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APOCALIPSIS - Libro VIII - Cap. 22 - EL ANEXO (Final y Bibliografía), Dr. Stephen Jones

 




Apocalipsis 22: 6 comienza con el apéndice de Juan para cerrar el libro, llevándonos de regreso al presente (desde la perspectiva de Juan):


6 Y me dijo: “Estas palabras son fieles y verdaderas”; y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, envió a su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.


No está del todo claro quién le está hablando a Juan. La NASB asumió que es un ángel el que dice: "Estas palabras son fieles y verdaderas", y por lo tanto, no escribe en mayúscula la palabra él al comienzo del versículo anterior. Sin embargo, como leímos antes (Ap. 21: 5), las mismas palabras fueron pronunciadas por El que está sentado en el trono. O el ángel estaba dando testimonio de Aquel que estaba sentado en el Trono, o Cristo se estaba repitiendo.


La NASB también termina la cita después de la palabra verdadero, mientras que me parece más natural que la cita continúe a través del versículo y también a través del próximo versículo. Cristo habló todo ese pasaje. Así es como la KJV lo presenta. La Emphatic Diaglott dice:


6… “Estas palabras son fieles y verdaderas; y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, envió a su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto. 7 Y he aquí, vengo pronto. Bienaventurado el que presta atención a las palabras de la profecía de este libro”.


Al extender la cita, la declaración, Vengo pronto, identifica al Orador aquí como Jesucristo. Las versiones de “Letra Roja” ponen este y el resto del verso en rojo, pero no las palabras anteriores. Me parece que todo el pasaje anterior debería estar en letras rojas. Sin embargo, este punto de vista no es crucial, porque ya sea que las palabras hayan sido pronunciadas por un ángel o por Jesucristo, "estas palabras son fieles y verdaderas".


El ángel mencionado en el versículo 6, que fue "enviado... para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto", parece ser el ángel que apareció antes en Apocalipsis 21: 9. Este fue el ángel de la plenitud de Dios que se aproxima, quien se adelantó para mostrar las revelaciones finales de la Novia, la Nueva Jerusalén, el Árbol de la Vida y el Río que fluye de la ciudad, que revierte la maldición y da vida a todos. Toda esta revelación encaja perfectamente con el nombre del ángel, pues a través de él se presenta la verdad de la Restauración de Todas las Cosas.



Juan intenta adorar al ángel


Apocalipsis 22: 8-9 dice:


8 Y yo, Juan, soy el que oyó y vio estas cosas. Y cuando oí y vi, me postré a adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. 9 Y él me dijo: “No hagas eso; soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro; alabar a Dios".


Esta fue la segunda vez que Juan estuvo tan abrumado que cayó a los pies de un ángel. La primera vez fue en Apocalipsis 19: 10, después de escuchar al ángel decir: Estas son las palabras verdaderas de Dios. Esa declaración en particular tenía un gran poder, junto con la declaración posterior: "Estas palabras son fieles y verdaderas" que se pronunciaron en Apocalipsis 21: 5 y 22: 6. La verdad de la revelación completa, cuando se comprende, es abrumadora.


La mayoría de las personas, sin embargo, no se sienten tan abrumadas cuando escuchan estas palabras. Esto se debe a que cuando se dice tal verdad, generalmente está velada por la mentalidad del Antiguo Pacto, que oculta la luz y la gloria a la mayoría de la humanidad (2ª Corintios 3: 13-17). Para ellos, la verdad tiene poco impacto.


El ángel se identifica como un hombre de vuestros hermanos los profetas y también un hermano de los que guardan las palabras de este libro. Un ángel es un mensajero y puede ser un hombre o un ser espiritual. Un mensajero de Dios es a menudo tanto un hombre como un ser espiritual (ángel). Esto se debe a que a cada uno se le asigna por lo menos un ángel en quien está la Palabra de Dios, es decir, una medida de la Palabra.


Cuando todos sean restaurados al propósito para el cual fueron creados, ellos y sus ángeles llegarán a ser uno, y cada persona será una manifestación de la Palabra en la que se ha convertido por su unidad con su ángel. El mensajero espiritual opera así a través del mensajero terrenal como el medio entre el Cielo y la Tierra. Tales mensajeros terrenales son, en efecto, las primicias del gran matrimonio entre el Cielo y la Tierra, el comienzo de que los dos lleguen a ser “una sola carne”.


Tales hombres pueden ser considerados como los compañeros de Jesús, la Memra, el equivalente hebreo del Logos. Ningún individuo es Memra en el sentido pleno en el que Cristo es la Palabra viva (Palabra total), sino en el sentido limitado en el que uno se convierte en la manifestación de su propia porción de la Palabra. La porción de cada uno está definida y limitada por la Palabra que está en su(s) ángel(es).


