UNA VIDA CRUCIFICADA,
RESUCITADA Y VENCEDORA
Por medio de la comunión que Watchman Nee tuvo con la señorita Margarita Barber, entendió desde el principio que ser creyente depende exclusivamente de la vida divina. La señorita Barber fue un excelente ejemplo de este principio. A ella sólo le interesaba la vida, y ella misma se sembró como una semilla de vida en Watchman Nee, y de tal persona él aprendió a vivir por Cristo como su vida.
Por medio de la comunión que Watchman Nee tuvo con la señorita Margarita Barber, entendió desde el principio que ser creyente depende exclusivamente de la vida divina. La señorita Barber fue un excelente ejemplo de este principio. A ella sólo le interesaba la vida, y ella misma se sembró como una semilla de vida en Watchman Nee, y de tal persona él aprendió a vivir por Cristo como su vida.
LLEVÓ UNA VIDA CRUCIFICADA
Si deseamos vivir por Cristo como vida, debemos ver los aspectos de su muerte que nos atañen directa y personalmente.
Watchman Nee recibió la revelación de que él fue crucificado juntamente con Cristo, y que ya no vivía él, sino que Cristo vivía en él. Entendió además que para experimentar la muerte de Cristo de manera personal, tenía que llevar la cruz. Había sido crucificado juntamente con Cristo, pero debía permanecer en esa crucifixión. Permanecer en la crucifixión equivale a llevar la cruz y no dejar que el viejo hombre ni la carne se escapen de ésta.
Se dio cuenta de que, para poder experimentar esto, Dios debía disponer ciertas circunstancias, las cuales llegarían a ser, en la práctica, su cruz. Eso fue exactamente lo que Dios hizo. Desde el principio del ministerio de Watchman Nee, Dios dispuso las situaciones en las cuales él pudo negarse a su yo y llevar la cruz viviendo por medio de Cristo como vida.
En el transcurso de los años, él vivió bajo la cruz, dispuesto a ser rechazado, criticado y censurado. No trató de justificarse ni de agradarse a sí mismo ni de argumentar con otros ni de dar explicaciones para evitarse sufrimientos. El siempre estuvo renuente a revelar sus experiencias personales, pues éstas darían a conocer las buenas obras que había hecho por el Señor o por otros. Verdaderamente ésa fue una vida crucificada.
En los primeros años de su ministerio, seis hermanos que laboraban juntamente con él lo excomulgaron. Su reacción inicial fue obedecer a su temperamento y a su carne y rebelarse contra tal acto; su inclinación contaba con el apoyo de la mayoría de los santos, quienes se pusieron de su lado. Mientras viajaba ministrando, le mandaron cartas y telegramas para avisarle que había sido excomulgado. Cuando los recibió, estaba tan ocupado que no las leyó. Pero cuando navegaba de regreso a Fuchow, las leyó y se enojó. Para él, dicha acción era injustificada y se propuso defenderse al regresar. No obstante, el Espíritu Santo le indicó con claridad que no se justificara; así que, el Señor lo silenció. Cuando llegó, muchos hermanos y hermanas le estaban esperando en el embarcadero y no cesaban de expresar su descontento con la forma en que se habían portado aquellos seis colaboradores con él. Ese grupo lo acompañó hasta su casa y aquella noche, debido a todo el apoyo que le mostraron, se sintió molesto con los seis colaboradores, pero el Señor le prohibió actuar. Rodeado de hermanos y hermanas que esperaban que se pronunciara claramente, dijo que el Señor no permitiría que él se justificara y que se marcharía la siguiente mañana a fin de alejarse de esa situación. Les pidió que se tranquilizaran, lo cual desanimó aún más a los hermanos. En esa difícil situación, él aprendió mucho en cuanto a permanecer en la muerte del Señor de manera práctica y a llevar la cruz para vivir por medio de Cristo y para El. Durante ese tiempo de sufrimiento, él escribió el himno siguiente:
- Si me desvío un poco
Entonces todo será fácil;
Pero recuerdo como Cristo mi Señor
Sufrió con fidelidad
- He dejado por siempre el mundo
Y sus lazos ya no me atan;
Quizá el camino se haga más angosto
Y todos levantarse en contra mía.
