el Arca se había transportado se retiraron a continuación, lo que significaba que el Arca había llegado a su "reposo" en morada fija, una casa. Luego leemos en 2º Crónicas 5: 11-14,

11 Y cuando los sacerdotes salieron del santuario (porque todos los sacerdotes que se hallaron habían sido santificados, sin guardar orden de clases; 12 y los levitas cantores, todos los de Asaf, los de Hemán y los de Jedutún, juntamente con sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y arpas al oriente del altar; y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas), 13 cuando hacían resonar, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Yahweh, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Yahweh, diciendo: Porque Él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Yahweh. 14 Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Yahweh había llenado la casa de Dios.

Y así vemos que había 120 sacerdotes tocando las trompetas cuando el Espíritu de Dios llenó el templo de Salomón. Esto es mucho más que un número apropiado, ya que siempre parece acompañar a una efusión del Espíritu. También es importante señalar que el Espíritu se derramó después de que todos ellos llegaron a un acuerdo, o armonía, a "una sola voz o sonido". Esta misma terminología se empleó más tarde, cuando el Espíritu fue enviado en Pentecostés, en el segundo capítulo de los Hechos.



Pentecostés en Jerusalén

Jesús fue crucificado en el día de la Preparación de la Pascua, y murió a mediados de la tarde, precisamente mientras entre el pueblo se mataban los corderos de la Pascua. En términos legales, se les permitía matar al cordero en cualquier momento entre el mediodía y la puesta del sol (entre las dos tardes), pero en ese medio día el sol fue súbitamente borrado (Lucas 23: 44). El sol no volvió a aparecer de nuevo "hasta la hora novena", que corresponde a la mitad de la tarde, o alrededor de las 3:00 pm.

Dios realizó esta maravilla con el fin de que ninguna persona matara el cordero antes del momento en que Jesús muriese, puesto que nadie podía matar el cordero después de la puesta del sol, nadie pudo hacerlo hasta que el sol volvió a aparecer. No volvió a aparecer hasta el momento en que Jesús murió.

Tal detalle muestra la preocupación de Dios por el tiempo (sincronización). Dios se desvive por cumplir toda la Ley hasta la última "jota y tilde" (Mat. 5: 18). Por lo tanto, Él manipuló los eventos para que todos pudieran ver que Jesús era realmente el verdadero Cordero Pascual, que quitaba el pecado del mundo.

Entonces Dios le levantó de los muertos en el día de la Ofrenda de la Gavilla "en el día que sigue al día de reposo" (Lev. 23: 11). Porque cuando María lo vio y lo confundió con el hortelano, le dijo: "No me toques, porque aún no he subido a mi Padre" (Juan 20: 17); pero más tarde esa misma noche, Él dio permiso a los discípulos para que lo tocaran (Juan 20: 27). Así que está claro que en el Aposento Alto en la noche después de su Resurrección Él ya había ascendido a su Padre.

Es igualmente claro que esta no fue la ascensión que se produjo 40 días después. Fue, más bien, su ascensión en el momento que el sacerdote mecía la gavilla de cebada delante del Señor en el Templo a media mañana. Una vez más nos encontramos con los pequeños detalles cumpliéndose en el momento preciso. Cuando el sacerdote mecía la gavilla abajo y arriba, simbolizaba la muerte y la resurrección. En ese momento, Jesús se presentó vivo ante el Padre en el verdadero Templo en el Cielo. Antes de ese momento, aunque Él ya estaba vivo, aún no había sido declarado legalmente vivo. María no podía tocarlo antes de la hora en que fuera declarado legalmente vivo.

El día de la Ofrenda de la Gavilla Mecida era el primer día de un conteo de 50 días hacia el día de Pentecostés (Lev. 23: 15-16). Así, ya que la Ofrenda de la Gavilla Mecida siempre se mecía en el primer día de la semana, o "el día que sigue al día de reposo", el día de Pentecostés también se celebraba el primer día de la semana, siete semanas después.

Jesús se apareció a sus discípulos el primer domingo y de nuevo una semana más tarde el domingo (Juan 20: 26), estableciendo un patrón para la comunión con Él en el primer día de la semana. A partir de ahí, encontramos en todos los registros de la Iglesia Primitiva que se reunían en el primer día de la semana para tener compañerismo (comunión) con Jesús y con los demás.

La excepción a este patrón general viene en la última aparición de Jesús a los discípulos en el día 40 de este ciclo de Pentecostés. Hechos 1: 3 dice,



3 A los cuales Él se mostró vivo después de su pasión con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días, y hablándoles de las cosas pertenecientes al reino de Dios.

