TRADUCTOR-TRANSLATE

Introducción al Tiempo - Capítulo 7: LA BÚSQUEDA DEL TIEMPO BENDITO – Parte 1/3

 


https://godskingdom.org/blog/2023/01/the-search-for-blessed-time-part-1

Cuando Dios creó los Cielos y la Tierra, también creó el tiempo, dividiéndolo en segmentos de siete. Todo funcionó en Tiempo Bendito de acuerdo al calendario de Dios hasta que Adán pecó. Su pecado trajo la maldición de Dios sobre la Tierra y sobre todos los que estaban bajo la autoridad de la Tierra misma.

Déjeme explicar.

Dios maldijo la Tierra por causa de Adán (Génesis 3: 17 KJV). Pocos entienden las implicaciones de esto. Ven esto solo en términos de la responsabilidad de Adán por los problemas que surgieron a partir de entonces. En primer lugar, la Tierra se vio afectada porque estaba bajo la autoridad de Adán. Cuando los líderes pecan, su pecado afecta a todos los que están bajo su autoridad.

Pero al mismo tiempo, la Tierra también cumplió el papel de intercesor. Un intercesor es aquel que paga por el pecado de otra persona. La Tierra se hizo responsable de al menos una parte del pecado de Adán. De esta manera, el juicio sobre Adán fue compartido, ya que la Tierra tomó parte de la carga, y esto redujo los efectos del pecado en lo que respecta a Adán.

Parece que todos los patriarcas anteriores al Diluvio permanecieron en Tiempo Bendito, a pesar de que la Tierra misma estaba en Tiempo Maldito.

Adán incluso se volvió mortal, pero no murió inmediatamente. Adán tampoco fue colocado en Tiempo Maldito, porque entonces pudo haber muerto a la edad de 414 u 828. En cambio, murió a los 930 (Génesis 5: 5). El suelo, por otro lado, “murió”, por así decirlo, 1.656 años después (4 x 414 años) cuando vino el Diluvio. Los que eran “terrenales”, siendo identificados con la tierra que había tomado la maldición, perdieron su aliento de vida en el Diluvio, porque no habían buscado ser criaturas celestiales que pudieran alcanzar la gracia.

Entonces Pablo nos dice en 1ª Corintios 15: 47,

47 El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre es celestial.

Esto habla principalmente de Adán y Jesús, pero también habla de nuestra carne y nuestro espíritu. Nuestra carne es “de la tierra, terrenal”. El nombre de Adán significa literalmente “terrenal”. Nuestra identidad “terrenal”, que se deriva de Adán, no nos da motivo para gloriarnos, pues es parte del primer Adán. Los que vivieron en los días de Noé murieron en el Diluvio precisamente porque se identificaron con Adán y no con el segundo hombre, Cristo. Eran terrenales, no celestiales.

Asimismo, hoy, nosotros que vivimos en un tiempo que se asemeja a “los días de Noé” (Mateo 24: 37) debemos convertirnos en criaturas celestiales siendo engendrados por el Espíritu, para evitar el juicio que nuevamente viene sobre la Tierra. En otras palabras, necesitamos un cambio de identidad, para que podamos decir (con Pablo), que el cuerpo terrenal que peca “ya no soy yo” (Romanos 7: 20 KJV). Debemos repudiar lo terrenal para obtener una mayor identidad como hijos de Dios. Es así como podemos hallar gracia, tal como lo hizo Noé (Génesis 6: 8).

Aquellos que reclaman beneficios a través del primer Adán, o cualquier otra forma de carne terrenal, como Israel, Judá o una de las tribus, también participarán en el juicio divino que vendrá sobre toda carne. La única ventaja de ser un israelita carnal es que se les confiaron los oráculos de Dios (Romanos 3: 1-2). Ellos fueron los primeros en recibir la Ley y fueron los primeros en comprender la revelación de Dios, por la cual podían conocer la naturaleza del Nuevo Pacto y las promesas de Dios.



La Tierra da a luz

Al final, la Tierra en verdad dio a luz al Hijo de Dios, así como Egipto había dado a luz al hijo primogénito de Dios bajo Moisés (Éxodo 4: 22; Oseas 11: 1). Asimismo, el nacimiento de los hijos de Dios ocurrió a través de la tribulación (dolor de parto). Así también, Egipto “murió” al dar a luz mientras daba a luz al hijo primogénito de Dios, Israel.

Incluso Raquel murió dando a luz a Benjamín (Génesis 35: 18). Benjamín tenía dos nombres: Ben-oni, “hijo de mi dolor” y Benjamín, “hijo de mi mano derecha”. Esto profetizaba de Jesús, quien vino la primera vez como “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53: 3), y la segunda vez como Aquel que ascendió al Padre, quien “lo sentó a su diestra en los lugares celestiales” (Efesios 1: 20).

El mismo patrón debe cumplirse en los hijos de Dios, porque aquellos que siguen sus pasos también son resucitados y entronizados “con Él en los lugares celestiales en Cristo Jesús” (Efesios 2: 6).

