19/06/2017
Hay
diferentes niveles de fe, y cada nivel tiene su propia recompensa. La
fe de la Pascua nos justifica por la sangre del
verdadero Cordero de Dios. La fe de Pentecostés nos santifica
por un proceso continuo, mientras escribe la Ley en nuestros
corazones, cuando el Espíritu Santo nos conduce a través de
experiencias de vida. La fe de Tabernáculos nos glorifica
cuando somos transformados a Su imagen.
Cada uno de
estos niveles de fe dependen de algo adicional. El primer nivel
requiere que una persona tenga fe en la naturaleza sacrificial de la
muerte de Cristo en la Cruz. Creer en Jesús como un gran profeta o
maestro es insuficiente y no puede justificar a nadie, porque el
pecado no es meramente una cuestión de ignorancia que requiere de un
profesor; el pecado es una ofensa a Dios y/o los hombres, que
requiere satisfacción en un tribunal de justicia. Por la fe,
los verdaderos creyentes apelan a la sangre de Jesús para el pago
por su pecado y por lo tanto restaurar su posición correcta ante la
Ley.
La
fe pentecostal, que se vio en ese primer Pentecostés, cuando Israel
recibió la Ley en el monte Horeb, requiere estar
dispuesto a escuchar Su voz
para que la Ley pueda ser escrita en el corazón. Donde siempre hay
una buena voluntad inicial o deseo de escuchar Su voz, esto es en
realidad una forma de vida en nuestro viaje a la Tierra Prometida de
Tabernáculos. Israel como un todo se negó a escuchar Su voz en
Éxodo
20:18-21,
y por esta razón, el rey David se lamentó en el
Salmo 95:7-11,
7
... ¡Ojalá oyerais hoy su voz! 8 No endurezcáis el corazón como
en Meribá, como el día de Masá en el desierto; 9 cuando vuestros
padres me tentaron, me pusieron a prueba, aunque habían visto mis
obras. 10 Durante cuarenta años estuve disgustado con esa nación, y
dije: son un pueblo de corazón extraviado, y no han conocido mis
caminos. 11 Por tanto, juré en mi ira, que no entrarían en mi
reposo.
El
hecho de que uno haya sido justificado por la sangre del Cordero,
no significa que reúna los requisitos para entrar en la Tierra
Prometida. Esto puede asustar a los creyentes, si no saben que
Dios ha prometido llevarlos a la Tierra Prometida al final. Si
piensan que la muerte es la fecha límite para calificar, muchos van
a tener miedo, y es por eso que es tan importante entender la promesa
de Dios. Lo cierto es que la muerte es la fecha límite para
calificar como vencedor para la Primera resurrección, pero no es la
fecha límite para la salvación misma. Así como hubo dos
Pascuas en la Ley, también hay dos oportunidades para ser
justificados por la sangre del Cordero, una en esta vida, y otra en
el siglo venidero. Sin embargo, la segunda oportunidad llega, aunque
con el juicio divino. La sentencia de la Ley pone a los incrédulos
bajo la autoridad de los creyentes. Los esclavos tienen pocos
derechos, por lo que éstos, si es necesario, se verán obligados a
someterse a las órdenes de sus amos y no tendrán más remedio
que ajustarse a la imagen de Cristo, hasta que finalmente lleguen a
un acuerdo total.
Fe
de Tabernáculos
La
fe de Tabernáculos es la fe que se requiere para los vencedores:
creer
en las promesas de Dios.
Esto se ve más claramente en la historia de Caleb y Josué, cuando
se distinguieron de sus colegas en Números 13 y 14. Hay que recordar
que cuando los espías volvieron a dar su informe, diez de los espías
de Israel mostraron el buen fruto de la Tierra, pero extendieron el
temor por su informe sobre los gigantes. Números
13:31-33
dice:
31
Mas
los varones que subieron con él (con
Caleb),
dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte
que nosotros. 32 Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la
tierra que habían reconocido, diciendo: La tierra por donde pasamos
para reconocerla, es tierra que traga a sus moradores; y todo el
pueblo que vimos en medio de ella son hombres de gran estatura. 33
También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y
éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les
parecíamos a ellos.
El
resultado de este informe fue que “el
pueblo lloró aquella noche”
(Números
14:1),
porque no tenían fe en que Dios era capaz de cumplir Su promesa de
llevarlos a esa Tierra. Hebreos
3:19
explica esto, diciendo:
19
Y así vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad [apistia,
“falta de fe”].
