15/06/2017
8
Porque a uno se le da (1) palabra de sabiduría por medio del
Espíritu, y a otro (2) palabra de conocimiento según el mismo
Espíritu, 9 a otro (3) fe por el mismo Espíritu, y a otro, (4)
dones de sanidades en el mismo Espíritu, 10 y a otro el (5) efectuar
milagros, y a otro (6) profecía, y a otro (7) discernimiento de
espíritus, a otro, (8) diversos géneros de lenguas, y a otro (9)
interpretación de lenguas.
Los
dones del Espíritu son herramientas de un creyente para que de
fruto. Por lo que los nueve dones parecen
ser paralelos a las nueve partes del fruto
del Espíritu que
Pablo enumera en Gálatas
5:22,23,
22
Mas el fruto del Espíritu es (1) amor, (2) alegría, (3) paz, (4)
paciencia, (5) benignidad, (6) bondad, (7) fidelidad, 23 (8)
mansedumbre (dulzura)
(9) templanza; contra tales cosas no hay ley.
Nueve
es el número bíblico de la
visitación (juicio),
un término legal que indica una delegación de investigación que se
envía para reunir pruebas en una posible escena del crimen.
En la historia del Nuevo Testamento, la cuestión era si Judá
produjo o no el fruto del Reino, que es esencialmente el mismo que el
fruto del Espíritu.
Juan
el Bautista fue enviado para ver si la “higuera” (Judá) había
producido fruto (Lucas
3: 8,9).
Cuando fue puesto en prisión y posteriormente ejecutado, el mismo
Jesús se hizo cargo de la investigación y dio su informe en forma
de una parábola en Lucas
13:6-9.
Ni Juan ni Jesús encontraron el fruto en el árbol, y el veredicto
final se dio en la semana antes de la crucifixión de Jesús; cuando
encontró una higuera estéril cerca del lugar donde Él iba a ser
crucificado, y la maldijo diciendo: “Ya
no saldrá nunca ningún fruto de ti”
(Mateo
21:19).
En
Lucas
19:43,44
Jesús pronunció juicio sobre Jerusalén “porque
no has conocido el tiempo de tu visitación”.
El
requisito divino desde el principio ha sido el de producir fruto en
la viña que Dios plantó en Canaán en el tiempo de Josué (Isaías
5:1-7;
Mateo
21:33-44).
Si no hay fruto, entonces, como Juan el Bautista dijo, será “cortado
y echado en el fuego”
(Lucas
3:9).
Los
dones del Espíritu son dados para ayudar a los creyentes a producir
el fruto del Espíritu. Si
nosotros no llevamos fruto, como individuos, se nos tratará como a
un árbol de combustible, en lugar de como un árbol frutal.
Juan el Bautista dijo a la gente que no pensaran que iban a ser
inmunes a tal juicio a causa de su conexión genealógica con Abraham
(Lucas
3:8),
porque eso no será un factor en esa visita.
La
Ley prohíbe la tala de árboles frutales en tiempo de guerra
(Deuteronomio
20:19,20).
Lo mismo es cierto en el tiempo de la guerra espiritual. El
fruto es la cuestión, y los dones son las ayudas para llevar fruto.
Por esta razón, cuando la Iglesia perdió los dones del Espíritu,
se hizo prácticamente imposible que la Iglesia diera fruto apto para
el consumo de Dios. Los líderes de la Iglesia dijeron a la gente que
los dones habían cesado, pero ¿quitaría Dios Sus herramientas para
producir frutos? Si poseyera una viña, ¿no proveería a mis
empleados con todas las herramientas necesarias para producir frutos?
¿Qué pasaría si me quitaran Sus herramientas poco después de que
se había plantado la viña? Sin embargo, así es como los
cesacionistas explican la falta de dones en la Iglesia. No tiene
ningún sentido, pero su punto de vista sí explica por qué hay tan
poco fruto en la Iglesia.
La
Palabra de Sabiduría (Chokmah)
2
Harás vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, para honra y
belleza. 3 Y tú hablarás a todos las personas hábiles a quienes he
dotado de espíritu
de sabiduría
[chokmah],
para que hagan las vestiduras de Aarón, para consagrarle, para que
sirva como sacerdote para mí.
El
espíritu
de sabiduría
es un don que es necesario para construir las vestiduras sagradas
para todos los sacerdotes de Dios. Hoy en día, están dotados con el
sacerdocio de Melquisedec, pero el patrón es el mismo. Las prendas
de la transfiguración actualmente están siendo reservadas para
nosotros en el Cielo (2
Corintios 5:1),
pero debemos construir esas prendas, incluso ahora. Esto es similar
al hecho de que el verdadero templo está en el Cielo (Apocalipsis
15:5),
pero tenemos que construir un templo aquí en la Tierra según el
modelo celestial (1
Corintios 3:10-16).
Así también sucede con estas prendas.
