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Términos básicos de la Escritura - 5: ¿CUÁL ES NUESTRA HERENCIA? Parte 2, Dr. Stephen Jones

 




El Salmo 2:8 nos dice que las naciones son nuestra herencia. Mateo 5: 5 dice que heredaremos la Tierra. En cuanto a nuestra posición relativa, Romanos 8: 17 nos dice que somos coherederos con Cristo. En otras palabras, nuestra herencia no se deriva de nosotros mismos, sino que depende completamente de que Cristo reciba su herencia como Rey.

Sin embargo, hay una herencia más básica que debemos recibir para poder gobernar las naciones apropiadamente. Debemos ser transformados completamente a su imagen, para que todas nuestras decisiones y veredictos sean precisamente los que Cristo haría si Él fuera a tomar esas decisiones personalmente. Los gobernantes de la Tierra, entonces, deben estar totalmente de acuerdo con Él. Filipenses 2: 5 KJV dice:

5 Haya en vosotros este sentir [phroneo] que hubo también en Cristo Jesús.

La palabra griega phroneo significa “ejercitar la mente” y tiene que ver con las opiniones de uno. Por lo tanto, nuestro estudio de la Palabra, junto con la dirección del Espíritu, está diseñado para conformar nuestras opiniones a las de Cristo mismo. Si nuestros puntos de vista son diferentes a los suyos, entonces el Espíritu todavía tiene trabajo que hacer en nuestras mentes.

Se espera que renovemos nuestra mente incluso ahora para comprobar la voluntad de Dios: “ser transformados por la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál es la voluntad de Dios” (Romanos 12: 2). Obviamente, esto es un proceso, y está vinculado a nuestro viaje por el desierto en nuestro tiempo de formación pentecostal. En algún momento, sin embargo, experimentaremos un punto crítico, donde seremos “tarnsformados” en un momento (1ª Corintios 15: 52). Esto completará nuestra formación y nos permitirá reinar con Cristo en el sentido más pleno de la palabra.

Algunos posponen reinar hasta la resurrección; otros dicen que ya hemos resucitado de entre los muertos y que debemos reinar en la Tierra aquí y ahora con una vida victoriosa. Estos no son mutuamente excluyentes. Ambos son ciertos. El hecho de que ese viejo hombre haya muerto y nosotros también hayamos resucitado a una “nueva vida” (Romanos 6: 4) es la base de nuestro caminar diario hoy.

Pero esta “resurrección” es imputada o contada como un acto legal, de la misma manera que nuestra carne ha sido crucificada con Cristo (Romanos 6: 6). Es Dios llamando lo que no es como si fuera, a nivel legal. El acto jurídico es un decreto del Cielo que da existencia a nuestra vida resucitada. Existencia, sin embargo, no es lo mismo que manifestación. Tenga en cuenta que todas las cosas llegaron a existir cuando Dios pronunció la Palabra creativa en el principio, pero no todas las cosas se manifestaron en la Tierra al instante, sino en su tiempo señalado.



Un cambio de vestido

En 2ª Corintios 5: 1-5, Pablo compara nuestros cuerpos con vestidos, tiendas y casas. Él dice que tenemos una “tienda terrenal que es nuestra casa”, pero que también tenemos “una casa no hecha de manos, eterna en los cielos”. Vivimos en esta casa (cuerpo) actual, pero nuestra esperanza es una casa (cuerpo) celestial. En esta casa presente, “gemimos, deseando ser revestidos de nuestra morada celestial” (2ª Corintios 5: 2).

En otras palabras, nuestra esperanza es tener un cambio de vestido, o mudarnos a una nueva casa o tienda que actualmente está reservada en el Cielo. Está claro que actualmente no estamos vestidos con vestiduras celestiales, de lo contrario, no “gemiríamos, estando agobiados” (2ª Corintios 5: 4). El gran apóstol claramente se incluye a sí mismo en este gemido, así que no estamos solos.



