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VISIÓN DEL REINO, Parte 3, Dr. Stephen Jones

 



Para tener una visión completa del Reino, uno debe entender las tres partes de la salvación que corresponden a los tres días festivos principales así como al espíritu, alma y cuerpo del hombre.


Pablo escribe en 1 Tesalonicenses 5: 23-24,

23 Y el mismo Dios de paz os santifique enteramente; y que vuestro espíritu y alma y cuerpo sean guardados completos [holokleros, “total, íntegro”], sin mancha para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 Fiel es el que os llama, y Él también lo hará.

Pablo tenía una perspectiva hebrea, aunque ministró entre los griegos. El punto de vista griego se basaba en la idea de que el hombre era un ser dicotómico, que tenía un cuerpo y un alma espiritual. El punto de vista hebreo se basaba en la idea de que el hombre era un ser tricotómico, que tenía un cuerpo, un alma y un espíritu.

Pablo deja en claro a lo largo de sus cartas que nuestra alma vino de Adán, quien “se convirtió en alma viviente” (1ª Corintios 15: 45; Génesis 2: 7 KJV). Dice además que el alma es carnal, o natural, porque es descendiente del primer pecador, Adán. Él llama al alma “el hombre viejo” (Efesios 4: 22 KJV; Colosenses 3: 9 KJV), tratándola como un “hombre” que tiene una identidad consciente. La NASB lo traduce como "el viejo yo".

Como creyentes bautizados, debemos dar muerte al hombre viejo y transferir nuestra identidad al “hombre nuevo” (o “nuevo yo”), como leemos en Efesios 4: 24 y Colosenses 3: 10. Esta nueva identidad consciente no es la misma persona que el hombre viejo, sino que es “una nueva criatura” (2ª Corintios 5: 17). Una “nueva criatura” no es un nuevo monstruo sino una nueva creación, o una creación diferente, una nueva entidad con una mente o consciencia diferente.

Por lo tanto, los creyentes ya no son las personas que eran cuando nacieron naturalmente de padres naturales. Ahora son hijos de Dios, habiendo sido engendrados por Dios a través del Espíritu Santo. Aunque todavía ocupamos el mismo cuerpo en la actualidad, nuestra personalidad (identidad) ha cambiado de anímica a espiritual. Ya no reside en el alma, que está muerta, nuestra identidad consciente ahora reside en nuestro espíritu.



El alma carnal

El concepto de Pablo de alma y espíritu se deriva de la Ley de la Sangre en Levítico 17: 11,

11 Porque la vida [nephesh, “alma”] de la carne está en la sangre…

Para decirlo de otra manera, “el alma carnal está en la sangre”. En segundo lugar, también podríamos decir que “la vida carnal está en la sangre”, indicando que la vida que vivimos como seres anímicos —derivada de Adán— es carnal, o anímica, o “natural”, estando asociada con la “naturaleza” de la creación originaria. Por lo tanto, tanto la KJV como la NASB traducen psuchikos con la palabra “natural” en 1ª Corintios 2: 14. Más exactamente, psuchikos debería traducirse como "almático", porque se deriva de psuche (o psyche), que significa "alma".

Pero como creyentes, ya no somos de la creación “natural” original, ni tampoco somos criaturas anímicas descendientes de Adán. En cambio, somos espirituales, porque el Espíritu Santo ha engendrado en nuestro espíritu un hombre nuevo que es espiritual. 1ª Corintios 2: 14-15 dice:

14 Pero el hombre natural [psuchikos] no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15 Pero el que es espiritual [pneumatikos] aprecia todas las cosas, pero él mismo no es apreciado por nadie.

La mente anímica no puede comprender las cosas espirituales. Las cosas profundas de Dios y su sabiduría son locura para ella. Sin embargo, la mente espiritual comprende todas las cosas.

Levítico 17: 11 nos dice que el alma está en la sangre.



El hombre espiritual

Nuestro espíritu (que no debe confundirse con el Espíritu Santo, que es el Espíritu de Dios) está asociado con nuestro aliento, porque la palabra hebrea ruach tiene un doble significado: espíritu y aliento. Por lo tanto, cuando Dios sopló “el aliento de vida” en Adán, le dio a Adán un espíritu (ruach), pero Adán fue identificado como un alma viviente.

