17 de Octubre
"Mas lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo".
(Gálatas 6:14)
Ellos vivían para sí mismos. El yo, con sus esperanzas, promesas y sueños aún los controlaba; pero el Señor empezó a contestar sus oraciones. Ellos habían orado por contrición y Él les envió aflicción; pidieron pureza, y Él les envió una angustia conmovedora; pidieron ser humildes, y Él quebrantó sus corazones; pidieron morir al mundo, y Él mató sus más vivas esperanzas; pidieron ser semejantes a Él, y Él les colocó en el horno y se sentó junto a ellos "como un refinador y purificador de plata", hasta que ellos reflejasen Su imagen; ellos pidieron llevar Su Cruz, y al dársela, sus manos fueron laceradas.
Pidieron no saber el qué ni el cómo, y Él aceptó sus palabras y les concedió todas sus peticiones. Difícilmente estaban dispuestos a seguirle tan lejos o de aproximarse tan cerca de Él. Estaban poseídos de un temor y espanto como el de Jacob en Bet-el o el de Elifaz en las visiones de la noche, o como el de los apóstoles cuando creyeron que habían visto un espíritu y no sabían que era Jesús. Casi querían rogarle que se marchase de su lado, o esconder el temor reverencial que imponía, pero encontraron más fácil obedecer que sufrir, hacer que dejar de hacer, llevar la Cruz, que estar crucificados sobre ella. Pero no podían retroceder, porque habían llegado demasiado cerca de la Cruz invisible y sus virtudes habían penetrado muy profundamente en ellos. Él está cumpliéndoles a ellos Su promesa, "y Yo, si fuese levantado de la tierra, a todos arrastraré a Mí mismo". (Juan 12:32).
Pero al fin, ahora ha llegado su turno. Antes solamente habían oído del Misterio, pero ahora lo sentían. Él clavó en ellos Su mirada de amor como hizo con María y Pedro, y lo único que podían hacer era seguirle.
Poco a poco y de vez en cuando, el Misterio de Su Cruz brilla sobre ellos con rápidos destellos. Le contemplaron a Él resucitado, vieron la gloria que resplandece de las heridas de Su pasión sagrada; y a medida que miran y avanzan son cambiados a Su semejanza y Su nombre brilla por medio de ellos, porque Él está en ellos. Viven solos con Él Arriba en una comunión inexplicable; dispuestos a carecer de lo que otros poseen y ellos podían haber tenido y a ser diferentes a todo y solo semejantes a Él.
Así son en todas las edades aquellos "que siguen al Cordero donde quiera que Él va".
Si ellos o sus amigos hubiesen escogido, la elección hubiese sido diferente. Aquí hubiesen sido más ilustres, pero menos en Su Reino. Hubiesen tenido la porción de Lot, pero no la de Abraham. Si se hubiesen detenido en alguna parte, si Dios hubiese apartado Su mano de ellos y los hubiese dejado descarriarse, ¿qué es lo que ellos hubiesen perdido? ¿qué se hubiese perdido en la resurrección? Muchas veces su pie estuvo a punto de deslizarse, pero Él en Su misericordia los sostuvo. Ahora, aun en esta vida, ellos saben que todo lo que Él hizo estuvo bien hecho. Era bueno el sufrir aquí para poder reinar allí más adelante, llevar la Cruz abajo, para poder llevar la corona Arriba; y que se hiciese no la voluntad de ellos, sino Su voluntad sobre ellos y en ellos. - Anónimo
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