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EL SEÑOR MI HERMANO, Octavius Winslow



Todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano.  
Marcos 3:35

Preciosa porción es esta: ¡Cristo es nuestro hermano! Pero solo si nuestra fe lleva esta real estampilla divina "hacer la voluntad de Dios". 

Además, no solo son todos los santos de Dios nuestros hermanos, sino que todos son hermanos de Cristo, y Él está situado en el parentesco de todos como Hermano Mayor: “El PRIMOGÉNITO entre muchos hermanos” (Rom. 8:29). 

El Hermano Mayor conforme a la Ley era revestido con grandes y peculiares privilegios. No solo le pertenecían los Derechos de Nacimiento (Primogenitura), sino que también era adornado con gran poder, era titulado con una doble porción del patrimonio y, lo que tenía aún mayor importancia, él era  el sacerdote de la familia, a quien le correspondía cumplir con todos los deberes y oficios de la religión. Ahora todo esto, y mucho más, es Jesús, nuestro Hermano Mayor. A Él le pertenece todo encanto que cautiva nuestra admiración, toda perfección que despierta nuestro amor, y todo atributo que lo hace apropiado para realizar los altos y peliculares deberes y obligaciones de un hermano. 

Mi alma, trae a la memoria alguna de estas peculiaridades, de la cual es posible que puedas poseer una más alta estima del valor y preciosidad de esta tu Porción y aprender a amarlo más intensamente, a confiar en Él más implícitamente, y servirle más fielmente. “El Señor es tu hermano”.

Como nuestro Hermano, Cristo participa de nuestra naturaleza humana. Él no podría ser nuestro hermano, ni sentir el amor de hermano, ni cumplir con las funciones de hermano, si Él no fuera “hueso de nuestro hueso, y carne de nuestra carne”. De este modo, leemos: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo; por lo cual debía ser en todo semejante a sus HERMANOS” (Heb. 2:14,17).

¡Qué dulce verdad, oh alma mía! Jesús tu Porción tomó en unión con Su divinidad tu propia naturaleza auténtica, y aún la lleva puesta, de modo que desde el más alto Trono en gloria, un arroyo de simpatía humana puede fluir continuamente hacia abajo, mezclándose con cada prueba, tentación, necesidad, y tristeza, aún para el discípulo más pequeño sobre la Tierra. Esto sugiere otra y conmovedora vista de nuestro Hermano Mayor. 

Jesús fue educado en la escuela del sufrimiento y la pena. La experiencia personal de pena es esencial a la verdadera compasión. “De manera que, si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él” (1 Cor. 12:26). Precisamente porque todos pertenecemos a un Cuerpo sufriente, del cual Cristo, el “varón de dolores” (Isa. 53:3), es la Cabeza. Alma mía, consigue más de la humanidad libre de pecado de Jesús tu Hermano. Él ha enviado tu aflicción para que, en ella, Él, por conmiseración, pueda ser afligido contigo. Él ha dejado sin cerrar la fuente de tus lágrimas para que, en Su compasión, pueda entrar en la misma vía contigo.

Él quiere de ti que le conozcas más íntimamente; y no hay nada que sea tan fuerte y segura prueba de real amistad, afecto y relación, como la adversidad; por lo que Él envía la disciplina de pena, que nos puede dar prueba de Su amor, prueba de Su amistad, y un conocimiento de Él más experimental y bendito como nuestro hermano en tiempo de angustia (Pro. 17:17). ¡Oh alma mía! acude a Él como tu hermano. 

¿Está la casa de tu hermano terrenal cerrada para ti? La puerta de este Hermano  Mayor está siempre abierta de noche y de día. Ve, cuando quieras, ve como estás, ve con eso que nunca puedes olvidar, a Cristo tu Hermano, el cual es una puerta abierta (Ap. 3:8). Pretende solo aspirar constantemente a hacer la voluntad de Dios desde el corazón, como Jesús ha dicho: “Todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano”.

No es una pequeña o dudosa evidencia de que Cristo es nuestro hermano, que amemos a los hermanos de Cristo. Si esto está ausente podemos dudar debidamente de la realidad de nuestra relación fraternal con Cristo: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” (1 Jn. 3:14). En esto podemos determinar nuestra relación por nuestra semejanza con el Hermano Mayor. Cristo ama a Sus hermanos por igual. Y si yo los amo —no porque ellos sean de mi credo o de mi congregación— sino porque ellos son hermanos de Cristo, entonces tengo evidencia de la única y verdadera Hermandad Cristiana.
Señor, antes de nosotros te has ido,
Para nuestras mansiones preparar,
Eres un HERMANO que nos ha sostenido,
Y con el Padre de nosotros cuidar.
No hay en ti poder insuficiente
Ni Tu voluntad es deficiente
Nuestra medida en la vasija siempre será
Tu amor, que siempre la llenará. 

- Octavius Winslow

(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)

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