La
lección es que se necesita el espíritu
de sabiduría
para construir (o tejer) las vestiduras sagradas.
Una persona puede ponerse el vestido
de la salvación
como un creyente de la Pascua,
pero Pentecostés
nos ha dado el espíritu
de sabiduría
con el fin de llevarnos a la Fiesta de los Tabernáculos,
donde somos “revestidos
de nuestra habitación celestial”
(2
Corintios 5:2).
Sí, los
dones del Espíritu son importantes. No todo el mundo se le da el don
de sabiduría, por supuesto, pero Dios ha distribuido todos los dones
entre Su pueblo. La distribución en sí está diseñado para
hacernos depender del cuerpo cuando necesitamos dones que nosotros
mismos no tenemos.
La
sabiduría es el conocimiento con comprensión que da la
habilidad (para
aplicar ese conocimiento).
La
Palabra de Conocimiento (Da'ath)
El
segundo don del Espíritu es la palabra de conocimiento. El
conocimiento es información, y el don del conocimiento va
más allá del aprendizaje; es un saber sobrenatural, con el que
el Espíritu Santo da información que la persona no podría haber
conocido de otra manera. Tal conocimiento viene a menudo sin ninguna
comprensión. Si se acompaña de comprensión, entonces, tanto la
sabiduría como el conocimiento están operando simultáneamente. Los
dones a menudo operan en pares cuando funcionan en la práctica.
Conocimiento
en la Biblia se refiere esencialmente a la adquisición de la
verdad.
En la década de 1900, cuando se introdujo de nuevo Pentecostés a
gran escala para la Iglesia, se produjo en medio de mucho
conocimiento muerto de la Escuela de la Alta Crítica. Sus estudiosos
de ánimo carnal desbarataban la Biblia y llegaron a la conclusión
de que fue escrita por hombres inspirados.
Pentecostés
se rebeló contra esto y tendió a desechar todo conocimiento a favor
de la ignorancia “inspirada”. El conocimiento fue desacreditado,
y la verdad fue echada abajo con él. Muchos equipararon el
conocimiento con el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal en el
jardín, y no querían saber nada de él. En su rechazo del
conocimiento, también rechazaron la verdad, que el Espíritu Santo
les estaba ofreciendo a ellos. Sin verdad, esas personas carecían
del conocimiento de Dios. Proverbios
1:22
dice, “los
insensatos
aborrecerán la ciencia”.
Por otro lado, Pablo clamó, “a
fin de conocerle”
(Filipenses
3:10).
Conocer
a Dios no requiere un cierto nivel de ignorancia natural;
por el contrario, hemos
de subordinar nuestro conocimiento del alma al que se transmite al
espíritu por el Espíritu Santo.
Ya
hemos visto por 1
Corintios 2:14,15
que el
conocimiento proviene de dos fuentes principales: el alma y el
espíritu.
El conocimiento de Dios a través del alma se puede obtener mediante
la lectura
de la Biblia,
pero el conocimiento espiritual viene por el oír
la Palabra (Dios
hablando su palabra rhema
a nosotros).
Mientras que entendamos la diferencia, vamos a ser capaces de
discernir
la calidad del conocimiento mediante el cual vivimos.
8
Y él, cuando venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de
juicio.
23
luego
que conozca su pecado que cometió,
presentará su ofrenda
…
Hay
algunos que enseñan que el conocimiento del pecado es una cosa mala.
Cuando pecan preferirían no saber sobre ello; la ignorancia es
felicidad, como se suele decir. Evitan la lectura de la Ley, porque,
como dijo Pablo en Romanos
3:20,
“a
través de la ley es el conocimiento del pecado”.
Ellos leen esto como una advertencia de no estudiar la Ley, no sea
que nos revolquemos en la culpa toda nuestra vida. Pero esto es una
tergiversación de la intención de Pablo, porque ¿cómo puede un
hombre arrepentirse (cambiar) sin reconocer primero lo que debe ser
cambiado?
Hay
quienes se niegan a reconocer nada negativo en sí mismos. Se
les ha enseñado a no “confesar” nada negativo, porque tal
confesión alguna manera crea la condición;
pero 1
Juan 1:8-10
dice,
8
Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y
la verdad no está en nosotros. 9
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no
hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros.
Esta
es la forma en que “caminamos
en la luz”,
como se dice en el versículo 7. Esta es la forma en que se reconoce
la verdad y se trata con ella. Nunca se esperaba que nos revolcásemos
en la culpa todas nuestras vidas. Pero si no tenemos el conocimiento
del pecado en nuestras vidas, ¿cómo podremos aplicar la sangre de
Jesús a ellos? ¿Cómo podremos crecer espiritualmente? ¿Cómo
podremos dar fruto? ¿Qué va a encontrar el Señor en el día de Su
visitación? Necesitamos la palabra
de conocimiento
como un don espiritual.
Etiquetas: Serie Enseñanza
Categoría: Enseñanzas
Dr. Stephen Jones
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.