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MARCAS DEL HOMBRE ESPIRITUAL, A.W. Tozer

Las Marcas del Hombre Espiritual

         El concepto de espiritualidad varía entre los diferentes grupos de cristianos. En algunos círculos la persona que habla más de religión es tomada como la más religiosa. Otros aceptan la exhuberancia ruidosa como la más genuina marca de espiritualidad. Y en algunas iglesias el hombre que ora primero, largo y en alta voz, gana reputación de ser el hermano más espiritual de la asamblea.

         Claro está que un vigoroso testimonio, oraciones frecuentes y alabanzas ruidosas pueden ser consistentes con la espiritualidad, pero debemos tener en cuenta que estas señales, por si mismas, no comprueban realmente la espiritualidad.

         La espiritualidad verdadera se manifiesta por si misma a través de ciertos deseos dominantes. Estos deseos siempre presentes, y profundamente establecidos, motivan y controlan la vida. Por conveniencia vamos a numerarlos, pero eso no quiere decir que están en orden de importancia.

         1. Primero está el deseo de ser santo más que de ser feliz. El ansia por ser felices, que se nota en muchos cristianos que profesan santidad, ya es suficiente prueba de que tal santidad, no se halla presente. El santo verdaderamente espiritual sabe que Dios le dará abundante gozo, pero después que sea capaz de recibirlo sin que ello dañe su alma, y no lo demanda de inmediato. Juan Wesley decía de los miembros de una de las antiguas sociedades metodistas que dudaba que habían sido perfeccionados en amor porque venían a la iglesia más en busca de alegría y gozo que tratando de ser más santos.
         2. Un hombre puede ser considerado espiritual cuando busca por sobre todas las cosas que Dios sea honrado a través de su vida, aun cuando eso signifique para él deshonor y pérdida. Ese hombre ora: "Santificado sea tu nombre", y agrega interiormente, "a cualquier costo para mí. Señor". Vive para el honor de Dios por medio de una clase de reflejo espiritual. Cada decisión suya que envuelve la gloria de Dios ha sido hecha previamente. No necesita discutir el asunto con su propio corazón; nada hay para rebatir. La gloria de Dios es necesaria para él; se afana por ella como un hombre sofocándose se afana por respirar aire puro.

         3. El hombre espiritual desea llevar la cruz. Muchos cristianos aceptan la adversidad o la tribulación con un suspiro y llaman a eso su cruz, olvidando que tales cosas le suceden tanto al santo como al pecador. La cruz verdadera es esa adversidad extra que nos viene a nosotros como resultado de nuestra obediencia a Cristo. Esta cruz no es impuesta a la fuerza sobre nosotros; nosotros la cargamos voluntariamente con pleno conocimiento de sus consecuencias. Nosotros hemos elegido obedecer a Cristo, y por eso hemos escogido cargar con nuestra cruz. Llevar la cruz significa estar entregado a la Persona del Señor Jesucristo, sometidos a Su señorío y obedientes a Sus mandamientos. El hombre que se halla así de entregado, así de sometido y así de obediente, es un hombre espiritual.

         4. También, un hombre es espiritual cuando todo lo ve desde el punto de vista de Dios. La habilidad de pesar todas las cosas en la balanza divina, y poner el valor exacto sobre ellas tal como Dios lo hace, es la marca de una vida llena del Espíritu. Dios mira a las cosas, y a través de las cosas al mismo tiempo. Su vista no se queda en la superficie, sino que penetra al verdadero significado de las cosas. El cristiano carnal mira un objeto o una situación, pero a causa de que no ve a través de ellos se siente alborozado o desanimado por lo que ve. El hombre espiritual es capaz de ver a través de las cosas como Dios ve, y pensar de ellas como Dios piensa. Insiste en ver todas las cosas como Dios las ve, aun a pesar de que ello le traiga humillación y exponga su ignorancia hasta el punto de verdadero dolor.

         5. Otro deseo del hombre espiritual es el de morir en la razón antes que vivir malamente. Una marca segura del hombre de Dios maduro es su impasibilidad ante la vida. El cristiano consciente de su cuerpo, tiene su vista puesta en las cosas terrenales, mira a la muerte con terror en el corazón. Pero según vaya avanzando en la vida del Espíritu se volverá más y más indiferente ante los años que ha pasado en la tierra, y al mismo tiempo tendrá cuidado de la clase de vida que debe vivir mientras permanece aquí. El no va a comprar algunos años extras de vida al costo del compromiso o el fracaso. El desea ante todo ser justo, y le deja a Dios determinar cuántos serán los años que viva sobre la tierra. Sabe que puede morir, ahora que está en Cristo, pero sabe también que no le conviene hacer mal, y este pensamiento viene a ser un giroscopio que estabiliza su pensar y su accionar.

         6. El deseo de ver progresar a otros a sus expensas es otra marca del cristiano espiritual. Desea ver a otros cristianos sobre él, y es feliz cuando otros son promovidos y él queda relegado. No hay envidia en su corazón; cuando otros hermanos son honrados, él está feliz porque así es la voluntad de Dios, y esa voluntad es su cielo en la tierra. Si Dios es agradado, él es agradado por esa razón, y si a Dios le place poner a otros sobre él, él se contenta con eso.

         7. El hombre espiritual suele hacer juicios en razón de eternidad, nunca en razón de tiempo. Por la fe se levanta por sobre la presión de la tierra y el fluir del tiempo y aprende a pensar y sentir como uno que ya ha dejado el mundo y ha ido a juntarse con la gran compañía de ángeles, y la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos. Tal hombre preferirá ser útil más que famoso y ser servidor más que servido.

         Y todo esto debe ser por la operación del Espíritu Santo dentro de él. Ningún hombre se hace espiritual por sí mismo. Solo el Espíritu libre puede hacer a un hombre espiritual.



A.W. Tozer

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