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LA ACEPTACIÓN DE LA DISCIPLINA DEL ESPÍRITU SANTO - Parte 4: ACEPTACIÓN, APLICACIÓN, EXAMEN, PRUEBA Y CONCLUSIÓN , La Experiencia de Vida-Witness Lee



VI. LA ACEPTACIÓN DE LA DISCIPLINA DEL ESPÍRITU SANTO

Para aceptar la disciplina del Espíritu Santo debemos tomar nota de los siguientes puntos:

A. Reconozca que es la disciplina

El reconocimiento precede a la aceptación. Cuando recibimos al Señor como nuestro Salvador, primero debemos reconocer que Él es el Salvador. De igual manera, al aceptar la disciplina del Espíritu Santo, primero debemos reconocer que todo lo que afrontamos proviene de la disciplina del Espíritu Santo. En otras palabras, cada vez que nos encontramos con algo, debemos darnos cuenta de que esto procede del Espíritu Santo, y debemos reconocerlo como Su disciplina.

Previamente nos hemos referido a Romanos 8:28, que dice que todas las cosas obran para bien. Mateo 10:29-30 también dice: “No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados”. Estos pasajes muestran que todas las cosas que vienen a nosotros, aun un asunto trivial como la caída del pelo, han sido permitidos y medidos por Dios para que obren en nuestro beneficio espiritual. En consecuencia, con respecto a todas las cosas, debemos admitir que son la disciplina del Espíritu Santo.

B. Encuentre el propósito

Puesto que reconocemos que cualquier cosa que venga a nosotros es la disciplina del Espíritu Santo, debemos descubrir cuál es el propósito de la disciplina. Por ejemplo, alguien que haya sido golpeado por un automóvil no puede pensar ingenuamente que puesto que esta es la disciplina del Espíritu Santo, es suficiente alabar al Señor; si tal es el caso, él no puede cosechar el beneficio. El debe preguntarse: ¿Por qué fui golpeado por el automóvil? ¿Cuál es el propósito del Espíritu Santo al darme tal disciplina? ¿Es esto para castigarme, educarme o quebrantarme? El debe tener un corazón anhelante y un espíritu de oración; él debe permanecer callado delante del Señor buscándole hasta que sepa con certeza que es un problema o una necesidad en particular lo que causa que sea disciplinado por el Espíritu Santo. De esta manera él puede aprender la lección espiritual y obtener un beneficio práctico.

C. Confiese en cuanto al punto específico por el cual es tratado

Una vez que nos cercioramos de que el propósito de la disciplina del Espíritu Santo al tratar con nosotros tiene que ver con un problema, debemos confesarlo de una manera seria delante del Señor. Si no hubiese sido por ese problema y dificultad no habríamos tenido necesidad de la disciplina del Espíritu Santo. Ya que el Espíritu Santo arregla el ambiente para disciplinarnos con respecto a un punto específico, debemos darnos cuenta de que es en tal punto específico que tenemos un problema delante de Dios, ya sea que seamos obstinados u orgullosos, testarudos o desobedientes, no dispuestos a pagar el precio, o no dispuestos a negar el yo; es una cosa u otra la cual debe ser quitada o quebrantada, tratada o derribada. De cualquier manera existe un problema. Debemos recordar que la disciplina del Espíritu Santo nunca hace que suframos sin razón; más bien, se debe siempre a que hay áreas dentro de nosotros que necesitan ser tratadas. El Espíritu Santo quizás ya nos ha ungido muchas veces, sin embargo, seguimos desobedeciendo; por lo tanto, El ha dispuesto tal disciplina para ayudar a Su unción interna. En consecuencia, una vez que descubrimos el propósito de la disciplina del Espíritu Santo, debemos tener una confesión cabal con relación al punto en cuestión.

D. Sométase

Después de que confesamos nuestros pecados, debemos someternos mediante el Espíritu Santo. Esta sumisión implica aceptaciónDespués de que vemos que el propósito de esta disciplina es tratar con un punto específico, debemos someternos en ese punto particular. Sólo entonces podemos aceptar la disciplina del Espíritu Santo.

E. Adore

Después de que aceptamos la disciplina del Espíritu Santo, debemos adorar a Dios. La adoración es la forma más alta de gratitud. Debemos adorar a Dios por Su obra en nosotros y la forma en que trata con nosotros. Por Su trato con nosotros, por Su deseo en nuestra vida y por quebrantarnos en tal manera, debemos no sólo dar gracias delante de Él, sino también adorarle.