Estos
eran gente de la Iglesia, porque Hechos
7:38 KJV
les llama “la
iglesia en el desierto”.
No es que carecieran de la fe para salir de Egipto en la Pascua, sino
que carecieron de fe pentecostal para escuchar la voz de Dios en el
Monte Horeb, y por lo tanto, también carecían de la fe de
Tabernáculos para entrar en la Tierra Prometida. Su fe era pequeña,
o demasiado débil para soportar hasta el final. Así Hebreos
4:1,2
nos amonesta, diciendo:
1
Por lo tanto, temamos, no sea que permaneciendo aún la promesa de
entrar en su reposo, alguno parezca no haberlo alcanzado. 2 Porque
también os hemos anunciado la buena nueva a nosotros, como también
a ellos; pero la palabra que ellos oyeron no les aprovechó, porque
no ir acompañada de fe en los que la oyeron.
Muchos
han pensado que estos versículos se referían a la salvación misma,
y por lo que han enseñado que los hombres pudieran perder su
salvación. Pero eso no es así, porque Él es el Salvador del mundo.
La verdadera cuestión es si una persona es o no un vencedor. Los que
no pueden convertirse en vencedores recibirán la vida en la
Resurrección General, como dice Jesús en Juan
5:28,29.
Y esos incrédulos que son juzgados en ese tiempo serán liberados en
el Jubileo de Creación en el final de los tiempos, de acuerdo con la
Ley.
5
y otra vez en este pasaje: “No entrarán en mi reposo”. 6 Por
tanto, puesto que falta que algunos entran en él, y aquellos a
quienes primero se anunció la buena nueva no entraron por causa de
desobediencia, 7 Dios
otra vez fija un cierto día,
“Hoy”, diciendo por medio de David después de mucho tiempo, como
se ha dicho antes, “Si oís hoy su voz, no endurezcáis vuestros
corazones”. 8 Porque si Josué les hubiera dado el reposo, Dios no
habría hablado de otro
día después de ese.
9 Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
La
razón de este segundo “hoy” es para que Dios cumpla Su promesa.
El pueblo había fallado en entrar en la Tierra Prometida, porque
estaban tratando de llegar a ser vencedores por el poder del Antiguo
Pacto. El Antiguo Pacto fue la promesa del hombre a Dios en Éxodo
19:8,
que dice: “Todo
lo que Yahweh ha dicho, haremos”.
¡Después
de haber sido desobedientes, fueron descalificados, porque ellos no
pudieron mantener su voto! Un voto es sólo tan bueno como la
capacidad para mantenerlo.
La
promesa del Nuevo Pacto
La
generación que hizo su promesa a Dios en Éxodo
19:8,
todos murieron en el desierto, después de haber dejado de cumplir su
voto. Por lo tanto, Hebreos
4:6
dice, “que
no pudieron entrar debido a la desobediencia”.
Pero sabemos que ningún hombre es justificado por sus obras (Romanos
4:2),
sino por la fe. Pablo en Romanos estaba hablando de una fe de Pascua,
por la que se concede la justificación. En términos de la historia
de Israel, se requirió una fe muy grande para salir de Egipto. Pero
Hebreos hablaba de algo más, de la fe que se requiere para entrar en
la Tierra Prometida.
Así
nos encontramos con que Dios
le dio a Israel dos pactos, uno en Éxodo
19:8
y el otro en Deuteronomio
29:1,
1
Estas son las palabras del pacto que yahweh mandó a Moisés que
hiciera con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además
del pacto que había hecho con ellos en Horeb.
Fue
por este Segundo Pacto que la próxima generación de israelitas
entró en la Tierra Prometida bajo Josué, quien, como un tipo de
Cristo (Yahshua), fue comisionado bajo el Nuevo Pacto. La naturaleza
de este segundo pacto se establece claramente, y se basa en el
juramento (o promesa) de Dios, no en la promesa de los hombres.
Deuteronomio
29: 10-13
dice,
10
Vosotros todos estáis hoy en presencia de Yahweh vuestro Dios; los
cabezas de vuestras tribus, vuestros ancianos y vuestros oficiales,
todos los varones de Israel; 11 vuestros niños, vuestras mujeres, y
tus extranjeros que habitan en medio de tu campamento, desde el que
corta tu leña hasta el que saca tu agua; 12 a punto de entrar en el
pacto de Yahweh tu Dios, y en su juramento, que Yahweh tu Dios
concierta hoy contigo, 13 para confirmarte hoy como su pueblo, y para
que él te sea a ti por Dios, de la manera que él te ha dicho, y
como lo juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.