Antes de ascender, les dijo a los discípulos "quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Lucas 24: 49). Hicieron espera por diez días, y en el día de Pentecostés fue enviado el Espíritu.

Si Dios se tomó tantas molestias para hacer todas las cosas según el momento preciso, entonces ¿por qué Jesús ascendió en el 40º día del ciclo de Pentecostés? ¿Qué patrón bíblico o profecía cumplió Él? El día 40 del ciclo de Pentecostés es tradicionalmente el día de la ascensión de Elías, aunque no hay ninguna referencia bíblica. Sin embargo, parece que Jesús confirmó la tradición por medio de su propia ascensión en ese día.

Otro patrón bíblico se encuentra en la historia de Israel bajo Moisés. Después de que Israel cruzó el Mar Rojo, llegaron al desierto en su camino hacia el monte Sinaí. Llegaron a Elim, el día 15 del segundo mes, un mes después de salir de Gosén (Éx. 16: 1). Se quedaron por lo menos una semana, ya que aquí es donde empezaron a recibir el maná, y las Escrituras mencionan al menos un ciclo completo de día de reposo en que comieron el maná, antes de continuar su viaje (Éx. 16: 22-24).

Desde allí viajaron a Refidim (Éx. 17: 1), su última parada en el camino a Sinaí (Éx. 19: 2). Su estancia en Refidim no tiene fecha, pero parece que estuvieron allí en el día 40 del ciclo de Pentecostés. En Refidim, el pueblo se quejó de la falta de agua, y Moisés golpeó la roca para darles agua. Luego leemos que los amalecitas atacaron a Israel. Éxodo 17: 8-10 dice,

8 Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim. 9 Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano. 10 E hizo Josué como Moisés le había dicho, y peleó contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cima de la colina.

Esta historia fue conmemorada en el Salmo 81, que se leía todos los jueves en la sinagoga en los tiempos bíblicos. (El día 40 del ciclo de Pentecostés siempre caía en jueves). Israel ganó la batalla, debido a la intercesión de Moisés en la cima de la colina. Moisés es un tipo de Cristo, quien ascendió en el día 40, y está sentado a la diestra del Padre, después de haberle sido dada toda autoridad (la vara de autoridad) en el Cielo y en la Tierra (Mat. 28: 18). Desde esa posición de autoridad, "viviendo siempre para interceder por ellos" (Heb. 7: 25). Es por su intercesión, que vamos a ganar la victoria sobre sus enemigos. Así como Moisés subió al monte para interceder por el pueblo, también Jesús ascendió en el día 40 para interceder por nosotros, hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo sus pies.

Los discípulos permanecieron diez días antes de que el Espíritu fuera enviado en el día de Pentecostés. Este patrón no sólo aparece en la historia de como Moisés llevó a Israel al Monte Sinaí, sino que también se encuentra en el modelo pentecostal del rey Saúl. La historia completa se encuentra en mi libro El Trigo y Asnos de Pentecostés, pero resumiendo, Saúl fue coronado rey de Israel en el día de Pentecostés, pero no antes de una tardanza de diez días. Los tres primeros días los pasaron buscando los asnos de su padre (1º Sam. 9: 20), y luego Samuel le dijo que tardará otros siete días, mientras que él hacía los holocaustos y sacrificios de comunión con Dios, para prepararse para el día de Pentecostés (1º Sam. 10: 8).

En la construcción del Templo de Salomón, encontramos que se necesitaron siete años para construir el templo mismo, y otros tres años para fabricar los pilares y los vasos del Templo. Una vez más, se estableció el patrón de tardanza de diez días, que lleva a la efusión del Espíritu. Estos patrones nos muestran claramente que los diez días se pueden subdividir en siete y tres.

La Ley especifica que se necesitaban siete días para completar el tiempo de purificación del leproso (Lev. 14: 8). La lepra es un símbolo de la muerte y de la naturaleza humana de la muerte (mortalidad) —que heredamos de Adán. Así que, en cierto sentido, para cumplir con la Ley, se tardaron un total de siete días para limpiar a los discípulos, antes de que el aceite se derramase sobre sus cabezas.

También se requirieron siete días para limpiar a Aarón y a sus hijos y prepararlos para el sacerdocio (Éx. 29: 35). Los discípulos estaban siendo limpiados para un nuevo orden sacerdotal. Aunque no eran de la orden levítica, sino la de Melquisedec, sin embargo, las mismas leyes eran aplicables, y éstas se cumplieron a rajatabla.

