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CONSTRUYENDO EL REINO, Los ciudadanos - Parte 1, Dr. Stephen Jones

 




Los ciudadanos del Reino de Dios son todos aquellos que tienen fe en Jesús, manifestada por su apoyo a su reclamo al trono. Este fue el gran problema durante el ministerio de Cristo cuando se presentó a la nación. Él “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10: 38) con señales que le seguían, y muchos entonces creyeron en Él.


Sin embargo, algunos dudaron y, lo que es más importante, los líderes religiosos de la tierra rechazaron su reclamo. Al final, la mayoría de la gente siguió el ejemplo de sus líderes religiosos, porque tenían más fe en ellos que en Cristo. Entonces Juan 1: 11-12 nos dice:


11 A los suyos vino, y los suyos no le recibieron. 12 Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.


Su rechazo, por supuesto, fue necesario para que Cristo muriera en la cruz y así redimiera a la gente del pecado y restaurara todas las cosas. Por tanto, la muerte de Cristo no debe verse como un fracaso, sino como un éxito.



La casa de la fe


Aquellos que reciben a Cristo, creyendo que Él es en verdad el Mesías con el derecho divino de gobernar Judá, Israel y toda la Creación, reciben "el derecho de llegar a ser hijos de Dios". Los ciudadanos del Reino, entonces, no deben definirse en términos terrenales, donde muchas familias no emparentadas se reúnen para un propósito nacional común. Los ciudadanos del Reino se vuelven parte de una familia.


En los tiempos del Antiguo Testamento, esta familia se identificaba como la Casa de Abraham o los Hijos de Abraham. En el Nuevo Testamento, esta idea se amplía, porque se les llama "hijos de Dios".


La Casa de Abraham incluía a muchas personas que compartían una fe común con Abraham y salieron con él de Ur de los caldeos. Poco tiempo después de llegar a Canaán (y antes de tener hijos propios), pudo enviar 318 hombres de guerra, “nacidos en su casa” (Génesis 14: 14), para rescatar a su sobrino. De esto podemos extrapolar que había al menos 2.000 hombres, mujeres y niños en su hogar que no eran en realidad sus hijos biológicos.


Al seguir a Abraham y reconocer la revelación que tenía de Dios, todos manifestaron igual calidad de fe que tenía el mismo Abraham. Creo que de aquí es donde el apóstol Pablo obtuvo su terminología de Gálatas 6: 10 KJV, llamando a los creyentes allí "la casa de la fe". Fue en esta misma epístola que Pablo escribió en 3: 7-9,


7 Por tanto, tened por seguro que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. 8 La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, predicó el evangelio de antemano a Abraham, diciendo: "Todas las naciones serán benditas en ti". 9 Entonces los que son de fe son bendecidos con Abraham, el creyente.


Nuevamente, escribe en Gálatas 3: 26-29,


26 Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 27 Porque todos los que fueron bautizados en Cristo, de Cristo se han revestido. 28 No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús. 29 Y si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa.


El punto es que uno no necesita ser descendiente biológico de Abraham para ser uno de sus hijos. Los que son de fe son "herederos según la promesa" como si fueran sus hijos biológicos. Como herederos, tienen el mismo llamamiento que se le dio a Abraham de ser una bendición para todas las familias de la tierra.


En esencia, el llamado de Abraham es hacer que las naciones se arrepientan de sus malos caminos (Hechos 3: 25-26), para que ellos también puedan unirse a la familia de la fe como hijos de Abraham. Entonces, la fe, no la genealogía, determina si uno es hijo de Abraham y también hijo de Dios.


Y, sin embargo, existen diferentes niveles de fe, que determinan la posición y el llamado de uno dentro de la familia de Abraham.



Niveles de fe


En Lucas 17: 5-6 leemos,


5 Los apóstoles dijeron al Señor: "¡Aumenta nuestra fe!" 6 Y el Señor dijo: “Si tuvierais fe como una semilla de mostaza, le diríais a esta morera: “Desarráigate y plántate en el mar”; y os obedecería.


Vemos de esto que la fe puede incrementarse y que la fe tan pequeña como una semilla de mostaza puede obrar milagros. La fe, entonces, puede crecer y madurar. Nuevamente, Pablo dice en Romanos 1: 17,


17 Porque en él [el evangelio] la justicia de Dios se revela de fe en fe, como está escrito: "Mas el justo vivirá por la fe".


Pablo habla de nuestra fe creciendo de una fe menor a una fe mayor. En Romanos 14: 1, el apóstol nos dice que "aceptemos al débil en la fe". El problema inmediato era que algunos creyentes eran vegetarianos y su conciencia era violada si comían carne. Pablo dice en Romanos 14: 21-23,


21 Bueno es no comer carne ni beber vino, ni hacer nada con lo que tu hermano tropiece. 22 La fe que tienes, tenla como tu propia convicción ante Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. 23 Pero el que duda, si come, es condenado, porque lo que come no es por fe; y todo lo que no proviene de la fe, es pecado.


El mismo Pablo podía "comer carne" o "beber vino" sin violar su conciencia, pero otros no. En otras palabras, la fe de algunas personas era "débil", lo que implica que la fe de otras personas era más fuerte o más grande. No obstante, todos eran parte de la familia de fe de Dios. [TRADUCTOR: Crecemos desde la incipiente fe del Mar Rojo (Fe de Moisés), ver para creer; es decir, esperamos a que Dios haga algo primero antes de reaccionar; hasta la fe del Jordán (Fe de Josué-Jesús), creer para ver, (“dichosos los que creen sin haber visto”- Juan 20: 29) en que primero creemos y obedecemos y entonces vemos la respuesta de Dios].


