Ahora consideraremos la duodécima experiencia de nuestra vida espiritual: La aceptación de la disciplina del Espíritu Santo.
I. EL SIGNIFICADO
DE LA DISCIPLINA DEL ESPÍRITU SANTO
La disciplina del Espíritu Santo que estamos considerando no se refiere a la disciplina interna del Espíritu Santo, pues ésa es la función del Espíritu Santo dentro de nosotros como la unción. La disciplina del Espíritu Santo se refiere a lo que el Espíritu Santo está haciendo en nuestro ambiente externo; se refiere a Su arreglo de todas las personas, cosas y sucesos a través de las cuales somos disciplinados.
Aparte del Espíritu Santo como la unción, la obra principal que Dios hace con respecto a nosotros por medio del Espíritu Santo, es Su disciplina externa. Estos dos aspectos incluyen casi toda la obra del Espíritu Santo. Por ejemplo, Romanos 8, que habla de la obra del Espíritu Santo, nos dice en la primera parte cómo el Espíritu Santo, el cual contiene la Ley de Vida, puede librarnos del pecado, y cómo por medio de Él podemos hacer morir los hábitos del cuerpo. Ese capítulo también dice cómo el Espíritu Santo nos guía para que podamos vivir conforme a Él, y finalmente, cómo Él nos ayuda en nuestras debilidades y ora por nosotros. Todas estas actividades son la obra que el Espíritu Santo como la unción obrando dentro de nosotros. En la última parte de ese capítulo leemos: “A los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien” (v. 28). Esto habla de la disciplina del Espíritu Santo en nuestro ambiente exterior. La obra de esta disciplina externa se coordina con Su movimiento y dirección internos. El Espíritu Santo arregla y determina todo lo que viene sobre nosotros en conformidad con la voluntad de Dios. A pesar de que en muchas ocasiones esto causa dolor y problema temporal, aún así, al final redunda en el bien de aquellos que aman a Dios, para que ellos sean conformados a la imagen de Su Hijo. Este arreglo es a lo que nos referimos con la disciplina del Espíritu Santo.
¿Por qué la obra del Espíritu Santo en nosotros requiere la coordinación de la disciplina externa? Porque usualmente la obra interna del Espíritu Santo sola no es suficiente. Podemos decir que la obra interna del Espíritu Santo es hecha mayormente en los que son obedientes, y la disciplina externa del Espíritu Santo es hecha mayormente en los que son obstinados. Cuando el Espíritu Santo se mueve en nosotros y nos unge y cuando nosotros obedecemos el sentir que Él imparte, la voluntad de Dios se cumple y Sus atributos se incrementan dentro de nosotros. Por lo tanto, la unción interna del Espíritu Santo es hasta cierto punto suficiente para los que son obedientes. Sin embargo, si somos obstinados, si no obedecemos la unción interna y nos rebelamos vez tras vez, el Espíritu Santo se ve obligado a producir una atmósfera apropiada para corregirnos y disciplinarnos, haciendo así que nos sometamos. De esta forma, la unción del Espíritu Santo dentro de nosotros es una dulce acción del amor de Dios hacia nosotros y es Su deseo original, mientras que la disciplina externa del Espíritu Santo es una acción de la mano de Dios, una acción que Él se ve obligado a llevar a cabo. Es algo adicional.
Por consiguiente, tanto en el deseo original de Dios como en la enseñanza del Nuevo Testamento, el lugar de la disciplina del Espíritu Santo no es tan importante como el de la unción del Espíritu Santo. En la Palabra de Dios, se habla mucho del Espíritu Santo como la unción, como por ejemplo, el guiar del Espíritu Santo, la iluminación del Espíritu Santo, el fortalecimiento del Espíritu Santo, y de nuestra necesidad de vivir en el Espíritu Santo, de andar conforme al Espíritu Santo y de llevar fruto por medio del Espíritu Santo, etc. Sin embargo, la Biblia habla muy poco en una forma explícita en cuanto a la disciplina del Espíritu Santo; en realidad no contiene tal frase. Esto se debe a que la disciplina del Espíritu Santo no es un asunto que sea agradable al sentir de Dios. Tal condición puede compararse con el hecho de que la mayoría de los padres preparan buenas cosas para sus hijos, no azotes ni varas. En muchas familias el padre se ve obligado a recurrir a reprensiones y azotes a causa de la contumacia y rebelión de sus hijos. De hecho, para el sentir del padre, tales castigos nunca son agradables. De igual manera, lo que Dios ha preparado para nosotros en el Nuevo Testamento siempre es positivo, pero debido a nuestra obstinación, terquedad, desorden y desobediencia, Dios se ve obligado a disciplinarnos. En una situación normal entre los santos y en la Iglesia, la unción del Espíritu Santo debe siempre exceder la disciplina del Espíritu Santo; no debe haber un encuentro constante con la disciplina. Siempre es anormal que los niños en una familia sean castigados todos los días.
Por lo tanto, cuando aceptamos la disciplina del Espíritu Santo, no debemos esperar que sea algo agradable. Algunos hermanos y hermanas parecen gloriarse al testificar de su experiencia de ser disciplinados por el Espíritu Santo. Esto no debe ser así. Ningún niño está orgulloso luego de haber sido castigado por su padre. De igual manera, debemos sentirnos avergonzados cuando recibimos la disciplina del Espíritu Santo. Debemos darnos cuenta de nuestra obstinación, terquedad, desorden y desobediencia, los cuales causan el castigo de parte de Dios nuestro Padre. Indudablemente El me castiga porque me ama, pero cuando yo hablo de Su castigo, ¡esto no es mi gloria! Es por causa de que soy tan rebelde y terco, como una mula sin entendimiento, que Dios se ve obligado a disciplinarme. Esta es mi vergüenza. Por esto, no debemos jactarnos con relación a la disciplina que recibimos. Todos aquellos que se jactan de la disciplina del Espíritu Santo son aquellos que no conocen la naturaleza de la disciplina del Espíritu Santo.
Debido a que la disciplina del Espíritu Santo es algo tan desagradable, Dios en Su intención original puso mayor énfasis en la unción interna, la cual tiene un carácter positivo, que en la disciplina exterior, la cual tiene un carácter negativo. Pero desde el punto de vista de nuestra condición, la disciplina del Espíritu Santo es muy necesaria, porque somos por naturaleza rebeldes, desordenados y desobedientes. Muchas veces no le damos importancia y desobedecemos el mover y la iluminación del Espíritu Santo. Parece que Su unción sola, la cual es Su dulce acción, no es suficiente para que cumplamos Su propósito, sino que necesitamos además la disciplina externa como un factor coordinante para que nos castigue y trate con nosotros a fin de que seamos domados. Por lo tanto, en nuestra experiencia la disciplina del Espíritu Santo no debe ser pasada por alto.
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