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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2023/11/hebrews-israelites-and-jews/
Hace años tuve un jefe que tenía dos doctorados, uno de Teología. Un día mencionó que Abraham fue el primer judío. Le pregunté cómo era posible que Abraham descendiera de su propio bisnieto (Judá). Nunca se le había ocurrido esa idea. Muestra cómo los seminarios pueden ser bastante ignorantes en algunas áreas.
¿Qué es un hebreo?
Abram (más tarde llamado Abraham) fue el primer hebreo. Génesis 14: 13 dice,
13 Entonces vino un fugitivo y le dijo a Abram el hebreo…
Esta es la primera vez que la palabra hebreo aparece en las Escrituras. Significa "inmigrante, uno de más allá". La palabra es Ibri, se escribe ayin (“ojo”), beth (“casa”) y resh (“cabeza”). Al combinar beth y resh, obtenemos un cabeza de familia, bar, un hijo. Entonces un hebreo debe verse o manifestarse como un hijo.
En el Nuevo Testamento, el libro de Hebreos nos enseña cómo emigrar del Antiguo Pacto al Nuevo Pacto, para que seamos llamados hijos de Dios. Los hijos de Dios son los verdaderos hebreos, en lo que a Dios concierne. El libro de Hebreos establece el camino, basado en el viaje de Abram desde Ur de los caldeos hasta la Tierra Prometida.
¿Qué es un israelita?
Jacob fue el primer israelita. En Génesis 32: 28 leemos,
28 Él [el ángel] dijo: “Tu nombre ya no será Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido”.
Israel significa "Dios gobierna", porque la terminación el siempre indica que es Dios quien está realizando la acción. Este nuevo nombre transformó a Jacob el engañador en Israel, llevando el testimonio de la soberanía de Dios. Jacob había luchado con Esaú y había prevalecido en el asunto de la Primogenitura. Había discutido con Labán sobre los salarios y había prevalecido. Finalmente, había luchado con el ángel y había perdido la pelea después de que “se dislocó la articulación del muslo de Jacob” (Génesis 32: 25). En otras palabras, Jacob se debilitó.
Jacob perdió el combate de lucha en ese momento y todo lo que pudo hacer fue aguantar y pedir una bendición. Sin embargo, fue perdiendo que en realidad ganó, porque, como dijo Pablo, “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2ª Corintios 12: 10).
Nosotros también nos convertimos en israelitas, o hijos de Israel, si seguimos el modelo de Jacob-Israel. En otras palabras, cuando cesamos en nuestros esfuerzos carnales, cuando perdemos la confianza en la carne, cuando dejamos de pensar que Dios necesita ayuda carnal para cumplir sus promesas, cuando finalmente entendemos que Dios es soberano, entonces somos verdaderamente israelitas.
¿Qué es un judío?
Judá fue el primer judío. Judío es una forma abreviada del nombre Judá. En la KJV, la primera vez que aparece la palabra “judío” es en 2º Reyes 16: 6,
5 En aquel tiempo, Rezín rey de Siria, y Peka hijo de Remalías rey de Israel, subieron a Jerusalén para guerrear; y sitiaron a Acaz [rey de Judá], pero no pudieron vencerlo. 6 En aquel tiempo, Rezín rey de Siria, recuperó Elat para Siria, y expulsó a los judíos de Elat…
Vemos aquí cómo los israelitas se aliaron con los sirios en una guerra contra los judíos (es decir, Judá). Está claro que los israelitas y los judíos estaban en lados diferentes de esta guerra y que los israelitas no eran judíos.
Judá significa "alabanza". Más literalmente, el nombre se basa en la letra hebrea, yod, "mano". Habla de levantar las manos en alabanza. En otras palabras, un judío, según la definición de Dios, es aquel que lo alaba. Por lo tanto, en la bendición de Jacob sobre Judá, dice en Génesis 49: 8: "Judá, tus hermanos te alabarán... los hijos de tu padre se inclinarán ante ti ".
En nuestra relación con Dios, un judío es aquel que alaba a Dios y se inclina ante Él. Sin inclinarse ante Él en obediencia, la “alabanza” de un hombre es sólo de labios para afuera y es inaceptable para Dios. En el Nuevo Testamento vemos a Jesucristo, el Rey de Judá, a quien todos los hombres deberían ofrecer alabanza. La mayoría no alabó a Aquel a quien Dios había enviado, y por eso perdieron su condición de judaítas.
Pablo comenta más sobre esto en Romanos 2: 28-29,
28 Porque NO es JUDÍO el que lo es exteriormente, ni es circuncisión la que se hace exteriormente en la carne. 29 Sino que ES JUDÍO el que lo es interiormente; y la circuncisión es la que es del corazón, por el Espíritu, no por la letra; y su alabanza no es de los hombres, sino de Dios.
