¿Amar o aborrecer al mundo? |
5 de enero de 2018
15
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguien
ama al mundo, el amor del Padre no está en él.
16
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para
que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.
Si
Dios realmente ama al mundo, no podemos decir que el amor de Jesús
fue menor, porque Él es el que estuvo dispuesto a morir por el
pecado del mundo entero (1
Juan 2: 2).
Su motivo era el amor, y el objeto de Su amor era "el
mundo entero".
Además,
en 1
Juan 2:6
se nos amonesta a "caminar
de la misma manera que él caminó".
En otras palabras, nosotros
también debemos amar al mundo, así como Jesús amó al mundo, y
todas nuestras palabras y acciones deberían ser expresiones de ese
amor. ¿Por qué, entonces, nos dice Juan que no amemos al mundo?
Estableciendo
prioridades
Juan
estaba hablando como los
hebreos,
los que a menudo usaban
los términos amor
y
odio
en
términos relativos.
Jesús hizo esto también en el Sermón del Monte. En Mateo
6:24
Él dice:
24
Nadie puede servir a dos amos; porque odiará a uno y amará al otro,
o se aferrará a uno y despreciará al otro. No puedes servir a Dios
y a Mamón ["tesoros,
riquezas"].
Es
realmente una cuestión
de prioridades.
No hay nada inherentemente malo en tener riqueza.
Abraham era bastante rico, como muchos otros en las Escrituras. Los
buenos amigos de Jesús en Betania pertenecían a una familia
adinerada (María, Marta y Lázaro). José de Arimatea fue uno de los
hombres más ricos de Jerusalén, habiendo acumulado mucha riqueza
como Ministro de Minería para el gobierno romano. La historia nos
dice que extrajo estaño de Gran Bretaña. (Ver mi libro, Lecciones
de Historia de la Iglesia,
Vol. 1
- en castellano:
http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2015/01/libro-lecciones-de-historia-de-la.html).
La riqueza en sí misma no es un problema. Dios les dio al principio
trabajo a los hombres para hacer, y el
propósito del trabajo es crear riqueza.
El problema surge cuando los hombres hacen de la riqueza una
prioridad sobre su servicio a Dios. La riqueza no es mala en sí
misma, ni deberíamos odiar
la riqueza;
pero desde
el punto de vista de las prioridades, debemos odiar
la riqueza
(Mamón) y amar
a Dios,
porque no podemos servir a dos amos. Solo hay espacio para un amo en
la parte superior.
Entonces
tampoco, dice Juan, deberíamos amar al mundo. Quiere decir que
debemos subordinar el mundo y las cosas terrenales a Dios,
esencialmente poniendo todo bajo Sus pies. Si nuestro amor por el
mundo excede nuestro amor por Dios, entonces serviremos a las cosas
del mundo. En esencia, esto constituiría una rebelión contra Dios,
reemplazándole por un rey terrenal que usurpa el lugar del Heredero
legítimo de todas las cosas.
Jacob
y Esaú
13
Así como está escrito, "a Jacob amé, pero a Esaú aborrecí".
Pablo
estaba citando de Malaquías
1:2,3.
Ciertamente, la forma de vida carnal de Esaú era algo que Dios
odiaba, pero Esaú también era parte de la Creación de Dios. ¿Cómo
podría Dios odiar a Su propia Creación, que vino "de
Él"?
En el sentido supremo, Dios no podría odiar nada que fuera hecho por
Sí mismo, porque entonces se odiaría a Sí mismo.
No
es que Dios odiara a Esaú en un nivel intrínseco, sino que antes de
que él y su hermano nacieran, Dios subordinó Esaú a Jacob (Génesis
25:23).
De hecho, así fue como Pablo explicó ese aborrecimiento, si leemos
el contexto en Romanos
9:11-14,
11
porque aunque los gemelos todavía no habían nacido, y no habían
hecho nada bueno o malo, para que el propósito de Dios según su
elección pudiera mantenerse, no por obras, sino por el que llama, 12
se le dijo: "El
mayor servirá al menor".
13 Así como está escrito, "a
Jacob amé, pero a Esaú aborrecí".
14 ¿Qué diremos entonces? ¿Que hay injusticia
en Dios? ¡En ninguna manera!
Antes de
que los gemelos hicieran bien o mal, Dios "amó" a Jacob y
"odió" a Esaú. ¿Cómo? Al decretar que Esaú serviría a
Jacob. Fue una decisión legal (soberana).
Muchos explican esto diciendo que Dios sabía de antemano cómo iba a
salir Esaú, por lo que basó su decisión en esa presciencia. Sin
embargo, eso negaría todo el concepto de gracia que Pablo estaba
exponiendo en el versículo 11. Toda la tesis de Pablo descansaba en
la verdad de que Dios tomó Su decisión por Su propia elección
soberana, en lugar de por las obras -obras futuras incluidas- de
Jacob y Esaú.
