Gary Wilkerson
December 2, 2019
“Vino Gedeón al Jordán, y pasó él y los trescientos hombres que traía consigo, cansados, mas todavía persiguiendo” (Jueces 8:4).
La vida de Gedeón es un ejemplo perfecto de cómo Dios crea circunstancias imposibles para sus siervos con el objetivo de demostrar su gloria. El Señor llamó a este hombre tímido para llevar a Israel a la batalla contra un enemigo abrumador: 100,000 madianitas en comparación con el ejército de 22,000 de Israel, que luego se redujo a una unidad especial de combate de sólo 300 hombres. Estas no eran sólo probabilidades abrumadoras, se acercaban a lo imposible. Dios presionó al límite, mucho más allá del límite de Gedeón, con el propósito de llevarse la gloria.
Veo cuatro grandes lecciones para nosotros hoy, en el relato de Gedeón.
- Los recursos limitados nunca limitan a Dios. Nuestro Señor lo ha dejado bastante claro: debemos “darlo todo” cuando lo seguimos. Y eso significa abandonar toda la autosuficiencia, toda la confianza en nuestras propias habilidades y recursos; y confiar en que él proveerá. A menudo Dios limita intencionalmente nuestros recursos para asegurar que él reciba toda la gloria.
- El desánimo puede obstaculizar, pero nunca detener, el plan supremo de Dios para la victoria. Esta escena es más fácil de entender si te pones en el lugar de Gedeón. A veces, nuestras experiencias más desalentadoras, que agotan el alma y agotan la energía no provienen del campo de batalla de la vida, sino de nuestra propia familia espiritual. Gedeón enfrenta el desánimo por parte del pueblo, pero no permitió que esto le impidiera avanzar
- La gracia para la victoria se extiende a los exhaustos. Incluso ante el agotamiento, Gedeón sabía que Dios estaba a punto de traer victoria. Que lo mismo sea cierto para nosotros: a medida que continuamos confiando en el Señor a través de nuestras propias circunstancias difíciles, entonces, tal como sucedió con Gedeón, podemos saber que se acerca la victoria completa de Dios.
- Dios no se detiene a media victoria. Su plan siempre será nuestra liberación total, y a veces eso sólo llega en la última media hora, cuando estamos frustrados, cansados y no podemos dar un paso más.
El hecho es que cada batalla que enfrentamos tiene un propósito eterno. No es sólo la derrota de un enemigo, es la exaltación de Jesús. Cuando confiamos en Dios más allá de nuestra propia capacidad, él proporciona toda la fuerza para terminar la batalla; y lo hace de una manera que trae toda la gloria a sí mismo.
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