El
capítulo cuarto del libro de Proverbios habla muy claro de esta
senda o camino. Veamos algo al respecto.
“Guarda
mis caminos y vivirás”. (v. 4)
“Recibe
mis razones y se te multiplicarán años de vida”. (v. 10)
“Por
el camino de la sabiduría te he encaminado y
por veredas derechas te he hecho andar”. (v. 11)
“Cuando
anduvieres no se estrecharán tus pasos y si corrieres no
tropezarás”. (v. 12)
“ No
entres por la vereda de los impíos ni vayas por el camino
de los malvados, déjala, no pases por ella; apártate de ella,
pasa”. (v. 14)
“Más
la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va
en aumento hasta que el día es perfecto”. (v. 18)
“El
camino de los impíos es como la oscuridad, no saben en
qué tropiezan”. (v. 19)
“Tus
ojos miren lo recto y diríjanse tus pasos hacia lo que
tienes delante”. (v. 25)
“Examina
la senda de tus pies y todos tus caminos sean rectos”.
(v. 26)
“No
te desvíes ni a derecha ni a izquierda; aparta tu pie del
mal”. (v. 27)
La
propia Palabra es tan clara que solo haré unos breves comentarios:
Los
versículos 4 y 10 nos advierten que no caminar por la senda que el
Señor nos tiene asignada puede acortar nuestros años de vida.
El
14 nos previene seis veces, (no
entres-ni vayas-déjala-no pases-apártate-pasa;
¡seis
veces en un solo versículo!)
de lo importante que es no salirse de la vereda señalada. Tengámoslo
en cuenta, pues Dios no repetiría esto tan redundantemente sino
fuera de capital importancia.
Los
versículos 12 y 18 nos animan, mostrándonos que a medida que
aprendamos a caminar el camino se tornará más ancho, más cómodo;
tanto que hasta incluso llegaremos a poder correr por él.
El
19 nos muestra una verdad de perogrullo, enfatizando que en la
oscuridad no se puede ver y por tanto se tropieza.
Se
nos advierte en el 27 del problema de ensayar desvíos. Algunos de
ellos son nuestras propias obras, el activismo, la religiosidad, el
mundo, el dinero, la comodidad, los deleites, la lujuria, etc.
Además,
de en el libro de Proverbios, toda la Biblia habla por doquier del
camino, la vereda, la senda ... Si quisiéramos profundizar
simplemente podríamos buscar estas palabras en nuestras
concordancias. Aquí, sin embargo, solo trataremos un par de textos.
“...
que sea amor o que sea odio, no lo saben los hombres; todo está
delante de ellos”. (Ecl. 9:1)
Todo
está ya delante, pero lo desconocemos; solo lo vamos descubriendo
poco a poco, conforme Dios nos lo va mostrando. ¿Recuerdan la
“Alfombra Roja”?
“Y
a los que predestinó, a éstos también llamó; y a
los que llamó, a éstos también justificó; y a los que
justificó, a éstos también glorificó”. (Rom. 8:30)
¡Gloria
a Dios! Tanto usted como nosotros y como la Iglesia, ya
hemos sido glorificados y ya formamos parte de la Nueva
Jerusalén!
“He
peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he
guardado la fe”, (2ª Tim. 4:7).
Pablo
habla en fe, como ya realizado, de algo aún por completarse. Pudo
decir esto solo casi al final de su vida y en base a que tuvo
revelación del Señor de que lo conseguiría.
No
pensemos que porque el Plan de Dios para nuestra vida, nuestro
camino, ya esté predeterminado, somos algo así como zombis o
marionetas. A medida que este camino nos va siendo mostrado hemos de
decidir si colaboraremos o no con Dios. Él es Soberano y si se ha
propuesto algo con nosotros lo va a lograr; nosotros decidiremos si
por las buenas o por las malas. Dios quiera que, nos guste o no ese
camino, decidamos obedecerle, porque así evitaremos mucho retraso y
sufrimiento. Tendremos, igual que Pablo, que pelear, velar y no
desmallar, para poder acabar diciendo como él, que acabamos nuestras
carreras y guardamos nuestra fe.
Orar,
esperar. Andar, correr, e incluso levantar alas como las águilas
(Is. 40:31), en la senda del Señor Jesucristo: una senda de hierro y
terciopelo. ¡Andar la emoción de ser libres!
“Yo
soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie
viene al Padre sino por Mí”. (Jn. 14:6)
Camino
o senda, verdad o realidad, vida o conexión a
la fuente de poder de Dios.
Pablo
lo consiguió, pudo guardar la fe no desconectándose. Ese fue su
secreto. Secreto que también conocieron otros grandes hombres de
Dios. Compartamos con ellos, lo que el Señor les mostraba. Lo
tenemos en la Carta a los Hebreos, capítulos 11 y 12.
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