Así que en el mensaje a las siete iglesias, está escrito, al ángel de la iglesia en Éfeso (Ap. 2: 1); o al ángel de la iglesia en Esmirna (Ap. 2: 8). El mensaje fue entregado al sheliach tzibbor, el nombre hebreo para el supervisor de cada iglesia. Juan escribió la palabra del Señor y la transmitió a cada superintendente de iglesia, para que se la diera a la gente de la iglesia. El capataz, quien (presuntamente) había absorbido a su ángel y así pudo oír la Palabra del Señor, fue llamado ángel.


Pero, ¿quién era ese “ángel” que le dio el mensaje a Juan en Patmos? No sabemos si un profeta vino a visitar a Juan en Patmos, o si el hombre ya estaba allí. Si ya estaba allí, es probable que fuera Prócoro, el discípulo que, según los primeros escritos de la Iglesia, renunció a su libertad para acompañar a Juan y ministrarle durante su exilio en la escarpada isla. Prócoro era uno de los diáconos originales en Hechos 6: 5. Prócoro fue para Juan lo que Josué fue para Moisés.


Sin embargo, Juan no parece conocer a este "profeta", por lo que probablemente no sea Prócoro. El hombre/ángel parece ser un hombre glorificado, ya sea del pasado o del futuro, que ha absorbido completamente su ángel/palabra, convirtiéndolo así en el 'Ángel de la Plenitud de Dios que se Acerca'.



No selles el libro


Las cartas eran enviadas por mensajeros en esos días y estaban selladas con cera e impresas con una cresta o firma de un anillo de sello. Dichos sellos debían evitar que las personas leyeran el contenido de la carta durante el viaje. Cuando a Daniel se le dio su revelación, Dios le dijo que sellara el libro hasta el fin de los tiempos (Daniel 12: 4), cuando se completara el viaje del tiempo.


Pero el libro de Juan debía permanecer sin sellar, porque había venido Cristo, el cual era digno (autorizado) de abrir el libro (Ap. 5: 5). Cuando se abrió el libro, la revelación inmediata fue acerca de la Restauración de Todas las Cosas, el 'fin final' y el cumplimiento del voto del Nuevo Pacto de Dios, mediado por Jesucristo.


Esta Restauración fue revelada a lo largo del Antiguo Testamento, incluyendo la Ley de Moisés y los Profetas (especialmente Isaías); sin embargo, no se entendió claramente hasta que Jesús vino y el Espíritu Santo fue dado en Pentecostés.


Apocalipsis 22: 10 dice:


10 Y me dijo: "No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca".


Vemos que mientras Juan estaba en Patmos, a fines del primer siglo, no debía sellar el libro, porque el tiempo está cerca. De hecho, la mayor parte de la Iglesia Primitiva tenía un entendimiento de la Restauración de Todas las Cosas y la salvación de toda la humanidad, al menos durante los primeros cuatro siglos. Después de eso, esta palabra “fiel y verdadera” comenzó a ser suprimida en el año 400, como expliqué en mi folleto, Una Breve Historia de la Reconciliación Universal.


Debido a esta supresión y su sustitución por la doctrina del tormento eterno, defendida por Agustín (354-430 dC), la Iglesia misma intentó sellar el libro, impidiendo que la gente conociera las verdaderas “buenas nuevas” (evangelio) del Nuevo Pacto. Por esta y otras razones, Apocalipsis se ha mantenido como un libro sellado para la mayoría de los cristianos en el pasado. Pero desde el punto de vista de Dios, nunca tuvo la intención de que fuera un libro sellado.



Prendas sucias y limpias


El ángel dice en Apocalipsis 22: 11,


11 El que hace el mal, siga haciendo el mal; y el que es inmundo [rhuparos], sea inmundo todavía; y el que es justo, practique todavía la justicia; y el que es santo, consérvese santificado todavía.


La imagen de la palabra detrás de ser "inmundo" es la de estar vestido con ropas sucias. Es el mismo término usado en la versión de la Septuaginta (Griega) de Zac. 3: 4, que habla de Josué el sumo sacerdote:


3 Ahora bien, Josué estaba vestido con ropas sucias y de pie delante del ángel. 4 Y habló y dijo a los que estaban de pie delante de él, diciendo: Quitadle las ropas sucias [rhuparos]. De nuevo le dijo: "Mira, he quitado de ti tu iniquidad y te vestiré con ropas de fiesta".


Esto muestra la diferencia entre las dos prendas que usamos. Pablo nos dice que la presente vestidura de mortalidad es la que recibimos por medio de Adán, mientras que la segunda es la vestidura de inmortalidad que actualmente está reservada para nosotros en el cielo (2ª Corintios 5: 1-4). Obviamente, las “vestiduras sucias” representan el cuerpo natural (anímico), el cual, desde el pecado de Adán, está lleno de “iniquidad”. Entonces las vestiduras de Josué fueron reemplazadas, y su iniquidad fue quitada.


