14/09/2017
En mis
primeros años la iglesia me enseñó que todos los que son salvos
van al Cielo cuando mueren. También me enseñaron que seríamos
resucitados de entre los muertos. Nadie me explicó la aparente
contradicción entre estar en el Cielo y en la tumba, ni pensar
en preguntar.
Cuando
tuve edad suficiente para hacer mi propio estudio bíblico serio (en
los años 70), leía libros que me convencieron de que los muertos
estaban durmiendo hasta la resurrección de los muertos. El Salmo
115:17
dice: "Los
muertos no alaban al Señor, ni tampoco ninguno de los los que bajan
al silencio".
Eclesiastés
9: 5
dice: "Los
muertos nada saben".
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan de los muertos como
estando dormidos (2
Samuel 7:12 KJV,
Hechos
7:60,
1
Corintios 15:18).
En aquellos
días yo creía que el alma era el único asiento de la consciencia y
que mi alma era "el verdadero yo". Yo veía mi espíritu
como algo distinto de "mí" y lo comparaba con el aire que
respiramos. Era algo prestado de Dios, no pertenecía y no forma
parte de "mí". Creo que esto se refleja en uno de los
libros que escribí a finales de los años setenta.
Pero
entonces en 1979 topé con la pared de ladrillo en mi vida de
oración, ya no sabiendo cómo orar. Puesto que Dios era soberano,
¿por qué estaba pasando tanto tiempo de oración diciéndole las
cosas que Él necesitaba saber? ¿Por qué le estaba pidiendo cosas
que probablemente no me serían beneficiosas a largo plazo?
Finalmente rogué: "Enséñame
a orar".
Bueno, eso
estuvo bastante bien. Poco después perdí mi ministerio, casa,
auto, reputación, amigos, todo menos mi familia. Pasé más de
un año en mi experiencia en el desierto preguntándome qué había
pasado, y por qué. Ahora sé que Dios me había forzado a una
posición donde tenía que aprender a orar, porque si no aprendía
a orar, sabía que no sobreviviría.
Fue en
medio de este año de aprender a escuchar Su voz que me di
cuenta de una contradicción dentro de mí. Sabía que algunas
cosas que yo no creía eran ciertas. Al reflexionar sobre esta
contradicción, llegué a la conclusión de que yo era
esquizofrénico o que tenía más de una consciencia. Por
supuesto, yo podría haber sido esquizofrénico en ese momento, pero
creo que ahora estoy bien.
De
esa experiencia, sin embargo, se
hizo evidente para mí que tenía dos asientos de consciencia dentro
de mí.
Por ejemplo, cuando en las profundidades de la desesperación a
finales de 1982 perdí
toda esperanza y ya no podía creer que "todas
las cosas funcionan juntas para bien",
una verdad de Romanos
8:28
que había enseñado y creído durante muchos años hasta este punto.
Sin embargo, algo más dentro de mí todavía sabía que este
versículo era cierto.
Ahora
sé que Dios
me empujó al punto
de ruptura de la desesperación,
para
que aprendiera los límites de mi alma.
Mi
alma sólo puede creer las cosas hasta cierto punto, pero en algún
momento no podría ir más lejos, porque era todavía carnal.
Fue entonces cuando descubrí 1
Corintios 2:14
y finalmente
entendí la distinción de Pablo entre el hombre anímico y el hombre
espiritual.
Entonces comprendí el conflicto interior de Pablo en Romanos 7 donde
él habla de los dos "yoes" que luchaban entre sí.
La parte
maravillosa de esta revelación fue que me enseñó que aunque mi
alma había llegado al final de su capacidad de tener fe, mi espíritu
estaba tranquilo e impasible. Mi espíritu sabía la verdad, y
ninguna circunstancia adversa podía sacudirlo de su reposo en el
conocimiento de Dios. Entonces le agradecí a Dios que mi
relación con Él y mi destino en sí no dependiera de la fe de mi
alma ni de su capacidad para creer la verdad. Mi
espíritu era más grande que mi alma, y todo lo que tenía que hacer
era identificarme con mi hombre espiritual.
