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ORACIÓN, LA VIDA DEL SANTO / BAUTISMO DEL E. SANTO, Oswald Chambers




"Orad sin cesar",
1 Tesalonicenses 5:17

Nuestra forma de pensar acerca de la oración, correcta o incorrecta, se basa en nuestro concepto sobre ella. Si consideramos la oración como el aire de nuestros pulmones y la sangre de nuestro corazón pensamos como es debido. Aunque no somos conscientes del hecho, la sangre fluye sin cesar en nuestro cuerpo y la respiración es continua; es un proceso que nunca se detiene. Tampoco somos conscientes todo el tiempo de que Jesús nos mantiene en perfecta unión con Dios, pero si le obedecemos, Él siempre lo hace. La oración no es un ejercicio, sino la vida del santo. Ten cuidado con cualquier cosa que impida tu ofrenda de oración. Ora sin cesar. Mantén el hábito, como un niño, de ofrendar la oración a Dios en tu corazón todo el tiempo.

Jesús nunca habló de las oraciones sin contestar, porque tenía la certeza infinita de que la oración nunca deja de ser contestada. ¿Tenemos, por el Espíritu, la certeza inexpresable que Jesús tenía acerca de la oración, o pensamos en las ocasiones cuando nos ha parecido que Dios no respondió? Jesús dijo: "Todo aquel que pide, recibe", Mateo 7:8. Sin embargo, decimos: "Pero..., pero..." Dios contesta la oración de la mejor manera, no algunas veces, sino todas las veces, aunque no siempre la respuesta sea evidente de inmediato en el área deseada.

¿Confiamos en que Dios contesta la oración? El riesgo que corremos es que deseamos suavizar las palabras de Jesús y las encajamos en un significado de acuerdo con nuestro sentido común. Pero, si sólo fuera una cuestión de lógica, no valió la pena que Él las hubiera dicho. Los principios que Jesús enseñó acerca de la oración son verdades sobrenaturales que Él nos revela.



"Quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén 
hasta que seáis investidos de poder desde lo alto", 
Lucas 24:49

Los discípulos tuvieron que esperar en Jerusalén hasta el día de Pentecostés, no sólo por causa de su preparación personal sino porque debían esperar hasta que el Señor fuera glorificado históricamente. ¿Y qué sucedió tan pronto como fue exaltado? "Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís", Hechos 2:33. Las palabras de Juan 7:39, aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado, no se aplican a nosotros. El Espíritu Santo ha sido dado; el Señor ha sido glorificado, la espera no depende de la providencia de Dios, sino de nuestro buen estado espiritual.

La influencia y el poder del Espíritu Santo estaban obrando desde antes de Pentecostés, pero Él aún no estaba aquí. Inmediatamente el Señor fue glorificado en la ascensión, el Espíritu Santo vino a este mundo y desde entonces ha permanecido aquí. Debemos recibir la verdad revelada de que Él está aquí. La actitud de recibir y darle la bienvenida al Espíritu debe ser continua en el creyente. Cuando lo recibimos a Él, recibimos la vida vivificadora de nuestro Señor ascendido.

No es el bautismo del Espíritu Santo el que cambia a la gente, sino el poder de Cristo ascendido que entra en nuestra vida por medio del Espíritu. Con demasiada frecuencia separamos verdades que el nuevo Testamento nunca separa. El bautismo del Espíritu Santo no es una experiencia aislada de Jesucristo: Es la evidencia del Cristo ascendido. Este bautismo no te lleva a pensar en el tiempo o en la eternidad, es un maravilloso y glorioso ahora. "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti", Juan 17:3. Empieza a conocerlo ahora y nunca termines.



(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)

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