Barakaldo, a 3 de junio de 2020
Escuché esta mañana la entrevista que María Jesús Alfaya le hacía al eminente periodista Enrique de Diego. Acto seguido compré su libro “REPÚBLICA CONSTITUCIONAL” en Kindle de Amazon. Lo acabo de leer, y al respecto hago unos comentarios breves:
Creo que necesitamos algo así como esa República Constitucional. Sin embargo, para que esa república no se corrompa no debe obviarse el corazón corrupto del hombre, que Don Enrique menciona (Jeremías 17: 9, “ENGAÑOSO es el corazón más que todas las cosas, y PERVERSO; ¿quién lo conocerá?”).
Yo también creo que es muy posible que primero tengan que venir las colas del hambre y las cartillas de racionamiento, porque, continuando con el profeta Jeremías, antes de edificar y plantar han de venir las labores de arrancar, destruir, arruinar y derribar; labores estas que serán la primera consecuencia de que la piedra (o roca, es decir Cristo) no cortada con mano, golpee los pies de hierro mezclado con barro.
Sí, Daniel vaticinaba sobre este tiempo o sazón profética (kairos) que nos ha tocado en suerte, en el que los hermosos pies de los vencedores (Is. 52: 7, Rom. 10: 15) caminan predicando el Evangelio del Reino, en medio del polvo y estruendo causado por la caída de la gigantesca estatua, representativa del Sistema Babilónico, que ha estado al mando del planeta desde el cautiverio de Judá.
Estamos viviendo en el kairos de la confrontación de ambos tipos de pies corporativos, que está dando paso al Reino Milenial, en el que, nación tras nación, hasta que la gloria del Señor cubra toda la Tierra como las aguas cubren el mar (Is. 11: 9; Hab. 2: 14), irán viniendo bajo la constitución del Reino, la Palabra de Dios, especialmente el Sermón de la Montaña.
La soberanía no reside en el pueblo, porque Dios es el único Soberano, quien delega responsabilidades a los hombres, no soberanía. Por ello toda constitución nacional deberá estar enraizada en la Constitución del Reino. Esas naciones serán regidas y administradas por los Vencedores, que serán incorruptibles, por estar investidos, ya no solamente con las arras del Espíritu, sino con la unción completa o doble porción.
Dicha unción vendrá con el Último Gran Avivamiento Mundial , un derramamiento del Espíritu que inaugurará la no leudada Era de Tabernáculos, a la que estamos transicionando desde la leudada Edad Pentecostal de estos últimos dos mil años (Lev. 23: 17).
El Viejo Sistema que la Biblia llama Misterio Babilonia en su último tramo (Ap. 17: 5) no es solo un pacto de las finanzas (Londres) y el poder político-militar (Washington DC), sino también, y sobre todo, del poder religioso (Vaticano). Es un misterio porque oculta su régimen de esclavitud bajo un manto falso de democracia. Es el Sistema de la Reserva Federal y sus bancos centrales, que vemos derrumbarse ante nuestras narices.
Pero ahora Dios está levantando las hediondas faldas de esta corruptísima y depravada “Jezabel”: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.
La Piedra que acabará de desnudar y derribar a esta Gran Ramera, no será solo esta primera contracción del parto del Hijo Varón, que la otra Mujer dará a Luz (Ap. 12: 13). Serán necesarias las demás contracciones o plagas, que ya asoman su fea cara: crisis económica, hambre, convulsiones políticas, cataclismos naturales, …
Recordemos que la Historia no es otra cosa que profecía cumplida, por lo que, si no se discierne e incorpora la perspectiva profética a la situación actual, estaremos errando el blanco.
Sí, el momento del cambio de Era ha llegado. No de la ínclita Era Acuario de la Nueva Era, valga la redundancia, sino del Reino Milenial de Cristo. Pero solo un movimiento espiritual del Espíritu Santo, que regenere los corazones corruptos y traiga un rearme moral, tendrá la capacidad de llevarnos a una República Constitucional integrada en el Reino Milenial, que emergerá de las cenizas de Babilonia la Grande; donde Cristo y su Hijo Varón, los Vencedores, gobernarán con justa vara de hierro.
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