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DECISIONES DE VIDA Y MUERTE (Cap. 11: Deuteronomio-Discurso 9-Nuevo Pacto bajo Josué), Dr. Stephen Jones




El Nuevo Pacto trae la vida. Esto no excluye la muerte como un juicio de Dios, como Moisés nos muestra, pero tiene el poder de la resurrección para hacer caso omiso de la muerte al final.


15 Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y la prosperidad, la muerte y la adversidad; 16 porque yo te mando hoy que ames a Yahweh tu Dios, que andes en sus caminos y guardes sus mandamientos y sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y que Yahweh tu Dios te bendiga en la tierra donde vas a entrar para poseerla.

Teniendo en cuenta que este discurso particular, establece el Nuevo Pacto, es importante para nosotros saber que cubre no sólola vida y la prosperidad, sino también “la muerte y la adversidad. Está claro que cuando andes en sus caminos entonces, “Yahweh tu Dios te bendecirá.

Superficialmente, esto parece ser una orden y una advertencia para que las personas mismas tomen la iniciativa. En otras palabras, a primera vista Moisés parece volver a apelar al Antiguo Pacto; pero ese no es el caso, este discurso es acerca del Nuevo Pacto. Ese es el contexto, y así Moisés nos dice el voto del Nuevo Pacto que Dios hará por nosotros.

En esencia, el Nuevo Pacto se basa en la promesa de Dios de causar que seamos obedientes (Ezequiel 36:27). Sabemos. por experiencia personal y por la historia, que cuando el Espíritu de Dios fue enviado a la iglesia en Pentecostés en Hechos 2:4, se inició una obra dentro de los corazones de las personas para que fueran obedientes.


El Nuevo Pacto en dos fases

El descenso del Espíritu en Pentecostés no hizo que los discípulos obedientes al instante en todos los asuntos. A pesar de que el bautismo del Espíritu Santo puede de hecho ser una experiencia que cambia la vida, en sí Pentecostés es insuficiente para perfeccionarnos, porque es una fiesta con levadura. Tabernáculos nos perfecciona con la plenitud del Espíritu.

Y así, es evidente que la provisión o disposición del Nuevo Pacto viene a nosotros en dos partes: Pentecostés y Tabernáculos. En Pentecostés, aprendemos obediencia, cuando nuestro Padre enseña, entrena y disciplina a sus hijos, hasta que entramos en total acuerdo con Él. Así es como el Espíritu de Dios obra en nosotros para cumplir la promesa de Dios, haciéndonos andar en sus caminos en el cumplimiento de Sus leyes, estatutos y juicios. Esto continúa hasta el momento en que se cumple la Fiesta de los Tabernáculos y los vencedores se les concede la inmortalidad e incorrupción (1 Cor. 15:53,54). En ese momento, la obediencia se hace obsoleta por el hecho de que estamos totalmente de acuerdo con Dios y todos sus caminos. La sustitución de la obediencia por el acuerdo no significa que ahora podré pecar, sino más bien que la debilidad que hemos heredado de Adán se habrá ido cuando la muerte sea absorbida por la vida (inmortalidad). El viejo hombre en nosotros, la naturaleza adámica, será completamente muerto y enterrado, y el Hombre de la Nueva Creación en nosotros estará solo en total acuerdo con la voluntad y la mente de Cristo.

NOTA DEL TRADUCTOR:
Desde mi experiencia personal, entiendo que en Pentecostés aprendemos la obediencia, hasta alcanzar la obediencia total, en la crisis o clímax que sacrifica nuestro yo, el ego, la carne, en el Jordán. Aquí entramos, espiritualmente, en los Tabernáculos, a través de la vida de la resurrección. En este punto podríamos decir que llegamos a un acuerdo, pero no total. Desde aquí creceremos en el acuerdo hasta el acuerdo total, en el cumplimiento histórico de la Fiesta donde recibiremos la inmortalidad y el hombre viejo, la naturaleza adámica desaparecerá para siempre.

Mientras tanto, seguimos viviendo en los últimos días de Pentecostés, a pesar de que creo que estamos en la transición hacia la Fiesta de los Tabernáculos. Todavía estamos siendo entrenados y disciplinados por nuestro Padre celestial. Los dos caminos, el de la vida-prosperidad y el de la muerte-adversidad, nos quedan por delante. Cuando seguimos el viejo hombre de pecado, tenemos tendencia hacia la muerte y el mal, porque ahí es donde un estilo de vida de pecado conduce. Cuando seguimos la santa semilla del hombre de la nueva creación, Cristo en nosotros, que ha sido engendrado por el Espíritu, la vida y el bien fluyen por nuestras venas.

Al comprender esto, es evidente que la misma advertencia de que Moisés dio a Israel es relevante para nosotros hoy en día. Cada día, momento a momento, los dos caminos están por delante de nosotros. El camino fuera de la Ley, que no refleja “Sus caminos”, es el camino de la desobediencia. El camino dentro de la Ley es la forma en que el Espíritu de Dios nos guía (Rom. 7:25).