Cuando Juan escuchó estas palabras en Apocalipsis 22: 11, le estaba hablando al ángel en su tiempo presente, cuando la humanidad aún estaba vestida con sus vestiduras inmundas. Por supuesto, en el sentido legal, los creyentes son imputados como justos, y aunque su vestidura celestial todavía está reservada para ellos en los cielos, son tratados como si sus vestiduras sucias hubieran sido reemplazadas por las vestiduras de justicia. Disfrutan de una justicia posicional a través de la fiesta de la Pascua, de modo que no necesitan estar llenos de culpa y temor por su iniquidad, sino que pueden acercarse al Trono de la Gracia con confianza (Hebreos 4: 16).


En efecto, a Juan se le dijo que antes de la final Restauración de Todas las Cosas, la vida en la Tierra continuaría y muchos permanecerían inmundos, mientras que algunos serían clasificados como “justos” y “santos”.


Esta era una Palabra que implicaba la necesidad de paciencia. Aunque Jesús dijo: Vengo pronto, su “pronto” es desde una perspectiva atemporal y no debe interpretarse de acuerdo con nuestra corta duración de la vida. Y así han pasado más de 1900 años desde que Juan escuchó las palabras de esta revelación.



Jesús firma el libro


En Apocalipsis 22: 12-13, Jesús interrumpe al ángel y se une directamente a la conversación, diciendo:


12 He aquí, Yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sus obras. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin”.


Esta es la segunda de tres veces en que Jesús le dice a Juan: Vengo pronto. Lo dijo anteriormente en el versículo 7 y lo volverá a decir en el versículo 20. Dado que la revelación está llegando a su fin, esto también sirve como resumen y recordatorio que apunta al primer capítulo del libro. Además es una forma de firmar el libro para identificar al Autor. Recuerde que en Apocalipsis 1: 7 leemos: He aquí, viene con las nubes, y el siguiente versículo dice:


8 Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.


Por lo tanto, el Señor Dios que pronunció estas palabras en Apocalipsis 1: 8 es Aquel que viene pronto en Apocalipsis 22: 12. Jesús es el que viene, y también es el Señor Dios y el Todopoderoso. A lo largo del Antiguo Testamento, el Señor Dios normalmente se traduce del hebreo Yahweh Elohim (Gén. 2: 5 ) o Adonai Yahweh (Ezequiel 2: 4).


Yahweh Elohim representa al Creador y Pactador en su relación con sus criaturas. Adonai Yahweh representa al Creador como Dueño (o “Señor”) de lo que Él ha creado. Juan 1: 3 nos dice que Cristo el Verbo (el Logos, o Memra) creó todas las cosas. Pablo nos dice en 1ª Tim. 2: 5 que Jesús es el Mediador del Nuevo Pacto—por lo tanto, Él es el Pactador así como también el Creador. El nombre Yahweh Elohim es como deberíamos ver el Señor Dios en Apocalipsis 1: 8.


En cuanto a Adonai Yahweh, que es el término favorito de Ezequiel, se representa a Dios con el derecho de propiedad sobre lo que Él ha creado. El término no solo establece la soberanía de Dios, sino también su derecho legítimo. Por este título Él reclama el derecho de juzgar y perdonar a voluntad, pero todo se hace de acuerdo con su carácter como Dios de Amor, Justicia y Misericordia.


Por lo tanto, Él viene rápidamente con recompensas en la mano para pagar a cada uno según sus obras. Los justos son recompensados con posiciones de autoridad y reciben la inmortalidad antes que los injustos. Los injustos (durante su vida en la Tierra) también serán recompensados, pero no hasta que hayan sido corregidos y disciplinados y luego hayan probado su valía durante la Era del Juicio (del Lago de Fuego).


El mismo Señor Dios de Apocalipsis 1: 8 que reclamó el título, Alfa y Omega, es el que viene en Apocalipsis 22: 13, Jesucristo mismo. Este título es, por supuesto, una forma griega de expresar el hebreo "Alef y Tav", las primeras y últimas letras del alfabeto hebreo. La Alef es la Primera Causa, y la Tav es el signo o firma al final.


Heb. 12: 2 sugiere también que Él es el autor y perfeccionador (consumador) de la fe. Él es el Autor de la fe, porque la fe viene por el oír, y nadie puede oír a menos que Dios hable primero. Él es el Perfeccionador de la fe, porque desarrolla nuestra fe al probarla con “fuego” (1ª Pedro 1: 6-7). La palabra griega traducida como “Perfeccionador” es teleiotes, un consumador. Cristo termina lo que comienza, y cuando su obra en nosotros ha terminado, todos salimos del fuego completamente refinados y perfeccionados.


