“La voz del pueblo es la voz de Dios”,
el título con el que un periodista abrió
su espacio en el programa
que escucho en las mañanas.
Me dije en mis adentros, no puede ser esto cierto.
La voz del pueblo no es la voz de Dios.
No habla el barro, más sí, el Alfarero
No vengas con inventos, amigo locutor.
Pensando en este dicho consigo en el Gran Libro
Al pueblo de Israel queriéndose parecer
A las demás naciones con sus reyes mandones
Como que eso era siempre lo que tuvieron en mente.
Llamaron al profeta para ver que respondía
No sabían en que lío ellos mismos se metían.
No querían al Dios del cielo que los guiaba noche y día
Despreciaron la fuente viva por un capricho que invadía.
La voz de Dios no es la voz del pueblo,
El Señor se enojó con ellos,
Sin embargo, en su misericordia,
No los destruyó con el fuego de su gloria.
Les dio lo que querían como en el desierto un día
Cuando antojados pedían carne sin medida
Y del cielo cayeron codornices como polvo
Y terminaron vomitando como niños codiciosos.
También me puse a leer lo que sucedió en Jerusalén
Cuando el pueblo amotinado quería a Jesús crucificado
Pidiendo a Poncio Pilato al Barrabás sentenciado
Que contradicción el pueblo, que a su Dios no ha escuchado.
Serían muchas las historias que llenarían la gota
Del vaso de ira que al pueblo se derramaría
Por hablar tonterías y elegir la mentira
y el mundo cada día más patas arriba.
Que podamos hablar las Palabras del Señor
¿Por qué no entienden mi lenguaje? Dijo un día el Salvador
Sus palabras son contrarias a la muchedumbre que habla
Sus palabras son vida y traspasan el alma viva.
Pecamos por querer ser tu Voz y Perfección
Habla Padre por favor, que tu siervo humilde escucha
No se interponga mi voz ni ninguna imitación
No queremos intermediarios solo la voz del Buen Pastor.
Déjame entender Señor,
que puedo hablar Tus Palabras
Cuando sea UNO contigo
y romper con la tradición
Del pueblo que siempre quiso
Despreciar tu Señorío,
Y amar que los gobernara
un amo y un vil asesino.
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