Ambas
disputas, entonces, deberán resolverse al mismo tiempo en la Segunda
Venida de Cristo. Así que si Jesús es realmente el Mesías, y los
judíos rechazaron Su reclamo del trono, está claro que reclamaron
la Primogenitura en 1948, mientras seguían rechazando a Jesús, que
viene por segunda vez como Josué el Efrateo.
Jesús
ascendió al Cielo como el Hijo de David de la tribu de Judá, pero
regresará como José con Su manto teñido en sangre. De esta manera,
Él es el reparador de la brecha entre Judá e Israel, porque Oseas
1:11
profetizó que ambas naciones se reunirían bajo un Líder:
11
Y se juntarán los hijos de Judá y de los hijos de Israel, y
nombrarán un
caudillo,
y ellos subirán de la tierra, porque grande será el día de
Jezreel.
Comúnmente
se enseña que los judíos se arrepentirán después de ver a Cristo
viniendo en las nubes cuando llegue para salvar a Jerusalén de la
destrucción total. Hay muchos malentendidos acerca de la profecía
sobre el destino de Jerusalén, pero ese tema es demasiado largo para
discutirlo aquí. Para más comentarios sobre al respecto, vea mis
libros, La
Lucha por el Derecho de Nacimiento
y Las
Leyes de la Segunda Venida.
Por ahora, debemos limitar nuestra discusión a la historia de la
batalla final de David contra Israel en los bosques de Efraín.
El
ejército de David venció al ejército de Absalón, como ya hemos
mostrado. ¿Pero qué le pasó a Absalom? Leemos en 2
Samuel 18:15,
15
Y diez jóvenes que portaban la armadura de Joab se juntaron, e
hirieron a Absalón y le mataron.
Absalón
representa proféticamente a los líderes judíos que usurparon el
trono de Cristo. No
sobrevivió a esta batalla ni se convirtió en parte del gobierno de
David.
También leemos el veredicto divino para "Absalón" al
final de la parábola de Jesús en Lucas
19:27,
27
Pero a estos enemigos míos, que no querían que yo reinara sobre
ellos, traedlos aquí y matadlos en mi presencia.
En
otras palabras, Jesús dijo que los llevaran a Jerusalén y "matadlos
en mi presencia".
El
sionismo es el movimiento por el cual han sido llevados de regreso a
Jerusalén,
la escena del crimen. No
han sido llevados allí para gobernar el Reino con Jesucristo; han
sido llevados allí, como representantes de los judíos en su
conjunto, para su destrucción.
Ese evento cumplirá la profecía de Jeremías 19, donde el profeta
rompió una vieja vasija de barro en el valle del hijo de Hinnom (en
griego: gehenna)
y proclamó: "Así
mismo romperé a este pueblo y esta ciudad, así como uno quiebra
una vasija de alfarero, que
no puede ser reparada"
(Jeremías
19:11).
La
ciudad ha sido destruida muchas veces a lo largo de los siglos, pero
siempre ha sido "reparada". La destrucción final, sin
embargo, será tan completa que "no
podrá ser reparada".
Las
profecías sobre la gloria de Jerusalén se cumplirán, no en la
Jerusalén terrenal, sino en la ciudad celestial.
La ciudad terrenal, dice Pablo, es Agar (Gálatas
4:25),
y ella debe ser expulsada con sus hijos (Gálatas
4:30).
Entonces,
cuando Cristo regrese, que no nos encontremos apoyando la reclamación
judía de la Primogenitura de José. No
debemos pelear la batalla de Absalón contra David.
Tampoco deberíamos considerar a Hagar-Jerusalén como nuestra madre
o la madre del Reino que está por venir, no sea que seamos
expulsados junto con nuestra madre por apoyar al gobierno rival. Esos
creyentes que apoyan a los usurpadores son como Ahitofel y Judas.
Otro hombre tomará su oficio (Hechos
1:20).
Realmente
importa a quién apoyemos en esta disputa a lo largo de la era. Si no
entendemos este conflicto, podemos encontrarnos siguiendo ciegamente
a Absalón, como lo hicieron muchos israelitas. Una vez más,
podemos encontrarnos apoyando a aquellos que querían que Jesús
fuera crucificado.
(Extracto de Primera de Juan Cap. 2 /7)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.