Con esto en mente, llegamos a la pregunta principal.



¿Qué es la fe?


En primer lugar, la fe es "el don de Dios" (Efesios 2: 8). ¿Cómo se adquiere? La fe es un subproducto de la Palabra de Dios, porque “la fe proviene de oír, y el oír por medio de la palabra de Cristo” (Romanos 10: 17). No hay fe hasta que Dios habla y los hombres escuchan. La voz de Dios tiene poder creativo. La voz de Dios crea fe. La fe, entonces, es una respuesta a algo que Dios dice.


La fe también es un fruto del Espíritu (Gálatas 5: 22 KJV). El fruto no aparece por sí solo por iniciativa propia. Es un don de la rama o de la vid. Jesús dijo en Juan 15: 4-5,


4 Permaneced en Mí y Yo en vosotros. Como el pámpano no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en Mí. 5 Yo soy la vid, vosotros sois las ramas; el que permanece en Mí y Yo en él, da mucho fruto, porque separados de Mí nada podéis hacer.


Somos ramas que recibimos sustento del tronco principal del “árbol”, Jesucristo. Como ramas, damos fruto, el fruto de la fe en este caso, que agrada a Dios. Esta metáfora ilustra nuestra dependencia de la Palabra de Cristo para que se produzca fe en nosotros.


Entonces, una verdadera respuesta de fe se manifiesta a todos mediante la “fidelidad”, que es una vida de fe. Por ello Gálatas 5: 22 (LBLA) dice que el fruto del Espíritu es "fidelidad". La fidelidad es fe extendida (o sostenida en el tiempo). Así que nuevamente, cuando Pablo cita Habacuc 2: 4, escribe, “el justo por la fe vivirá (Romanos 1: 17). Esa es ciertamente una traducción precisa, pero la Biblia de Jerusalén dice: "el hombre recto vivirá por su fidelidad". La Biblia enfatizada de Rotherham lo traduce como: "Pero el que es justo por su fidelidad vivirá".


Ser fiel es estar lleno de fe, por lo que, aunque los traductores pueden diferir, no debemos preocuparnos por los matices de la fe y la fidelidad. La conclusión es que si un hombre dice que tiene fe pero no es fiel, podríamos cuestionar su fe. Lo mismo ocurre con el hombre que dice tener fe pero no presenta evidencia de su fe (Santiago 2: 14-26). Si la declaración de fe de un hombre carece de evidencia, ¿deberían los fieles considerarlo como un hijo de Abraham o de Dios?



Fe del Nuevo Pacto

La verdadera fe / fidelidad se establece con el ejemplo de Abraham. Pablo nos dice en Romanos 4: 20-22,


20 Sin embargo, con respecto a la promesa de Dios, no vaciló en la incredulidad, sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios, 21 y estando plenamente seguro de que lo que Dios había prometido, también podía cumplirlo. 22 Por tanto, también le fue contado por justicia.


Esta es la definición más clara de fe que he encontrado en las Escrituras. La fe no es una religión o denominación (como cuando los hombres preguntan: "¿De qué fe eres?"). La fe tampoco es una garantía de que lo que le he prometido a Dios, lo podré cumplir (como con el Antiguo Pacto en Éxodo 19: 8). La fe del Nuevo Pacto viene primero al escuchar la promesa de Dios y al creer que Él puede cumplir lo que ha prometido.


La fe del Antiguo Pacto se basa en las promesas de los hombres a Dios; la fe del Nuevo Pacto se basa en las promesas de Dios a los hombres. Sin embargo, cualquier "fe" que se base en la palabra de los hombres no le da a nadie el derecho de convertirse en hijo de Dios. Los hombres no son los originadores de la fe del Nuevo Pacto. No importa cuán sincero sea un hombre al declarar su decisión de seguir a Cristo, no puede tener éxito plenamente, porque todavía es imperfecto.


Esto no significa que debamos abstenernos de tomar la decisión de seguir a Jesús. Lejos de ahí. Todos estamos llamados a arrepentirnos de nuestros propios caminos y a volvernos para seguirle. El problema surge cuando basamos nuestra salvación en nuestra propia decisión, nuestro propio voto o promesa, que somos incapaces de cumplir antes de nuestra transformación a su imagen. Por esta razón, aquellos que conocen sus limitaciones siguen temiendo perder su salvación (TRADUCTOR: no saben diferenciar la salvación del alma, que puede perderse, de la del espíritu, que no puede perderse) cada vez que no alcanzan la gloria de Dios.


La verdadera fe, dice Pablo, es saber que Dios no dejará de cumplir todo lo que ha prometido. Aunque nosotros mismos debemos comprometernos con Dios y comprometernos a servir a Cristo, nuestra fe no reside en nuestra propia capacidad para cumplir nuestra palabra, sino en la capacidad de Dios para cumplir su promesa. Su promesa es cambiarnos desde adentro por el poder del Espíritu Santo. Nos entregamos a su Espíritu, por eso Dios es el único responsable de entrenarnos y transformarnos a su imagen.


Aquellos con la fe del Nuevo Pacto siguen el ejemplo de Abraham y, por lo tanto, son sus hijos y también hijos de Dios. Estos son los ciudadanos del Reino -y más, ya que como hijos de Dios, están llamados a reinar con Cristo. Son ciudadanos a los que se les da autoridad, en función de su nivel de fidelidad.


https://godskingdom.org/blog/2021/12/building-the-kingdom-the-citizens-part-1

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