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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2023/11/present-truth/
La semana pasada hice un estudio sobre la Promesa de Dios a Ismael, donde mostré que Ismael era el segundo en la lista para recibir la tierra de Canaán/Palestina. La Biblia deja claro que su hermano Isaac era el principal heredero, pero en su ausencia, Ismael era el siguiente en la fila.
La casa de Isaac (Amós 7: 16) también era la casa de Israel, es decir, las diez tribus de Israel que Dios exilió a causa de su persistente anarquía. Cuando fueron conquistados por Asiria y deportados a la tierra de Gamir, la tierra pasó a manos de los ismaelitas, aunque está claro que no se dieron cuenta de ello. En cambio, Edom, descendiente de Esaú, el hermano de Jacob, trató de reclamar la tierra para sí. Pero Edom sólo estaba el tercero en la fila, porque Ismael tenía un derecho más antiguo, siendo de la generación anterior.
Las tribus de Israel nunca regresaron a la antigua tierra. Dios tenía en mente una mejor herencia a través del Nuevo Pacto. Israel estaba divorciada de Dios (Jeremías 3: 8; Oseas 2: 2) y echada de Su casa (la tierra de Israel del norte) conforme a la Ley de Deuteronomio 24: 1-3 (KJV). Dios había estado casado con Israel desde el monte Sinaí, pero este fue un matrimonio del Antiguo Pacto, basado en los votos del pueblo. Cuando terminó en divorcio, Dios echó a Israel fuera de la casa, como nos dice la Ley, y hubiera sido ilegal para Dios traerla de regreso a Su casa sin volverse a casar con ella.
De hecho, se avecina un gran nuevo matrimonio, pero será un matrimonio del Nuevo Pacto para aquellos cuyos corazones han sido cambiados por el Espíritu Santo. Dios nunca más se casará con una nación bajo los términos del Antiguo Pacto. El Antiguo Pacto fue instituido para demostrar su insuficiencia, porque a pesar de los votos bien intencionados de los hombres, nadie tenía la capacidad de cumplirlos perfectamente. Sus votos crearon una obligación sin darles la capacidad de superar la debilidad que les transmitió Adán.
Por lo tanto, se necesitaba un Nuevo Pacto, y este era el voto/promesa de Dios de trabajar dentro de los corazones del pueblo para engendrar a los hijos de Dios e inculcar dentro de ellos la naturaleza de su Padre celestial. Dios está levantando una nueva nación, compuesta de hombres y mujeres “de toda tribu y lengua y pueblo y nación” (Apocalipsis 5: 9). Esta nueva nación está destinada a ser su Novia del Nuevo Pacto, porque “han llegado las bodas del Cordero y su novia se ha preparado” (Apocalipsis 19: 7)
Además, este nuevo matrimonio no se limita a los israelitas biológicos, sino que está abierto a todos los que tienen la fe abrahámica.
Tener la fe abrahámica es heredar lo que Abraham buscaba: "una patria mejor, es decir, celestial" (Hebreos 11: 16). Esta es la herencia de los creyentes del Nuevo Pacto. No es la tierra original "de la que salieron" y a la que (con un mapa que los guiara) los israelitas "habrían tenido oportunidad de regresar" (Hebreos 11: 15). La antigua tierra era una herencia del Antiguo Pacto, adecuada durante una temporada, pero que dejó de serlo tras su colosal fracaso, que acabó en divorcio y exilio.
Los israelitas “perdidos” permanecieron en la tierra de Gamir en Asiria hasta que Babilonia conquistó Nínive en el 612 aC. Luego, algunos comenzaron a migrar hacia el oeste, a las áreas del “Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia” (1ª Pedro 1: 1). Otros emigraron al norte a través de las montañas del Cáucaso, en tal número, que los arqueólogos modernos aún hoy se refieren a ellos como caucásicos. El cementerio de Israel resultó ser el lugar de nacimiento de Europa occidental, oculto en gran medida por el hecho de que esos israelitas recibieron otros nombres en los registros asirios.
