"El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que
aún nos librará, de tan gran muerte".
2 Corintios 1:10
Fue una petición necesaria y preciosa la que el Señor enseñó a Sus discípulos —y para lo cual requerimos un ofrecimiento diario— “LÍBRANOS del mal” (Mat. 6:13). Estamos en constante necesidad de liberación, expuestos, como estamos, a los continuos, variados y potentes males, visibles e invisibles, temporales y espirituales, y los cuales no tenemos poder natural para evadirlos y superarlos, y por lo tanto no se puede esperar por una auto liberación de ellos.
¿Pero quién es nuestro verdadero Libertador? Es Aquel quien es nuestra Porción, Aquel quien nos enseñó a orar así, y es Él mismo nuestro Gran Libertador. Tomemos los TRES TIEMPOS VERBALES empleados por el apóstol en las palabras que se encuentran a la cabeza de esta meditación, como una ilustración de la Gran Liberación del Señor a Su pueblo.
Primero, hay una liberación PASADA del Señor. “El cual nos LIBRÓ… de tan gran muerte”. Jesús bajó del Trono de la Deidad a la cruz de un criminal condenado, para liberarnos de ‘tan gran muerte’, y del amargo dolor y angustia de la ‘muerte segunda’, la muerte que es eterna. Siendo ofrenda por nuestros pecados, maldito con nuestra maldición, condenado por nuestra condenación y muerto por nuestra muerte, la preciosa sangre que fluye de Su costado rasgado y Su corazón rebosante, hicieron una expiación completa para nuestras vastas e incontables ofensas, borrando cada silaba de la acusación que había contra nosotros, y eliminando cada mancha del pecado que estaba en nosotros —por este motivo, tenemos libertad de tan grande muerte.
¡Alma mía! Aprovecha de esta maravillosa liberación, esta perfecta redención, este perdón gratuito; y por la aplicación de la sangre expiatoria a tu consciencia, camina en el gozo feliz de todas las bendiciones de la carta constitutiva de la salvación y de la ciudadanía celestial de las que la liberación de Cristo te hace partícipe.
Segundo, hay una liberación PRESENTE. “Y nos LIBRA”. Además de la cancelación de todas las ofensas pasadas, la liberación de Cristo se involucra en nuestra emancipación (liberación) presente de una naturaleza no renovada. Que perdonara nuestra culpa y que dejara que fuésemos sirvientes del pecado y esclavos de Satanás, sería una especie de crueldad refinada, de la que Dios jamás podrá ser acusado. Nuestra liberación presente, entonces, es libertad de la muerte espiritual, por la cual venimos a ser almas vivientes, y así somos ahora liberados de tan grande muerte, y podemos participar con el apóstol “dando gracias al Padre, "el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Col. 1:12-13). ¡Sí! Jesús ahora liberta.
¿Estás en alguna dificultad presente o pena, necesidad o tentación? Cristo puede liberarte, y liberarte ahora. Ruégale vigorosamente. Él tiene el poder para liberar, plenitud para abastecer, y un corazón amoroso y compasivo para consolar. Tu perplejidad no puede confundir Su sabiduría, tus necesidades no pueden agotar Sus recursos, tus penas no pueden distanciar Su compasión. Él que te ha liberado de seis problemas no te abandonará en el séptimo. ¡Oh alma mía! Vive en el presente Salvador, regocíjate en la presente salvación, y no olvides que Dios en Cristo es una ayuda muy presente en cada tiempo de necesidad.
Tercero, Él que nos ha liberado, el que nos libra, aún nos librará en todo el FUTURO de nuestra historia. La fe adquiere fuerza en el presente por el recuerdo de las liberaciones pasadas de Dios; y desde la experiencia del presente, la fe mira hacia adelante con confianza al futuro, “en quien esperamos que aún nos librará”. Entonces, oh alma mía, no estés demasiado ansiosa acerca del futuro. Dios es fiel, Jesús inmutable, y todo lo que el Señor, tu porción, ha sido, Él lo es ahora, y Él lo será en todo problema, enfermedad y muerte futura —un Libertador todo suficiente, todo fiel, todo amoroso, que nunca te dejará ni te abandonará, hasta que Él te haya “liberado de las miserias de este mundo pecaminoso, teniendo Su perfecta consumación y dicha en el cuerpo y en alma en Su reino eterno y perpetuo.
“Invócame en el día de la angustia;
Yo te LIBRARÉ, y tú me honrarás”.
(Sal.50:15)
Octavius Winslow
(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)
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