¡Oh mi Salvador, ayúdame!
Soy tan lento para aprender, tan propenso a olvidar, tan débil para progresar, permanezco en el suelo, cuando debería estar en lo alto; estoy afligido, tengo mi corazón carente de Gracia.
Mis días están desprovistos de oración, mi pobreza de amor, mi indolencia en la carrera celestial, mi conciencia sucia, mis horas desperdiciadas, mis oportunidades perdidas.
Estoy ciego mientras las luces brillan a mí alrededor: desempaña mis ojos, reduce a polvo la perversa raíz de incredulidad, haz que mi principal alegría sea conocerte, meditar sobre Ti.
Te contemplo, sentado a los pies como María; me reclino sobre Tu pecho como Juan; atraído a Tu amor soy como como Pablo.
Dame, cuanto sea posible, crecimiento y progreso en la gracia, más firmeza en mi carácter, más vigor en mis propósitos, más consagración en mi vida, fervor en mi devoción, más constancia en mi celo.
Aunque yo ocupe un lugar en el mundo, líbrame de hacer del mundo mi lugar; que yo nunca vaya a buscar en la criatura aquello que sólo se puede encontrar en el Creador; que la fe no deje de buscarte a Ti, hasta que ella ya no sea más necesaria.
Ve delante de mí, Tú, Rey de reyes y Señor de señores, que yo pueda vivir victoriosamente, y en victoria alcance mi fin.
(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)
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