¡Con
fe, así cualquiera! Esta es la clave de todo. La fe es la “antena
parabólica” que nos permite captar las ondas celestiales;
ondas de camino y verdad y vida. Es como un “sexto sentido”.
Así como sin la vista no podemos apreciar un cuadro, -no queriendo
eso decir que el cuadro no exista- sino que carecemos del sentido que
nos posibilitaría admirarlo; también ocurre lo mismo con las cosas
espirituales, las cuales no podrán apreciar quienes no hayan
recibido ese sexto sentido de la fe, -al que yo también suelo llamar
'la antena parabólica'- en una experiencia de salvación.
Cuando somos salvos recuperamos esa 'antena' que Adán perdió;
pérdida que después todos heredamos por 'genética' espiritual.
Aunque
nos parezca increíble, ya desde los tiempos de Abel, se disponía de
esta 'tecnología'; aunque solo algunos la conocieron. Esto es lo que
Pablo nos dice de ello en el libro de Hebreos (personalmente creo
que es el autor de esta carta, pues los estudios gemátricos de
Bullinger, entre otras cosas, no dejan lugar a dudas):
Heb.
11:1 Ahora bien, la fe ES
la firme seguridad
de
las realidades que se esperan,
la prueba convincente
de lo que no se ve.
Heb.
11:3 Por la fe entendemos que el
universo fue enteramente organizado por la palabra de Dios, de modo
que lo que se ve fue hecho de cosas no
visibles.
Heb.
11:7 Por la fe, Noé, cuando fue
advertido por Dios acerca de cosas que
aún no se veían ...,
Heb.
11:8 Por la fe, Abraham ... salió sin
saber adónde iba.
Heb.
11:13 Conforme a la fe ... mirándolo
de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que
eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
Heb.
11:26-27
… porque tenía
puesta la mirada en el galardón
... porque se mantuvo firme,
como viendo al Invisible.
Heb
12:1-2 ... corramos con paciencia la
carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús
...,
También
tenemos textos importantes con respecto a la fe en otras cartas de
Pablo:
Rom.
4:17 ... Dios ... llama
las cosas que no son, como si fuesen.
2ª
Cor. 4:18 no
poniendo nosotros la mira en las cosas que se ven, sino en las que no
se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se
ven son eternas.
2ª
Cor. 5:7 (porque por
fe andamos, no por vista);
El
primero de los textos reseñados es ni más ni menos que la
definición bíblica de la fe. En ella se nos dice que la fe ES, no
que ha sido o que será. Es en el momento presente, ahora, cuando
hemos de tener la certeza; pues si no no sería fe, sino esperanza.
La
fe es como el título de propiedad
que nos acredita ser dueños de las promesas bíblicas. No
absolutamente de todas las promesas, solo de las promesas que nos han
sido dadas como una Palabra rhema
a nosotros personalmente. Cuando recibimos una Palabra tal, no
necesitamos ver la promesa materializada para saber con certeza total
que la poseemos, esa fe será nuestro documento legal de propiedad.
Algo así ocurre cuando se compra un apartamento, un terreno,
acciones, etc. Podemos efectuar la compra sin que dichos objetos
estén a la vista, sino que nos bastará con el documento legal
notarial que acredite que los hemos comprado y ahora nos pertenecen y
ya no pertenecen al anterior propietario.
Sin
embargo, aunque la Biblia, la Palabra de Dios, es el documento legal
que nos acredita como herederos de todas las riquezas de nuestro
Padre Dios, muchas veces parece no ser lo suficientemente fiable para
nosotros; mientras tanto, no tenemos ningún reparo en confiar en las
palabras o documentos de familiares, amigos e incluso desconocidos.
Dios
en Su Palabra promete darnos tal cosa cuando cumplamos las condiciones.
Algunas veces cuestionamos si eso será verdad; sin embargo,
aceptamos sin la menor duda la palabra de, por ejemplo, nuestro jefe,
cuando asegura que nos pagará a fin de mes. En este caso no pensamos
si lo hará o no, e incluso así estamos dispuestos a trabajar todo
un mes por anticipado.
Resumiendo,
por la fe deberíamos saber que lo que esperamos, lo que no se ve; es
decir, lo de Arriba, está ahí, es real, cierto y en su momento
veremos la manifestación aquí abajo.
El
segundo de los textos nos dice que lo que se ve fue hecho de lo que
no se veía. Dios creó todo con Su sola Palabra. Así, que lo
tangible procedió de lo intangible. Esto quiere decir que lo
invisible es, si cabe, aún más real que lo visible.
Noé
fue advertido de cosas que aún no se veían; es decir, que ya
existían pero estaban en camino.
