SIN
TRIBULACIÓN NO HAY TRANSFORMACIÓN
Negarse
a sí mismo en todas las cosas, estar sujeto al parecer ajeno,
mortificar continuamente todas las pasiones interiores, aniquilarse
en todo y por todo a sí mismo, seguir siempre lo que es contrario a
la propia voluntad, al apetito y juicio propio, es de pocos: muchos
son los que lo enseñan, pero pocos los que lo practican.
Muchas
almas emprendieron y emprenden cada día este camino y perseveran
mientras gustan la sabrosa dulzura de la miel y del fervor primitivo;
pero apenas cesa esa suavidad y placer sensible, por la tempestad que
sobreviene de la tribulación, tentación y sequedad [Bautismo de Fuego], necesarias para
llegar al Monte de la Perfección, entonces declinan y vuelven las
espaldas al camino: señal manifiesta que se buscaban a sí mismas y
no a Dios y la perfección.
Sé
constante, ¡oh alma bendita!, sé constante, que nunca amas más ni
estás más cerca de Dios que en semejante desamparo [la bendita seguridad de la inseguridad]; que si bien el
sol está escondido por las nubes, no cambia su lugar ni pierde por
eso su hermoso resplandor. El Señor permite este penoso desamparo en
tu alma para purgarte, limpiarte, negarte y desnudarte de ti mismo, y
que de este modo seas tú todo Suyo, y del todo te entregues a Él,
así como su infinita bondad se da del todo a ti, para que seas su delicia; que aunque tú gimes, te lamentas y lloras, Él se alegra y
goza en lo más secreto y escondido de tu alma.
Para
que el alma, de terrenal se haga celestial y llegue a aquel sumo
bien de la unión con Dios, es necesario que se purifique en el fuego
de la tribulación y tentación.
Y
aunque es verdad y máxima experimentada, que todos los que sirven al
Señor han de padecer trabajos, persecuciones y tribulaciones, las
dichosas almas que son guiadas de Dios, por la vía secreta del
interior camino y contemplación purgativa, sobre todo han de padecer
fuertes y horribles tentaciones y más atroces tormentos, que
aquellos con los que se coronaron los mártires de la Iglesia
Primitiva.
No
te aflijas demasiado y con inquietud porque continúen estos
martirios atroces; persevera en humildad y no te salgas fuera a
buscar ayuda [ni en Egipto ni en el hombre], que todo tu bien está en callar, sufrir y tener
paciencia, con quietud y resignación. Ahí hallarás la
fortaleza divina para superar esta guerra tan acerba; dentro de ti
está El que por ti pelea, que es la misma fortaleza.
Cuando
llegares a este penoso estado de tremenda desolación, no le es
prohibido a tu alma el llanto y el lamento, mientras en la parte
superior estuvieses resignada. ¿Quién podrá sufrir la pesada
mano del Señor sin el llanto y el lamento? Se lamentó aquel gran
campeón Job, y aun el mismo Cristo, Señor nuestro, en su desamparo;
pero sus llantos fueron resignados.
No
te aflijas porque Dios te crucifique y pruebe tu fidelidad; imita a
la cananea, que siendo desechada, se humilló y le siguió aunque la
trató de perra. Es necesario beber el cáliz y no volver atrás. Si
te quitaran las escamas de los ojos como a San Pablo, verías la
importancia del padecer, y te gloriarías como él, estimando en más
ser crucificado que ser apóstol.
Aunque
este penoso martirio de la horrible desolación y purgación pasiva
es tan tremendo que, con razón, los místicos le dan nombre de
infierno -porque parece imposible vivir un solo instante con tan
atroz tormento, de tal manera, que se puede decir con mucha verdad,
que el que lo padece vive muriendo, y muriendo vive una prolongada
muerte- con todo ten presente que es necesario sufrirla para llegar a
la dulce, suave y abundante riqueza de la alta contemplación y
amorosa unión y no ha habido alma santa que haya llegado a este
estado, que no haya pasado por este martirio espiritual y penoso
tormento... Y así, si tú quieres llegar a ser lo que los
santos fueron, es necesario sufrir lo que ellos sufrieron.
(Miguel
de Molinos)
Si no estamos sufriendo de pruebas, tribulaciones, angustias, sencillamente debemos reflexionar y preocuparnos, pues de repente estamos del lado equivocado, ya que el mismo Señor nos advirtió: "....En el mundo (sistema corrompido y perverso) tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.
ResponderEliminarAsí, es. Si nunca hemos tenido tribulación o persecución, no le hemos estado siguiendo a Él.
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