Es su derecho, como Creador y Dueño de todo, terminar la obra que comenzó en la Creación, y su éxito depende de su capacidad para cumplir su promesa del Nuevo Pacto, de hacer de toda la humanidad su pueblo y ser su Dios (Deut. 29: 12-15). Por lo tanto, cuando llegamos al final de la revelación de Juan, vemos a Jesús reclamando no solo sus derechos, sino también su capacidad para completar lo que Él ha creado.



Los Bienaventurados


Apocalipsis 22: 14-15 continúa,


14 Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad. 15 Fuera están los perros y los hechiceros y los inmorales y los homicidas y los idólatras, y todo aquel que ama y practica la mentira.


Todo este pasaje está escrito desde la perspectiva del tiempo real en los días de Juan. Las profecías sobre el futuro se completaron en Apocalipsis 20, y la descripción de la Nueva Jerusalén (la meta de la historia) terminó en Apocalipsis 22: 5. La sección final (anexo) del libro vuelve al tiempo real tal como Juan lo percibía. Por lo tanto, Juan les dice a sus lectores que algunos son benditos y pueden entrar por las puertas de la ciudad, mientras que otros están restringidos por los muros y las puertas de la ciudad. Los creyentes incluso ahora (dice Juan) tienen acceso a la Nueva Jerusalén, porque han lavado sus ropas. Por alguna razón, la KJV dice incorrectamente: Bienaventurados los que cumplen sus mandamientos. Los textos griegos dicen, quienes lavan sus ropas, y el Nuevo Testamento Numérico de Panin confirma estos textos griegos.


Cuando Dios le dio el Antiguo Pacto a Israel, primero se instruyó al pueblo a lavar sus vestidos (Éxodo 19: 10, 14) para prepararse para recibir ese Pacto. El mismo requisito se encuentra al recibir el Nuevo Pacto, excepto que las vestiduras a lavar ya no son físicas, sino espirituales.


Lavar la ropa era un requisito de limpieza, cuando un hombre tocaba un animal inmundo (Lev. 11: 25) o cuando un leproso estaba siendo limpiado después de su curación (Lev. 14: 8). Cuando los sacerdotes eran consagrados, también tenían que lavar sus vestidos, y serán limpios (Núm. 8: 7). Aunque aceptables bajo el Antiguo Pacto, todos estos rituales de limpieza no hacían nada para limpiar el corazón. Somos purificados por el agua de la Palabra (Juan 15: 3), la cual por sí sola es suficiente para hacernos verdaderamente limpios ante Dios.


Tal purificación por el agua de la Palabra es un requisito para entrar por las puertas en la ciudad. Los que no estén limpios deben permanecer fuera de la ciudad. Entre ellos están los que desprecian la Palabra (es decir, la Ley). Sin duda Juan recordó cómo aquellos que estaban impuros tenían que detenerse fuera de la ciudad de Jerusalén y limpiarse con las cenizas de la vaca roja mezclada con agua, antes de entrar a la ciudad.


Tal como lo ve Juan, no existe tal cosa como un creyente sin Ley (anárquico), porque todos los verdaderos creyentes realmente creen en la Palabra, y la evidencia de su creencia (fe) es un cambio de comportamiento. La verdadera fe da fruto de justicia.


Por supuesto, como ya hemos mostrado, los verdaderos creyentes son imputados como justos mucho antes de que realmente sean hechos justos. La Palabra trae limpieza continua, mientras bebemos del agua del río de la vida en nuestro tiempo de vida. Por lo tanto, el mandato de lavar nuestras vestiduras no ha sido desechado, sino que la forma de la ley ha cambiado para adaptarse al Nuevo Pacto. El agua física ha sido reemplazada por el agua de la Palabra.



La raíz y el linaje de David


En Apocalipsis 22: 16, Jesús nuevamente intercala una declaración en la conversación, diciendo:


16Yo, Jesús, he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana”.


Jesús pudo haber sido el revelador a lo largo del libro, pero eligió revelar el futuro a través de varios ángeles, terminando con una revelación culminante de la Nueva Jerusalén a través del Ángel de la Plenitud de Dios que se Acerca. Estas revelaciones fueron dadas para instruir a las iglesias, no solo a las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3, sino también a todas las iglesias que vendrían después.


Jesús entonces se identifica a Sí mismo por diferentes términos. Él es la raíz y el linaje de David, porque Él es Aquel profetizado en Isaías 11: 1-2,


1 Entonces brotará un retoño del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto. 2 Y reposará sobre él el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor del Señor.