El cuadro más claro en la Biblia de un hombre que adora a Dios se ve en Jacob. Cuando estaba muriendo, él adoró a Dios apoyado en su bastón. Ese bastón, el cual él llevó consigo a través de toda su vida, muestra por un lado la experiencia completa de su vida, y por otro, su vida como un peregrino. Ponemos más énfasis en el aspecto de la experiencia de toda su vida, porque ésta incluye su vida como peregrino. Por lo tanto, que Jacob adorara a Dios apoyado en su bastón, significa que él adoró a Dios en conformidad con su experiencia. Cuando una persona tiene la experiencia de ser dirigida por Dios, entonces puede rendir adoración delante de Él. Sin embargo, si alguien nunca ha tenido la experiencia de ser tratado por Dios, le es difícil rendir adoración delante de Dios. Toda adoración del hombre a Dios está basada en la experiencia del hombre delante de Dios. En consecuencia, después de haber sido disciplinados delante de Dios necesitamos tener una adoración muy clara, segura y solemne. En este momento, estamos realmente aceptando la disciplina de Dios en una manera firme.

Algunas veces parece que hemos aceptado la disciplina delante de Dios, sin embargo, no completamente, porque ni hemos confesado cabalmente ante Él, ni hemos aceptado la disciplina de Dios, ni lo hemos adorado solemnemente. Tal parece que hemos aceptado la disciplina pero no la hemos aceptado cabalmente; por esto la aceptación no es sólida. Que en lo sucesivo, cuando aceptemos la disciplina del Espíritu Santo, podamos descubrir el propósitoreconocer nuestras flaquezas y debilidades, someternos desde lo más profundo y finalmente adorar a Dios. En esta forma nuestra aceptación será muy firme.

VII. LA APLICACIÓN DE LA DISCIPLINA DEL ESPÍRITU SANTO

Aplicación significa aceptación continua. Si la naturaleza de la disciplina es temporal, ésta termina después de que la hemos aceptado. Sin embargo, si la naturaleza de la disciplina es de una duración extensa y larga, necesitamos no sólo aceptarla, sino saber cómo aplicarla.

Tome por ejemplo el caso dado anteriormente con respecto al accidente automovilístico. Aquella fue una disciplina temporal. Mientras el hermano que fue golpeado estuvo en la cama del hospital, él se dio cuenta de la causa de ser disciplinado y se sometió. Poco después fue sanado y de esta manera la disciplina terminó. No obstante, cuando Dios prepara una esposa, un esposo o un colaborador para nosotros, uno que esté diariamente a nuestro lado, esta clase de disciplina la debemos no meramente aceptar una vez, sino que debemos aplicarla continuamenteAplicar la disciplina quiere decir que nosotros cooperamos con el Espíritu Santo y le ayudamos a que nos discipline y nos trate. Cuando los niños pequeños toman medicinas, algunas veces necesitan que un adulto les tape la nariz forzándolos, para que de esta manera la medicina pase por su garganta. Esto no es necesario cuando los adultos toman medicina. A pesar de que la medicina es amarga, ellos se la toman solos. Por esto, para aplicar la disciplina del Espíritu Santo, no debemos ser como niños pequeños al tomar medicinas, que tienen que ser forzados por Dios para que la acepten, en vez de eso, debemos aplicarla voluntariamente y de buena gana.

Debemos creer que todas las circunstancias que se nos plantean no son sólo un arreglo temporal o accidental del Espíritu Santo, sino que han sido dispuestas de antemano por el Espíritu Santo en el plan eterno de Dios. Antes de que fuésemos salvos y aun antes de que naciéramos, Dios había dispuesto de antemano nuestros padres, cónyuge, hijos, iglesia o colaboradores. En todo el universo, Dios ha ejercido Su sabiduría grandemente al ocuparse de todas estas medidas disciplinarias maravillosas para poder tratar con nosotros. Por lo tanto, nunca debemos desear que Dios cambie a la parte contraria o el ambiente. Debemos continuar aceptando y aplicando Su disciplina hasta que seamos derribados y quebrantados.


VIII. EL EXÁMEN DEL RESULTADO

Cuando aceptamos la disciplina del Espíritu Santo, necesitamos echar una mirada atrás después de un cierto período de tiempo y examinar qué resultado hemos obtenido de esta disciplinaAlgunas personas han sido disciplinadas continuamente, sin embargo, no hay resultado alguno. Cierto hermano pudo haber pasado a través de diez o veinte años de disciplina y haber experimentado todo tipo de problemas, tales como estar sin trabajo, atravesar pobreza, enfermedades, angustias y otras amarguras de la vida; sin embargo en él no hay evidencia de ninguna grieta, herida o quebrantamiento. El es como una concha irrompible de hierro. No importa cuántos tratos él haya atravesado, permanece sellado e intacto, sin ningún resultado de la disciplina. ¡Esto es ciertamente lamentable!

