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Estudio de EFESIOS- Parte 4 - NUESTRA HERENCIA (El Espíritu Santo es la prenda de Dios hasta que recibamos el cuerpo glorificado), Dr. Stephen Jones

 

Sello, cordón y báculo,
las prendas que Judá dio a Tamar



En Efesios 1: 10, Pablo escribe sobre “cosas en los cielos y cosas en la tierra”. Esta es una versión corta de lo que a menudo dice con más detalle en otros lugares. Por ejemplo, Colosenses 1: 20 habla de la reconciliación de toda la Creación, “ya sea en la tierra o en el cielo”. De hecho, esta expresión es la definición de Pablo de ta panta, "todas las cosas", o, más literalmente, "El Todo".


Pablo se refería a su versículo favorito, Salmo 8: 6, Todo lo pusiste debajo de sus pies”, una referencia a Génesis 1: 26, “Hagamos al hombre… y domine… sobre toda la tierra”. Diremos más sobre esto cuando comentemos Efesios 1: 22.



La herencia


Efesios 1: 10-12 dice:


10 … En Él 11 también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 12 a fin de que nosotros, los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria.


Nótese primero que estábamos “predestinados” para recibir esta herencia. Pablo fija firmemente la predestinación a la voluntad soberana de Dios, porque Él “hace todas las cosas según el designio de su voluntad”. En otras palabras, no podemos atribuir nuestra herencia al consejo de nuestra propia voluntad. Eso tendría sus raíces en el Nuevo Pacto, no en el Antiguo.


El “fin” o el resultado de la voluntad y el propósito de Dios es que “nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo”, recibamos la gloria de la herencia prometida a Adán. Sin embargo, el uso que hace Pablo de la palabra “primeros” muestra que no somos los únicos que tendremos “esperanza en Cristo”. Más vendrán después al conocimiento de la verdad. De hecho, es probable que Pablo aquí estuviera hablando de la Creación misma, porque leemos en Romanos 8: 20, 21, 23,


20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no voluntariamente, sino por causa de Aquel que la sujetó, en la esperanza 21 de que también la creación misma será libertada de su esclavitud a la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios… 23 Porque en esperanza hemos sido salvos, pero la esperanza que se ve no es esperanza; porque ¿quién espera lo que ya ve?


La “esperanza” bíblica no es una mera ilusión. La creación tiene “esperanza” debido a la promesa de Dios y su propósito desde el principio, que es expresar la gloria de su Reino en la Creación física. Aunque Adán fracasó por el pecado, el último Adán (Cristo) tuvo éxito a través de su acto de justicia (1ª Corintios 15: 45), asegurando así la herencia para Sí mismo y para todos a medida que se unen con Él.


La esperanza de la Creación es que se salvará. La Creación aguarda la Manifestación de los Hijos de Dios, que son las primicias (después del mismo Cristo), probando y prometiendo la salvación al Todo.


Cristo, siendo “el primogénito de toda la creación” (Colosenses 1: 15) y “el primogénito de entre los muertos” (Colosenses 1: 18), indica que toda la Creación también será liberada de la muerte. Cristo, siendo el Hijo mayor, es la Cabeza de este Imperio Universal. Aquellos “que fueron los primeros en esperar en Cristo” están predestinados a la siguiente posición más alta de autoridad debajo de Él. El orden en que los hombres resucitan de entre los muertos determina el nivel de su autoridad.


Los del último grupo que será librado de “su esclavitud a la corrupción” en el Jubileo de la Creación serán incorporados al Imperio Universal como ciudadanos sin posición gubernamental de autoridad. No obstante, encontrarán liberación y salvación, teniendo su parte en la gloria venidera.



La promesa de nuestra herencia


Pablo escribe en Efesios 1: 13-14,


13 En Él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, 14 el cual es dado en prenda de nuestra herencia, con vistas a la redención de la posesión de Dios, para alabanza de su gloria.


Vosotros” se refiere a los creyentes de Éfeso, entre los cuales Pablo ministró durante mucho tiempo. Estos eran los que habían escuchado y creído “el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación”. Por lo tanto, estos creyentes fueron “sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa”.


Pablo dice que el Espíritu Santo fue “dado en prenda de nuestra herencia”. Cuando Pablo se refiere a esta “promesa”, usa la palabra hebrea arrabon, transliterada directamente al griego. Usa la misma palabra en 2ª Corintios 5: 5, donde Dios nos ha dado “el Espíritu como prenda”.