- Aunque el mundo me mire con enojo,
Yo busco su rostro sonriente.
Aunque gloria exterior busquen otros,
Yo busco por su gracia su “Bien hecho”.
- Mi corazón no desea la fama
Ni el beneficio en estos días;
Deseo humildemente servir a mi Señor
Y ganar en ese día su alabanza.
- El Tribunal de Cristo
Contemplo cada día;
Que toda mi vida y obra
Resista al fuego aquel día.
- Pueden aferrarse a su fama,
Ganar bienestar, amigos y gloria;
Pueden conseguir éxito y alabanza,
Y más todavía.
- Aunque sea solitario, pobre
Y sin prosperidad alguna,
Mi corazón desea seguirle a El
Y terminar la carrera fiel.
- Sé que mi Señor, en la Tierra,
No ganó nada más que la cruz.
Sólo espero ser como Él
Y sufrir pérdida por Él.
- Mi gloria está en la Edad venidera,
Hoy seré paciente.
Nunca disfrutaría la prosperidad
De este mundo, en lugar de a Él.
- Aquel día recibiré la corona,
El secará mis lágrimas.
Fielmente seguiré mi viaje
Hasta que Él se manifieste.
Mientras estaba en Shanghai viviendo solo, vino su madre y permaneció con él durante cierto tiempo. Circularon rumores de que una mujer vivía con él, los cuales llegaron a oídos de la señorita Groves, una hermana que lo había ayudado. Ella habló con él y le preguntó: “¿Es cierto que una mujer vive contigo?” El le respondió que sí. Entonces ella le reprendió severamente. Cuando años más tarde me relató este incidente, le pregunté: “¿Y por qué no le dijiste que esa mujer era tu madre?” El contestó: “La señorita Groves no me preguntó quién era la mujer”. El no daba explicaciones para tratar de quedar bien con los demás.
Después de casarse, la tía de su esposa lo amenazó con difamarlo si él no tenía la gentileza de visitarla. Fue precisamente esa amenaza lo que impidió que la visitara. Si ella no hubiera formulado aquella amenaza, él la habría visitado. Pero debido a lo que ella dijo, él no estuvo dispuesto a satisfacer sus exigencias, pues se rehusaba a hacer cualquier cosa que atenuara los ataques que le sobrevenían. El tenía la certeza de que todo procedía de la mano de Dios y estaba dispuesto a soportar toda oposición o ataque como una cruz, para llevar una vida crucificada con Cristo.
En 1942, en la iglesia en Shanghai, hubo un gran alboroto acerca de él. El no dijo ni una sola palabra para justificarse, ni tomó ninguna medida para aclarar la situación o reducir sus sufrimientos. Una vez más, estaba aprendiendo la lección de la cruz y llevando una vida crucificada por medio del Cristo que vivía en él.
Debido a este problema cesó toda actividad e interrumpió su ministerio durante seis años. Durante este período de sufrimientos, él no hizo nada para recuperar su ministerio, ni intentó empezar otra obra. El permaneció en completo silencio, bajo la mano providencial de Dios, aprendiendo las lecciones de la cruz. El se mantuvo dentro de los límites de la muerte de Cristo y le experimentó a Él como su vida durante esta larga prueba.
Después de esa larga y oscura noche de seis años, cuando el día amaneció, y el Señor intervino para que reanudara su ministerio por medio de un avivamiento en Shanghai en 1948, él nos pidió que cantáramos el siguiente himno sobre la vida de la vid, el cual describe cómo la vid se encuentra continuamente bajo ciertas dificultades y quebrantos; no obstante, sigue llevando fruto y alegra a los demás. He aquí tres estrofas de ese himno:
Mas su vino en el invierno
Lleva siempre calor y dulzura
A los que en el frío tiemblan,
Por la tristeza, el dolor y los afanes.