Cómo perdimos la vestidura

Adán perdió sus vestiduras celestiales cuando pecó, porque solo entonces descubrió que estaba “desnudo” (Génesis 2: 25; 3: 10). El concepto hebreo de desnudez se refiere no solo a la desnudez física sino también a la desnudez espiritual. Por ejemplo, la Iglesia de Laodicea no se dio cuenta de que estaba desnuda (Apocalipsis 3: 18).

Asimismo, hablando de la vestidura celestial, Pablo dice en 2ª Corintios 5: 3,

3 por cuanto nosotros, una vez vestidos, no seremos hallados desnudos.

En otras palabras, estando vestidos con ropas mortales, estamos espiritualmente desnudos, porque así nuestra condición mortal y corruptible ante Dios queda expuesta. Solo cuando finalmente nos pongamos nuestras vestiduras celestiales, “no seremos hallados desnudos”.

Cuando Adán y Eva pecaron, Dios les quitó sus vestiduras celestiales y se encontraron desnudos. Luego, Dios los vistió con prendas alternas, que eran físicas (terrenales). Génesis 3: 21 dice,

21 El Señor hizo túnicas de pieles para Adán y su esposa y los vistió.

La humanidad ha permanecido en esta condición desde entonces. Aunque están vestidos físicamente, permanecen desnudos espiritualmente. Sus vestiduras de mortalidad les permiten vidas limitadas. Tienen vida, pero solo en un nivel bajo.

Mientras tanto, Pablo dice que nuestras vestiduras celestiales están reservadas para nosotros en el Cielo. Todavía no hemos sido vestidos con esas prendas, pero se nos ha dado una promesa que nos asegura que las recibiremos en algún momento. Esa prenda es el Espíritu Santo.



La prenda

Pablo nos dice en 2ª Corintios 5: 5,

5 Ahora bien, el que nos preparó para esto mismo es Dios, quien nos dio el Espíritu como prenda [arrabon].

Pablo usa la palabra hebrea arrabon para describir esta “prenda”. La palabra se usó varias veces en Génesis 38 en la historia de Judá y Tamar. Tamar era la nuera viuda de Judá. La Ley ordenaba que si un hombre moría, se suponía que su hermano levantaría un heredero para heredar la propiedad, pero cuando murió el esposo de Tamar, Judá se negó a permitir que su hijo Sela se casara con ella.

Entonces Tamar se hizo pasar por una ramera y se sentó junto al camino, sabiendo que Judá pronto pasaría. Cuando Judá la vio, la contrató, sin saber quién era, porque su rostro permaneció cubierto. Judá no tenía dinero con él, así que le dio una prenda (arrabon). Génesis 38: 16-18 dice:

16 Y él se desvió hacia ella por el camino, y dijo: "Vamos, déjame ahora entrar a ti", porque no sabía que ella era su nuera. Y ella dijo: ¿Qué me darás para que puedas venir a mí? 17 Entonces dijo: “Enviaré un cabrito del rebaño”. Ella dijo, además, “¿darás prenda [arrabon] hasta que lo envíes?” 18 Dijo: ¿Qué prenda [arrabon] te daré? Y ella dijo: Tu sello y tu cordón, y tu cayado que está en tu mano. Entonces él se los dio y se llegó a ella, y ella concibió de él.

Más tarde, envió a un amigo a pagarle con el cabrito y recuperar lo que había dado como garantía, pero su amigo no pudo encontrarla. No supo cómo recuperar su promesa hasta unos meses después, cuando se hizo evidente que Tamar estaba embarazada. Solo entonces se supo quién era el padre de su hijo.

El punto es que el sello, el cordón y el bastón de Judá no fueron entregados a Tamar como pago inicial (anticipo, arras) de su deuda. El depósito o fianza es un pago parcial, que el comprador no espera recuperar. Una prenda es una garantía, que Judá esperaba recuperar cuando recibió el cabrito.

Entonces, cuando 2ª Corintios 5: 5 KJV traduce arrabon como un "anticipo", es incorrecto. La NASB tiene razón al traducirlo como “un compromiso o garantía”.