La lección aquí muestra que la carne debe morir para dar a luz a los hijos de Dios. Por lo tanto, [en nuestra experiencia, porque ya lo fuimos objetivamente, porque estábamos en Cristo cuando Él murió, fue sepultado y resucitó] debemos ser “crucificados con Cristo” (Gálatas 2: 20) para poder participar de su vida de resurrección. La Tierra misma también debe sufrir una forma de muerte para que el Cielo venga a la Tierra en cumplimiento de la oración de Jesús en Mateo 6: 10.

A lo largo de las generaciones pasadas, solo unos pocos han aprendido realmente el secreto de la gracia, pero en las edades venideras, el Espíritu será derramado sobre toda carne, hasta que la Tierra sea “llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar” (Habacuc 2: 14). Este es el segundo Diluvio [ahora un Diluvio de Fuego] que se avecina, un Diluvio del Espíritu Santo que, aunque sigue el modelo del Diluvio de Noé, ya no es literal debido al pacto de Dios en Génesis 9: 9-11.

En nuestro tiempo, este Diluvio tendrá resultados positivos en contraste con los resultados del Diluvio de Noé. El Diluvio de Noé quitó el aliento (ruach, “espíritu”) de vida a toda carne (Génesis 7: 22). El Diluvio de nuestro tiempo, más grande comparado con los días de Noé, vuelve a poner el Espíritu en toda carne (Joel 2: 28), no a todos a la vez, sino gradualmente con el tiempo.



Salvando la Tierra

La Tierra finalmente cumplirá su llamado y propósito. La propia reputación de Dios está en juego aquí. ¿Es Él lo suficientemente soberano para hacer eso? ¿Es su voluntad más poderosa que la voluntad de la carne? Creemos que sí. Sin embargo, cuando puso una maldición sobre la Tierra, su voluntad se retrasó por miles de años. Esta demora no tomó a Dios por sorpresa, por supuesto, pero hizo evidente la distinción entre su voluntad y su plan.

La voluntad de Dios se establece en la Ley misma, que establece la naturaleza de Dios y la norma de perfección. En otras palabras, es la voluntad de Dios que no pequemos, y “el pecado es infracción de la ley” (1ª Juan 3: 4). Porque “todos pecaron” (Romanos 3: 23), todos quebrantaron la Ley y violaron la voluntad de Dios. Pero Dios conocí de antemano todos los pecados, así como los actos justos, y tomó esto en cuenta cuando trazó el plano de la historia. Él conocía de antemano, porque había predestinado todas las cosas (Romanos 8: 29).

Por lo tanto, Pablo usa dos palabras griegas para describir la voluntad de Dios y su plan. Su voluntad es thelema (Romanos 2: 18); su plan es boulema. (Romanos 9: 19). El thelema de Dios es resistido en todas partes; pero sobre el boulema de Dios Pablo pregunta retóricamente, "¿quién se resiste a su plan?" (es decir, su boulema). El contexto de esta pregunta muestra que Faraón había sido levantado por Dios para resistir la voluntad de Dios, y con su resistencia, no podía impedir el plan general de Dios.

Esta es una palabra difícil para la mayoría de las personas, y esto generalmente se "explica", diluyéndolo en una forma más “agradable al paladar”. Pero la Palabra de Dios se cumplirá, independientemente de cuántas personas no puedan estar de acuerdo con ella. De hecho, la única razón por la que el boulema de Dios es difícil de entender en Romanos 9 es porque no se ha entendido primero el amor de Dios en Romanos 5.

Cuando entendemos verdaderamente cómo “Dios amó tanto al mundo” (Juan 3: 16), y cuando comprendemos la promesa de Dios a través del Nuevo Pacto, vemos cómo hombres como Faraón no fueron predestinados para perderse para siempre, sino para ser salvos en el fin, por la misma promesa de Dios. Para una discusión más profunda sobre esto, vea mi libro, El Problema del Mal .

La salvación de todos y la reconciliación de todas las cosas, basada en la promesa de Dios, requiere muchos pasos de principio a fin. El punto de apoyo principal es, por supuesto, la muerte y resurrección de Cristo que se establece en las Escrituras. Este evento aseguró las promesas hechas anteriormente a lo largo del Antiguo Testamento. Aseguró el hecho y la inevitabilidad de la salvación universal, pero la ejecución del plan requería una Segunda Obra de Cristo y aún más en las Edades venideras.

El final completo no se verá hasta el Jubileo de la Creación, que, creo, ocurrirá después de 49.000 años. Actualmente, estamos cerca del final de los primeros seis días (6000 años) de la historia de Adán. Los mil años venideros son el primer gran “día” sabático, donde un “día” largo es como mil años (2ª Pedro 3: 8; Salmo 90: 4).

Después de esta “semana”, creo que tendremos otras seis “semanas” (42,000 años) de juicio hasta que finalmente Dios declare el Gran Jubileo para toda la Creación. La Ley del Jubileo limita todo juicio por el amor y la gracia de Dios, según su naturaleza, porque Dios es amor. Esto permitirá que Dios sea “todo en todos” (1ª Corintios 15: 28).


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.