Pero afuera y sola, la vid
En medio del hielo y de la nieve,
Resiste con firmeza su suerte,
Aunque no la pueda entender.
Después del invierno, la vid prepara
Nuevamente fruto que ha de llevar;
Floreciendo y creciendo las ramas,
Llevando de nuevo hermoso verdor;
Nunca murmura ni se queja
Por el penoso abuso del invierno,
Ni por todas sus pérdidas deseando
Reducir su ofrenda fresca.
Respirando aire fresco celestial,
Mientras eleva sus brazos,
Las afecciones impuras de la tierra
Nunca pueden ocupar la vid.
Frente al sacrificio y sonriendo,
Y mientras el amor la poda una vez más,
Recibe los golpes que le dan
Como si cada uno fuera el primero.
(Hymns, #635)
Este himno indica que Watchman Nee se enfrentó continuamente con dificultades y quebrantos para producir fruto espiritual a fin de alegrar a los demás. Después de ese largo invierno, él se preparó para llevar fruto, sin murmurar ni quejarse de los abusos de persona alguna; tampoco disminuyó la frescura de su contribución. Seguía dispuesto a enfrentarse a cualquier sacrificio y a seguir siendo podado, con todo valor, como si antes no hubiera sufrido ningún golpe.
Nos dijo a nosotros, sus colaboradores cercanos, que si fuéramos criticados en nuestro comportamiento y carácter, no debíamos justificarnos, pero que sí debemos contender por la verdad sin vacilar.
En 1948 hubo en Shanghai un hermano que no pudo obtener en la iglesia la posición por mucho tiempo ambicionaba, y se opuso a Watchman Nee. Este hermano financió a un predicador ambulante que escribió un extenso artículo contra Watchman Nee en el cual le hacía un sinnúmero de críticas y acusaciones. Dicho artículo se difundió ampliamente, pero Watchman Nee no hizo nada para defenderse de los ataques que allí se le formulaban.
En 1950 ambos estábamos en Hong Kong, y cierta noche después de una reunión, dos jóvenes se pusieron a distribuir volantes frente al local de reuniones, en los que se criticaba al hermano Nee. Aunque nos encontramos frente a frente, él no reaccionó; simplemente les sonrió y prosiguió su camino.
Durante mi larga relación con él, jamás lo vi discutir con nadie. Siempre daba la impresión de seguir los pasos del Cordero y de vivir bajo la muerte de Jesús para que su vida se manifestara en él (2ª Cor. 4: 10).
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Si deseamos vivir por Cristo como vida, debemos ver los aspectos de su muerte que nos atañen directa y personalmente.
Watchman Nee recibió la revelación de que él fue crucificado juntamente con Cristo, y que ya no vivía él, sino que Cristo vivía en él. Entendió además que para experimentar la muerte de Cristo de manera personal, tenía que llevar la cruz. Había sido crucificado juntamente con Cristo, pero debía permanecer en esa crucifixión. Permanecer en la crucifixión equivale a llevar la cruz y no dejar que el viejo hombre ni la carne se escapen de ésta.
Se dio cuenta de que, para poder experimentar esto, Dios debía disponer ciertas circunstancias, las cuales llegarían a ser, en la práctica, su cruz. Eso fue exactamente lo que Dios hizo. Desde el principio del ministerio de Watchman Nee, Dios dispuso las situaciones en las cuales él pudo negarse a su yo y llevar la cruz viviendo por medio de Cristo como vida.
En el transcurso de los años, él vivió bajo la cruz, dispuesto a ser rechazado, criticado y censurado. No trató de justificarse ni de agradarse a sí mismo ni de argumentar con otros ni de dar explicaciones para evitarse sufrimientos. El siempre estuvo renuente a revelar sus experiencias personales, pues éstas darían a conocer las buenas obras que había hecho por el Señor o por otros. Verdaderamente ésa fue una vida crucificada.