Así, en el estudio del periodo de espera de los discípulos que condujo a Pentecostés en Hechos 2, llegamos a la conclusión de que probablemente pasaran tres días en busca de aspirantes a pentecostales (los "asnos" del Padre), reuniéndose en el Aposento Alto sólo para los últimos siete días del período de espera. El objetivo principal de esa semana fue llegar a la unidad (con "ofrendas de paz" para conciliar cualquier disputa entre ellos) y presentarse a sí mismos como sacrificios vivos, u holocaustos para Dios. Hechos 2: 1-4 dice,

[Nota del Traductor: Creemos que esos 7 días de espera bien pudieron ser para purificación y conciliación de disputas…, pero, en cuanto a la unidad de los espíritus, creemos que tiene que ser derramada desde arriba, pues no se puede fabricar por manos humanas; así como la unidad de las iglesias hoy en día no se puede lograr basándose en Concilios o Consejos entre las diferentes denominaciones, porque es algo sobrenatural. Esto mismo vemos en Hechos 4, precisamente, después del derramamiento: Hechos 4: 32,Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común].

1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes [Traductor: la palabra unánimes o unanimidad, nos habla de la unión de las almas (ánimas), no de los espíritus. Por ejemplo, la Biblia de Jerusalén traduce “reunidos con un mismo objetivo; otras versiones traducen “juntos en el mismo lugar”]; en un mismo lugar. 2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados. 3 Y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

Así como los 120 sacerdotes en los días de Salomón tocaron sus trompetas en armonía, también los 120 discípulos fueron "unánimes". No tuvieron necesidad de trompetas, porque sus bocas estaban llenas de la voz y las palabras de Dios "según el Espíritu les daba que hablasen" [Traductor: esas trompetas de lenguas y predicación, se produjeron después de ser bautizados con el Espíritu; eso sí, tras la unanimidad de las almas].



La profética vida de Moisés: 120 años

En Deuteronomio 34: 7 leemos:



7 Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor.

¿Por qué Dios hizo que Moisés viviera precisamente 120 años de edad? ¿Qué tiene esto que ver con la efusión del Espíritu Santo? Tiene todo que ver con nuestro tema en cuestión. De hecho, la vida de Moisés es una de las profecías más profundas e impactantes de los 120 jubileos de la historia, anteriores a 1986 dC.

La vida de Moisés se dividió en tres períodos de 40 años cada uno. Leemos en Hechos 7: 22-24 acerca de los primeros 40 años de su vida,

22 Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en sus dichos y hechos. 23 Y cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. 24 Al ver que uno de ellos era maltratado, lo defendió y vengó al que era oprimido, e hirió al egipcio.

Sabemos, por supuesto, que esto resultó en el exilio de Moisés a la tierra de Madián, donde pasó los siguientes 40 años en formación en la Escuela Bíblica de Dios. Luego, al final de esos 40 años, Dios se le apareció a Moisés en la zarza ardiente y lo envió de vuelta a Faraón para liberar a su pueblo. Éxodo 7: 7 dice,

7 Era Moisés de edad de ochenta años [80], y Aarón de edad de ochenta y tres años [83], cuando hablaron a Faraón.

Y así vemos que Moisés vivió a través de tres fases distintas en su vida, cada una de las cuales fue de 40 años. Finalmente, murió a la edad de 120. (Consulte la tabla en la página siguiente). Esto fue profético de como Dios ve la historia. El 40º jubileo es el año 1960 desde Adán. Doce años antes de este tiempo nació Abram (1948). Por lo tanto, en el jubileo 40º desde Adán, nos encontramos con que Abram llegó a la primera edad de madurez (12). No se nos dice qué pasó en ese momento, pero en general podemos decir que esto sigue el patrón de la vida de Moisés, porque Abram era el hombre que Dios llamó a salir de Ur de los Caldeos y lo comenzó a entrenar para el servicio.

Por lo tanto, el período desde Abraham a Jesús fue como un periodo de formación, comparable al de Moisés siendo entrenado en el desierto, antes de su obra de sacar a Israel de Egipto.

El jubileo 80º desde Adán es el 26 dC. Esto nos lleva a la época de Jesús, que fue “Uno como Moisés”, porque Él nos sacó de nuestra esclavitud en Egipto (el pecado) en la Pascua. No hace falta un esfuerzo de imaginación para ver cómo Jesús, después del Jubileo 80º, hizo lo mismo que Moisés a la edad de 80.