No piense que nosotros no tenemos heridas porque no ha habido ninguna disciplina. Realmente, a ninguno de nosotros se nos deja sin disciplina. Nuestro Dios nunca ha errado, Su mano puede ser vista en todo lo que emprendemos. Como regla general cada uno de nosotros debe ser quebrantado y mostrar el resultado de haber sido disciplinado. Cuanto más tiempo un hermano ha estado en la iglesia, más quebrantamiento debe de tener. Ser quebrantado es ser derribado. Por medio del quebrantamiento nuestra constitución natural llega a su fin. Sin embargo, si pasamos por la disciplina y no hemos sido quebrantados, ni mostramos evidencia de haber sido golpeados o derribados, esto prueba nuestra falta de aceptación de la disciplina del Espíritu Santo y especialmente nuestra falta de aplicar esta disciplina. Si tal es el caso, simplemente hemos puesto todo en manos del destino, permitiendo que las circunstancias pasen de largo sin ningún sentido mientras el tiempo pasa.

Por esto, cada uno de nosotros debe mirar siempre atrás y examinar el resultado obtenido de la disciplina. El resultado mostrará si nuestra condición espiritual es rica o pobre. Cuanto más aceptemos la disciplina del Espíritu Santo, mayor será el resultado y más rica será nuestra condición espiritual. Sin embargo, si aceptamos poca disciplina, el resultado correspondiente será pequeño y la condición espiritual pobre.


IX. LA PRUEBA DE LA DISCIPLINA DEL ESPÍRITU SANTO

La disciplina del Espíritu Santo no sólo es dada para tratar con nosotros o quebrantarnos, sino también para probarnos.

Algunas personas han estado en aflicciones dolorosas, pero después de un período de tiempo sus sufrimientos pasan y sus vidas se vuelven cómodas. No se les critica sino que se les alaba; no se les oprime, sino que se les exalta; todo les sale bien. Tal ambiente próspero prueba dónde estamos en el camino.

Por lo tanto la disciplina del Espíritu Santo consta no sólo de las pruebas de los sufrimientos, sino también de las pruebas de la prosperidad. Algunos hermanos y hermanas pueden soportar las aflicciones de la pobreza, pero no pueden pasar la prueba de ser ricos. Algunos pueden soportar la crítica y el ataque, pero no pueden pasar la prueba de ser alabados y exaltados. Algunos, que nunca han sido expuestos a las riquezas aseguran que ellos no aman el dinero. Esto no es confiable. No es sino hasta que el oro y la plata están al alcance de ellos que será probado si ellos realmente aman el dinero o no. Algunos dicen que ellos amarán a sus esposas, pero esto lo dicen porque no la tienen; una vez que ellos tienen una esposa a la cual amar, será probado si ellos la aman o no. Para exponer nuestra condición interior necesitamos que el Espíritu Santo no sólo use un ambiente doloroso de aflicciones, sino que también necesitamos que el Espíritu Santo nos ponga en un ambiente favorable para probarnos. Por eso, la disciplina del Espíritu Santo obra por medio de las aflicciones y de las pruebas simultáneamente. Pero normalmente la disciplina del Espíritu Santo que viene por medio de las aflicciones es siempre más frecuente que las pruebas que vienen a través de la prosperidad.

X. PALABRA DE CONCLUSIÓN

La disciplina del Espíritu Santo es una lección importante para los santos. Hay muchas lecciones positivas para los santos, pero ésta es la única que es negativa. A pesar de que hay otras lecciones de tratos que tienen que ver con aspectos negativos, aún así, todos ellos requieren la coordinación de la disciplina del Espíritu Santo. En la Biblia, los antepasados y todos los vencedores en el camino de la vida, según se narra en la historia de la Iglesia, han tenido experiencias ricas y definidas en este respecto. A pesar de que ellos no utilizaron necesariamente la expresión “la disciplina del Espíritu Santo”, con todo, es sumamente evidente que ellos experimentaron circunstancias diversas que les confrontaban con aflicciones y pruebas. El apóstol Pablo, en Filipenses capítulo 4, nos dice que él sabía vivir humildemente y tener abundancia; esto se debe a que había aprendido las lecciones de la disciplina del Espíritu Santo en medio de todas las circunstancias. Mucho más nosotros, quienes buscamos el crecimiento en vida, debemos prestar plena atención a esta lección, no sólo para conocer plenamente estos puntos, sino para aceptar cabalmente los tratos. Entonces permitiremos que la mano del Alfarero nos moldee y nos forme a nosotros, los pedazos de barro, para que lleguemos a ser vasos apropiados, llenos de la gloriosa imagen de Su Hijo.

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