Durante milenios, la humanidad ha sobrellevado una larga serie de vicisitudes cuyo origen no es otro que el árbol del conocimiento del bien y del mal del que nos habla en sus primeros capítulos el libro del Génesis. Es también de dicho árbol que se desprende toda planificación humana, cuyo imposible objetivo —tanto consciente como inconsciente— es el de dejar atrás la decadencia y la muerte inscritas en la propia humanidad. No son pocos los cristianos que han llegado a considerar a Jesucristo como el «plan B» de Dios para remediar tan aciaga situación. ¿Pero es esto último realmente así?
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