Resucitados con Él
Mi evidente parecido con Jesús es la prueba de que he experimentado la crucifixión con Él. Cuando el Espíritu de Cristo entra en mí, mi vida personal se reorganiza delante de Dios. La resurrección de Jesús le ha dado a Él la autoridad para impartirme la vida de Dios y ahora las experiencias de mi vida se deben edificar tomando como fundamento Su vida. Puedo tener la vida de resurrección de Jesús aquí y ahora, la cual se manifestará en santidad.
El concepto a lo largo de todos los escritos del apóstol Pablo es que, después de haber tomado la decisión moral de identificarme con Jesús en Su muerte, Su vida de resurrección se extiende por cada parte de mi naturaleza humana. Se requiere la omnipotencia divina para que la carne humana pueda vivir la vida del Hijo de Dios. El Espíritu Santo no se puede establecer únicamente como un huésped en una casa, si no que se extiende por todo lugar. Y una vez que yo decido que mi "viejo hombre" (es decir, mi herencia de pecado) se debe identificar con la muerte de Jesús, el Espíritu Santo me invade. Él se hace cargo de todo. Mi parte es andar en la luz y obedecer todo lo que Él me revela. Cuando he adoptado esa importante decisión moral acerca del pecado, es fácil considerar que realmente estoy muerto al pecado porque encuentro en mí la vida de Jesús, todo el tiempo (Romanos 6:11). Así como existe una sola clase de humanidad, sólo hay una clase de santidad: la de Jesús. Y es Su santidad la que me ha sido dada. Cuando Dios pone en mi la santidad de Su Hijo, yo pertenezco a un nuevo orden espiritual.
Vida eterna en Él
La vida eterna es la vida que Jesucristo mostró en el nivel humano. Y esa misma vida, no una copia de ella, es la que se manifiesta en nuestra carne mortal cuando nacemos de nuevo. La vida eterna no es un don de parte de Dios, es el don de Él mismo. La energía y el poder que fueron tan evidentes en Jesús, se manifestarán en nosotros por un acto exclusivo de la gracia soberana de Dios, cuando hayamos tomado la decisión moral acerca del pecado.
"Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo"
Hechos 1:8
No poder como un don del Espíritu, sino que es el mismo Espíritu Santo y no algo que Él nos da. La vida que estaba en Cristo se vuelve nuestra, gracias a Su cruz, una vez que decidimos identificarnos con Él. Si es difícil tener una relación correcta con Dios, se debe a que no tomamos una decisión definitiva con respecto al pecado. Pero una vez que nos decidimos, su vida plena entra inmediatamente. Jesús vino para darnos una provisión infinita de vida: "para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios". Efesios 3:19. La vida eterna no tiene nada que ver con el tiempo. Es la vida que Jesús vivió cuando estuvo aquí abajo. Y Él es la única fuente de vida.
Hasta el santo más débil puede experimentar el poder de la deidad del Hijo de Dios, si está dispuesto a "soltar" y no "retener". Pero cualquier vestigio de nuestra propia energía únicamente hará borrosa la vida de Jesús en nosotros. Debemos continuar soltando y poco a poco y, con toda seguridad, la vida plena y magnífica de Dios se extenderá por todo rincón de nuestro ser. Entonces, los hombres comprenderán que hemos estado con Jesús.
(Por gentileza de E. Josué Zambrano)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.