La Guerra de los testamentos

Moisés continúa en Deut. 30:17,18,

17 Pero si tu corazón se desvía y no obedeces, y te dejas extraviar y te inclinas a otros dioses y les sirves, 18 yo os protesto hoy que de cierto pereceréis. No tendréis largos días sobre la tierra adonde vais pasando el Jordán, para entrar y tomar posesión de ella.

Si las personas desobedecen a Dios persistentemente Dios les dice que “de cierto pereceréis. No hay duda de que la mayoría han seguido este camino a lo largo de los últimos milenios. Entonces, ¿cómo podría Dios cumplir su promesa? ¿Es posible que el Espíritu de Dios falle en Su misión de hacer que las personas anden en Sus caminos? Si es así, entonces Dios no habría podido mantener Su promesa, si no fuera por fracaso intencional, entonces, ciertamente, a causa de Su incapacidad o falta de poder.

Esto nos lleva al gran choque de voluntades entre Dios y los hombres. La voluntad del hombre (es decir, el viejo Adán) ha sido manchada con la muerte (mortalidad) y es de por sí demasiado débil para salvar a cualquier hombre. La muerte es la enfermedad del hombre, su “lepra”, como la representa la Escritura. Esta muerte ha coronado rey al pecado para que reine sobre nosotros y para esclavizarnos (Rom. 6:12), haciendo que seamos tan desobedientes como él. Por otra parte, la voluntad de Dios opera a través del hombre de la nueva creación , que también está en nosotros, haciendo que seamos obedientes.

La cuestión esencial es la siguiente: ¿Es la voluntad de Dios más fuerte que la voluntad del hombre? ¿Quién ganará este conflicto, esta guerra? ¿Es Dios capaz de ganar? La mayoría de los cristianos responden: “Sí, Dios puede ganar una parte del tiempo, pero la mayoría de la gente se pierde en el final”. ¿Pero se podría decir que Dios cumplió Su juramento si tiene éxito en salvar sólo unos pocos? Cuando Dios se comprometió a llenar toda la Tierra con Su gloria (Num. 14:21), ¿significa esto que solamente Él tendría éxito con la eliminación de la mayor parte de la humanidad de la Tierra, aquellos cuya voluntad humana prevaleció sobre la voluntad de Dios? O ¿sería una admisión tácita de fracaso?

En mi opinión, Dios es perfectamente capaz de cumplir Su juramento a todos los hombres. De hecho, si puede cambiar los corazones de unos pocos, Él puede cambiar los corazones de todos (cómo lo hizo con Pablo, o con toda Nínive). El cumplimiento de Su juramento no tiene nada que ver con cuán fuerte o débil pueda ser la voluntad del hombre. Fue un juramento incondicional. Dios no consultó a las personas para tomar este juramento. Dijo en Deut. 29:12,13,

12 para que entres en el pacto con Yahweh tu Dios, y en su juramento, que Yahweh tu Dios se hace hoy contigo, 13 con el fin de establecerte hoy como su pueblo y que El sea tu Dios …

El pueblo se juntó, no para hacer un voto con Dios, sino para presenciar el juramento de Dios. El juramento de Dios fue una revelación para ellos de lo que Dios quiere hacer por el poder de Su propia voluntad, como afirma Pablo en Ef. 1:9,10. Sin embargo, también sabemos por la historia evidente que la mayoría de las personas viven y mueren sin tener fe en el Dios que hizo este juramento. Y nadie, aparte de Jesucristo, alcanzó la perfección, ni siquiera la fama de haber alcanzado la santidad. Entonces, ¿cómo se puede decir que se cumplió el juramento de Dios? ¿Será Dios avergonzado por precipitarse con Su boca? ¿Dios está perdiendo Su reputación? No, y mil veces no. Si la muerte fuera el final del asunto, y si no hubiera salvación más allá de la tumba, entonces tendríamos motivos para afirmar que Dios no ha cumplido Su juramento. Pero ese no es el caso, como ya he mostrado.


La salvación en el siglo venidero

La Edad del Juicio Divino se iniciará con una citación por orden judicial, por la que a todos los muertos, grandes y pequeños, se les ordenará estar delante de Dios (Apocalipsis 20:12). Todos los pecadores incrédulos serán condenados por orden judicial a pagar una restitución por sus pecados, como exige la Ley. Ninguno de ellos tendrá activos suficientes para pagar su deuda, por supuesto, por lo que serán vendidos como esclavos, como también la Ley exige (Éxodo 22:3).

¿Quién va a comprarlos? Quienes serán sus redentores? Ellos serán vendidos a los creyentes, que va a gobernar y reinar con Cristo (Apocalipsis 5:10; 20:6). Con el fin de que estos creyentes vencedores gobiernen necesitarán personas a quienes gobernar. Los creyentes tendrán mucho trabajo por hacer, formando a los ex rebeldes que están en los caminos de Dios. Esto no va a ser difícil, porque en el Gran Trono Blanco, se doblará toda rodilla, y toda lengua le confesará a Él como Señor por el Espíritu de Dios. No van a ser delincuentes endurecidos e incorregibles, como muchos han enseñado.