En los primeros años de su ministerio, seis hermanos que laboraban juntamente con él lo excomulgaron. Su reacción inicial fue obedecer a su temperamento y a su carne y rebelarse contra tal acto; su inclinación contaba con el apoyo de la mayoría de los santos, quienes se pusieron de su lado. Mientras viajaba ministrando, le mandaron cartas y telegramas para avisarle que había sido excomulgado. Cuando los recibió, estaba tan ocupado que no las leyó. Pero cuando navegaba de regreso a Fuchow, las leyó y se enojó. Para él, dicha acción era injustificada y se propuso defenderse al regresar. No obstante, el Espíritu Santo le indicó con claridad que no se justificara; así que, el Señor lo silenció. Cuando llegó, muchos hermanos y hermanas le estaban esperando en el embarcadero y no cesaban de expresar su descontento con la forma en que se habían portado aquellos seis colaboradores con él. Ese grupo lo acompañó hasta su casa y aquella noche, debido a todo el apoyo que le mostraron, se sintió molesto con los seis colaboradores, pero el Señor le prohibió actuar. Rodeado de hermanos y hermanas que esperaban que se pronunciara claramente, dijo que el Señor no permitiría que él se justificara y que se marcharía la siguiente mañana a fin de alejarse de esa situación. Les pidió que se tranquilizaran, lo cual desanimó aún más a los hermanos. En esa difícil situación, él aprendió mucho en cuanto a permanecer en la muerte del Señor de manera práctica y a llevar la cruz para vivir por medio de Cristo y para El. Durante ese tiempo de sufrimiento, él escribió el himno siguiente:
- Si me desvío un poco
Entonces todo será fácil;
Pero recuerdo como Cristo mi Señor
Sufrió con fidelidad - He dejado por siempre el mundo
Y sus lazos ya no me atan;
Quizá el camino se haga más angosto
Y todos levantarse en contra mía. - Aunque el mundo me mire con enojo,
Yo busco su rostro sonriente.
Aunque gloria exterior busquen otros,
Yo busco por su gracia su “Bien hecho”. - Mi corazón no desea la fama
Ni el beneficio en estos días;
Deseo humildemente servir a mi Señor
Y ganar en ese día su alabanza. - El Tribunal de Cristo
Contemplo cada día;
Que toda mi vida y obra
Resista al fuego aquel día. - Pueden aferrarse a su fama,
Ganar bienestar, amigos y gloria;
Pueden conseguir éxito y alabanza,
Y más todavía. - Aunque sea solitario, pobre
Y sin prosperidad alguna,
Mi corazón desea seguirle a El
Y terminar la carrera fiel. - Sé que mi Señor, en la Tierra,
No ganó nada más que la cruz.
Sólo espero ser como Él
Y sufrir pérdida por Él. - Mi gloria está en la Edad venidera,
Hoy seré paciente.
Nunca disfrutaría la prosperidad
De este mundo, en lugar de a Él. - Aquel día recibiré la corona,
El secará mis lágrimas.
Fielmente seguiré mi viaje
Hasta que Él se manifieste.
Mientras estaba en Shanghai viviendo solo, vino su madre y permaneció con él durante cierto tiempo. Circularon rumores de que una mujer vivía con él, los cuales llegaron a oídos de la señorita Groves, una hermana que lo había ayudado. Ella habló con él y le preguntó: “¿Es cierto que una mujer vive contigo?” El le respondió que sí. Entonces ella le reprendió severamente. Cuando años más tarde me relató este incidente, le pregunté: “¿Y por qué no le dijiste que esa mujer era tu madre?” El contestó: “La señorita Groves no me preguntó quién era la mujer”. El no daba explicaciones para tratar de quedar bien con los demás.
Después de casarse, la tía de su esposa lo amenazó con difamarlo si él no tenía la gentileza de visitarla. Fue precisamente esa amenaza lo que impidió que la visitara. Si ella no hubiera formulado aquella amenaza, él la habría visitado. Pero debido a lo que ella dijo, él no estuvo dispuesto a satisfacer sus exigencias, pues se rehusaba a hacer cualquier cosa que atenuara los ataques que le sobrevenían. El tenía la certeza de que todo procedía de la mano de Dios y estaba dispuesto a soportar toda oposición o ataque como una cruz, para llevar una vida crucificada con Cristo.