Él es tanto la "raíz" como la "descendencia" (es decir, el "retoño" o "rama"). Esta es otra forma de decir que Él es el Alfa y la Omega en relación con David. Él era hijo de David, pero al mismo tiempo David lo llamó “Señor”. Jesús preguntó a los fariseos y saduceos acerca de esto en Lucas 20: 41-44,


41 Y les dijo: ¿Cómo es que dicen que el Cristo es hijo de David? 42 Porque el mismo David dice en el libro de los Salmos: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, 43 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies". ¿Cómo es Él su hijo?”


Jesús estaba citando el Salmo 110: 1, que, según John Lightfoot, los judíos habían aplicado comúnmente a Abraham y su sumisión a Melquisedec (es decir, Sem). Se creía que David escribió el Salmo 110: 1 con la historia de Sem en mente. Sin embargo, el versículo también se aplica al mismo David, quien era del Orden de Melquisedec (Salmo 110: 4).


Esta también era una profecía mesiánica bien conocida, por lo que la pregunta era cómo el mesías podría ser tanto el hijo de David como su "Señor". Los hijos honran a sus padres según el quinto mandamiento, pero los padres normalmente no llaman a sus hijos “señor”. El punto es que David reconoció que su descendiente, el Mesías, sería mayor que él. Ambos serían sacerdotes de Melquisedec, pero Jesús sería el último Sumo Sacerdote de ese orden. De hecho, Jesús preexistió a todos los hombres al comienzo de la Creación, por lo que precedió a David y, por lo tanto, también fue su "Señor".


Esta verdad está ligada al hecho de que Jesús es tanto la raíz como el linaje de David. Por haber sido preexistente a David, Él era la raíz de David . Sin embargo, cuando nació en Belén, vino del linaje de David. Para más comentarios sobre esto, vea el capítulo 15 de Dr. Lucas: Sanado las Heridas, Libro 7.



La Estrella Resplandeciente de la Mañana


En Apocalipsis 22: 16, Jesús se identifica a Sí mismo también como la estrella resplandeciente de la mañana. Pedro también llama a Jesús por ese título. En 2ª Pedro 1: 19 leemos,


19 Y así tenemos la palabra profética más firme (segura), a la cual hacéis bien en estar atentos como a una lámpara que alumbra en un lugar oscuro, hasta que amanezca el día y el lucero de la mañana se levante en vuestros corazones.


Sin duda, Pedro estaba hablando del mismo evento al que Pablo se refiere en 2ª Tes. 1: 10-12,


10 cuando venga para ser glorificado en sus santos en aquel día y para ser admirado entre todos los que han creído, porque nuestro testimonio dado a vosotros ha sido creído… 12 para que el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en él…


No solo viene pronto como un individuo distinto, sino que también surge EN NOSOTROS en una gran muestra de unidad, para que nosotros mismos aparezcamos en gloria. La presencia de Cristo resplandecerá en nosotros cuando se levante el velo de la carne y seamos transfigurados. Esta es la Manifestación de los Hijos de Dios. Es una de las recompensas dadas a los Vencedores, específicamente a los Vencedores de la iglesia de Tiatira en Apocalipsis 2: 28.


La Resplandeciente Estrella de la Mañana era el heraldo del amanecer. Los Vencedores también deben hacer brillar la luz de Cristo durante la noche oscura, porque ellos también son heraldos del amanecer de un nuevo día, después que los Sistemas Bestias hayan seguido su curso.



La revelación final


Apocalipsis 22: 17 da la invitación final,


17 Y el Espíritu y la Esposa dicen: “Ven”. Y el que oiga diga: "Ven". Y el que tenga sed, que venga; que el que quiera tome del agua de la vida gratuitamente.


La invitación es dada por tres entidades: el Espíritu, la Novia y el que escucha. Uno podría pensar que la invitación sería dada a aquellos que tienen oídos para oír, pero en este caso la invitación es dada POR los oyentes A aquellos “sedientos” que aún no han oído. Estos son los infractores de la Ley arrepentidos de fuera de la ciudad a los que se hace referencia en Apocalipsis 22: 15. El Espíritu crea la sed dentro de los corazones de los hombres, atrayéndolos a la Novia, que es la Nueva Jerusalén. En otras palabras, están invitados a ser parte de la Ciudad-Novia, que se representa como una relación matrimonial con Cristo.


Esta gran invitación es una versión abreviada de Isaías 55: 1-3, que dice:


1 Todo el que tenga sed, acérquese a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad vino y leche sin dinero y sin costo. 2 ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro salario en lo que no sacia? Escúchadme atentamente, y comed del bien, y deléitaos en abundancia. 3 Inclinad vuestro oído y venid a Mí. Escuchad, para que viváis; y haré con vosotros un pacto eterno, conforme a las misericordias fieles mostradas a David.