Isaías 26:9 dice, “luego que hay juicios tuyos en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia. La razón por la que es necesario el juicio para enseñar a los hombres la justicia se da en el siguiente versículo. Es porque cuando los malvados se les muestra favor, no aprenden justicia. En otras palabras, si Dios fuera de extender gracia a ellos en la Corte Divina, eso sólo serviría para pensar que el pecado es aceptable y que se salieron con la suya a causa del amor de Dios.

Pero Dios dice que Él traerá juicio sobre ellos, para que puedan aprender la obediencia, hasta que finalmente lleguen a un acuerdo con Él. Este es el método de Dios de enseñar justicia a los malvados, y esto empezará en serio en el Gran Trono Blanco.

Por lo tanto, la voluntad de Dios de hecho prevalecerá sobre la voluntad de los hombres. Es verdad que Dios cumplirá Su juramento. Mientras que los hombres pueden carecer de confianza en la capacidad de Dios para prevalecer sobre la voluntad del hombre, Dios no tiene tal falta de confianza. Prevalecerá el Plan Divino.


La Restauración de Todas las Cosas

Difícilmente podemos entender esto a menos que se nos haya enseñado acerca de la Restauración de Todas las Cosas y la intención de Dios de poner toda la Creación bajo los pies de Jesucristo. Este plan, por necesidad, deberá cumplirse en el siglo venidero a través de los juicios de Dios, como Rev. 20:14,15 claramente nos dice. Esto es consistente con la revelación de Moisés.

Moisés sabía que la nación en su conjunto (excepto el remanente de gracia) sería corrompería totalmente a sí misma (Dt. 31:16,29). Él sabía que si el juramento de Dios tuviera que cumplirse en esta vida, el Plan Divino sería un fracaso. La única forma de justicia de Dios podría prevalecer sería que Él cumpliera la mayor parte de Su juramento en el Juicio del Gran Trono Blanco durante esa Edad de Juicio. La voluntad de Dios, entonces, será decretada y ejecutada por Ley.

La santidad de Dios parece interponerse en el camino de la capacidad de Dios para cumplir Su juramento.


La santidad de Dios dice: “No voy a tolerar el pecado”.
La justicia de Dios dice: “Voy a hacer que anden en Mis caminos”.

El amor de Dios dice: “Voy a enviar un Salvador para pagar su deuda por el pecado”.

La sabiduría de Dios dice: “Yo sé cómo lograr esto”.

El poder de Dios dice: “Estoy confiado en mi capacidad de hacer Mi voluntad”.


Atestiguar de los testigos de Dios

Así que Moisés llamó a toda la nación de Israel para estar en pie delante de Él, incluyendo a los que no eran israelitas entre ellos, para presenciar el juramento de Dios. Después de explicárselo, dijo en Deut. 30:19,20,

19 Al cielo y a la tierra pongo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Así que escoge la vida a fin de que vivas, tú y tu descendencia, 20 amando a Yahweh tu Dios, obedeciendo su voz, y aferrándote a él; porque esta es tu vida y la longitud de tus días, para que puedas vivir en la tierra que Yahweh juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob, que les daría.

El Cielo y la Tierra son los dos más grandes testigos. En este caso, el Cielo (Dios) hizo el juramento, mientras que la Tierra (Israel) fue el testigo. Este juramento incondicional no niega la necesidad de los hijos de Israel de “escoger la vida”. Sólo se aseguraba de que en algún momento en el tiempo todos ellos de hecho iban a elegir la vida. Al principio, la mayoría de ellos elegirían la muerte, especialmente los de las generaciones por venir, y por eso Dios los traería a juicio. Pero al final, el juramento de Dios había obligado a Dios mismo a convertir sus corazones y hacer que fueran obedientes. Por lo que, incluso aquellos que eligieron la muerte durante su tiempo en la Tierra, se inclinarán ante Él en el Gran Trono Blanco y declararán que es el Señor y Rey.


No obstante, debido a que eligieron la muerte en su tiempo de vida, de hecho van a experimentar la “segunda muerte”, que es “el Lago de Fuego” (Apocalipsis 20:14). Esta no será la primera muerte, que es la mortalidad, ya que la mortalidad vino a todos los hombres a causa de la elección de Adán. La segunda muerte es el juicio de la Ley por nuestro propio pecado personal (Romanos 6:23). Lo he explicado con más detalle en el Volumen 1, de la Epístola de Pablo a los Santos en Roma (http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2015/03/epistola-de-pablo-los-santos-en-roma.html). Este Lago de Fuego es la Ley, la voluntad, y el carácter de Dios, por el cual se volverán sus corazones, de modo que el juramento de Dios se cumpla en ellos.

http://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/deuteronomy-the-second-law-speech-9/chapter-11-life-and-death-decisions/

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