Ef.
2:10 Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para
buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que
anduviésemos en ellas.
Dios
nos habla de SUS obras y no de NUESTRAS obras, de lo que el tiene
preparado de antemano en ese camino estrecho escondido del que
hemos estado hablando en el epígrafe anterior. No está hablando de
lo que a nosotros se nos pueda ocurrir hacer en la zona roja.
Más
claro ni el agua. Por eso a este versículo le llamamos la “Alfombra
Roja”, porque es una imagen excelente de lo que la Biblia llama
“andar en el espíritu”, en contraposición a la dirección
anímica propia. Dicha alfombra sería la senda o camino, que el
Señor nos tiene aparejado. Solo tenemos que pedirle al Padre que nos
vaya desenrollando la alfombra y esperar que lo haga antes de
avanzar. Esperar es lo más duro y en hacerlo está la clave del
éxito. Esto es similar a lo que el pueblo de Israel hacía en el
desierto siguiendo la Nube Santa. Ellos esperaban el levantamiento de
la Nube (un tipo del Espíritu Santo), para desmontar el campamento y
el Tabernáculo y proseguir su camino (véase Números 9:15-23).
Mientras
caminemos sobre el trozo de alfombra que Dios haya desenrollado (Zona
verde. Ver fig. en cap. anterior), sin desviarnos ni a derecha ni a izquierda (Pr. 4:27); es
decir, sin salirnos de la alfombra, todo será gozo y paz en el
Espíritu Santo. Pero si nos salimos de ella, bien retrasándonos
cuando la nube se levanta (temor-angustia) o bien cuando
queramos avanzar más rápido que al ritmo al que Dios nos conduce,
partiendo antes que la Nube se levante (ansiedad-impaciencia,
-la mente yendo más rápido que la vida), tendremos problemas,
peligros y caídas innecesarios.
Además
hay que decir que cuando caminamos sobre la alfombra sin desvíos,
retrasos u atropellos, aunque tengamos gozo y paz, también habrá
obstáculos que no deberemos eludir, sino sobrepasar con la ayuda de
Dios. Éstos obstáculos serán puestos en nuestro camino por Dios
para nuestro entrenamiento, crecimiento y maduración personal. Son
las pruebas de Dios y la disciplina del Espíritu Santo.
Caminar
por esta senda con impaciencia y precipitación, sin esperar a
conocer cual sea la voluntad buena, agradable y perfecta de Dios
(Rom. 12:2), supondrá ir a ciegas, a oscuras, no pudiendo ver los
los obstáculos por delante ni los indicadores de dirección, lo que
nos llevará a tropezar, caer y hacernos daño.
Los
desvíos, extravíos, descarríos, retrasos y avances precipitados,
se pagarán muy caro con dolor y sufrimiento, que serán vanos por
innecesarios. Es solo nuestra insensatez la que nos priva de asir las
promesas y alcanzar la vida abundante y victoriosa, que el Señor nos
tiene preparada sobre esa Alfombra Roja.
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