El Amor de Dios es la salida
para el alma que se encuentra herida.
Muchos años te has desviado
y vas al sitio equivocado.
Buscas fuentes que están rotas
que solo te llevan a la derrota,
y tu vida así se embota
cual vida triste y sin nota.
Esa mujer pecadora
a cual la gente nunca vota,
entra a la casa del fariseo
y la señalan con un dedo.
Pero allí está el Maestro
enseñando cual amado
sus palabras traspasaron
y el corazón quebrantaron.
Enseguida saca el perfume
cual nardo puro exhalado
y aquellos murmuradores
comienzan con su descaro.
Hablan de la mujer
que riega el perfume a los pies
del Cristo que un día entró
en la casa del hombre aquel.
Comienza a ungir con sus cabellos
el cuerpo del Carpintero
y mientras sus lágrimas fluían
la multitud juzgaba y hería.
De pronto el Maestro habla
al fariseo en parábolas:
Dos hombres tenían deudas
que no podían pagarlas.
Los llamaron un día a cuentas
y se fueron como a tientas,
Uno debía cincuenta
el otro ni hablar de la cuenta.
No sabían la sorpresa
que el prestamista les tenía
y ese día fue de fiesta:
les perdonaron las cuentas.
Ahora el Señor pregunta:
¿Cual deudor amó más?
El que debía cincuenta?
o al que ni hablar de la cuenta?
Es lógica la respuesta:
¡Al que más deuda perdonó!
y ahí comienza el Señor
su discurso al corazón.
Entré a esta casa Don Simón
y no me diste un apretón
pero esta mujer no deja
de besarme el corazón.
Entré a tu casa y no lavaste
mis pies sucios cual desastre
y esta mujer no deja
de lavarlos con sus cejas.
Por lo tanto amó más
y el que más ama es al final
el que Dios un día perdona
y le coloca una corona.
Aquella mujer entendió ese día
que el perfume que Jesús más quería
no era el nardo caro que poseía
sino su corazón humilde que se partía.
Y esa mujer quedó en la historia
dejándonos en la memoria
Que el amor de Dios llena el alma
de aquel que humilde se derrama.
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