La palabra hebrea arrabon se usa en la historia de Tamar y Judá en Génesis 38: 17-18 y 20. Una prenda no es un pago inicial (o "anticipo" KJV) para la compra de una propiedad. Una prenda es una garantía sobre una deuda. Cuando se paga la deuda, la prenda se devuelve a su dueño original. Entonces Judá le dio a Tamar una prenda sobre su deuda con ella, esperando regresar más tarde con el pago y recuperar su prenda: su sello, cordón y bastón (Génesis 38: 18).


En Efesios 1: 14, Pablo afirma que el Espíritu Santo es la “prenda” y la “promesa” de Dios de pagar lo que nos debe. Sí, solo los deudores dan prenda, y Dios es nuestro Deudor, dice Pablo. ¿Por qué? Esto se remonta al pecado de Adán, cuando Dios le quitó sus vestiduras de luz y gloria. Debido a que el pecado se cuenta como una deuda, el pecado de Adán creó una deuda que no podía pagar. Así que Dios tomó su manto celestial como prenda hasta el momento en que pagara su deuda. Cuando Cristo pagó la deuda de Adán en la cruz, la prenda debió serle devuelta, de acuerdo con la Ley de las Prendas. Sin embargo, Dios no lo hizo de inmediato. En cambio, las retuvo en el Cielo por un tiempo, porque Pablo dice en 2ª Corintios 5: 1-2,


1 Porque sabemos que si la tienda terrenal que es nuestra casa se derriba, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos. 2 Porque ciertamente en esta casa gemimos, deseando ser revestidos de nuestra morada celestial.


Pablo usa metáforas diferentes: una tienda, una casa, un edificio y vestido. Son diferentes maneras de describir las vestiduras celestiales que Dios ahora nos debe, ya que Cristo pagó nuestra deuda. Ahora nos debe las vestiduras celestiales, y hasta que esa deuda sea pagada, nos ha dado como prenda (arrabon) el Espíritu Santo. En Efesios 1: 14, Pablo lo llama “la prenda de nuestra herencia”.


Nosotros “esperamos” (o aguardamos) recibir esa herencia, pero la esperanza que se ve no es esperanza. Por el consejo de su propia voluntad, Él había determinado que deberíamos esperar hasta “la redención de la posesión de Dios”. Esto es lo que Pablo llama en Romanos 8: 23 “la redención de nuestro cuerpo”.


Esta redención está profetizada a través de la Fiesta de las Trompetas y la Fiesta de Tabernáculos. Trompetas profetiza la resurrección de los muertos; Tabernáculos profetiza de los Vencedores vivientes que serán “transformados o cambiados” sin experimentar la muerte (1ª Corintios 15: 51-52). En ambos casos, habrá una redención corporal, y estos nuevos cuerpos serán revestidos de la tienda, casa y tabernáculo que actualmente está reservado para nosotros en el Cielo.



El beneficio de la promesa de Dios


Pablo dice en Efesios 1: 15-17,


15 Por tanto, yo también, habiendo oído hablar de la fe en el Señor Jesús que existe entre vosotros y de vuestro amor por todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones; 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él.


Su fe, que les aseguró la prenda del Espíritu Santo, fue fuente de gran gozo y satisfacción en la mente de Pablo porque su obra entre ellos no había sido en vano. Así que oró para que “el Dios de nuestro Señor Jesucristo” les diera “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él”. La sabiduría y la revelación vienen por medio del Espíritu Santo y son los beneficios aparejados a la prenda que Dios nos ha dado en el tiempo presente.


Pablo continúa en Efesios 1: 18-19,


18 Ruego que sean alumbrados los ojos de vuestro corazón [cardias], para que sepáis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos...


Los ojos de nuestro corazón no son los ojos de nuestra cabeza. Estos son ojos espirituales, no físicos. Los ojos en nuestra cabeza permiten que el cuerpo vea el mundo. Los ojos de nuestro corazón iluminan el espíritu, dándonos sabiduría y revelación sobre el “Padre de la gloria”. El espíritu de uno tiene consciencia y es, de hecho, la nueva identidad consciente de los verdaderos creyentes.


Este es el “hombre nuevo” (Efesios 4: 24 KJV) o “nuevo yo” (Efesios 4: 24 NASB). Nuestro espíritu es nuestra conexión divina y el medio a través del cual se imparte la revelación del Cielo a los creyentes en la Tierra (1ª Corintios 2: 14-16). Recibir tal revelación permite a los creyentes trascender el conocimiento humano y la sabiduría humana, para que podamos conocer “las profundidades de Dios (1ª Corintios 2: 10).


Por lo tanto, la prenda que Dios nos ha dado es de gran valor y utilidad, aunque no es la herencia real que todavía tenemos que recibir en la redención de nuestro cuerpo.


https://godskingdom.org/blog/2022/09/ephesians-part-4-our-inheritance

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