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DESÁNIMO Y DEPRESIÓN (NO ESCUCHES LAS SUPOSICIONES DE TU MENTE) / EL PELIGRO DE LAS AMISTADES / (Sorbos Místicos), François Fenélon




SOCORRO ANTE EL DESÁNIMO Y LA DEPRESIÓN

¿Te desanimas porque tu mente divague demasiado? ¿Qué esperas? Teresa de Ávila dice, “la mente es la loca de la casa”. Le da por improvisar escenarios atroces y te lleva lejos de estar al tanto de Dios en el momento actual. Sigue adelante. Deja de escuchar todas las horrendas historias que te susurra tu imaginación

Sigue adelante. Te sientes triste porque miras a Dios y no sientes Su presencia tanto como desearas. Te cansas de confiar en Dios por la fe. Te cansas de estar suspendida en el aire. ¡Quieres ver progresos! Cometes un error y caes en depresión. ¡Qué orgullo! ¡Qué obsesión con uno mismo!

Ama a Dios y acállate ante Él. Antes te castigarías, y montarías un cirio, a olvidarte de ti misma y mirar a Dios. Hacerle luto a tu debilidad no hará de ti alguien mejor. Sólo contribuirá a abrir un buen caso de autocompasión. Echar el más mínimo vistazo hacia Dios te tranquilizará mucho más.

En cuanto a la depresión natural debida a razones físicas, simplemente sopórtala en paz. Fija tus ojos en Dios. Haz lo que Él te muestre que hagas. Si requiere algo de ti, estupendo. Si no requiere nada de ti, entonces vive ante Él en paz.

En cuanto a que otros te defrauden, tienes que aprender a no esperar tanto de las personas. Es la única manera de evitar las desilusiones. Tienes que recoger el fruto que lleve el árbol... ¡pero recuerda que ciertos árboles sólo dan hojas y oruguitas! Dios tiene una paciencia infinita contigo al igual que con todas las personas. Ni siquiera se ofende por su resistencia hacia Él. Intenta imitar Su paciencia y misericordia. Sólo a la imperfección le molesta lo imperfecto. Cuanto más madures como cristiana tanto más paciente serás ante los defectos de los demás.

Cuando la depresión te aplaste, hay dos cosas que podrían ayudarte:

Primero, alivia tu tristeza con los medios que Dios te ofrece: No te cargues en exceso con cosas difíciles. Procura guardar la fuerza de tu mente y toda fuerza corporal. No te cargues a la espalda más de lo que tu valor pueda soportar. Aparta un tiempo para estar con Dios, para leer, y para la buena conversación. Tómate tiempo para entretenimientos inocentes que relajen la mente y el cuerpo al unísono

Segundo, lleva en paz todos los sentimientos de tristeza que aún se queden contigo después de hacer todas estas cosas para ayudarte. No luches contra ellos y a su debido tiempo se marcharán.



EL PELIGRO DE LAS AMISTADES

Es normal querer tener un buen amigo que te guste y a quién admirar. Es un gran placer en la vida tener amigos, pero las amistades pueden estar llenas de peligro, especialmente si vives en comunidad con un círculo cerrado de personas. Como miembro del Cuerpo de Cristo, ya no te perteneces a ti mismo. En un grupo que se reúne para honrar al Señor Jesús debes guardarte de formar amistades especiales. Estas te llevarán a pandillas o a un espíritu partidario.

Algunas veces, cuando alguien que te guste ha sido herido, te ves envuelto emocionalmente en  “agarra la ofensa”. Esto causará división en una casa más rápido que cualquier cosa que yo sepa. Pronto se trama y se cuchichea bajo cuerda y una sensación de división se infiltra en todo el asunto.

Por supuesto que a ti te tienes por inocente, e insistes que tan sólo arrimas tu hombro a lo que es justo. Los otros que observan esto son dañados. Eres un mal ejemplo para ellos y normalmente les obligas, de una forma sutil, a tomar partido.

Y para colmo tan sólo quiero decirte que los celos aparecen entre dos personas devotas del mismo amigo. Cada cual teme que el otro sea preferido. ¡Y menudos problemas origina esto!

Lo que es más, cuando tienes un amigo especial o un favorito, pones a esa persona en un aprieto. Una persona que es amada por otra a menudo hace que toda la comunidad sea crítica o esté celosa. O bien también quieren entrar en una amistad especial, o se ponen a criticar cómo creen que es esa persona. Es normal que hay sospechas y prejuicios infundados. Todo el mundo se ve mirando a alguien más en vez de a Jesús. Por último, te dañas a ti mismo. Te puedes llegar a preocupar tanto con los otros que pierdes de vista el señorío de Jesús en tu vida. Inviertes menos tiempo a solas con Él. Piensas en tus amigos y descuidas a tu Señor. Y cuando digas, “puedo manejar esta relación”, ¡cuidado!

No trates de individualizar a las personas para amarlas. Ama por igual a todos los que Dios te pida que ames. Si te sabes preocupado con una relación, trata de curarte poco a poco. Mira a todas las personas como son ... con sus cosas buenas y sus cosas malas. Así no los romantizarás.

¿Qué sacará en claro tu propia naturaleza de estos apegos tan poco saludables? Es algo que no debieras descuidar. Ama a tus amigos en y para Dios, y no por lo que te den. No seas tan egoísta.



(Por gentileza de E. JOSUÉ ZAMBRANO TAPIAS)

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