EL MINISTERIO DE WATCHMAN NEE
Ya mencionamos las revelaciones que Watchman Nee recibió del Señor y los sufrimientos por los que pasó. También examinamos algunas de esas revelaciones y sufrimientos. Veamos ahora su ministerio.
SU MINISTERIO PROVENÍA
DE LA REVELACIÓN Y DE LOS SUFRIMIENTOS
El ministerio es el resultado de la revelación que se recibe y de los sufrimientos que se experimentan. Sin revelación, no podemos llevar a cabo un ministerio, porque no hay nada qué ministrar. Sin embargo, aunque uno reciba revelaciones, si no pasa por sufrimientos todavía carece de ministerio. Quizás tengamos alguna enseñanza o algún don, pero eso no constituye un ministerio. Hay una gran diferencia entre la enseñanza y el ministerio. Este es más elevado y más profundo, tiene peso y requiere un alto costo, mientras que aquélla es superficial y no cuesta gran cosa. Si hemos recibido revelaciones de parte de Dios, El nos hará sufrir para que podamos llevar a cabo un ministerio.
Los escritos del apóstol Pablo nos muestran que él recibió revelaciones antes de pasar por sufrimientos. Cuando recibía revelación, él no se dedicaba inmediatamente a comunicarlas a modo de enseñanzas o conocimiento, ya que esto no habría sido un ministerio, sino una enseñanza o el ejercicio de un don. No obstante, cuando el Señor le revelaba algo, lo ponía en situaciones adversas. Por consiguiente, en todas sus epístolas vemos la misma secuencia: primero viene la revelación; luego los sufrimientos, y en tercer lugar, el ministerio que procedía de los dos primeros. Recibir revelación es una cosa, pero es completamente otro asunto permitir que esa revelación sea forjada en nuestro ser.
Cuando se hace un vaso de porcelana, se pinta en él algún motivo. Después se mete en el horno, y así al quemarse la vasija, la pintura queda impresa en ella permanentemente. Al pasar por el horno, la vasija y la pintura se funden en uno. La revelación que recibimos es semejante al motivo que se pinta sobre el vaso, pero esta pintura debe ser fundida e impresa en nosotros para que seamos uno con ella. Cuando la pintura es quemada en el vaso, ya no se puede borrar, ni puede el vaso ser desligado de la pintura. Si se rompe el vaso, el motivo que se le había pintado queda destrozado porque son una sola cosa. Sucede lo mismo con nosotros. Los sufrimientos son el único medio por el cual somos quemados. Ningún ministerio genuino puede evitar los sufrimientos.
La medida de Cristo, la medida de realidad y las riquezas de Cristo que podemos ministrar a los demás dependen de dos elementos: la revelación que hayamos recibido y los sufrimientos por los cuales hayamos pasado con respecto a lo que nos fue revelado. Cuando se añade sufrimiento a la revelación, se produce un ministerio.
Pablo dijo: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio...” (2ª Cor. 4: 1). El no dijo que tenía una enseñanza ni un don, sino que tenía un ministerio. Y en otra parte afirma: “Yo Pablo fui hecho ministro” (Col. 1: 23); no dice que fue hecho orador ni maestro. No nos referimos al “ministro” de hoy en día. La palabra “ministro” se ha deteriorado y se ha empleado mal en el cristianismo actual. Un ministro es una persona que tiene un verdadero ministerio, el cual se produce por la revelación y los sufrimientos.
LA DIFERENCIA ENTRE UN DON Y UN MINISTERIO
Podemos mostrar la diferencia entre el don y el ministerio usando el ejemplo del asna de Balaam. En cierta ocasión el asna de ese profeta gentil profirió palabras humanas (Núm. 22: 28-30). ¿Podríamos llamar a eso un ministerio? Obviamente no. Aquello era un don, pues fue una simple actividad, mientras que un ministerio es la expresión de lo que somos. Cuando vemos a un hombre hablar, caminar y gesticular, no se nos ocurre pensar que se trata de un caballo u otro animal. Todo lo que hace no es más que la expresión de lo que es como ser humano; así es un ministerio.
Tomemos el ejemplo de un chimpancé. A veces su entrenador le enseña a actuar como un ser humano, pero aquello es un don o una imitación. En el cristianismo actual, vemos mucho de eso. La mayor parte de lo que se hace no es otra cosa que imitación o actividad. Si el apóstol Pablo estuviera en medio nuestro durante un mes, nos asombraríamos y exclamaríamos: “¡Este hombre es lo que él ministra!” Lo que él ha visto se ha forjado en su ser; por lo tanto, él ministra lo que él es; su persona es su mensaje. Hoy en día tenemos personas elocuentes y educadas, hombres con títulos y diplomas, que visten de un modo especial, que predican desde un púlpito y que usan cierto tono de voz para dar sermones. Esto no es más que una actividad externa, pero no es un ministerio. El apóstol Pablo era diferente, y podemos decir que Watchman Nee también.
Yo estuve con Watchman Nee. El hablaba acerca de la cruz, y en él yo veía la cruz, ya que él era una persona crucificada. Los sufrimientos que él recibió desde todos los ángulos no eran más que la obra de la cruz, y las revelaciones que él recibió con respecto a la cruz fueron forjadas en él. Lo que él hizo en aquellos años no se limitaba a una enseñanza ni al ejercicio de un don. Puedo atestiguar de corazón, que él llevó a cabo un ministerio, pues él hacía lo que él mismo era.