Así como Moisés condujo "la iglesia en el desierto" (Hechos 7: 38) durante 40 años, también Jesús condujo la Iglesia del Nuevo Testamento por el desierto por un período de 40 Jubileos. Moisés murió después de liderar a Israel durante 40 años, y Josué guió a Israel a través del río Jordán hacia la Tierra Prometida. Así que también en nuestros días, después de 40 Jubileos más, Jesús (cuyo nombre en hebreo es Josué, Yahshua) nos llevará a la mayor promesa de la herencia perdida por Adán en el principio.

Hay una aparente discrepancia que debemos conciliar en este punto. El jubileo 80º desde Adán fue el 26 dC, pero la Iglesia del Nuevo Testamento comenzó en el año 33 dC. Por lo tanto, 40 Jubileos después nos encontramos con que tenemos dos puntos finales, así: 1986 y 1993. El año 1986 fue el Jubileo 120º desde Adán, pero 1993 fue el jubileo 40º de la Iglesia.



Para explicar las razones para ello sería necesario más material de referencia de lo que podemos ofrecer aquí. Pero para el momento en que haya completado estos estudios, el cuadro completo se manifestará. Sólo podemos decir por ahora que Dios planeó esta discrepancia con el fin de impedir que la plenitud del Espíritu viniese antes de lo previsto.



El antídoto contra el Diluvio de Noé

Como mencionamos anteriormente, existen dos diluvios. El primero es el Diluvio de Noé, en el que el viento, aliento o espíritu, se retiró de toda carne, y el segundo es el “Diluvio” del Espíritu Santo, en el que el Espíritu de Dios ha de ser derramado sobre toda carne. La "lluvia tardía" de Joel 2: 23 es el antídoto para el Diluvio de Noé.

El esquema básico del Plan de Dios para poner su Espíritu de nuevo en toda carne se pone de manifiesto en las acciones de Noé al final del Diluvio. Génesis 8: 1 dice,

1 Y se acordó Dios de Noé, y de todo ser viviente, y todas las bestias que estaban con él en el arca, y Dios hizo un viento [hebreo ruaj, "viento, aliento, espíritu"] para pasar sobre la tierra, y las aguas disminuyeron.

El viento, o el Espíritu de Dios, se dice que es el antídoto contra el Diluvio de Agua. Esta es una declaración profética que tiene implicaciones mucho mayores que una simple reducción en el nivel de agua. A medida que Él resucita toda la Tierra por la exhalación en sus narices del aliento de vida, una vez más, somos llevados a la inmortalidad y perfección, como al principio. El Edén y más es restaurado.

Las Escrituras también representan al Espíritu de Dios en forma de paloma. De hecho, esta era la imagen original de la palabra que se encuentra en Génesis 1: 2, donde…

2 el Espíritu de Dios se movía [Hebreo rachaph "meditando o aleteando [Traductor: “incubando”]", como una paloma] sobre la faz de las aguas.

El mismo cuadro está pintado en Deuteronomio 32: 11, donde Dios es representado como el aleteo del águila sobre sus pollos, al cuidado de la nación de Israel.

Y así encontramos que al final del Diluvio, Noé envió tres palomas para ver si se habían retirado las aguas. Esto fue profético. Nos dice que Dios planeó hacer lo mismo con el fin de superar los efectos del Diluvio de Agua. Por lo tanto, la efusión del Espíritu viene en tres etapas, tanto a nivel personal como corporativo. Esas tres etapas están representadas por las tres principales fiestas de Israel, en las que todos los hombres estaban llamados a presentarse ante Dios.

La Fiesta de la Pascua trata de la primera paloma enviada. Es una unción parcial que da lugar a la justificación. Se trata de la salvación de su espíritu. La Fiesta de Pentecostés se ocupa de la segunda paloma enviada; es una unción mayor que comienza la obra de la santificación. Es enviada para la salvación de su alma. Por último, la Fiesta de Tabernáculos se correlaciona con la tercera paloma de Noé; es la última unción, ya que representa la plenitud del derramamiento del Espíritu, en la que veremos la redención del cuerpo (Rom. 8: 23). En este derramamiento, se recibirá la verdadera herencia que se había perdido en Adán: el cuerpo glorificado. Este es el Plan de Dios para la salvación completa, según lo representado por las tres palomas de Noé y las tres fiestas de Israel.



