TRES
FORMAS DE SILENCIO
El
primero es de palabras; el segundo, de deseos, y el tercero, de
pensamiento.
En el primero, de palabras, se alcanza la virtud; en el
segundo, de deseos, se consigue la quietud; en el tercero, de
pensamientos, el recogimiento interior. No hablando, no deseando,
no pensando, se llega al verdadero y perfecto silencio místico, en
el cual habla Dios con el alma, se comunica y la enseña, en su
más íntimo fondo, la más perfecta y alta sabiduría.
A
esta interior soledad y silencio místico la llama y conduce cuando
le dice que le quiere hablar a solas, en lo más secreto e íntimo
del corazón. En este silencio místico te has de entrar si quieres
oír la suave, interior y divina voz. No te basta huir del mundo
para alcanzar este tesoro, ni el renunciar a sus deseos, ni el
desapego de todo lo criado, si no te desapegas de todo deseo y
pensamiento. Reposa en este místico silencio y abrirás la
puerta para que Dios se comunique contigo, se una contigo y te
transforme.
La
perfección del alma no consiste en hablar, ni en pensar mucho en
Dios, sino en amarle mucho. Este amor se alcanza por medio de la
resignación perfecta [contentamiento] y el silencio interior. Así lo encargó y
confirmó San Juan Evangelista: Hijos míos, no amemos de palabra
ni de boca, sino con obras y según la verdad. (1ª Juan 3: 18)
(Miguel
de Molinos)
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