Y así mi
identidad cambió de mi alma a mi espíritu, y en los años
siguientes cuando aprendí a caminar de acuerdo con el espíritu,
adquirí comprensión por la experiencia práctica de la intercesión
y la guerra espiritual. De 1983 a 1989 formé parte de la Red de
Oración, que me enseñó muchas cosas que necesitaría saber cuando
Dios me trajera de vuelta al ministerio (1993). [NOTA
DEL TRADUCTOR: Esto viene porque esa experiencia de encierro donde
Dios nos mete en el callejón sin salida de la desesperación, el
“cul
de sac”
que dirían los franceses, acaba por partir o dividir nuestra alma de
nuestro espíritu -He. 4:12. De aquí en adelante podremos empezar a
discernir ambos. Al muy poco tiempo tendremos la revelación de que
el hombre viejo debe morir y ser sepultado (cruce del Jordán) en
nuestra experiencia personal. Cuando se nos muestre el día propicio
asentiremos en descender al “sepulcro” y esperar allí quietos un
tiempo, tal vez horas o días, a que la puerta del sepulcro se abra
desde fuera y conoceremos el gozo de salir en novedad de vida.
¡Habremos nacido de nuevo, experimentando la nueva criatura y
entrando en Su Reposo! Desde aquí empezaremos a andar en el
espíritu. ¡Un nuevo comienzo en la Vida con mayúscula!, dejando
atrás el desierto, la carne, la religión, el humanismo, …
Podremos decir con Job. “¡De
oídas te había odio, pero ahora mis ojos te ven”!
Antes veíamos a los hombres
como árboles,
pero ahora vemos con la nitidez de la segunda (tal vez deberíamos
decir tercera, contando Pascua y Pentecostés) obra de gracia -Mar.
8:24-25. ¡Estamos en la buena Tierra! (“Cristo
formado en nosotros la esperanza de gloria”-Col
1:27, “hijitos
míos por los que sufro dolores de parto hasta que Cristo sea formado
en vosotros”-Gál.
4:19). ¡Estamos en Tabernáculos!]
Mi
período de formación duró doce años, comenzando el 12 de
noviembre de 1981 hasta el 12 de noviembre de 1993. Dios me había
revelado en junio de 1982 que se trataba de un curso de formación de
doce años. Me costaba mucho creerlo en ese momento, porque parecía
demasiado largo. Pero sucedió. Nueve días después de que terminó
el tiempo, comenzamos nuestra primera campaña de oración. La
Campaña de Oración del Jubileo comenzó el 21-29 de noviembre de
1993.
Mirando
hacia atrás, puedo decir que aprender quién soy, mi verdadera
identidad, fue una de las verdades más importantes que
necesitaba saber. En segundo lugar, necesitaba saber cómo orar y
escuchar la voz de Dios. Antes de ese tiempo, había tratado de
ministrar y enseñar sin saber estas cosas. Ahora veo lo anímico
que era en aquellos días, pero en aquellos momentos, pensaba que era
espiritual. Hoy veo que mi alma no es espiritual, sino religiosa
en el mejor de los casos.
Debido a mi
experiencia personal y revelación, mi comprensión de la muerte y
la resurrección cambió por tercera vez. En mi vida temprana
creí que mi alma era inmortal y iría al Cielo cuando muriese,
porque en ese tiempo me habían enseñado esta visión griega de la
naturaleza del hombre. En los años 70 rechacé la opinión griega
y llegué a creer que el alma era mortal. Y, porque yo creía que mi
alma era "el verdadero yo", comprendí que permanecería en
la tumba hasta la resurrección de los muertos.