Para edificar las iglesias, los dones no son tan necesarios como el ministerio. Watchman Nee no tenía solamente un don, sino un ministerio. El había visto algo de Dios y eso que vio ardía en él. Hasta su presencia ministraba vida a los que lo rodeaban. Su sola presencia confería a las reuniones un gran significado. Si él estaba presente, enriquecía la reunión; y si no estaba, a la reunión le faltaba algo. Aun cuando no decía nada, su presencia silenciosa hacía que la reunión fuera diferente. El tenía un verdadero ministerio. No me refiero a su conocimiento ni a su doctrina ni a sus dones, sino a algo que Dios había forjado en su ser, de suerte que su presencia en las reuniones hacía la diferencia. A veces cuando los santos le presentaban sus problemas, éstos se resolvían sin él decir una sola palabra. En su presencia recibieron la luz que necesitaban. Su presencia llegaba a iluminarlos, porque la luz de Dios se había forjado en su ser. Ellos veían luz estando en la luz que de él brotaba. ¡Cuánto necesitamos este ministerio en la iglesia hoy!
Durante los años que estuve con Watchman Nee, pude ver que relegaba los dones a un segundo plano y que recalcaba continuamente la necesidad de ministerio.
Pablo escribió dos epístolas dirigidas a los corintios. El tema principal de la primera es “los dones”, y los menciona de manera despectiva. En la segunda epístola, se destaca el tema del “ministerio”, y lo menciona en un tono muy positivo. En la primera epístola Pablo menosprecia los dones, y en la segunda epístola exalta el ministerio. En la primera epístola se mencionan reiteradas veces los dones, pero en la segunda casi ni se mencionan.
CRISTO Y LA IGLESIA
A partir de las revelaciones que Watchman Nee recibió y que se forjaron en él por sus sufrimientos, surgió un ministerio. Su ministerio se componía claramente de dos aspectos: Cristo y la iglesia. Era un ministerio completo, sano y equilibrado. Nunca conocí a una persona tan equilibrada en la comprensión de lo que son Cristo y la iglesia. El tenía una visión clara de Cristo, y recibió una revelación completa de la iglesia. Tanto en su ministerio oral como en sus publicaciones, él mantenía un perfecto equilibrio en estos dos aspectos. En los Estados Unidos muchos saben que él publicó bastantes libros acerca de Cristo como vida y como el todo. Pero pocos saben que él publicó muchos libros en cuanto a la iglesia.
En su ministerio acerca de la iglesia, él abarcaba dos temas principales: el contenido de la iglesia y su práctica, o en otras palabras, la realidad de la iglesia y su manifestación práctica. El contenido y la realidad de la iglesia son Cristo mismo. Watchman recibió la visión de que Cristo no fue dado solamente a los creyentes individualmente, sino principalmente a la iglesia, o sea que fue dado en forma corporativa. Tenía una visión diferente a la de quienes hoy en día son considerados personas espirituales, quienes se basan en que Cristo vino principalmente para los creyentes como individuos y se ocupan muy poco de la iglesia. Ni siquiera se atreven a hablar de la iglesia, porque cada vez que tocan el tema, surgen problemas, y prefieren evitarlos. Watchman Nee tenía la visión de que Cristo desea que los creyentes le disfruten a nivel individual para ser edificados como iglesia. Así, el Cristo que experimentamos se convierte en la realidad y el contenido de la iglesia. Watchman Nee también vio que la realidad de la iglesia es práctica y que necesitamos este aspecto de la iglesia. Por consiguiente, él ministraba la realidad y también el aspecto práctico de la iglesia. La realidad de la iglesia es el contenido, y la práctica de la iglesia es su expresión.
Cristo no viene solamente para los cristianos a un nivel individual, sino al Cuerpo en conjunto. El Cristo que disfrutamos individualmente los creyentes viene a nosotros con el fin de que se edifique el Cuerpo en conjunto. Esta es la razón por la cual Cristo es tanto el contenido de la iglesia como su realidad. La realidad de la iglesia es simplemente el Cristo que los creyentes individuales experimentan de manera corporativa. Si queremos estar al nivel de esta realidad, necesitamos practicar la iglesia. Si nos quedamos en casa y contemplamos a Cristo como la realidad, no se establecerá la iglesia. Aunque en ese caso podamos contemplar la realidad a nivel individual, careceremos del aspecto práctico. Los creyentes deben reunirse y ser edificados conjuntamente; cada uno debe salir de su pequeña celda y reunirse bajo un solo techo, para practicar la vida de iglesia. Entonces no sólo tendremos la realidad, sino también la práctica de la iglesia. Estos dos aspectos fueron la base del ministerio de Watchman Nee.
https://www.librosdelministerio.org/NOTA DEL ADMINISTRADOR:Al respecto de las reuniones, decir que estamos de acuerdo, pero que también debemos discernir el kairos del Señor. Por ejemplo, cuando el pueblo de Israel cruzó el Jordán bajo Josué el kairos del Señor fue acampar en Gilgal, por lo que hubiera sido un error no acampar y entrar a la conquista de inmediato.Creemos que en este kairos de transición de Pentecostés a Tabernáculos el llamado de Dios ha sido salir fuera del campamento y aguardar en la cueva. Además la red del Señor para estos tiempos es tal vez más cibernética que tradicional. Esta sazón de Dios requería llevar las barcas a tierra y reparar las redes; es decir, a santificarse y no salir a predicar en paños menores.
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