David Wilkerson (1931-2011)
February 7, 2020
Dios le habla a Su pueblo por medio de su Espíritu y su voz nos pone en claro: “Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Isaías 30:21).
Algunas personas preguntan: “¿Cómo puedo oír Su voz?” La voz del Espíritu de Dios nos llega principalmente a través de las Escrituras. Pero antes de que podamos oír Su voz de dirección, Dios requiere algo de nosotros; debemos quedarnos quietos y esperar que Él actúe. Esto no es una sugerencia, sino un mandamiento. Y es el secreto de nuestra victoria y liberación total. En muchas ocasiones, el Señor le ordenó a Su pueblo que estuviera quieto.
Después de que Samuel ungiera a Saúl como rey, en cierto punto le dijo: “Espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios” (1 Samuel 9:27). Samuel decía: “Saúl, te acabo de ungir y tu mente ya está volando. Estás pensando, ¿Qué está haciendo Dios? ¿Cómo puedo conocer Su voz, Su voluntad? Deja de luchar, Saúl. ¿Quieres oír de Dios y obtener Su dirección? Entonces quédate quieto y escucha”.
Vemos otra instancia de esperar en el Señor hasta obtener dirección, en el Rey Josafat. Judá estaba siendo invadida por una coalición de poderosos ejércitos y las Escrituras dicen: “Atemorizado, Josafat decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá” (2 Crónicas 20:3, NVI). La gente comenzó a clamar a Dios. No hay nada de malo en tener miedo; de hecho, Dios es paciente con nosotros y no usa nuestro miedo contra nosotros.
“Vino el Espíritu de Yahweh en medio de la reunión” (20:14). Esto es lo que ordenó el Espíritu: “No temáis ni os amedrentéis… porque no es vuestra la guerra, sino de Dios … No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Yahweh con vosotros” (20:15,17).
Podemos fallar en nuestro discernimiento, nuestro oído, nuestras decisiones. ¡Pero podemos regocijarnos en nuestro Dios, quien es nuestra fuerza! Él nos hará caminar de la manera correcta. Todo ello, es Su obra. ¡Y nosotros, simplemente debemos ceder, quedarnos quietos y ver Su salvación!
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