¡Pero Señor, queremos conocerte a Ti! ¡Queremos escuchar de Ti! ¡Queremos verte!
¡Ilumínanos por tu Espíritu para que podamos ver! Deseamos “verdad en lo íntimo” (Salmos 51: 6).
Queremos el pan de vida. Queremos el “maná” que ha sido espiritualizado con la atmósfera del Cielo. Queremos “agua” pura que ha sido espiritualizada con la vara de aflicción y que fluya del Cristo viviente.
Queremos tu Palabra, “por siempre establecida en los Cielos”—pero debemos tenerla fresca y nueva cada mañana. Desde los días de nuestra juventud, e incluso cuando nuestra cabeza esté llena de canas y nuestra fortaleza debilitada—debemos escuchar y ver cosas nuevas, cosas frescas del trono de Dios. Debo escuchar una Palabra que esté constantemente “espiritualizada” con el aliento del Cielo.
Estamos persuadidos respecto de las grandes verdades fundacionales de la Escritura; pero en todo lo que sabemos, simplemente reconocemos que solo “conocemos en parte” (1ª Cor. 13: 12). Esta consciencia no nos da un sentido de incertidumbre, sino que nos deja con un sentido de una mayor insuficiencia.
Lo que Tú das, lo que Tú revelas, es suficiente para hoy. Pero mañana, necesito una fresca provisión. Encontraré esa provisión en el mismo pozo, en el mismo río, en el mismo maná, en el mismo Lugar Santo.
Pero si realmente he aprendido del Señor, y he caminado en obediencia, en fe, en esperanza, en caridad—la porción de mañana será de un orden más alto para guiarme hacia alturas más altas de apreciación espiritual, a arroyos más anchos de amor y misericordia, y a profundidades más bajas de humildad y mansedumbre.
Amén.
(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)
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