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EL SEÑOR MI ESPOSO (VIUDA Y MADRE), Octavius Winslow



Porque tu esposo es tu Hacedor, Yahweh de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor es el Santo de Israel, que se llama Dios de toda la tierra. Isaías 54:5
¡Cuán –adecuado a nuestras circunstancias, y entrañable para nuestros corazones– son los títulos y parentescos de Dios! ¿Hay algún otro más sagrado o precioso para la viuda cristiana que este, “Tu Creador es tu esposo”? El Señor nos trae a una elegante y experimental familiaridad Consigo mismo según las circunstancias en la que nos coloca. Así como aprendemos ciertas lecciones en algunas escuelas, de este modo aprendemos los tratos en los que el Señor nos sustenta en las situaciones de la vida en la cual esos parentescos divinos son de los más apropiados. De esta manera, puede que Él te haya hecho una viuda, una “viuda que en verdad lo es” (1 Tim. 5:3), para que Él pudiera estar contigo en una relación nueva y más fascinante, la relación de ESPOSO –siempre y cuando tú estés para Él en un nuevo y mejor carácter dependiente, el carácter de una viuda. Él es tu porción como tal.

Puede que tu pesar sea muy devastador, tu dolor demasiado profundo, tu desolación sumamente grande, tu pérdida realmente irreparable, el bolígrafo se encoge incluso al intentar describir esto. La fuerza y la belleza personal se han deshecho, el consejero terrenal ha desaparecido, la lengua que te bendecía está muda, el pecho en el que reposabas frío, el ojo que te miraba oscurecido, y todo el paisaje entero de la vida cubierto con una cruda frialdad y melancolía.

Pero el Señor es tu porción. “Porque tu marido es tu Hacedor; Yahweh de los ejércitos es su nombre”. Divorciada con la muerte de un esposo terrenal, tú eres unida especialmente y estrechamente al Esposo Divino y celestial –Dios en Cristo, se encuentra ahora en una más tierna relación contigo; de modo que ahora posees un nuevo y más sagrado derecho sobre Él. La viuda es el objeto de Su especial atención. Ningún ser Él ha resguardado más intensamente, ninguno por el cual Él haya tenido el más tierno cuidado.

Escucha algo de Sus conmovedores mandamientos respecto a ti. “A ninguna VIUDA… afligiréis” (Éx. 22:22). “Amparad a la VIUDA” (Isa.1:17). “Afirmará la heredad de la VIUDA” (Prov. 15:25). “Al huérfano y a la VIUDA sostiene” (Sal.146:9). Tal es la Porción Divina, bajo cuyas alas protectoras ahora has venido a descansar. “Tu MARIDO es tu Hacedor”.

Todo, e infinitamente más, lo que el esposo más tierno, más poderoso, y fiel alguna vez fue, el Señor es para ti. Dejémosle, como ninguno otro puede, llenar el lugar vacante. Él puede hacer siempre que tu corazón solitario y desolado cante de alegría. Abraza a Cristo nuevamente. Renueva tu “primer amor” con Él, el amor de tu más temprana unión.

No se encuentra nada excepto amor en la retirada de una persona tan querida; y sabemos que ese amor –maravilloso, tierno, amor incambiable- te guardará, te guiará y te consolará hasta que los corazones casados, separados por la muerte, se reúnan para renovar un compañerismo de amor en la presencia glorificada de Jesús que nunca será rota jamás.

¡Bendito Jesús! ¡Esposo celestial! ¡Déjame ahora estar unido solamente y por siempre en ti! Dame Tu Espíritu para sellar la sagrada unión. Posibilítame, como está ordenado en tu Palabra, “esperar en Dios, y ser diligente en súplicas y oraciones noche y día… practicar la hospitalidad; lavar los pies de los santos; socorrer a los afligidos; y practicar toda buena obra” (1 Tim.5:5,10). Y así, esforzándome por Tú gracia para glorificarte en el carácter solemne de una temerosa de Dios, una viuda que confía en Dios, permíteme regocijarme en Ti como mi Porción –mi esposo– creyendo que Tú me protegerás de la tentación, me proveerás en la necesidad, me consolarás en la tristeza, estarás conmigo en la muerte, y me darás un lugar en la cena de las Bodas del Cordero.

Además de la soledad de la viudez, puede que haya la carga pesada y ansiosa responsabilidad de la crianza de sus hijos y tuyos, huérfanos por mitad –huérfanos de padre. De ser así. Tú tienes ahora doble derecho en el cuidado y provisión de Dios; y esa demanda, ofrecida en la oración de fe, Él la reconocerá. Su promesa es –y sobre esas promesas debes depender– “Deja tus huérfanos, yo los criaré; y en mi confiarán tus viudas”. (Jer. 49:11). Dios ahora será, en su máximo sentido, el Padre de tus hijos. Él los preservará con vida; en otras palabras, Él proveerá para la vida que ahora es, y los hará participes de la vida que proviene de la soberanía de Su gracia. ¡Ten fe en Dios! Él nunca ha roto una promesa a uno de sus santos – y ¡Él nunca la romperá!

Octavius Winslow

(Por gentileza de E. Josué Zambrano)

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