En otras palabras, Juan nos remite a la invitación del profeta Isaías, quien nos invita a venir a las aguas. Juan nos dice que las aguas son el agua de vida que fluye del trono de Dios y del Cordero (Ap. 22: 1). También se refiere a la roca espiritual (1ª Corintios 10: 4) en el desierto, de la cual brotó agua para el pueblo (Éxodo 17: 6; Números 20: 11).


Debido a que la roca era Cristo y fue golpeada, retrataba a Cristo, quien sería golpeado por su muerte en la cruz, para llevar el agua de vida a la gente. El agua, entonces, era costosa, pero Él pagó el precio para que pudiera estar disponible para “vosotros que no tenéis dinero (Isaías 55: 1). Por eso también Juan dice que el agua se da gratis (a los invitados).



Añadiendo a la Palabra


Apocalipsis 22: 18-19 continúa,


18 Doy testimonio a todo el que oye las palabras de la profecía de este libro: si alguno les añadiere, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro; 19 y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la santa ciudad, que están escritas en este libro.


Este mandato no se refiere a la Biblia como un todo, sino a la profecía de este libro, es decir, el libro de Apocalipsis. Aun así, lo que es cierto para el libro de Apocalipsis es igualmente cierto para toda la Palabra de Dios. Es una extensión de la Ley de Deut. 19: 14,


14 No traspasarás los linderos de tu prójimo, que fijaron tus antepasados, en tu heredad que heredarás en la tierra que Yahweh tu Dios te da en posesión.


La Palabra de Dios establece los límites de la revelación en el Reino. Cualquier revelación personal debe apoyar y aclarar la revelación que Dios ya ha dado. Esto no debería restringir la revelación personal, ya que todos son amonestados en las Escrituras a escuchar su Voz. Pero debemos ver las Escrituras como un límite de la verdad, y toda revelación personal debe ajustarse a los parámetros de las Escrituras. En última instancia, el Espíritu y la Palabra deben estar de acuerdo como uno.


Al principio, leemos en Génesis 2: 16-17,


16 Y el Señor Dios mandó al hombre, diciendo: De cualquier árbol del jardín podrás comer libremente; 17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.


Más tarde, cuando la serpiente tentó a Eva, le dijo en Génesis 3: 1: En verdad, ¿ha dicho Dios: 'No comerás de ningún árbol del jardín'?”


La respuesta de Eva se sumó al mandato de Dios, porque leemos en Génesis 3: 2-3,


2 Y la mujer dijo a la serpiente: Del fruto de los árboles del jardín podemos comer; 3 pero del fruto del árbol que está en medio del jardín, Dios ha dicho: 'No comerás de él ni lo tocarás, para que no mueras'.


Ella agregó “tocarás” a la Palabra de Dios, cosa que la serpiente pudo explotar. Es evidente que ella tenía que tocar el árbol antes de comer de su fruto. Cuando lo hizo y descubrió que no le había pasado nada malo, se convenció fácilmente de que la Palabra de Dios no era cierta, y esto la animó a comer de su fruto.


Esto muestra también cómo las tradiciones de los hombres (añadiendo a la Palabra y por lo tanto anulándola) han desviado a muchos de seguir los mandamientos genuinos de Dios. Jesús cita así a Isaías en Mat. 15: 8-9 reprendiendo a los fariseos y escribas por prohibir a los hombres comer sin lavarse las manos (el tema en Mateo 15: 2). No había tal Ley y, sin embargo, criticaron a los discípulos como si fueran pecadores por comer sin antes echarse agua sobre las manos para limpiarlas.


Cuando los hombres creen que sus adiciones a la Palabra de Dios son la verdad genuina de Dios, tropiezan cuando alguien no está de acuerdo o se aparta de esos preceptos hechos por el hombre. Cuando esto se convierte en un pecado para ellos, caen bajo las consecuencias naturales de violar la Ley. Estas consecuencias naturales se llaman “plagas” en Apocalipsis 22: 18. En Deut. 28: 15 se llaman “maldiciones”, es decir, la maldición o juicio por el pecado que está escrito en la Ley.



Firmando el libro


Apocalipsis 22: 20 dice:


20 El que da testimonio de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Jesús. 21 La gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén.


Aunque los mensajeros (ángeles) fueron los agentes por medio de los cuales las palabras de esta profecía fueron transmitidas a Juan, las palabras en realidad procedían del Señor Jesús. Entonces Él firma con su nombre en el libro al final, y Juan, el notario, da testimonio de su firma con su “Amén. Ven, Señor Jesús”.


El libro de Apocalipsis recibe el título de la declaración de apertura del libro en Apocalipsis 1: 1, que literalmente dice: “La revelación de Jesucristo”. La palabra apokalupsis significa literalmente desvelar, revelar o manifestar. Se trata de la venida de Cristo, que se revela lentamente a lo largo de la historia, hasta su total revelación al final de los tiempos. Por la revelación del Nuevo Pacto, el velo se levanta de nuestros ojos.


