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Términos básicos de la Escritura - 23: ¿QUÉ ES EL ARREPENTIMIENTO? - Parte 2, Dr. Stephen Jones

 


Hay dos palabras hebreas principales en el Antiguo Testamento que significan “arrepentirse”. La palabra principal es shoob (“girar, dar la vuelta, regresar”) y la otra es nacham (“confortar”). Esto muestra que el “Consolador”—el Espíritu Santo—fue enviado para traer arrepentimiento, un cambio de dirección, un vuelco en la vida de uno.



La palabra Shoob

Génesis 3: 19 dice,

19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas [shoob] a la tierra, porque de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo volverás [shoob].

De nuevo, leemos en el Salmo 85: 4 KJV,

4 Conviértenos [vuélvenos], oh Dios de nuestra salvación, y haz cesar tu ira sobre nosotros.

Aquí vemos al salmista orando para que Dios nos haga arrepentirnos, para que cese su ira. La implicación es que la ira de Dios cesa cuando nos volvemos de nuestros malos caminos, y que Dios mismo es la Fuente de nuestro arrepentimiento. Sin alguna acción del Espíritu Santo, no seremos convertidos o no nos volveremos.

Lamentaciones 5: 21 KJV 1960 confirma esto, diciendo:

21 Vuélvenos [shoob] hacia Ti, oh Señor, y nos volveremos [shoob]; renueva nuestros días como antaño.



La palabra Nacham

Tanto shoob como nacham están conectadas entre sí en Jeremías 31: 19,

19 Porque después que me volví [convertí, shoob], me arrepentí [nacham]; y después de haber sido instruido, me golpeé en el muslo; yo estaba avergonzado y también humillado porque llevaba el oprobio de mi juventud.

El profeta dice que “se volvió” y luego encontró consuelo a través del gran Consolador (Juan 16: 7 KJV). La Concordancia de Strong define nacham así:

propiamente, suspirar, es decir, respirar fuerte; por implicación, arrepentirse; es decir (en un sentido favorable) compadecerse, consolarse o (reflexivamente) lamentarse; o (desfavorablemente) vengarse (uno mismo):—consolarse (uno mismo), aliviarse (uno mismo), arrepentirse(-er,-ing, uno mismo)”.

La palabra nacham significa “respirar fuerte”. La palabra hebrea para aliento (ruach) es también la palabra traducida como espíritu. Por lo tanto, nacham apunta hacia el Espíritu Santo, y esto se ve más claramente cuando Jesús habla del Consolador (KJV). La NASB usa el término “Auxiliador” en Juan 14: 26, 15: 26 y 16: 7, el cual, aunque exacto, rompe la conexión del Espíritu Santo con nacham que se usa en todo el Antiguo Testamento. Por esta razón, prefiero el uso de “Consolador” de la KJV.

En Isaías 40: 1, que usa dos veces la palabra nacham, incluso la NASB dice:

1 Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.

Este versículo introduce la segunda mitad de Isaías, que representa la restauración del Nuevo Pacto de la Casa de Israel. Vale la pena notar, entonces, que esta es la obra del Consolador (nacham), que fue enviado el día de Pentecostés en Hechos 2: 1-2. La obra o responsabilidad del Consolador se establece en el evangelio de Juan.



El Consolador trae el arrepentimiento

Juan 14: 26 KJV dice:

26 Mas el Consolador, que es el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que Yo os he dicho.

El Consolador es el gran Maestro, o Revelador, quien “instruyó” al profeta Jeremías en el versículo 31:19 (citado anteriormente). Sin tal instrucción, ¿cómo podría el profeta volverse y arrepentirse? Uno debe conocer el problema para poder corregirlo. Por lo tanto, el arrepentimiento viene cuando recibimos la revelación de la Ley. La Ley define el pecado y la justicia, pero si no conocemos la Ley, naturalmente adoptamos las normas morales de nuestra cultura, muchas de las cuales son contrarias a la naturaleza de Dios.

Aquellos que abandonan la Ley y solo desean ser guiados por el Espíritu, parecen olvidar que el Espíritu Santo fue dado para instruirnos en la Palabra de Dios. Tal revelación está diseñada para cambiar nuestras mentes (nuestra manera de pensar) y llevarnos en una nueva dirección. Cualquier falta de arrepentimiento muestra una falta de la revelación del Espíritu Santo en ese asunto de instrucción.

Juan 16: 8 dice,

8 Y Él, cuando venga, convencerá [elengkho, “condenar, reprender, refutar, corregir, amonestar”] al mundo de pecado, de justicia (rectitud) y de juicio [krisis, “justicia”].

Aquí Jesús les dijo a sus discípulos que la responsabilidad del Consolador no era simplemente hacer que las personas se sintieran bien consigo mismas, sino “convencer al mundo”. En otras palabras, el Espíritu Santo nos consuela al señalarnos las cosas en nuestra vida de las que debemos arrepentirnos. Cuando nos arrepentimos, nos ponemos más de acuerdo con la naturaleza de Dios y, por lo tanto, somos consolados.