Note
la diferencia entre los dos pactos. En el Primer Pacto en Horeb, la
gente tenía que prometer obediencia a fin de ser pueblo de Dios y
para que el Señor fuera su Dios (Éxodo
19:5,6).
Pero el Segundo Pacto no puso ningún requisito sobre el pueblo. No
fue un juramento de Israel, sino un juramento de Dios, quien iba a
hacer de Israel Su pueblo. En otras palabras, la responsabilidad pasó
del hombre a Dios. El hombre ya había fracasado, pero Dios no puede
fallar.
Si Dios
dejaba de hacer a todos Su pueblo, Él ya no podría culpar a los
hijos de Israel por su desobediencia; tendría que culparse a Sí
mismo por su propio fracaso; porque si fuera incapaz de cumplir Su
promesa, entonces en primer lugar no debería haber hecho tal
promesa. Si el objetivo, entonces, dependiera de la voluntad del
hombre y de su capacidad de alguna manera, entonces no habría una
gran incertidumbre acerca de la capacidad de Dios para cumplir Su
juramento. De ninguna manera es esto posible. La voluntad de Dios es
más fuerte que la del hombre. La sabiduría de Dios construyó un
plan por el cual Él sería capaz de salvar a toda la humanidad,
aunque pueda parecer imposible que Él pueda cumplir Su promesa.
14
Ahora, no solamente con vosotros estoy haciendo este pacto y este
juramento, 15 sino también con los que están aquí hoy con nosotros
en la presencia de Yahweh nuestro Dios, y con los que no están aquí
hoy con nosotros.
Este
pacto fue universal.
No se limitó a los que se habían reunido en Su presencia en los
campos de Moab. Debido a que el Nuevo Testamento aplica la historia a
las generaciones posteriores, sabemos que este Nuevo Pacto también
es atemporal, ya que incluyó a todas
las generaciones que
no estaban presentes en los campos de Moab.
La
verdadera pregunta es, entonces, ¿es
Dios capaz de cumplir Su promesa?
En segundo lugar, debemos preguntarnos dónde reside nuestra propia
fe. ¿Tenemos
fe en nuestra propia promesa de seguir a Jesús y por lo tanto ser Su
pueblo? ¿O tenemos fe en la capacidad de Dios para hacernos, y a
todos los hombres, Su pueblo?
Hebreos
8:6
dice,
6
Pero ahora tanto mejor ministerio es este, por cuanto Él es también
el mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores
promesas.
Pablo
habla de “las
promesas de Dios”
en 2
Corintios 1:20
y en Gálatas
3:21.
Pablo describió su propio mensaje del evangelio en Hechos
13:32,
32
Y nosotros predicamos las
buenas nuevas [Evangelio]
de
la promesa hecha a los padres.
Esta
no era la promesa que los padres hicieron a Dios, sino la promesa que
Dios hizo a los padres.
La promesa del Antiguo Pacto estaba condicionada a la voluntad del
hombre, pero la
promesa del Nuevo Pacto estaba condicionada únicamente a la voluntad
de Dios y de Su capacidad para cumplir con Su Palabra.
Un hijo en el Antiguo Pacto, dice Pablo en Gálatas
4:23,
“nace
[es
engendrado] según
la carne”;
es
decir, por la promesa carnal del hombre;
mientras que (por el contrario) un hijo del Nuevo Pacto nace “a
través de la promesa”
(de Dios).
Un
cristiano que vive según el Antiguo Pacto aún no es un vencedor,
ni puede heredar las promesas de Dios, porque todavía depende de su
propia promesa, hecha por su propia voluntad. Su fe debe ser
desplazada de sí mismo a Dios. Para
hacer eso, él debe entender la diferencia entre los dos pactos. Pero
gracias a Dios, que ha tomado sobre Sí la responsabilidad de cambiar
nuestros corazones y velar por que todos hagamos ese cambio al final.
Su propia reputación, de hecho, está en juego, ya que Él ha
prometido hacernos Su pueblo y ser nuestro Dios, a pesar de que no
estábamos presentes cuando hizo tal juramento en los días de
Moisés. Ningún hombre entrará en la Tierra Prometida hasta que
Dios le haya concedido tal fe; pero Dios les concede a todos los
hombres la fe en su propio tiempo y a su propia manera.
Etiquetas: Serie Enseñanza
Categoría: Enseñanzas
Dr. Stephen Jones
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