A unos pocos se les reveló muy temprano, cuando hombres y mujeres se llegaron a beber del agua de vida en las edades tempranas de la historia de la Tierra. A medida que pasa el tiempo, Cristo se revela a más y más personas. Al final de la Era Pentecostal, cuando la Primera Resurrección levanta de entre los muertos a todos los Vencedores, Él comienza a ser revelado a un mayor número de personas, al establecerse el Reino de la Luz, con la jurisdicción de Cristo sobre porciones específicas de la Tierra misma. El Espíritu es derramado y gran parte de la Tierra ve la luz de Cristo.


Luego, en el Gran Trono Blanco, todos lo verán, cuando sean convocados para el juicio. Sin embargo, incluso entonces, a los pecadores recién convertidos, que han doblado sus rodillas y le han jurado lealtad a Él, solo se les quitarán uno o dos velos de los ojos. Es como si hubieran entrado por la puerta del atrio exterior (Pascua) y hubieran sido llenos del Espíritu (Pentecostés). Pero tendrán que crecer hasta la madurez durante esa Edad Final de Juicio, hasta que sean liberados en el Gran Jubileo. Solo entonces serán completamente a la imagen de Cristo y estarán calificados para ver al Cristo sin velos en toda su gloria.


La revelación de Jesucristo es un proceso histórico, así como cada individuo ve a Cristo gradualmente más revelado a lo largo de su vida. Al final, se requiere perfección absoluta para ver al Cristo completamente desvelados sin miedo y sin separación.


Ven, Señor Jesús.


















Bibliografía



Textos antiguos


Anastasio Sinaita (Fragmento IX)

Ciudad de Dios, por Agustín, obispo de Hipona

Comentario a la Epístola a los Romanos, de Orígenes

Comentario a II Pedro, de Dídimo el Ciego

Epístola de Bernabé

Historia Eclesiástica, por Eusebio, obispo de Cesarea

En Efe. 4: 16, Jerónimo, obispo de Belén

Josefo, Obras completas (traducción de 1867)

Sobre Juan 2: 2, por Clemente de Alejandría

Los Apócrifos: 2 Macabeos

Las Historias, de Herodoto, editado por EV Rieu (1954)



Libros de referencia


Diccionario de Ángeles, (1994), de Gustav Davidson

Un Diluvio de Luz sobre el libro de Apocalipsis, (c. 1940, pero no se da fecha de publicación), por John S. Fox

Una Historia de los Papas, (1939), de Joseph McCabe

Una luz en la oscuridad, siete mensajes a las siete iglesias, vol. 1, (2016), de Rick Renner

Una breve historia de Bizancio, (1997), de John Julius Norwich

Una introducción a la historia de Khazaria, (1996, revisada en 2014), por Kevin Alan Brook (en línea)

Padres Antenicenos, vol. I, (1994), edición estadounidense, editado por Alexander Roberts, DD y James Donaldson, LL.D.

Ireneo, Contra las Herejías

Ignacio de Antioquía, Epístola a los Magnesios

Ignacio de Antioquía, Epístola a los Tralianos

Justino Mártir, o Primera Apología

Padres Antenicenos, vol. II, (1994), edición americana, editada por Alexander Roberts, DD y James Donaldson, LL.D.

Clemente de Alejandría, Stromata

Clemente de Alejandría, Ecl. Prof.

Padres Antenicenos, vol. III, (1994), edición americana, editada por Alexander Roberts, DD y James Donaldson, LL.D.

Tertuliano, Apología

Tertuliano, Prescripción contra los herejes

Tertuliano, Sobre los espectáculos

Cronología del mundo de Asimov, (1991), de Isaac Asimov

Diccionario de Leyes de Black (en línea)

Historia completa de los papas de Roma, incluida la historia de los santos, mártires, padres de la Iglesia, órdenes religiosas, cardenales, inquisiciones, cismas y los grandes reformadores, vol. I y II, (1850), de Louis Marie de Cormenin

La Espada de Constantino, La Iglesia y los Judíos, (2001), de James Carroll

Didache, La Enseñanza Desconocida de los Doce Apóstoles, (1991), editado por Brent S. Walters, Curador, Archivo Ante-Nicene

Historia de la Iglesia Cristiana, vol. III, (1867), de Philip Schaff

Historia de la Iglesia Cristiana, vol. IV, (1885), de Philip Schaff

Historia de la Reforma en tiempos de Calvino, (1863), de JH Merle d'Aubigne

Cómo los irlandeses salvaron la civilización (1995), de Thomas Cahill

Padres de la Iglesia Latina, (1960) por Hans von Capenhausen, Prof. de Historia Eclesiástica en la Universidad de Heidelberg