Se requiere el arrepentimiento

Cuando vinimos a Cristo por primera vez, nos arrepentimos de nuestros pecados lo mejor que pudimos. Sin embargo, nos faltaba la plena revelación de la Palabra. Dios nos aceptó a pesar de esto, atribuyéndonos justicia a causa de nuestra fe, como si ya fuéramos perfectos. Después de un breve tiempo de regocijo y de maravillarnos por la gracia de Dios, nos instalamos en un caminar a largo plazo con Dios. El Espíritu Santo entonces comenzó su obra de cambiar nuestra forma de pensar, nuestro estilo de vida y nuestra dirección en la vida.

En otras palabras, el Consolador comenzó a entrenarnos como hijos de Dios, trayendo disciplina a nuestras vidas, para que podamos crecer como hijos completamente maduros a quienes se les pueda confiar el poder de los dones espirituales y la autoridad en nuestro llamado. Algunos se han irritado por esto, y muchos incluso han resistido al Espíritu Santo, pensando que esa no es la forma de “consolarnos”.

No obstante, Hebreos 12: 11 dice:

11 Al presente toda disciplina parece no ser gozosa, sino dolorosa; mas a los que en ella han sido ejercitados, después da fruto apacible de justicia.

La disciplina es una marca de la filiación. Cuando el Espíritu Santo obra en nuestros corazones, su disciplina está diseñada para producir “el fruto apacible de justicia” [cuando nuestro comportamiento es justo, ha producido en nosotros el fruto de la justicia, se produce la paz en nuestro interior]. Es el equivalente a podar la vid o el árbol, que Jesús mencionó en Juan 15: 2,

2 Todo sarmiento que en Mí no da fruto, Él lo quita; y todo sarmiento que da fruto, lo poda para que dé más fruto.

Juan el Bautista lo expresó de otra manera en Mateo 3: 11-12,

11Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 12 Su aventador está en su mano, y limpiará completamente su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego inextinguible.

Hay muchas metáforas que hablan de la obra de poda de nuestros sarmientos y de quemar nuestra paja que el Espíritu Santo hace, moviéndonos al arrepentimiento.



Comodidad y venganza

Recuerde la definición de nacham de la Concordancia de Strong, citada anteriormente, especialmente la última parte de la definición:

“… o (desfavorablemente) vengarse (uno mismo):—consolarse (uno mismo), aliviarse (uno mismo), arrepentirse (-er,-ing, uno mismo)”.

La palabra hebrea para “venganza” es naqam, que es casi un homónimo que suena muy parecido a nacham, “consuelo”. Cuando el Consolador obra en nuestros corazones, se venga de toda iniquidad e injusticia. La venganza de Dios no es como la venganza de los hombres. La venganza de Dios tiene un efecto positivo; la venganza de los hombres trae un resultado negativo. Cuando los creyentes no entienden la diferencia, se topan con todo tipo de ideas extrañas, especialmente cuando interpretan Isaías 61: 1-2,

1 El Espíritu del Señor Dios está sobre Mí… 2 Para proclamar el año favorable del Señor y el día de la venganza [naqam] de nuestro Dios; para consolar [nacham] a todos los que lloran.

La incapacidad de los hombres, incluídos los creyentes, para administrar una "venganza" adecuada es la razón por la cual Dios dice en Deuteronomio 32: 35: "Mía es la venganza". Pablo amplía esto, diciendo en Romanos 12: 19-21,

19 Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dad lugar a la ira de Dios, porque escrito está: Mía es la venganza, Yo pagaré, dice el Señor. 20 Pero [citando de Proverbios 25: 21-22] si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, y si tiene sed, dale de beber; porque al hacerlo, ascuas amontonarás sobre su cabeza”. 21 No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien.

Pablo había aprendido la definición bíblica de venganza de Proverbios 25: 21-22 y estaba explicando a la iglesia en Roma cómo Dios define y aplica la venganza. Él vence el mal con el bien. La venganza del hombre vence el mal con un mal mayor.

La venganza piadosa se ve cada vez que el Espíritu Santo bautiza a alguien con “fuego”. Se ve cuando se quema la paja en nuestra vida. Se ve cuando los creyentes son podados. Su venganza siempre tiene un buen resultado al final. El “fin” puede estar muy lejos en el camino de las Edades venideras, pero sabemos que todos los juicios de Dios brotan de su naturaleza de amor y, en última instancia, son redentores.

Por lo tanto, la venganza divina trae justicia a todos y hace que los injustos se arrepientan, doblen sus rodillas ante Cristo y fluya de sus lenguas una profesión de fe y “alabanza a Dios” (Romanos 14: 11). El Consolador no solo es CAPAZ de traer arrepentimiento; Él lo hará, porque es la promesa del Nuevo Pacto de Dios. El Espíritu Santo no puede fallar más de lo que Dios mismo podría fallar. El fracaso no es una opción, porque el fracaso es pecado (khawtaw, “no alcanzar la meta de uno”).


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