Efesios 6: 17 dice:
17 Y tomad el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
Estos son los dos últimos elementos de la armadura de Dios que Pablo enumera en este pasaje. Hay seis piezas de armadura, aunque por alguna razón las notas del Dr. Bullinger en The Companion Bible agregan una lanza a la lista para que sean siete. No explica por qué.
El Yelmo de Yahshua
Sin duda Pablo supo acerca de “un yelmo de salvación” de Isaías 59: 17, donde el profeta lo menciona, junto con la coraza de justicia.
Un casco cubre la cabeza. Nuestra Cabeza es Jesucristo. El nombre hebreo de Jesús es Yahshua, que significa “salvación”. Por lo tanto, “el yelmo de la salvación” es también el yelmo de Yahshua-Jesús. Sin duda, Pablo quiso identificar el yelmo con Jesús, quien es nuestra salvación.
A lo largo del Antiguo Testamento, la palabra yahshua (y yasha) profetizan de Cristo. Sin embargo, la conexión era oscura hasta que el ángel del Señor se le apareció a José en un sueño. El ángel le confirmó que María efectivamente había sido fecundada por el Espíritu Santo y que al niño le debía a poner el nombre de Jesús (o Yahshua), “porque Él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1: 21).
Parece, entonces, que José estuvo entre los primeros en recibir la revelación, conectando la palabra yahshua con la salvación que vendría a través del Mesías con ese nombre. Incluso María no pareció recibir esta revelación, aunque un ángel se le había aparecido antes. Esa conversación se centró en el significado del nacimiento virginal.
A ella también se le reveló que “el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; y por eso el santo Niño será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1: 35). En otras palabras, Cristo fue llamado Hijo de Dios específicamente porque María había sido fecundada, no por José ni por ningún hombre, sino por “el Altísimo”.
Lo mismo ocurre con nosotros, si hemos sido engendrados por Dios y si hemos transferido nuestra identidad al hombre de la nueva creación. Jesús estableció el modelo para todos los Hijos de Dios.
Al octavo día de su nacimiento, Jesús fue presentado al sacerdote en el templo, donde fue registrado formalmente bajo el nombre de Yahshua (Lucas 2: 21). Allí, un anciano llamado Simeón reconoció a Jesús como el Mesías. Sin duda, él había recibido revelación—quizás muchos años antes—de que el nombre del Mesías sería Yahshua y que Él nacería en la Fiesta de las Trompetas (el Día del Año Nuevo Hebreo). Sabía, por tanto, que sería presentado en el templo al octavo día del nuevo año.
Simeón había recibido una promesa personal de Dios de que vería al Mesías antes de morir (Lucas 1: 26). Por lo tanto, Simeón estaba esperando en el templo ese año para ver si los padres traerían un hijo al octavo día de las Trompetas y llamarían su nombre Yahshua.
Lucas 1: 27-30 dice:
27 Y vino en el Espíritu al templo; y cuando los padres trajeron al niño Jesús para cumplir con él el rito de la Ley, 28 entonces él lo tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, y dijo: 29 Ahora, Señor, sueltas a tu siervo para que se vaya en paz, conforme a tu palabra, 30 porque mis ojos han visto tu salvación [“yahshua”].
Más recientemente, un rabino muy respetado, Yitzhak Kaduri, hizo el mismo descubrimiento antes de morir a la edad de 108 años. Afirmó que había conocido al mesías llamado Yehoshua o Yahshua. Sin embargo, se refería a otro hombre que vive hoy. Debe haber discutido esto con otros rabinos prominentes, porque varios de ellos compartían esa creencia.
http://www.yeshuahamashiach.org/Kaduri_names_Messiah.htm
El punto es que la revelación del nombre del Mesías en las Escrituras no es tan oscura que uno no pueda conocerla. Desgraciadamente, habiendo rechazado a Jesús como el Mesías, buscan a otro con ese nombre. Uno no puede ponerse el yelmo de la salvación aparte del verdadero Yahshua.
El yelmo de Yahshua es para aquellos que creen que Jesús es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16: 16). Los falsos mesías nacen de la simiente carnal, que no puede resultar en inmortalidad o incorrupción (1ª Pedro 1: 23-25). Ni ningún falso mesías puede ser llamado Hijo de Dios, porque no fue engendrado por el Dios Altísimo.