El asunto es que estos israelitas no eran ni asirios ni judíos. Los judíos conservaron su identidad tanto en la tierra de Judea como en Babilonia, donde la mayoría de ellos permaneció durante siglos. En 1948, cuando el Estado Judío tomó sobre sí el nombre de Israel, lo hizo para engañar a los cristianos, haciéndoles pensar que se trataba de la reunificación de la Casa de Israel. Con un subterfugio tan simple, los judíos sionistas reclamaron el nombre dado a los hijos de José (Génesis 48: 16). Todas las profecías dadas a Israel fueron repentinamente (mal) aplicadas al Estado Judío.
En otras palabras, los judíos sionistas han tratado de reemplazar a los israelitas en un caso de identidad equivocada. Esta es la verdadera “Teología del Reemplazo”, que tuvo lugar justo delante de las narices de los cristianos, y que fue posible gracias a su ignorancia de la historia bíblica y de la simple diferencia entre Israel y Judá.
Del mismo modo, la mayoría de los cristianos no han comprendido que el Antiguo Pacto ahora está “obsoleto” (Hebreos 8: 13). Los sionistas han intentado reclamar un estatus de Pacto con Dios aparte de Jesucristo, el Mediador del Nuevo Pacto (Hebreos 12: 24). Esto ha dado lugar a una nueva y extraña enseñanza llamada Teología del Pacto Dual, donde se afirma que judíos y cristianos tienen cada uno su propio pacto mediante el cual los hombres pueden ser salvos. En otras palabras, dicha teología dice que los judíos son salvos por la Ley y los cristianos por la Gracia. ¿Fue, entonces, Pablo salvo por la Ley?
Yo mismo crecí en la iglesia pensando que los judíos eran israelitas, hasta que descubrí lo contrario en 1971, cuando tenía 21 años. Ese fue el comienzo de un nuevo camino diferente a lo que me enseñaron en mi infancia. En 1973 aprendí sobre la Restauración de Todas las Cosas y en 1974 descubrí la revelación de la Ley de Dios.
Hice mi tarea durante los siguientes diez años, pasando muchas horas al día estudiando las Escrituras y leyendo muchos pesados libros de historia que habrían aburrido hasta las lágrimas a la mayoría de la gente. Luego, en 1981, Dios dijo: “¡Basta de aprender de este libro! Es hora de aprender a escuchar Mi voz y a usar las Escrituras por el poder del Espíritu Santo”. Dios me llamó a salir de la iglesia para ir al desierto y enseñarme directamente mediante revelación del Espíritu. Luego aprendí que la Ley no era carnal, sino espiritual (Romanos 7: 14), y comencé a aprender cómo se aplicaban las Leyes de Dios en los asuntos espirituales.
Después de diez años de preparación espiritual (1981-1991), Dios comenzó a prepararme para regresar al ministerio y tomar la iniciativa en la guerra espiritual, para hacer mi parte en derrocar a Misterio Babilonia y construir el Reino de Dios. La cuestión es que mi formación básica me llevó 20 años (1971-1991), una década de estudio de lo que otros habían escrito, seguida de una década de formación directa por el Espíritu Santo. Incluso después de eso, Dios ha seguido refinando mi comprensión de su Palabra a lo largo de los años. Ha sido una revelación progresiva de la Palabra.
En este momento, dadas las perturbaciones en el mundo, es muy importante que entendamos la profecía. De lo contrario, será mucho más probable que apoyemos ciegamente al Estado sionista como si fuera el Israel bíblico. También debemos tener una comprensión clara de los dos pactos, para que sepamos la verdadera herencia que el mismo Abraham imaginó. Debemos saber que el fracaso del Antiguo Pacto ha dado lugar al Nuevo Pacto y que para ser herederos del Reino hay que tener fe abrahámica. “La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios” (1ª Corintios 15: 50). Esto significa que uno no puede pretender ser un heredero elegido basándose en la biología y la genealogía.
Conocer la verdad es la clave para comprender los conflictos modernos y poder brindar soluciones bíblicas a problemas reales. Si queremos estar entre los santos que juzgarán al mundo (1ª Cor. 6:2), entonces debemos conocer la mente de Dios y sus Leyes, por las cuales el mundo será juzgado.
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