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APOCALIPSIS - Libro IV - Capítulo 5 - EL TEMPLO (Construcción y Medición del Templo), Dr. Stephen Jones

 




El noveno capítulo de Apocalipsis cubre el surgimiento del Islam desde el 612 al 1453, junto con la caída de Constantinopla y el Imperio Romano de Oriente. Estos son los dos primeros “ayes” de Apocalipsis 8: 13. El tercer “ay”, que es la séptima trompeta, no comienza hasta Apocalipsis 11: 15. Por lo tanto, los eventos históricos descritos en el décimo capítulo de Apocalipsis nos hablan de obras más positivas que Dios estaba haciendo para construir su Reino durante el tiempo del segundo “ay”.


Para establecer su Reino, los ciudadanos de ese Reino debían estar preparados mediante la comprensión de la Palabra, es decir, abriendo el librito. El Reino debe establecerse con revelación divina y entendimiento de sus Caminos, es decir, sus Leyes. De hecho, los hombres empezaron a estudiar la Ley Divina. Hombres como Juan Calvino en Suiza y John Knox en Escocia buscaron en las Escrituras para aprender cómo implementar las Leyes del Reino.


El "Experimento de Ginebra" de Calvino fue seguido por los escritos de Knox que tuvieron una gran influencia en las leyes de las colonias americanas. Su comprensión no era completa, porque sin una comprensión clara de la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Pacto, era casi imposible implementar las Leyes de Dios con la mente de Cristo. Por esta razón, en 1553 Calvino condenó a su oponente, Miguel Servet, a ser quemado en la hoguera por herejía, de acuerdo con el sistema de valores que había aprendido en su vida anterior en la Iglesia Romana.


A pesar de esos errores de comprensión tan graves, el librito abierto les dio a muchos la oportunidad de aprender los Caminos de Dios, en lugar de depender de los caminos de la Iglesia. Además, les dio la opción de poner su fe en Cristo o en la Iglesia. Sin embargo, la revelación de la Palabra vendría lentamente, y mientras tanto, el espíritu de Saúl (gobierno de los hombres) continuaba.


Cuando los hombres perdieron la fe en la Iglesia Romana, la mayoría simplemente transfirió su lealtad a una nueva denominación que esperaban que sería "la verdadera iglesia". Si bien estas nuevas denominaciones pueden haber hecho algunas mejoras (“reformas”) en la doctrina o en la práctica de la Iglesia, sin embargo, todavía estaban gobernadas por hombres.



Construcción del templo


Aunque la comprensión vendría progresivamente, el evangelio, en la medida en que se entendía, comenzó a extenderse a muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes (Apocalipsis 10: 11). A medida que aumentaba el conocimiento de la Palabra, el nuevo Templo de Dios comenzaba a tomar forma. Este, entonces, es el primer tema del capítulo once de Apocalipsis.


1ª Pedro 2: 4-5 dice:


4 Y viniendo a Él como piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa a los ojos de Dios, 5 vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.


Cristo es la "piedra viva", y nosotros, como creyentes, también somos "piedras vivas". Pedro continúa diciendo que la Piedra Principal, Jesucristo, es la piedra preciosa del ángulo (1ª Pedro 2: 6), mientras que nosotros mismos somos las otras piedras que están siendo moldeadas y preparadas para ser colocadas en las paredes de este nuevo Templo. Pablo también habló de esto en Ef. 2: 20-22. Este templo espiritual, construido con “piedras vivas”, es el templo profetizado por Ezequiel y Hageo, lo entendieran ellos o no. La shekinah se había levantado del primer templo en Ezequiel 11: 23 y Jer. 7: 12-14 decretó que sería "como Silo", para no volver nunca más ni a Silo ni a Jerusalén.


Por eso el segundo templo, cuando se completó en el tiempo de Zorobabel, no fue glorificado por la presencia de Dios de la manera en que el templo de Salomón había sido glorificado. El decreto de Dios lo prohibió. Al igual que con Silo, del lugar de donde la gloria se había ido por primera vez (1º Sam. 4: 20-22), Dios también había escrito Icabod en la Jerusalén terrenal. La gloria, entonces, no volvió hasta el día de Pentecostés, cuando cayó, no sobre la gente en el templo de Herodes, sino sobre los discípulos en el Aposento Alto. Estos discípulos fueron las primeras "piedras" del nuevo templo que se construía sobre el fundamento de Cristo.


La manera de construir este nuevo templo fue prefigurada en la construcción del templo de Salomón. Leemos en 1ª Reyes 6: 7,


7 Y la casa, mientras se construía, fue construida con piedra preparada en la cantera; y no se oyó martillo ni hacha ni herramienta de hierro en la casa mientras se construía.


El antiguo templo fue construido con piedras físicas, que finalmente fueron demolidas; pero el nuevo templo es de piedras vivas que perdurarán para siempre. Las piedras del templo de Salomón fueron extraídas de una montaña y se tallaron fuera del sitio. La razón es porque la Ley en Éxodo 20: 25 dice:


25 Y si me haces un altar de piedra, no lo edificarás con piedras labradas, porque si en él blandes tu herramienta, lo profanarás.