Quizás Pablo se estaba refiriendo al yelmo de Yahshua cuando en Romanos 13: 14 escribió,
14 Antes bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para los deseos de la carne.
El turbante del sumo sacerdote como casco
Cuando comparamos la armadura romana con el atuendo del sumo sacerdote, vemos que el yelmo de la salvación es comparable al turbante del sumo sacerdote. Levítico 8: 9 dice:
9 Puso también el turbante sobre su cabeza, y sobre el turbante [“mitra”, KJV], en la parte delantera, colocó la lámina de oro, la corona sagrada, tal como el Señor lo había mandado a Moisés.
Este turbante estaba hecho de lino fino (Éxodo 28: 39). Se le ataba un hilo azul (Éxodo 28: 37) para “recordar todos los mandamientos del Señor” (Números 15:38-40). El azul es el color del Cielo y de la Ley. Por lo tanto, Pablo escribió en Romanos 7: 14, “sabemos que la ley es espiritual”.
Sobre el turbante se colocaba el nezir, “la corona sagrada” (Éxodo 29: 6), que consagraba al sumo sacerdote con el llamamiento de nazareo. Por eso, a los nazareos se les permitía entrar en el santuario como si fueran sacerdotes. Santiago, el hermano de Jesús, era nazareo y solía orar diariamente en el santuario por la ciudad de Jerusalén, hasta que fue apedreado por creer en Jesús (62 dC). Véase Lecciones de la Historia de la Iglesia, vol. 1, capítulo 25.
La placa de oro estaba inscrita con las palabras, "Santo para el Señor (o Santidad al Señor)" (Éxodo 39: 30). Sabemos que nuestro gran Sumo Sacerdote es Jesucristo mismo. Aunque Jesús no era un sacerdote del Antiguo Pacto, sin embargo, tanto Moisés como Aarón eran tipos de Cristo a su manera. Por lo tanto, las vestiduras del sumo sacerdote eran una representación carnal de las vestiduras espirituales dadas a nuestro Sumo Sacerdote del Orden de Melquisedec. Entonces, el turbante, con su placa de oro, puede ser visto como el Yelmo de Salvación, o el Yelmo de Yahshua.
Nuestro Sumo Sacerdote no tenía pecado, habiendo cumplido la Ley durante toda su vida (Hebreos 9: 28 KJV). Su “turbante” tenía un hilo azul para recordar todos los mandamientos. Aunque a menudo sus enemigos lo acusaban de pecado, esas acusaciones eran falsas. Violó el entendimiento común de la Ley—la Ley del Sábado en particular—pero, de hecho, sanar a la gente en el sábado estaba diseñado para ayudar a la gente a entrar en el Reposo de Dios, razón por la cual se dio el sábado.
En cuanto a la lámina de oro, o corona santa, Hebreos 5: 1, 3 dice:
1 Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres, es constituido por los hombres, en lo que a Dios se refiere, para ofrecer tanto ofrendas como sacrificios por los pecados... 3 y por eso está obligado a ofrecer sacrificios por los pecados...
El sumo sacerdote era "santo", porque era apartado por un llamamiento especial "para ofrecer sacrificios por los pecados". Los hombres ordinarios no podrían hacer esto por sí mismos. Incluso si ofrecían un sacrificio, se les requería que llevaran la sangre del sacrificio al lugar donde Dios había puesto su nombre y se la dieran al sacerdote para que la ofreciera sobre el altar (Levítico 17: 3-5).
Así que Jesús vino a la Tierra y fue apartado para hacer la obra que ningún hombre podía hacer, ni siquiera los sumos sacerdotes levitas, quienes antes de ministrar a la gente primero tenían que ofrecer un sacrificio por sus propios pecados. El sacrificio de Jesús fue superior en el sentido de que pudo ofrecerse a Sí mismo como el Sacrificio final, y lo hizo sin tener que ofrecer un sacrificio por ningún pecado personal.
Cuando nosotros mismos nos ponemos el yelmo de la salvación, significa que hemos aceptado a Yahshua como nuestra Cabeza. Además, testificamos que Él es santo, que Él estaba calificado para hacer el gran sacrificio por nosotros, y que Él recordó y cumplió toda la Ley (hilo azul) sin ningún pecado. Por el hecho de que Él nunca nos mandará pecar, es claro que se nos instruye a recordar la Ley, como dijo el profeta (Malaquías 4: 4). Jesús afirmó esto en Mateo 5: 17-19.
Este es el significado de ponerse el Yelmo de la Salvación, que es nuestra armadura espiritual. El hilo azul en el turbante se relaciona directamente con la coraza de justicia, con el cinturón de la verdad y con la espada del Espíritu, que es su Palabra.
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