En otras palabras, aquellos que afirman ser judíos a través de una conexión biológica con Judá y mediante la circuncisión carnal no son judíos en absoluto a los ojos de Dios. Hay que emigrar al Nuevo Pacto, que establece la circuncisión del corazón como la forma de alabar a Dios. La mayoría (si no todos) de los judíos que rechazaron a Cristo habían recibido la circuncisión física, pero no alabaron a Aquel a quien Dios había enviado como su Rey-Mesías.
Sin embargo, los hombres continuaron reconociéndolos como judíos y llamándolos con ese nombre, aunque Dios no los reconoció como personas que le ofrecían verdaderas alabanzas. De modo que Pablo afirma que aquellos que verdaderamente disfrutan de ciudadanía legal en Judá (verdaderos judíos, por así decirlo) no son aquellos a quienes los hombres reconocen como judíos, sino aquellos que son reconocidos por Dios.
¿Biología o Derecho?
La biología no determina si uno es hebreo, israelita o judío. Así es como los hombres categorizan a las personas. Pero Dios mira el corazón. Su objetivo es convertirlos en su pueblo, algo que no surgió de forma natural (biológicamente). Entonces, cuando los israelitas salieron de Egipto, Dios los encontró en el monte Sinaí y les propuso en Éxodo 19: 5,
5 Ahora bien, si en verdad obedecéis mi voz y guardáis mi pacto, entonces seréis mi posesión entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra.
En otras palabras, bajo el Antiguo Pacto, se les exigía “obedecer mi voz y guardar mi pacto” para ser el pueblo de Dios. Todos fracasaron en esto, porque “todos pecaron” (Romanos 3: 23). Entonces, 40 años después, al final de su viaje por el desierto, Dios propuso un segundo pacto en Deuteronomio 29: 1.
1 Estas son las palabras del pacto que el Señor mandó a Moisés hacer con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que había hecho con ellos en Horeb.
En este pacto, Dios mismo hizo un juramento por su propia voluntad, mientras el pueblo se reunía para presenciar ese juramento. El propósito de ese juramento se ve en Deuteronomio 29: 12-13,
12 para que entres en el pacto con el Señor tu Dios, y en SU JURAMENTO que el Señor tu Dios hace hoy contigo, 13 para que Él te establezca hoy como su pueblo y sea tu Dios, tal como os habló y como juró a vuestros padres, Abraham, Isaac y Jacob.
La única manera en que las personas pueden ser establecidas como “su pueblo” es que Dios lo haga. El Primer Pacto no funcionó porque se basaba en su obediencia, más que en su genealogía. Como dice Juan 1: 13, la filiación la alcanzan aquellos "que no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón [votos de hombre], sino de Dios [es decir, juramento de Dios]".
La fe del Nuevo Pacto simplemente cree en las promesas, votos y juramentos de Dios, mientras que la fe del Antiguo Pacto se basa en los propios votos de obediencia a Dios, donde los hombres oran para que Dios los ayude a cumplir sus votos del Antiguo Pacto. Pero ¿qué dicen las Escrituras? Abraham estaba “plenamente seguro de que lo que Dios había prometido, también podía cumplirlo. Por lo cual también le fue contado por justicia” (Romanos 4: 21-22).
Por lo tanto, la única manera de ser clasificado como “su pueblo” es mediante la fe del Nuevo Pacto en la promesa o juramento de Dios mismo. La biología es insuficiente, como también lo es la fe del Antiguo Pacto. Para tener un Nuevo Pacto, nosotros, como Abraham, debemos estar “completamente seguros de que lo que Dios había prometido, también podía cumplirlo”. Jacob no pudo creer esto, porque su corazón aún lo engañaba, haciéndole pensar que tenía que ayudar a Dios con sus mentiras, esto a pesar del hecho de que fue un creyente en algún nivel durante toda su vida temprana.
Así vemos cómo los tres términos (hebreo, Israel y Judá) son distintos y, sin embargo, relacionados. Todos hablan de diferentes aspectos de la filiación y nos dicen cómo ser Vencedores. Debemos trascender toda confianza en la carne. Ser pueblo de Dios no se basa en la biología sino en la Ley de Dios y, como dice Pablo, “sabemos que la ley es espiritual” (Romanos 7: 14). Decir que nuestro estatus como ciudadanos o gobernantes en el Reino se basa en la Ley no lo ubica en el ámbito de la carne. La carne viene cuando uno usa la Ley con una mentalidad del Antiguo Pacto.
También debemos entender la soberanía de Dios y el hecho de que nuestra salvación no se basa en la voluntad del hombre, sino de Dios. La verdadera fe cree en la promesa de Dios, no en la promesa del hombre.
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