En su sabiduría, Salomón aplicó esta Ley al templo mismo, que es un "altar de piedra" mayor. Era necesario tallar las piedras con herramientas de hierro, pero el trabajo se realizó fuera del sitio del templo para que el sonido no se escuchara en él. Esta aplicación única de la Ley fue revelada por Dios y profetizaba de lo que vendría.


Las piedras vivas del Templo Verdadero fueron moldeadas fuera del sitio por el Reino de Hierro de Roma, principalmente a través de la persecución. Esto continuó durante la era del "cuerno pequeño", que fue la extensión del Reino de Hierro. Recuerde que el "cuerno pequeño" debía hacer la guerra a los Santos del Altísimo hasta que se les transfiriera la autoridad. Toda esa oposición y persecución ayudó a moldear las piedras vivas para que encajaran suavemente unas sobre otras en verdadera unidad con Cristo.


El verdadero altar de Dios tampoco está hecho de piedras físicas. El corazón es el verdadero altar, y si tratamos de moldear nuestro propio corazón con métodos carnales (herramientas de hierro), solo lo contaminaremos. La Ley solo permitía piedras de forma natural, es decir, piedras formadas por Dios mismo a lo largo del tiempo.


Esto nos enseña que solo el Espíritu Santo puede cambiar el corazón. Podemos regular nuestro comportamiento, pero solo Dios es capaz de cambiar el corazón de uno.


La iglesia, mediante su coacción y persecución, trató de moldear los corazones de los hombres con las herramientas de hierro a su disposición, pero todo lo que hicieron fue contaminar los corazones de los hombres con ideas retorcidas acerca de la mente de Cristo. Sin embargo, incluso esto fue usado por Dios para lograr un propósito más elevado en el panorama general del Templo.


La forma en que los artesanos de Salomón usaron herramientas de hierro para dar forma a las piedras parecía violar la Ley, pero no fue así. Así también, cuando Dios dio forma a las piedras vivas usando las herramientas del Reino de Hierro (Roma), esto también fue aceptable en el plan divino (boulema), aunque fue un gran pecado con respecto a la voluntad (thelema) de Dios.



Midiendo el Templo


Apocalipsis 11: 1-2 dice:


1 Y me fue dada una caña semejante a una vara [kalamos, “caña”] de medir; y alguien dijo: “Levántate y mide el templo de Dios, el altar y los que adoran en él. 2 Y deja aparte el atrio que está fuera del templo, y no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones; y hollarán la santa ciudad durante cuarenta y dos meses”.


Medir algo es entender o comprender algo proféticamente, especialmente en términos de tiempo. Tanto la distancia como el tiempo se miden con números de acuerdo con un estándar de medida establecido. En las Escrituras, la distancia se mide en codos, palmos y cañas. El tiempo se mide en días, semanas, años y Jubileos en incrementos sabáticos (sietes). La distancia y el tiempo a menudo se correlacionan en la profecía, porque la distancia a menudo representa el tiempo (generalmente años).


Por ejemplo, cuando Israel cruzó el Jordán hacia la Tierra Prometida, los sacerdotes debían llevar el Arca al medio del río, y la gente debía seguirlos dos mil codos detrás del Arca (Josué 3: 4). El Arca representa a Cristo, que fue bautizado en ese mismo lugar del Jordán, y la gente debía a entrar al Reino dos mil años después. Este es un ejemplo simple de cómo la distancia de dos mil codos representa un tiempo de dos mil años.


En Apocalipsis 11, Juan nos da la clave mediante la cual debemos correlacionar la medida del templo con el tiempo de su cumplimiento. El estándar de medida utilizado aquí es una caña. Una caña era un "cayado" o palo que medía 42 palmos. Esta longitud, a su vez, era de seis codos sagrados, cada uno de siete palmos de longitud.


Por eso, en Ezequiel 41: 8, cuando el profeta estaba midiendo el templo previsto en su época, habló de una caña entera de seis codos grandes (KJV). El templo se medía en codos sagrados, que en realidad era un palmo más largo que un codo regular. El profeta menciona esto en Ezequiel 43: 13, Estas son las medidas del altar por codos (siendo el codo de un codo y un palmo). Nos estaba informando que el codo sagrado era igual a la longitud de un codo regular más un palmo.


La caña era el denominador común tanto del codo sagrado como del regular. Teniendo 42 palmos, una caña hacía lo de seis codos sagrados o siete codos regulares. Por lo tanto, una caña era una herramienta útil para medir cosas en esos días.


Juan, quien sin duda había usado estas herramientas de medición en su época, nos da la correlación de distancia y tiempo en Apocalipsis 11: 1-2. Una caña equivale a cuarenta y dos meses. Por lo tanto, un palmo es igual a un mes en profecía. Y debido a que un mes profético es, a su vez, de treinta días, y un día puede ser igual a un año, también podemos decir que un palmo puede ser un mes o treinta años.


Entonces, así es como debemos entender la medida de este Templo espiritual que Dios está construyendo con piedras vivas. Es confuso para aquellos de nosotros que usamos metros o yardas y no estamos familiarizados con los sistemas de medición bíblicos. Sin embargo, si esperamos comprender este aspecto de las Escrituras, y especialmente la profecía, debemos tomarnos el tiempo para aprender estas medidas bíblicas.


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