Abraham
empezó a caminar en obediencia, pero al igual que nosotros, él
tampoco conocía la totalidad de su camino. Solo miraba de lejos hacia el
final del mismo, pero lo creía, saludaba y confesaba como
cierto. Resalto lo de confesar, porque solo cuando hayamos
escuchado una Palabra rhema se producirá la fe para poder
verbalizar la promesa confesándola como nuestra. Confesar sin
recibir esa Palabra sería mentalismo, y el mentalismo no va
con Dios. Algunos, manejando demonios, es decir mediante brujería o
hechicería, pudieran tener algún éxito practicándolo, pero no sin
acarrear las consecuencias de tan grave pecado. Nosotros no tenemos
ninguna facultad para llamar cosas a la existencia a parte de Dios,
por mucho que el Movimiento de la Súper Prosperidad o el de la Súper
Fe así lo afirmen.
Abraham
y los demás héroes de la fe de Hebreos 11, tenían puesta su mirada
en el final del camino trazado desde el Cielo, en el galardón, no en
sus propios caminos. Ellos miraban Arriba hacia el Invisible y era
como si en realidad lo vieran. Los que caminan mirando hacia sus
zapatos se tropiezan con los árboles, pero ellos tenían puestos los
ojos en Jesús.
Enfoquémonos,
pues, en el premio o galardón y no en el precio, porque si el
premio es lo suficientemente grande el precio no será un obstáculo.
¿Conocen algún premio mejor que reinar con Cristo en el Reino
Milenial? Ese premio está reservado solo a los vencedores, no a
todos los cristianos.
Debemos
acostumbrarnos a imitar a nuestro Señor, llamando a las cosas que no
son como si fueran. Debemos confesar nuestra sanidad, prosperidad, u
otras promesas de la Biblia, pero siempre y cuando hayamos recibido
primero una Palabra rhema del Señor al respecto. Un ejemplo
muy claro de esto podemos verlo en el relato sobre Josafat de 2º
Crónicas 20:14-17:
2º
Cró. 20:14 Estaba allí Jahaziel hijo
de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Jeiel, hijo de Matanías,
levita, de los hijos de Asaf; sobre
él vino el Espíritu de Yahweh (dándole
una Palabra rhema)
en medio de la asamblea, 15 y
dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros
moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Yahweh
os dice así: “No temáis ni os
amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es
vuestra la guerra, sino de Dios. 16 Bajad mañana contra ellos; he
aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto
al arroyo, antes del desierto de Jeruel. 17 No tendréis que pelear
vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de
Yahweh con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis;
salid mañana contra ellos, porque Yahweh estará con vosotros”.
Si
leen la historia completa verán que primero vino esa Palabra rhema
que el Espíritu de Dios llevó a la asamblea por medio de Jahaziel,
produciendo la fe que necesitaban y ahuyentando el temor que tenían
ante la amenaza de esos tres ejércitos que los rodeaban.
Los
dos últimos textos que señalamos antes, son tan claros que casi
sobran los comentarios. Andar por fe o vivir por la fe
es mirar hacia las cosas de Arriba, las eternas, como también lo
dice la Carta a los Colosenses. Es cuando miramos el camino desde
abajo y a corto plazo, que tropezamos, que estamos atribulados,
cansados, ansiosos o angustiados. Lo temporal nos produce angustia
o ansiedad. Por ello, pongamos nuestra mirada en lo eterno.
Para
terminar, solo decir que vivir por la fe es un estilo de vida.
El cristiano tiene su propio estilo de vida. Cuando uno conoce al
Señor, pero todavía es un bebé o niño espiritual, andar por fe se
hace difícil. La solución es ensayar muchas veces y crecer hasta
hacerlo un hábito, porque el hábito viene con la repetición o
entrenamiento. Todas las cosas en que hoy tenemos habilidad
o que dominamos: andar, conducir, etc., son fruto de la repetición. Alguien dijo,
“siembra
un pensamiento y cosecharás un acto;
siembra un acto y cosecharás un hábito;
siembra un hábito y cosecharás un carácter;
siembra un carácter y cosecharás un destino”.
Pensamiento
– Acto – Hábito – Carácter - Destino
Ya
sabemos, hermanos, que todo es cuestión de SEMBRAR. Que el Señor
nos ayude para que al fin podamos decir con Pablo:
2ª
Tim. 4:7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera,
he guardado la fe.
Con
Cristo lo conseguiremos, porque desde la eternidad al tiempo y desde
el tiempo a la eternidad ÉL es nuestra FE, CAMINO y VERDAD y VIDA.
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