Por el contrario, Jesucristo fue hecho (desde el principio) “Espíritu vivificante” (1ª Corintios 15: 45). En otras palabras, Dios no formó a Jesús como un adulto del polvo de la tierra y luego sopló en su nariz aliento de vida. No, Jesús fue engendrado, no formado. En su caso no hubo un proceso de dos pasos.

Nosotros mismos, habiendo nacido primero como seres anímicos a semejanza de Adán, debemos “nacer de nuevo”, como dicen. Es decir, el Espíritu Santo debe cubrirnos con su sombra y engendrarnos con simiente santa de Dios mismo, y luego debemos transferir nuestra identidad a ese hombre de nueva creación. Este es un proceso de dos pasos para nosotros, pero el resultado final es el mismo que con Jesucristo, porque la calidad de la semilla es la misma, habiendo venido del mismo Padre.

La conclusión es que somos espíritu, alma y cuerpo, pero nuestra identidad consciente está en nuestro espíritu. El cuerpo es nuestra parte física, visible, que está en nuestra carne. El alma está en la sangre y está asociada con nuestra carne, no con nuestro espíritu, porque es el alma carnal y natural (Levítico 17: 11). Nuestro espíritu, representado como aliento, es la parte más interna de nuestro ser, que entiende la sabiduría de Dios y no la considera locura.

El alma, entonces, no es espiritual, como pensaban los griegos en su visión carnal religiosa. El alma está unida a la carne. Por lo tanto, Pablo dijo que el hombre anímico es carnal, no espiritual. Si hemos de entender la enseñanza de Pablo, debemos rechazar el punto de vista griego de la naturaleza del hombre y adoptar el punto de vista hebreo que está establecido en la Ley.


(Imagen añadida por el traductor) 


Las tres partes del Tabernáculo y el Templo


(Imagen añadida por el traductor)


El Tabernáculo de Moisés y el Templo de Salomón estaban divididos cada uno en tres partes: el Atrio Exterior, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo, en el cual la presencia de Dios hacía su morada. El atrio exterior representaba al cuerpo; el lugar santo representaba al alma; el Lugar Santísimo representaba al espíritu. A partir de esto, podemos ver que el hombre no es dicotómico sino tricotómico.

También notamos que cuando se construyeron esas estructuras, era necesario que el Lugar Santísimo estuviera lleno de la presencia de Dios. Mientras el Lugar Santísimo estuviera desprovisto de su presencia, representaría a un no creyente. Pero cuando Dios descendió para hacer su morada en el Lugar Santísimo, se convirtió en el modelo para un creyente ideal lleno del Espíritu.



La tres salvaciones


(Imagen y texto explicativo añadidos por el traductor)


Espíritu: Intuición, comunión y conciencia

Alma: Entendimiento, emociones y voluntad

Cuerpo: Vista, oído, olfato, gusto y tacto

(El hombre espiritual además tiene el sentido de la fe,

algo así como el wi-fi espiritual o tercer ojo)


Dios hace muchas cosas progresivamente en tres pasos, siguiendo la Ley de dos o tres testigos que establecen todas las cosas (Deuteronomio 19: 15; 2ª Corintios 13: 1). Así también, hay tres fiestas en las que los hombres israelitas debían presentarse ante Dios tres veces al año (Éxodo 34: 23). A través de la Pascua, nuestro espíritu es justificado; a través de Pentecostés, nuestra alma es santificada; a través de los Tabernáculos, nuestro cuerpo es glorificado.

El término “salvación” abarca los tres. Por lo tanto, hay una salvación del espíritu, una salvación del alma y una salvación del cuerpo.

Esta es también la Calzada de Santidad (Isaías 35: 8), representada en el Tabernáculo y el Templo como el camino a la presencia de Dios. Comienza en el Atrio Exterior, que es el reino de la Edad o Etapa de la Pascua, con su altar de bronce (para la justificación) y su fuente o lavacro (bautismo en agua).