Luego, en
los años 80, vi que mi espíritu era "el verdadero yo",
pero sólo si afirmaba que es así (NOTA
DEL TRADUCTOR: Por nuestra personal experiencia pensamos que ni
siquiera consiste inicialmente en nuestra afirmación; pues se trata
mas bien de una experiencia de “alta cirugía espiritual”, que
ha dividido alma y espíritu; aunque, efectivamente, en adelante
deberemos elegir a quien seguir, ahora que los distinguimos más
claramente. Ese discernimiento crecerá gradualmente con la
experiencia). Esencialmente, yo tenía la opción
de ser mi alma o mi espíritu. Durante la década de los ochenta,
empecé a comprender el Tribunal Divino y a entender la diferencia
entre la realidad jurídica y la realidad actual.
Esto
se basó en mi anterior entendimiento de Romanos 4, donde Dios
nos imputa justicia, llamando a lo que no es como si fuera
(Romanos
4:17 KJV)
(NOTA
DEL TRADUCTOR: Ahora entendemos verdaderamente que somos aceptos en
base a la justicia imputada, ¡somos el hijo amado en quien Dios se
complace y nos aceptamos, la culpa se va!).
Nuestra posición justa ante Dios es una realidad legal, aunque no
una realidad actual. En
otras palabras, no soy perfecto, pero legalmente
poseo
la justicia de Cristo,
porque he sido justificado por la fe. Esto me da la debida posición
en el Tribunal Divino de la Ley.
En
la década de 1980, la declaración de Pablo en Romanos
7:14,
"la
ley es espiritual",
se convirtió en una revelación para mí. Antes de ese tiempo, pensé
que Pablo estaba diciendo que la Ley debía ser espiritualizada; pero
llegué
a ver que la Ley era la expresión de la naturaleza de Dios, es
decir, Su amor, y que Dios es espíritu.
Por lo tanto, la Ley era de hecho espiritual y no carnal, como muchos
han enseñado. Aquellos que no entienden que la Ley es espiritual
tienden a apartarla como si fuera carnal e incluso malvada. Hacen
todo lo posible para evitarla a fin de mantener su espiritualidad;
pero en realidad se vuelven carnales, porque evitan cualquier
revelación que venga de la Ley espiritual.
Así que a
medida que adquirí la comprensión de estas cosas, pronto me di
cuenta de que yo era dos personas. Yo era un alma y un
espíritu, y necesitaba elegir mi identidad. ¿Quién soy? Si
seguía identificándome con mi alma, entonces naturalmente saldría
esa vida. Bueno, fui ante la Corte Divina y cambié mi nombre.
Ahora estoy oficialmente registrado como un hombre nuevo, en que
mi espíritu es ahora el verdadero yo.
Hago
lo que puedo para mantener mi alma rebelde en sujeción a mi
espíritu,
pero incluso cuando mi alma desobedece, he aprendido a decir con el
apóstol Pablo: "Ya
no soy yo el que lo hace, sino el pecado que mora en mí"
(Romanos
7:20).
Si mi carne peca, es porque mi alma carnal lo ha hecho; pero
yo no soy mi alma, porque me niego a identificarme con ella. Mi
trabajo es mandar que mi alma vuelva a su posición como mi esclava,
es decir, la esclava de mi espíritu, que es el verdadero yo.
Con
todo esto en mente, permítanme decir nuevamente que tanto el alma
como el espíritu tienen consciencia. Se requiere una identidad
consciente para tomar la iniciativa en la vida de cualquier persona.
El espíritu tiene la ventaja de apreciar o discernir espiritualmente
todas las cosas (1
Corintios 2:14,15),
mientras que la capacidad del alma para discernir es muy limitada. El
espíritu es el "hombre interior" en Romanos
7:22,
donde Pablo dice: "Yo
me deleito en la ley de Dios en el hombre interior".
Por lo tanto, el
hombre espiritual de Pablo tiene la capacidad de sentir alegría
mientras está de acuerdo con la Ley de Dios.
¡Sólo un ser consciente puede estar de acuerdo con cualquier cosa!