Hablando corporativamente, sin embargo, estas palomas y los días de fiesta representan tres distintas efusiones del Espíritu, cuando Dios interviene en los asuntos de la Tierra de una manera muy inusual. La primera fue cuando Él descendió sobre el Monte Sinaí [Traductor: Sinaí fue un Pentecostés rechazado; ¿tal vez debería hablarse de la Pascua en Egipto como la primea efusión?] como fuego y habló los Diez Mandamientos a todo el pueblo de Israel. Esto era algo muy inusual, y las Escrituras dicen que nunca se había hecho antes (Deut. 4: 33). La segunda cuando el gran derramamiento del Espíritu se produjo en el libro de los Hechos en el día de Pentecostés. Sin embargo, la tercera está por venir en la Fiesta de Tabernáculos, y cuando lo haga, la tierra dará a luz a los Hijos de Dios que serán totalmente a su imagen y semejanza [Traductor: Creemos que tras cruzar el Jordán podemos recibir una unción de vida o vida en resurrección; aunque la doble porción tenga que esperar por el evento histórico del derramamiento de Tabernáculos].

Las tres palomas que Noé envió nos dan una descripción de cada una de estas tres manifestaciones del Espíritu. Génesis 8: 8-9 dice,

8 Envió de sí también una paloma, para ver si las aguas se habían retirado de sobre la faz de la tierra. 9 Pero la paloma no encontró donde sentar la planta de su pie, y ella volvió a él al arca, porque las aguas estaban aún sobre la faz de toda la tierra, entonces, Noé alargó su mano, y la tomó, y la metió con él en el Arca.

Cuando el Espíritu de Dios, fue enviado a Israel en el Monte Sinaí, la gente estaba aterrorizada ante la visión. Pensaban que si veían a Dios morirían. Y así, después de que Dios les habló los Diez Mandamientos, ellos habían tenido suficiente [Traductor: Por lo tanto, así como la primera paloma no encontró dónde reposar, en el Sinaí tampoco pudo hacerlo. La imagen representa, por así decirlo, el Pentecostés frustrado del Sinaí, y, por ende, ahí no hubo derramamiento; luego la primera unción debió ser en la Pascua en Egipto]. Éxodo 20: 18-21 nos cuenta la historia,

18 Y todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y cuando la gente lo vio, se retiró y se puso de lejos. 19 Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. 20 Y Moisés dijo al pueblo: No temáis, porque Dios ha venido para probaros, y para que su temor esté en vuestra presencia para que no pequéis. 21 Entonces el pueblo se puso de lejos, y Moisés se acercó a la densa oscuridad…

Dios le dijo a Moisés el resto de la Ley, y Moisés la escribió y la relató a la gente. La Ley, pues, fue una revelación a Moisés, y después de haber oído la voz de Dios, que produce la fe, fue escrita en su corazón (Rom. 10: 17). La gente en general, sin embargo, sólo recibió la Ley escrita externamente en tablas de piedra. Así, aunque el pueblo se persuadió a ser obediente, no tuvo la fe necesaria para entrar en la Tierra Prometida.

La gente era obediente, porque la Ley les obligaba desde el exterior. Fue necesaria una “agencia de policía” para mantener el orden y la obediencia, porque la gente realmente no quería escuchar su Voz o seguir su Ley. Sentían que sus Leyes eran demasiado opresivas. No estaban de acuerdo con la manera de pensar de Dios, que era diferente de la del hombre. Aun después de las señales y maravillas que habían pasado, la gente comenzó a resentir la Ley de Dios y a rozarse con sus demandas de justicia. Y aún hoy en día, los hombres piensan que los mandamientos de Dios son como una "esclavitud a la Ley". Este tipo de pensamiento sólo demuestra que la Ley aún no ha sido escrita en sus corazones.



Esto también representa la diferencia entre un esclavo y un hijo. Ciertamente, debemos relacionarnos con Dios como siervos, así como lo hizo Pablo (Rom. 1: 1). Esto se refiere a nuestra voluntad de obedecer a Dios y sus mandamientos. Pero un hijo va más allá. Un siervo simplemente hace la voluntad de su amo, un hijo quiere hacer la voluntad de su Padre, porque tiene la mente de su Padre y está de acuerdo con Él.

Aquellos de nosotros que somos "hijos en formación" no nos diferenciamos en nada de los siervos, porque todavía somos menores de edad (Gál. 4: 1). Nuestro Padre impone su voluntad sobre nosotros para entrenarnos en su sistema de valores, sus Leyes. Pero llega un día en que crecemos hacia la madurez. El Hijo maduro que ha aprendido los valores de su Padre seguirá viviendo de acuerdo a ellos, no por causa de una Ley externa, sino porque esas Leyes están escritas en su corazón. Él quiere vivir como le enseñaron, porque está de acuerdo en que "la ley es santa, justa y buena" (Rom. 7: 12). No considera que la Ley sea esclavitud a un tirano, sino un modo de vida que trae la vida, la libertad y la felicidad a todos.