Santa Sangre, Santo Grial, (1982), de Laurence Gardner

Maravillas de la Profecía, (1959), de Howard B. Rand

Comentario de Matthew Henry sobre toda la Biblia, vol. III (1710, reimpreso en 1979), de Matthew Henry y Thomas Scott

Moral y Dogma del rito escocés antiguo y aceptado de la masonería, (1871, revisado en 1950), Albert Pike

Revista Newsweek (6 de mayo de 2002), ¿Qué haría Jesús? Más allá del escándalo del cura; El cristianismo en una encrucijada

Peones en el Juego, (1959), por Cmdr. Guillermo Guy Carr

El Romanismo y la Reforma, (1887) de H. Grattan Guinness

Gobernantes del mal, saberes útiles sobre los órganos de gobierno, (1999), de F. Tupper Saussy

Sociedades secretas y movimientos subversivos, (1924), de Nesta Webster

La era de la fe, una historia de la civilización medieval, cristiana, islámica y judía, desde Constantino hasta Dante: 325-1300 dC, (1950) por Will Durant

Los papas malos, (1969), de ER Chamberlin

El nacimiento del purgatorio, (1986), de Jaques le Goff

El Comentario Bíblico de Cambridge, por AW Argyle,

La decadencia y caída del Imperio Romano, (1787) de Edward Gibbon

La Fiesta de los Tabernáculos, (1952), de George Warnock

La Gloria de las Estrellas, (1976), por el Prof. E. Raymond Capt

El Evangelio en las Estrellas, (1882), Joseph Seiss

El conflicto de los siglos, su origen e historia (1886), de John A. Logan, general de la Guerra Civil

La casa de los Rothschild, vol. I, (1998), de Niall Ferguson

La casa de los Rothschild, vol. II, (1999), de Niall Ferguson

Los Jesuitas, (1987), de Malachi Martin

Los Caballeros Templarios en el Nuevo Mundo, (1999), de William E. Mann

La Lluvia Tardía, por Jay Atkinson (artículo en línea)

El esquema de la historia, (1920), de HG Wells

La arquitectura secreta de la capital de nuestra nación (1999), de David Ovason

El templo, (1874), de Alfred Edersheim

La decimotercera tribu, (1976), de Arthur Koestler

El testimonio de las estrellas (1893), de EW Bullinger

The Wycliffe Bible Commentary (1962), editado por Charles F. Pfeiffer (Antiguo Testamento) y Everett F. Harrison (Nuevo Testamento)

Revolución mundial, (1921), de Nesta Webster



Enciclopedias


Léxico griego de Thayer (en línea)

La Enciclopedia Católica (en línea)

La Enciclopedia Británica (en línea)

La Enciclopedia de historia mundial, antigua, medieval y moderna ordenada cronológicamente, (2001) editada por Peter Stearns

La Biblia del Expositor, vol. VI, (1940), editado por W. Robertson Nicoll

La Enciclopedia Bíblica Estándar Internacional (en línea)

La Enciclopedia Judía (edición de 1903)

La Wikipedia (en línea)



Biblias

El Nuevo Testamento Literal Concordante

El Diaglotón Enfático

La Biblia Enfatizada (Rotherham)

La Biblia King James

La Nueva Biblia Estándar Americana

Traducción literal de Young de la Santa Biblia



Libros del Dr. Stephen Jones también mencionados

Una Breve Historia de la Reconciliación Universal

Daniel: Profeta de las Edades, Libro 2

Deuteronomio, La Segunda Ley, Libro 10: Profecías Finales

Dr. Luke: Sanando las Brechas, Libro 1, El Comienzo

Dr. Luke: Sanando las Brechas, Libro 2, Los cimientos

Dr. Luke: Sanando las Brechas, Libro 7, El Conflicto

Dr. Luke: Sanando las Brechas, Libro 8, El clímax

Cómo ser un Vencedor

Lecciones de la Historia de la iglesia, vol. 3

Matrimonio del Antiguo y Nuevo Pacto

Secretos del Tiempo

El Significado Bíblico de los Números del Uno al Cuarenta

Los Juicios (Sentencias) de la Ley Divina

El Problema del Mal

Las Raíces Proféticas del Aborto Moderno

El Propósito de la Resurrección

La Lucha por el Derecho de Nacimiento (Primogenitura)

Las Guerras del Señor, una breve historia de la guerra espiritual en nuestro tiempo

El Trigo y los Asnos de Pentecostés

¿Quién es un Judío?

¿Quién es un Israelita?


FIN

https://godskingdom.org/studies/books/the-revelation-book-8/chapter-22-the-addendum

https://godskingdom.org/studies/books/the-revelation-book-8/bibliography


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