Pablo nos dice, entonces, que el Espíritu Santo nos fue dado como prenda (garantía) con respecto a nuestras vestiduras celestiales que Dios tiene reservadas para nosotros. Solo los deudores depositan prendas. ¡Eso significa que Dios se ha reconocido a Sí mismo como nuestro Deudor! ¿Cómo?

En el Jardín, cuando Adán pecó, se hizo deudor, porque todo pecado se cuenta como deuda. Entonces Dios tomó su manto o vestimenta como prenda de la deuda de Adán. Cuatro mil años después, Jesús vino como el último Adán para pagar la deuda del primer Adán. Esta fue pagada en su totalidad por su propia sangre. En ese momento, Dios debería haberle devuelto la prenda a Adán (y a sus herederos). Pero en lugar de eso, Dios escogió reservar estas vestiduras celestiales en el Cielo hasta el tiempo del fin. Eso es lo que hizo de Dios un deudor, y luego nos dio el Espíritu Santo como garantía de su deuda con nosotros. Esto se ve solo comprendiendo el significado de la palbra arrabón.



La vestidura como herencia

Esta vestidura celestial, o “casa”, es nuestra herencia, desde la cual podremos reinar con Cristo y heredar la Tierra. Hasta ahora, no hemos podido heredar completamente las naciones, porque el Espíritu Santo ha estado funcionando como prenda de la deuda de Dios con nosotros. Si bien es mucho lo que podemos hacer con tal promesa, podemos hacer mucho más con la herencia que se nos ha prometido.

Pablo se refiere a esta vestidura como una “casa” (2ª Corintios 5: 1-2). La “casa” celestial es la “mansión” de la que Jesús habló en Juan 14: 2 KJV. La NASB dice,

2 En la casa de mi Padre muchas moradas [monay, “estancias; moradas, residencias”] hay; si no fuera así, os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros.

Muchos las imaginan como casas literales ("mansiones") construidas en la Calle de Oro. Pero en realidad, estas son casas espirituales, definidas por el apóstol como la vestidura o casa en la que moramos. En este caso, la casa celestial es la residencia de nuestra identidad consciente que nos hace “nosotros”. Llevaremos nuestra “mansión” con nosotros dondequiera que vayamos mientras gobernamos las naciones en la Era venidera. Así que Jesús instruyó a sus discípulos en Juan 15: 4: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”. La palabra griega utilizada es meno, la forma verbal del sustantivo monay (lugar de residencia).

Nuestra herencia no es una mansión en el Cielo sino una morada en Cristo [Cristo nuestro habitat]. Juan 15: 7-8 dice:

7 Si permanecéis en Mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho. 8 Mi Padre es glorificado en esto...

Anteriormente, cuando hablaba del Espíritu Santo que pronto vendría, Jesús dijo en Juan 14: 12-14,

12 De cierto, de cierto [amén, amén], os digo: el que en mí cree, las obras que Yo hago, él las hará también, y aun mayores hará, porque Yo voy al Padre. 13 Todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si pedís algo en mi nombre, lo haré.

Aquí Juan usa la palabra hebrea “amén”, dentro del flujo del texto griego. Tanto Pablo como Juan hicieron esto ocasionalmente. El término se utiliza para dar testimonio de la verdad de lo que se dice. Cuando permanecemos en Cristo, cuando Cristo mismo es nuestra morada, nuestra mansión, entonces haremos obras mayores que las que Él hizo durante su ministerio en la Tierra. Cuando permanecemos plenamente en Él, tendremos plenamente la mente de Cristo. Estaremos en pleno acuerdo con Él, y por eso todo lo que pidamos al Padre será conforme a su voluntad. Por lo tanto, nuestras peticiones de oración siempre serán respondidas, así como todo lo que Jesús pidió también fue concedido.

Esta es la extraordinaria herencia que nos espera cuando Dios nos dé las vestiduras celestiales que nos debe. ¿No es esta herencia mucho mejor que una mansión en el Cielo?


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