10
Y si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto [mortal]
a
causa del pecado, mas el espíritu está vivo [inmortal]
causa
de la justicia. 11 Pero si el Espíritu de Aquel que resucitó a
Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a
Cristo Jesús de entre los muertos, dará también vida a vuestros
cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que habita en vosotros.
Pablo
dice que el cuerpo es mortal a causa del pecado de Adán. Romanos
5:12
dice que a causa del pecado de Adán, la muerte (mortalidad) fue
transmitida a todos los hombres. Pero Pablo también dice, "pero
el espíritu está vivo",
o está inmortal. La
pregunta, por supuesto, es si el espíritu de cada hombre es
intrínsecamente inmortal, o si se vuelve inmortal en el momento en
que una persona tiene fe en Cristo.
En otras palabras, ¿es la inmortalidad del espíritu inherente por
naturaleza o condicionada a la expresión de fe en Cristo?
Pablo
no es tan claro sobre esta cuestión como yo quisiera; pero en mi
opinión, la promesa del Nuevo Pacto de Dios es que todos los hombres
sean Su pueblo y que Dios sea el Dios de todos (Deuteronomio
29:12,13,14,15).
No todos son creyentes en el tiempo presente, por supuesto, y la
mayoría de la gente muere sin tener fe en Jesucristo; pero el
fracaso de los hombres no puede hacer fallar la promesa de Dios. De
hecho,
"Dios
ha encerrado a todos en desobediencia para mostrarles misericordia a
todos"
(Romanos
11:32).
Por
lo tanto, desde
la perspectiva divina, donde Dios ve el fin desde el principio, el
espíritu de cada hombre es inmortal.
Dios lo logró mucho antes de que naciéramos. Es una realidad ante
Sus ojos, o, como diríamos, es
una realidad legal,
es decir, una realidad
espiritual;
sin embargo, en lo que respecta a la historia y el tiempo, "todavía
no vemos todas las cosas sujetas a Él"
(Hebreos
2:8).
Así,
desde la perspectiva del tiempo terrenal, los espíritus de la
mayoría de los hombres todavía no están vivos,
al menos en cierto sentido. Cada respuesta sólo plantea más
preguntas, y es casi imposible llegar al fondo de cualquier cosa o
sondear las profundidades de una sola verdad. Parece que la vida y la
consciencia son dos cosas diferentes. Un
incrédulo no puede tener un espíritu inmortal, pero su espíritu
sigue siendo consciente incluso después de que su cuerpo muere.
Eso, por supuesto, plantea preguntas: ¿A
dónde va su espíritu?
¿Cuál
es su condición antes del juicio del Gran Trono Blanco?
No
puedo encontrar ningún comentario sobre estas cosas en las
Escrituras. En el mejor de los casos, sólo podía ofrecer opiniones
personales. Pero esas opiniones sólo plantearían más preguntas
para una discusión interminable. En algún momento, la discusión
debe llegar a su fin. Sin
embargo, mi
conclusión es que mi propio espíritu es inmortal, junto con los
espíritus de todos los creyentes genuinos que han sido infundidos
con el Espíritu de Dios; si mi cuerpo y mi alma mueren, mi espíritu
regresará a Dios mientras mi cuerpo es colocado en una tumba o en la
tierra. Mi alma irá al sheol-hades,
que es lugar de sueño inconsciente.
La
resurrección es necesaria para dar al espíritu una expresión
terrenal del carácter de Cristo, para que el Cielo y la Tierra
puedan casarse y disfrutar de la unidad que se perdió cuando Adán
pecó. El amor de Dios entonces impregnará toda la Creación,
expulsando toda oscuridad. En ese momento, tendremos nuevos cuerpos y
nuevas almas que se someterán totalmente al liderazgo del espíritu.
El espíritu tendrá la capacidad de viajar de un lado a otro entre
el Cielo y la Tierra, como lo hizo Jesús después de Su
resurrección.
Etiquetas: Teaching Series
Categoría: Enseñanzas
Dr. Stephen Jones
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