La gente en los días de Moisés se negó a escuchar al Espíritu de Dios. Esta fue la manifestación exterior de la profecía en la primera paloma de Noé, que "no halló donde sentar la planta de su pie" (Gén. 8: 9). Por eso esa paloma regresó al arca, lo que también hizo el Espíritu de Dios en los días de Moisés, ir al Arca del Pacto. El Espíritu, por lo tanto, no moró en [Traductor: sobre] los hombres en ese momento, sino que se mantuvo en una estructura externa —primero en el Tabernáculo de Moisés, y luego en el Templo de Salomón.

La segunda paloma de Noé regresó con "una hoja de olivo en el pico" (Gén. 8: 11). Noé entonces supo que las aguas habían disminuido. Sin embargo, él no salió del Arca de inmediato, porque esto habría violado la profecía del Plan de Dios [Traductor: Por lo tanto, apreciamos que Pentecostés no es una unción para salir a ministrar fuera del “arca-iglesia”, sino especialmente para ministrarnos entre nosotros y al Señor dentro del “arca”, sino para dejar que el Señor añada a la Iglesia a los que habían de ser salvos; cuando, por ejemplo, alguien “nos pregunta acerca de la esperanza que hay en nosotros”- 1ª Ped. 3: 15)]. Esta segunda paloma representa el derramamiento del Espíritu en Pentecostés en Hechos 2, por el cual hemos recibido las arras del Espíritu. Una única hoja de olivo lo representa perfectamente. Mientras que sí muestra que ahora hay una nueva vida en la Tierra (en los corazones de los hombres [Traductor: sobre los hombres] es, sin embargo, sólo una pequeña porción de lo que está por venir. También, en que el Espíritu estaba ahora morando en la carne, en lugar de permanecer en un lugar de morada externa, encontramos que Génesis 8: 10-11 no menciona que la paloma regresara al Arca; dice solamente que "la paloma volvió a él". El texto exacto de la profecía de la Escritura dice que el Espíritu de Dios había llegado a los hombres.

La tercera paloma que Noé envió "no regresó más a él" (Génesis 8: 12). Eso representa proféticamente una condición por la cual el hombre no tiene necesidad de ulteriores derramamientos, porque el Espíritu está en él plenamente. En ese momento, Noé salió del arca para llevar una nueva vida a un nuevo mundo [Traductor: esto parece confirmar nuestra tesis anterior de permanecer en el “arca” en Pentecostés]. Así también, los que reciben la plenitud del Espíritu serán enviados por todo el mundo para poner todas las cosas bajo sus Pies. Establecerán el Nuevo Orden Mundial de Dios [el Reino de Su Majestad el rey Jesús], después de que Dios haya llevado el Nuevo Orden Mundial del hombre a su disolución.

Tenga en cuenta que el Diluvio en tiempos de Noé ocurrió después de 120 años. La primera efusión del Espíritu Santo (paloma) se produjo justo antes del 50º Jubileo desde Adán. La segunda paloma fue enviada siete años después del jubileo 80º. El otoño de 1986 dC fue el Jubileo 120, por lo que esta es la fecha general bisagra por la cual la plenitud debe ser derramada. Pero esto no es más que una visión de conjunto. A medida que avancemos en nuestros estudios, vamos a mostrar los detalles de lo que ha ocurrido desde 1986 en el Plan de Dios y la importancia del año 1996 y más allá.



Las Leyes de Limpieza después del Parto

Levítico 12 es un pasaje de las Escrituras casi nunca leído por los cristianos. Se trata de Leyes que parecen ser totalmente irrelevantes para nosotros hoy en día: los tiempos de la purificación después del parto. Todas las Leyes de la purificación en el Antiguo Testamento, ya sea por sangre o por agua, en el Nuevo Testamento se han cambiado por la sangre y el agua que salió del corazón de Jesús en su crucifixión (Juan 19: 34). Sin embargo, los ciclos de tiempo en la Ley son una revelación para que podamos comprender el nacimiento del Hijo Varón "Cristo en vosotros, la esperanza de gloria" (Col. 1: 27).