Cuando Dios
decide las cosas por el consejo por su propia voluntad, el hombre no
tiene influencia sobre esa decisión. Las obras del hombre son meras
respuestas a las decisiones de Dios. Sus obras no hacen que Dios tome
tales decisiones.
20
Por el contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, para que alterques
con Dios? ¿Dirá
el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? 21
¿O el alfarero no tiene derecho sobre la arcilla, para hacer del
mismo trozo de masa un vaso para uso honorable y otro para uso común?
22 ¿Y
qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder,
soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para
destrucción, …?
En
otras palabras, Dios hizo que Esaú fuera una vaso "de
ira preparado para destrucción",
mientras que al mismo tiempo hizo de Jacob un "vaso
para uso honorable".
Venían del mismo trozo de arcilla, por así decirlo. Esta fue una
decisión
soberana
hecha por el Creador que estaba utilizando Su derecho como Creador de
la arcilla. No fue imparcial,
pero fue justo.
Fue justo (legalmente), porque los creadores tienen derechos que
otros no tienen.
Por
lo tanto, el supuesto aborrecimiento de Dios hacia Esaú era un
aborrecimiento
judicial,
no un aborrecimiento intrínseco. Esta subordinación legal a Jacob
era una posición y condición temporal expresada por el
significado legal
de los términos amor
y
odio.
Si
un juez es llamado para juzgar un caso, él resuelve el caso
condenando a uno y justificando al otro. En ese sentido, odia a una
persona y ama a la otra.
No es que el juez tenga un vínculo emocional con ninguna de las dos
partes.
En
otras palabras, el juez odia
las
obras de la parte culpable y muestra amor
a
la parte inocente que ha sido perjudicada.
Juan
estaba pensando en hebreo cuando dijo: "No
améis al mundo".
Debemos entender esto para interpretar a Juan de una manera que no
contradiga a Juan
3:16.
Él nos decía que nada en este mundo debería tener prioridad sobre
Dios o Sus mandamientos y decretos. No debemos adorar a ningún dios
falso ni reconocer que ningún hombre (o gobierno) tenga soberanía
sobre el Creador. Tampoco debemos estimar las obras del mundo y la
riqueza material por encima del Creador.
Es por eso
que enseño que debemos conocer la Ley de los Derechos del Creador.
Cómo
temer al Señor
Debemos
"temer
al Señor",
que es
la manera hebrea de decir que debemos reconocer los derechos del
Creador.
Tal temor no es la emoción negativa y destructiva que conocemos como
miedo. La palabra hebrea tiene un rango más amplio de significado
que también incluye
reverencia y respeto.
Tememos al Señor cuando le respetamos lo suficiente como para hacer
todo lo que dice y reconocer Sus derechos.
Si
pensamos que nuestro derecho al pecado tiene prioridad sobre el
derecho de Dios a ser obedecido, entonces amamos al mundo y las cosas
del mundo y realmente tampoco "tememos
al Señor".
El creó; por lo tanto, es dueño y es responsable de todo lo que Él
creó. Él tiene el derecho de formar vaso de honor y de deshonor. Él
tiene el derecho de dar autoridad a quien Él elija.
Él
también tiene el derecho de salvar a toda la humanidad (1
Timoteo 4:10)
y reconciliar consigo todas las cosas que Él ha creado (Colosenses
1:16,20).
Si no reconocemos Sus derechos, ¿cómo podremos decir que realmente
"tememos
al Señor"?
Estudiamos
las Leyes de Dios para saber cómo defender Sus derechos contra todos
los usurpadores. Él tiene el derecho de ser obedecido. No tenemos el
derecho de pecar (violar la Ley). Cualquier doctrina que enseñe que
los hombres tienen derecho al pecado proviene del corazón de la
anarquía (anomia).
Ningún hombre puede pretender "temer
al Señor"
si se da a sí mismo el derecho al pecado, al decir que Su Ley ha
sido descartada.
A
pesar de la doctrina antinómica (contraria
a la Ley), ningún hombre descarta toda la Ley
de Dios; solo se reservan el derecho de dejar de lado las Leyes con
las que no están de acuerdo o las Leyes que desean violar. La
mayoría de las veces, esto es causado por su falta de comprensión.
Creen que una de las Leyes de Dios no es amorosa o es injusta, no
porque realmente lo sea, sino porque creen
que sí lo es.
Pero Dios nunca instituyó Leyes injustas; tan solo hay malentendidos
y aplicaciones injustas de la Ley, provocadas por las tradiciones de
los hombres.
Categoría: Enseñanzas
Dr. Stephen Jones
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