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ORGULLO HERIDO, David Wilkerson (1931-2011)





June 6, 2019

A pesar de todo lo que se habla en la iglesia sobre el perdón, la restitución y la sanidad, muy poco parece ser realmente demostrado por los cristianos. A todos nos gusta pensar que somos pacificadores, restauradores de los caídos, que siempre perdonamos y olvidamos. Pero incluso los que son profundamente más espirituales son culpables de no mostrar un espíritu de perdón.
Nos resulta difícil perdonar a quienes han herido nuestro orgullo; o a alguien desagradecido; o a cualquiera que nos engañe. Y la mayoría de cristianos no sabe lo básico sobre cómo manejar las críticas. Empleamos todo tipo de métodos para ocultar nuestro resentimiento, haciéndonos expertos en expresar nuestra actitud defensiva en una elocuencia magistral. Sí, el orgullo herido es una cosa terrible.
A menudo, antes de que podamos perdonar a otros, debemos aprender a perdonar a Dios. Aunque Dios nunca ha pecado contra nadie, eso no nos impide guardar rencor contra Él. Venimos a su presencia a orar, pero estamos guardando sentimientos negativos hacia Él porque creemos que no ha hecho lo que pensábamos que debía hacer. Una oración puede haber quedado sin respuesta durante semanas, meses, incluso años. O puede ocurrir una enfermedad inesperada o una tragedia cobra la vida de un ser querido y la fe comienza a vacilar.
Recuerda, la Palabra de Dios deja muy claro que una persona que duda nunca recibirá nada de Dios: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:6-8).
Jesús entendió esta tendencia de sus hijos, de guardar rencor contra el Cielo cuando las montañas no se mueven según lo programado. Él le advirtió a Pedro que no pidiera nada cuando estuviera en la presencia de Dios a menos que haya perdonado. “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas” (Marcos 11:25).
Si tienes un rencor secreto en tu corazón contra otra persona o contra el Cielo, deja que el Espíritu del perdón fluya a través de ti. ¡Dios es fiel!

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