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LA 'AFLICCIÓN' DEL ENCIERRO EN INACTIVIDAD, Manantiales en el Desierto




"... tomándole aparte de la gente ..." 
(Mr. 7:33)

Pablo no solamente resistió las tentaciones en su actividad cristiana, sino también en la soledad de su cautiverio. Es posible que tú puedas resistir la opresión del trabajo más arduo, juntamente con grandes sufrimientos, y sin embargo, fracasar por completo cuando estés separado de todas las actividades religiosas; cuando estés obligado a permanecer en el lugar estrecho de alguna prisión.

Vemos que esos pájaros tan sublimes que se remontan por encima de las nubes y resisten grandísimos vuelos, caen en la desesperación cuando se les encierra en una jaula, donde se ven forzados a golpear sus alas inútilmente contra los alambres de su prisión. Tú habrás visto a esas águilas grandes languidecer en sus estrechos jaulones, con sus cabezas encorvadas y sus alas caídas. ¡Qué cuadro tan terrible se nos presenta aquí, de la aflicción que causa la inactividad!

Pablo estuvo en la prisión. Aquello era otro aspecto de su vida. ¿Quieres saber lo que hacía allí? Yo le veo mirando por encima de lo alto del muro de su prisión y por encima de las cabezas de sus enemigos. Le veo escribir un documento y firmarlo con su nombre -y no poner: el prisionero de Festo, o de César, o la víctima del Sanedrín, sino "el prisionero del Señor". En todo esto, él vio solamente la mano de Dios. La prisión para él se convirtió en un palacio. En sus corredores suenan gritos de triunfo, alabanza y gozo.

Privado del trabajo misionero que él amaba tanto, ahora construye un nuevo púlpito -un testigo nuevo se levanta- y desde aquel lugar de esclavitud vienen algunos de los servicios mejores y más provechosos de la libertad cristiana. ¡Qué mensajes tan valiosos e iluminadores han procedido de aquellas sombras negras del cautiverio!

Piensa en el gran número de santos encarcelados que han seguido el camino de Pablo. Durante más de doce años los labios de Juan Bunyan permanecieron cerrados en la prisión de Bedford. Allí fue donde él hizo el trabajo más grande y mejor de su vida. Allí escribió el libro que ha sido más leído después de la Biblia. Él dice, "en la prisión estaba como en casa. Me sentaba y escribía y escribía porque el gozo me hacía escribir". El ensueño maravilloso de aquella larga noche, ha iluminado la senda de millones de cansados peregrinos.

El espíritu selecto de aquella señora francesa, Madame Guyón, estuvo encerrado entre los muros de la prisión. Lo mismo que algunos pájaros enjaulados que cantan sus canciones más melodiosas en sus confinamientos, la música del alma de esta señora, atravesó los muros de la prisión y ha desterrado la aflicción de muchos corazones entristecidos.

¡Cuán grande ha sido el consuelo que ha procedido de lugares solitarios! 

- S. C. Rees

ADMINISTRADOR:
Hoy el Señor puede encerrarnos con los muros intangibles o las cadenas invisibles de la inactividad, tanto laboral como religiosa. Pero sus prisiones siempre son de barrotes de oro, pues Cristo se encierra con nosotros. ¡Serán prisiones para oficiales, como la de José, si podemos ver en los detalles Su mano protectora y benefactora! 


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