Luego se extiende a través de la segunda cortina-velo-puerta al Lugar Santo, con su Mesa de los Panes, el Candelabro y el Altar del Incienso, que son elementos de la Etapa Pentecostés. Comemos su pan (cuerpo), caminamos en su luz y tenemos comunión con Dios mientras oramos en el Altar del Incienso. Todo esto está diseñado para la santificación y la salvación del alma.

Finalmente, está el Lugar Santísimo detrás del último velo o cortina, donde lo vemos cara a cara (Éxodo 33: 11; 1ª Corintios 13: 12).

Bajo el Antiguo Pacto, todos podían ir al Atrio Exterior para ser justificados por la fe, pero solo los sacerdotes podían entrar al Lugar Santo. Todos pueden estar justificados en una experiencia en el Atrio Exterior, pero no todos los creyentes son sacerdotes. Ser sacerdote es un llamado distinto de Dios, para ser un intercesor entre Dios y el hombre. Uno no se une simplemente a un sacerdocio o clero denominacional para ser un sacerdote de Dios, porque ha habido muchas personas corruptas que han ido al seminario y se han unido a un sacerdocio como personas auto-llamadas.

Debido a que el Lugar Santo también sirve como tipo del Reino Pentecostal, se puede decir en general que el sacerdocio requiere una unción pentecostal. Esto no necesariamente descalifica a aquellos que no se identifican como pentecostales. Se puede encontrar una unción pentecostal entre muchos que rechazan la etiqueta pentecostal, pero que son guiados por el Espíritu y escuchan la voz de Dios.

La esencia de Pentecostés no se trata de ninguno de los dones del Espíritu como tales (incluido el don de lenguas). Se trata de escuchar la voz de Dios, pues esta fue la característica principal de aquel primer Pentecostés al pie del monte Sinaí, donde el pueblo escuchó la voz de Dios (Deuteronomio 5: 4). Sin embargo, muchos de los israelitas rehusaron escuchar su voz (Éxodo 20: 19), temiendo morir en el fuego de Dios. Por lo tanto, fueron descalificados de la experiencia pentecostal y de su llamado sacerdotal como intercesores.

La tercera y última salvación es la glorificación del cuerpo, que viene al entrar en el Lugar Santísimo. Pablo dice en 2ª Corintios 3: 18 que somos transformados al mirarlo a cara descubierta. El fuego y la gloria de Dios nos transforma completamente a su imagen, para que podamos sobrevivir a la magnitud de su gloriosa presencia.

Para calificar para entrar al Lugar Santísimo se requiere ser parte del Cuerpo de nuestro “gran Sumo Sacerdote” (Hebreos 4: 14). En la actualidad, siendo imputados justos por la fe del Nuevo Pacto, podemos entrar en su presencia libremente en el nivel que lo hacemos a menudo. Pero hay un tiempo por venir cuando el cuerpo será perfeccionado y glorificado y “preservado completo” (1ª Tesalonicenses 5: 23). En Romanos 8: 23 Pablo se refiere a este tiempo como “la redención de nuestro cuerpo”.

Esta es la tercera y última salvación que cumple la visión de Pablo del Reino en cuanto a espíritu, alma y cuerpo.



Dos direcciones

Cuando miramos la Carretera o Calzada de Santidad en el Tabernáculo, podemos verla a través de los ojos del hombre o a través de los ojos de Dios. En lo que se refiere a la estructura del hombre, entramos en el Atrio Exterior (reino del Cuerpo), luego procedemos al Lugar Santo (alma) y finalmente al Lugar Santísimo (espíritu), que es la parte más interna de nuestra naturaleza.

Sin embargo, Dios invierte este orden cuando se trata de la salvación. Primero somos justificados en nuestro espíritu (Lugar Santísimo), luego santificados en nuestra alma (Lugar Santo), y finalmente glorificados en nuestro cuerpo (atrio exterior).

Para tener una visión clara del Reino, es necesario ver ambos patrones, ya que son igualmente válidos en sus propios dominios.

https://godskingdom.org/blog/2022/11/kingdom-vision-part-3

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