En 1942, en la iglesia en Shanghai, hubo un gran alboroto acerca de él. El no dijo ni una sola palabra para justificarse, ni tomó ninguna medida para aclarar la situación o reducir sus sufrimientos. Una vez más, estaba aprendiendo la lección de la cruz y llevando una vida crucificada por medio del Cristo que vivía en él.
Debido a este problema cesó toda actividad e interrumpió su ministerio durante seis años. Durante este período de sufrimientos, él no hizo nada para recuperar su ministerio, ni intentó empezar otra obra. El permaneció en completo silencio, bajo la mano providencial de Dios, aprendiendo las lecciones de la cruz. El se mantuvo dentro de los límites de la muerte de Cristo y le experimentó a Él como su vida durante esta larga prueba.
Después de esa larga y oscura noche de seis años, cuando el día amaneció, y el Señor intervino para que reanudara su ministerio por medio de un avivamiento en Shanghai en 1948, él nos pidió que cantáramos el siguiente himno sobre la vida de la vid, el cual describe cómo la vid se encuentra continuamente bajo ciertas dificultades y quebrantos; no obstante, sigue llevando fruto y alegra a los demás. He aquí tres estrofas de ese himno:
Mas su vino en el invierno
Lleva siempre calor y dulzura
A los que en el frío tiemblan,
Por la tristeza, el dolor y los afanes.
Pero afuera y sola, la vid
En medio del hielo y de la nieve,
Resiste con firmeza su suerte,
Aunque no la pueda entender.
Después del invierno, la vid prepara
Nuevamente fruto que ha de llevar;
Floreciendo y creciendo las ramas,
Llevando de nuevo hermoso verdor;
Nunca murmura ni se queja
Por el penoso abuso del invierno,
Ni por todas sus pérdidas deseando
Reducir su ofrenda fresca.
Respirando aire fresco celestial,
Mientras eleva sus brazos,
Las afecciones impuras de la tierra
Nunca pueden ocupar la vid.
Frente al sacrificio y sonriendo,
Y mientras el amor la poda una vez más,
Recibe los golpes que le dan
Como si cada uno fuera el primero.
(Hymns, #635)
Este himno indica que Watchman Nee se enfrentó continuamente con dificultades y quebrantos para producir fruto espiritual a fin de alegrar a los demás. Después de ese largo invierno, él se preparó para llevar fruto, sin murmurar ni quejarse de los abusos de persona alguna; tampoco disminuyó la frescura de su contribución. Seguía dispuesto a enfrentarse a cualquier sacrificio y a seguir siendo podado, con todo valor, como si antes no hubiera sufrido ningún golpe.
Nos dijo a nosotros, sus colaboradores cercanos, que si fuéramos criticados en nuestro comportamiento y carácter, no debíamos justificarnos, pero que sí debemos contender por la verdad sin vacilar.
En 1948 hubo en Shanghai un hermano que no pudo obtener en la iglesia la posición por mucho tiempo ambicionaba, y se opuso a Watchman Nee. Este hermano financió a un predicador ambulante que escribió un extenso artículo contra Watchman Nee en el cual le hacía un sinnúmero de críticas y acusaciones. Dicho artículo se difundió ampliamente, pero Watchman Nee no hizo nada para defenderse de los ataques que allí se le formulaban.
En 1950 ambos estábamos en Hong Kong, y cierta noche después de una reunión, dos jóvenes se pusieron a distribuir volantes frente al local de reuniones, en los que se criticaba al hermano Nee. Aunque nos encontramos frente a frente, él no reaccionó; simplemente les sonrió y prosiguió su camino.
Durante mi larga relación con él, jamás lo vi discutir con nadie. Siempre daba la impresión de seguir los pasos del Cordero y de vivir bajo la muerte de Jesús para que su vida se manifestara en él (2ª Cor. 4: 10).
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