Levítico 12 nos dice que cuando una mujer da a luz a un hijo, ella será inmunda por siete días. En el octavo día debía circuncidar a su hijo. Entonces ella se mantenía separada de su marido por un tiempo de 33 días, en total 40 días (Lev. 12: 2-4). Sin embargo, si una mujer daba a luz a una hija, ella era considerada impura durante 14 días, seguidos de otros 66 días de la purificación y de separación de su marido. Y es que tras el nacimiento de una hija, ella debía permanecer separada de su marido por un total de 80 días (Lev. 12: 5).

Sabemos, por supuesto, que después del parto la mujer necesita tiempo para sanar. Por lo tanto, podemos argumentar que se trataba de una Ley práctica, desde ese punto de vista. Sin embargo, no parece haber ninguna razón práctica para que el tiempo de separación de una mujer sea el doble de tiempo después del nacimiento de una hija que el de un hijo. Esto no pretendía ser algo práctico, se suponía que debía ser profético de lo que Dios ha estado haciendo a lo largo de la historia, al dar a luz a sus hijos.

De vuelta a los días de Adán y Eva, Dios les mandó: "sed fecundos y multiplicaos" (Génesis 1: 28). Esta orden les fue dada antes de su pecado, mientras que todavía conservaban la gloria de Dios en sus cuerpos. Si hubieran tenido hijos antes de su caída, habrían producido hijos a la imagen y semejanza de Dios. Pero ellos no lo hicieron. Caín, Abel y Set nacieron algunos años después de que habían perdido la gloria y la semejanza de Dios. Por lo tanto, los hijos que tuvieron fueron a imagen de su estado carnal. No eran verdaderamente "hijos de Dios", en el sentido de que Dios requiere. Por esta razón vino Jesús, de modo que al recibirlo podamos "llegar a ser hijos de Dios" (Juan 1: 12). Juan también nos dice que incluso "ahora somos hijos de Dios" (1ª Juan 3: 2), pero de inmediato matiza que está hablando de lo que seremos. Así que está claro que ahora somos hijos imputados, pero con el tiempo, vamos a manifestar realmente esta filiación en nuestros cuerpos.

En la Ley, se requería a la gente que llevara un sacrificio a Dios, como parte del rito de purificación después del parto (Lev. 12: 6-8). No era porque hubiesen cometido un pecado al tener hijos, como algunos han sugerido, ni era para dar a entender que las relaciones sexuales apropiadas eran pecado. Más bien, era para mostrarles que habían dado a luz hijos a la imagen del hombre caído, no a la imagen de Dios. El hijo, fuera niño o niña, nacía en un reino de muerte (mortalidad). La mujer había así "tocado un cuerpo muerto", y quedaba, por tanto, inmunda por siete días (Núm. 19: 11). Ella era contaminada por la enfermedad mortal de su descendencia.

En un sentido amplio, hay dos Adanes: el primero ganó la vida del alma, y el segundo ganó la vida espiritual (1ª Cor. 15: 45). Pablo nos dice aquí que "hay un cuerpo anímico, y hay un cuerpo espiritual" (1ª Cor. 15: 44, traducción literal). La palabra para "alma" o "del alma" a menudo se traduce como "natural", y esto esconde su significado. Pero comprendiendo de la diferencia entre el alma y el espíritu, es evidente que los hombres que descienden de Adán son del alma, mientras que los descendientes de Jesús son espirituales, Hijos e Hijas espirituales.

Por lo tanto, podemos ver que Adán y Eva dieron a luz en una época en que todos eran inherentemente anímicos. La palabra para "alma" en hebreo es nephesh, y pseuche en griego. Ambas son femeninas en los idiomas originales. (En el idioma Inglés, no tenemos palabras masculinas y femeninas, pero en muchos otros idiomas sí). Por lo tanto, el alma es descrita como el lado femenino del hombre, mientras que el espíritu es descrito como el lado masculino. Cada hombre y cada mujer tienen tanto un lado femenino como un lado masculino, llamados alma y espíritu.

La cuestión es que Adán y Eva dieron a luz hijos anímicos —es decir, hijos que se encontraban en su mayoría dominados por sus deseos anímicos. Se podría decir que el período del Antiguo Testamento en sí, que condujo a Cristo, fue una edad del alma, históricamente hablando. La "hija" era carnal, no a la imagen de la plenitud de Cristo. Debido a esto, la mujer (la Tierra, el reino físico) debía permanecer separada de su Esposo (de Dios, que es Espíritu, varón) por un total de 80 Jubileos. Este es el rito de purificación en una escala más grande, en la historia del Plan de Dios para dar a luz hijos en la Tierra.



Hija” carnal “Hijo” carnal

80 días de purificación 40 días de purificación



Esto también explica por qué Dios no impregnó la Tierra con su Espíritu antes del Jubileo 80º (26 dC). No hubiera encajado en su Plan tal como se revela en Levítico 12. La Ley es, y siempre ha sido, el Plan de su propósito y el Plan para la Tierra. No hemos entendido su Plan porque no hemos entendido su Ley. El mismo Jesús se convirtió en el sacrificio por el cual la "mujer" (Tierra) fue limpiada y purificada al final de sus 80 Jubileos de separación. Entonces, y sólo entonces, fue posible para Dios impregnar una vez más la Tierra con su semilla espiritual en el día de Pentecostés.

Una vez más, la Tierra (mujer) produjo descendientes de Dios. Esta vez le dio a luz un hijo. Lamentablemente, ya que la Fiesta de Pentecostés se caracteriza por una ofrenda de las primicias con levadura (Lev. 23: 17), lo que tipificaba que el hijo de Dios en la Edad Pentecostal está leudado o fermentado. Es decir, los hijos de Dios durante esta Edad siguen siendo mortales e imperfectos. Por lo tanto, la Ley especifica que la mujer (Tierra) debía esperar otros 40 Jubileos de separación de su marido, antes de que su tiempo de purificación se hubiera completado. Sólo entonces tendría la capacidad legal para unirse con su marido y volver a concebir.

Los 40 jubileos de purificación se extendieron desde el 33 dC hasta el 1993 dC. La Tierra ahora es legalmente elegible para ser impregnada por tercera vez, y esta vez la Tierra dará a luz al Hijo Varón, el Cuerpo colectivo de los Hijos de Dios que estarán espiritualmente perfeccionados y a la completa imagen y semejanza de Dios.



Dios esperó siete años después del jubileo 80º antes de la impregnación de su Esposa por segunda vez. El jubileo 80º fue en el 26 dC, pero Dios esperó hasta Pentecostés del 33 dC para impregnar a su Esposa. Este período de tardanza de siete años en el comienzo de los próximos 40 Jubileos también juega una diferencia de siete años entre 1986 y 1993. Esto explica en parte por qué el Espíritu Santo no fue derramado en 1986. A pesar de que 1986 fue el Jubileo 120º, la Edad Pentecostal no terminó hasta 1993 dC. Por lo tanto, el Espíritu no podría haber llegado antes de 1993.

Como veremos pronto el momento de declarar el Gran Jubileo ocurrió el 23 de septiembre de 1996. Sin embargo, la Fiesta de Tabernáculos no se cumplió ese año, porque había otros ciclos proféticos que todavía no habían seguido su curso.

Por ejemplo, Oseas 6: 2 indica que se produciría la resurrección "después de dos días", es decir, después de 2.000 años. En otras palabras, este evento no podría llevarse a cabo antes de septiembre de 1999 dC, que fue 2.000 años después del nacimiento de Jesús. (Para comprobarlo, consulte el Capítulo Nueve en http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2014/04/libro-secretos-del-tiempo-dr-stephen-e.html).

Otros ciclos de tiempo no concluyen hasta el año 2006 dC. Hay, sin duda, muchos otros ciclos que permanecen ocultos en el momento actual. Así que la pregunta sigue siendo ¿cuánto tiempo tardará para que el Espíritu Santo pueda ser enviado en su plenitud?

El punto a recordar en esta sección es que la Tierra esperó 80 Jubileos para que el Espíritu de Dios impregnase a los 120 discípulos en el Aposento Alto en Jerusalén, ya que tuvieron que pasar 80 días para purificar la mujer después del nacimiento de lo anímico y carnal. Entonces, el "hijo" carnal nació en el año 33 dC, seguido por 40 jubileos de limpieza. Ahora hemos esperado los 40 Jubileos. Yo creo que la explicación de todo esto se encuentra en los ritos de purificación de la Ley que se encuentran en Levítico 12. El período de tiempo total es de 120 Jubileos, más el período de tardanza o espera actual.

Ahora es el momento para el nacimiento del Hijo Varón —el Hijo que será verdaderamente a la completa semejanza e imagen de Cristo. Le dejo a usted que ore acerca de esto y determine su propio curso de acción para preparar su corazón para recibir su Plenitud. Esta es la bendición por la que Pablo oró que fuera dada a nosotros. Cerramos con su oración de Efesios 3: 14-19,

14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para 16 que os conceda, según la riqueza de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 que Cristo habite en vuestros corazones por la fe, para que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud [griego, pleroma] de Dios.


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(Del libro "Secretos del Tiempo", Dr, Stephen E. Jones)

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